Paula Izquierdo
Algaida Editores, Sevilla, 2017, 268.
Paula Izquierdo (Madrid, 1962), la autora de
El callejón de los silencios, es una
psicóloga de formación, con amplia experiencia en los terrenos literarios,
tanto en la novela -cinco títulos en su haber- como en el relato, con varias
colaboraciones en antologías. Y en el ensayo, con títulos tan significativos
como Cartas de amor salvaje, Picasso y las mujeres o Sexoadictas y amantes. Su última novela
ha sido galardonada con el X Premio Logroño de Novela. Una novela, confiesa la
autora, preñada de complejidades, con temas que se entretejen entre sí, al
igual que los sentimientos amorosos.
Con un tema central que es la traición, de
algún modo aludido en el largo subtítulo del libro y fragmento del texto: “Hay veces que
conviene decir las cosas cuando las piensas o hacerlas cuando se tiene
oportunidad, por si la parca te atrapa visitándote de forma inesperada.”, la
novela tematiza desde la ficción un triángulo amoroso que, en confesión de la
autora, está en la novela y refleja en buena medida la realidad cotidiana,
porque nunca o casi nunca estamos satisfechos con el objeto de nuestros
sentimientos amorosos.
En el epicentro del relato encontramos a
Mirna, un personaje que arrastra un pasado penoso y traumático -había sido
víctima de una violación en grupo durante una fiesta-, y a su alrededor
gravitan otros personajes: Ernesto, su profesor en los cursos de doctorado,
bastante mayor que ella, y con una existencia que es un enigma, y del que Mirna
se enamora perdidamente; y Esteban, un compañero de curso que vive obsesionado
con Mirna, sin que ella le corresponda.
Pero antes de eso, la narradora da cuenta de
algunos antecedentes de la protagonista femenina: renuncia a su trabajo como
profesora en un buen colegio de secundaria que no la motivaba, y comparte piso
con otro hombre del que estuvo enamorada, aunque ahora solamente mantienen una
relación de casta amistad. Inicia los cursos de doctorado de psicología social
centrando sus investigaciones en el papel invisible de las esposas de
intelectuales del pasado siglo, que tuvieron una vida anónima, poniendo su
talento al servicio de sus parejas varones. El vínculo que une a los tres
personajes poco a poco se irá haciendo cada vez más complejo, con sorpresas
inesperadas y ciertas patologías que la protagonista analiza en sus estudios.
Paulatinamente a medida que se va
desarrollando la acción, la relación entre los tres pies del triángulo amoroso
va cobrando intensidad y se muestra casi indescifrable, hasta que llega un
momento fatídico cuyo motivo no revelo por respeto al lector. Anoto solamente
que la protagonista, que se había sentido ascendida al cielo, de pronto se considera arrastrada al infierno por el
sentimiento de traición y perfidia que en ella provoca un insufrible desgarro,
hasta el punto de sentirse víctima de la trampa de las mujeres eclipsadas que
ella analizaba en sus trabajo de curso. Sin embargo esa frustración y ese conflicto
son la razón de ser de la novela.
En el relato coexisten otros temas de
interés. Entre ellos, la presencia del mal, atribuible no a ningún principio en
lucha con el bien, sino a los comportamientos humanos. ¿Qué motivos conducen a
hombres y a mujeres a ser violentos de forma gratuita, sin ningún fin salvo la oscura pretensión de ejecutar sus
deseos?, se pregunta uno de los protagonistas. Es reseñable el análisis que
hace la autora sobre el papel histórico y cultural que representaron tantas
mujeres, especialmente en la primera mitad del siglo XX: mujeres inteligentes,
bien preparadas, anuladas por su parejas y a sus servicio, a las que no solo se
las priva de visibilidad sino que incluso se les mutila su nombre, como a María
Teresa León a la que convirtieron en la mujer de Alberti. La mayoría de esas
mujeres fueron testigos pasivos de los avatares de la historia. Es precisamente
ese eclipsamiento el que contextualiza en todo momento el relato y da razón
congruente de su desenlace.
Desde un punto de vista taxonómico, El callejón de los silencios termina
convirtiéndose en un thriller en su desenlace, con buenas dosis de melodrama en
su desarrollo. La autora conduce a buen puerto su estrategia narrativa: un
discurso lineal, ajeno a cualquier complicación. Los personajes no son planos;
evolucionan en el corto período de un curso académico, especialmente el
representado por Mirna, la verdadera protagonista de la novela, a la que la
autora analiza profundamente, a la vez que ella, con su sexto sentido (proxemia)
desmenuza los comportamientos masculinos. Son además personajes creíbles.
Contribuye a esa verosimilitud el hecho de que la autora sabe rebuscar y
verbalizar sus matices.
Con el relato en tercera persona, al autora
se mantiene al margen de la trama novelesca, mas no de la tesis principal de la
novela: existen relaciones amorosas capaces de ensombrecer e incluso de
eclipsar a muchas figuras femeninas. Un estilo de prosa claro, preciso y tan
natural como exento de adornos y de fraseos que se aproximen a lo lírico, le
sirve a una escritora con mucho oficio para articular acertadamente una buena
novela rebosante de sentimientos y de suspense, pero que desarrolla así mismo
temas que siguen siendo de importante transcendencia para las mujeres de hoy. También
para los hombres.
Fragmentos
“Al
poco de comenzar su vida en común, mantuvieron una relación íntima que llegó
como se fue; sin hacer ruido. Una vez superada la tensión sexual, siguieron
conviviendo y siento tan o más amigos que cuando se acostaban. Ahora que Mirna
lo intenta razonar cree que ese paso por la cama de Miguel fue una travesía
necesaria. Después, el vínculo de amistad perduró, e incluso las confidencias y
la comunicación se hicieron más fluidas, sin reproches ni recelos, sin
exigencias ni compromisos. Se había ido enfriando el deseo sexual, a cambio,
había ganado u amigo que ella consideraba que sería para siempre. Miguel se
trasmutó en un confidente incondicional. Hoy en día aún siguen viéndose de vez
en cuando. En el momento en que decidieron no seguir juntos, no hubo una
palabra más alta que otra. Mirna se dio cuenta de que, a veces, hay una etapa
en que el amor se acaba y se transforma en otra cosa, quizás pueda llamársele
cariño, amistad, costumbre o necesidad. Se habían vuelto cómplices y la
convivencia todavía resultaba más cómoda.”
…..
“Pasado
un buen rato, de pronto, entró alguien en el dormitorio donde Mirna intentaba
volver a ser y ella, en un susurro con las pocas fuerzas que le quedaban,
preguntó arrastrando las sílabas:
-¿Carolina?
Alguien,
con voz de hombre y un susurro le contestó:
-No,
no soy Carolina
Era
una voz apenas audible. Mirna fue capaz
de oír cómo cerraba la puerta y volvía a invadir el cuarto de oscuridad. No
sabía quién era el que había entrado en la estancia, pero se encontraba
absolutamente inerme e indefensa.
Mirna
sentía que todos los músculos se le aflojaban, no conseguía incorporarse, su
cuerpo no le respondía. Sólo notó los empellones y envistes del chico que
estaba violándola con sarna, vehementemente, tapándole la boca con una almohada
para que no gritara. Notaba cómo le faltaba el aire y que respiraba con
dificultad. Mientras un dolor insoportable se iba abriendo paso en la vagina.
Llegó
un momento en que perdió la noción del tiempo. No sabía cuántos minutos u horas
habían transcurrido, ni cuál era el número de chicos que había dentro de la
habitación. Todo ocurrió muy rápido o, al menos, eso le pareció a ella, y
quizás fue mejor así. No tenía fuerzas para detener esa orgía que se habían
montado sin su permiso y, por supuesto, sin un átomo de capacidad para
defenderse.”
…..
“Andamos
para nunca llegar. Su existencia estaba marcada por la pérdida. Ojalá el tiempo
no le hubiera arrebatado los placeres de aquel presente. ¿Por qué las cosas
cambian, por qué no pueden permanecer? Notaba cómo la vida se rompía a su paso.
Mirna nunca olvidaba la fecha del 22 de diciembre de 1989. Ella engendró el
amor que se frustró antes de verlo vivo, respirando por sí mismo. No deja de
ser incongruente que Mirna, sin ser consciente de ello, repitiera la conducta
sumisa de todas aquellas mujeres de las que hablaba en su trabajo y sobre las
que analizó su conducta dócil, manejable y disciplinada como un síntoma psicológico,
en una época y en unas circunstancias de vida extrema. Pero, ¿y si estaba equivocada,
y era el amor el que construía ese carácter en las mujeres, independientemente de
épocas y circunstancias?”
(Paula Izquierdo,
El callejón de los silencios, páginas 15-16, 40-41, 266)
Un libro interesante ...
ResponderEliminarUna interesante intriga psicológica, que le viene bien el dicho: "caras vemos, corazones no sabemos". Un abrazo Francisco, ´placer siempre disfrutar de tus excelentes reseñas. Gracias.
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