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domingo, 30 de julio de 2017

UN ASESINO DISECCIONA LAS FALSAS IDENTIDADES



Apoteosis de las perchas

Xesús Constela

Traducción de Belén Poutón

Pulp Books (sello de Rinoceronte Editora), Cangas do Morrazo, 2017, 98 páginas.



    
   
   Ya en As humanas proporcións, la colectánea de relatos ganadora del Premio de Narrativa Torrente  Ballester  en el año 2003,  Xesús Constela le ofrecía al lector un relato, “Algorítmos”, subtitulado “Divertimento alfanumérico”. Otro “divertimento”, esta vez “napolitano”, es el que aprovecha el autor para encuadrar la trama de esta breve novela. El término “divertimento” se suele aplicar en literatura a los microrrelatos o a una serie de textos, de diversa naturaleza, en los que la brevedad, la ironía y el humor navegan a sus anchas. En efecto, en Apoteosis de las perchas, cobran una cierta primacía, si bien sin excluir otras dimensiones, la del thriller por ejemplo, situaciones y tonalidades aparentemente humorísticas y absurdas que a veces llegan al esperpento.

   Apoteosis de las perchas es una novela corta cuyo principal protagonista, Tommaso Bonnano,  cuenta la historia del mendigo Tommaso Bonnano que arrastra su existencia por los barrios napolitanos. Los vecinos lo consideran inofensivo; jamás había intentado hacerle mal a nadie. Pero un buen día, le propina una descomunal paliza a un desconocido. Los carabinieri  le esposan sin que oponga resistencia y, en el interrogatorio, desmiente que esté muerto como pensaban los agentes, porque “desaparecer y estar muerto son cosas muy distintas” (página 18). Bajo otra identidad, la de Ernesto Basile, había trabajado un  lujoso crucero del que había desaparecido sin dejar rastro, instalándose en Via dei Tribunale, donde vive a cuerpo de rey debido al buen trato que le proporcionan los vecinos. En un interrogatorio, en el que es él quien lleva la batuta y el ritmo, descubre su pasado a bordo del Spirit of the Seas en el que realiza diversos trabajos hasta llegar a ser camarero del salón de primera clase. Su máxima  callar, observar y obedecer le había permitido alcanzar ese puesto. En primera clase, se impone sobre otros olores, el del dinero.

   En una de las travesías, en marzo de 2009, descubre las “odiosas perchas”: los nuevos ricos, míseras perchas sin otra substancia que el vacio material que sostiene lujosos vestidos y joyas. Tommaso parece poseer un sexto sentido para descubrir esas falsas apariencias, las dobles identidades (“patatas que quieren parecer piñas”), de las que se venga: en un primer momento con laxantes, detergentes y escupitajos como especial aderezo para los cócteles que prepara.

   Sobresalen por encima de las demás cuatro perchas que lo que quieren es estar juntas; maniobran para tener sexo hasta desplegar la gran apoteosis triunfal: la ceremonia que, rememorando a los antiguos romanos, las consagre al nivel de los dioses o héroes del dinero.

   En ese mismo viaje, unos operarios descubren en el barco los cadáveres de cuatro pasajeros. Y que un camarero, Tommaso Bonnano, alias Ernesto Basile, se encuentra en paradero desconocido. Los asesinatos y su desaparición lo convierten en sospechoso ante los ojos de los carabinieri. Mas la narración, en un giro radical, descubre que las apariencias engañan y, desde ese momento, adquiere el marchamo de un thriller cuyo desenlace descubre el lector en las páginas finales.

   Xesús Constela ofrece al lector una historia sencilla con un final imprevisto que logra las metas propias del divertimento: recrear mediante una trama sin grandes complejidades pero que, con humor e ironía, descubre y deshilvana las falsas identidades, la hipocresía social, las engañosas y ostentosas apariencias. Y lo hace mediante la confesión de un tipo que se escapa de la casa familiar siciliana porque no soporta, ni el olor ni las escamas, ni las tripas del pescado. Inventa un nombre con el que cruza Italia y acaba como camarero en el salón más lujoso de un barco de crucero. Desde esa atalaya privilegiada, clasifica a los personajes como personas de verdad o como perchas. Crítica despiadada, en definitiva, de las aparentes identidades, del barniz que puede proporcionar el dinero, pero también de los cruceros de lujo, de la explotación laboral de los empleados que en ellos trabajan, de los salarios en negro… Todo ello dosificando el autor la confesión del protagonista que rompe los esquemas y las premisas de la policía. Al lector le resta la satisfacción de descubrir que el camarero y el mafioso asesino coinciden en la descripción de las perchas.



Francisco Martínez Bouzas



                                                 
Xesús Constela


Fragmentos



“Fue el frutero, don Giusseppe Montanari, quien, nervioso a más no poder, llamó por teléfono a los carabinieri. Vengan rápido, por favor. Nunca he visto una desgracia tan grande. Un mendigo que lleva varios meses viviendo en el soportal junto a mi negocio, aquí en Via dei Tribunali, acaba de darle una paliza monumental a un hombre. (…) Sí. Está tumbado en la calle en medio de un charco de sangre enorme. (…) No, por supuesto que no. (…) Nadie se ha atrevido a tocarle, lo único que hicimos fue alejarlo del mendigo. No tuvimos tiempo de hacer nada. ¡Vengan pronto, por lo que más quieran! (…) No les puedo contar mucho más, porque no vi lo que pasó, que estaba descargando unas cajas de fruta que había traído en la furgoneta cuando escuché los gritos de mi señora llamando por mí. ¡Giusseppe!, ¡Giusseppe!, ¡corre, ven! Parecía aterrorizada. Me di la vuelta para saber lo que estaba sucediendo y no daba crédito a lo que veía. El mendigo le estaba pegando a un tipo que pasaba por la calle, un hombre con un abrigo negro muy largo, con una barra de hierro que uso yo para bajas la persiana de la frutería. Y menuda forma de atizarle.”



…..



“La primera vez que vi una percha fue hace alrededor de cuatro años, puede que cinco. El Spirit of te Seas acababa de partir de la Terminal Crociere del puerto de Génova y, para mi horror, vi entrar en mi salón a la pasajera más espantosa que puedan concebir. Llevaba una peluca rubia y los labios pintados de un rojo chillón y verdaderamente nada elegante. ¡Parecía un semáforo diciendo peligro, peligro! Viajaba acompañada de otra percha que a todas luces no estaba en el lugar que le correspondía y se hacía pasar por su pareja. ¡Por favor! ¡Si ni siquiera sabía desenvolverse con los cubiertos en la mesa! Fíjense: la primera vez que les vi cenar fue precisamente mientras el Spirit of the Seas viajaba de Génova hacia esta ciudad de Nápoles para la primera escala, ¿y saben lo que pasó? Pues que cuando acabaron la cena él pidió que le llevase un palillo. Madonna mia! ¡Un palillo! ¡Pretendía limpiarse la dentadura allí mismo, en mi salón, delante de todos los demás pasajeros! ¡Qué vergüenza!”



…..



“Un día me montó una escena absolutamente intolerable delante de la barra de cócteles del salón. ¡Este brebaje repugnante que me ha servido en la copa no tiene nada que ver con lo que ponía en la carta! ¡Hágame otro de inmediato! Gritaba como un loco enfurecido. Le pido mil disculpas, caballero, le contesté. No hay motivo para preocuparse, le dije con la mejor cara de buena persona que pude poner. Ahora mismo le preparo una especialidad mía que a buen seguro será de su agrado. Fue lo único que se me pasó por la cabeza para contestar a tamaña grosería. Lo agasajé con una de mis mejores sonrisas, le retiré la copa, me di la vuelta para darle la espalda y comencé a echar en la coctelera los ingredientes para hacerle una nueva combinación. Le preparé un cóctel delicioso inventado por mí para casos como este, que gracias a Dios no eran abundantes: dos medidas de vodka, un tercio de menta blanca, un cuarto de curasao rojo y, lo más importante, un más que generoso chorro de jabón de fregar los platos y un buen escupitajo de producción propia. Aquí tiene, caballero, e insisto en reiterarle mis disculpas. ¡Le encantó! ¡Se relamió de gusto! Incluso se acercó a la barra para pedirme otro que yo le hice con mucho placer. Mi cóctel había desactivado completamente la detonación de furia del muy gandul. No se imaginan ustedes la cantidad de veces que se lo volví a servir en todos los días que duró el crucero. Copo de Nieve bebió más detergente lavaplatos que el propio fregadero donde yo ponía las copas que tenía que lavar. ¡Todavía no puedo entender cómo no echaba burbujas por la boca al hablar!”



(Xesús Constela, Apoteosis de las perchas, páginas 13, 37, 50-51)

domingo, 23 de julio de 2017

"A CABELEIRA": A FAVOR DE BABEL



A Cabeleira (Fragmentos)
(Poema en 60 idiomas)
Claudio Rodríguez Fer
Versiones: sesenta traductor@s
Ilustraciones de la portada  y caligrama de la contraportada: Carmen Blanco
Ilustraciones del interior: Sara Lamas
A Tola Soñando, Santiago de Compostela, 2016, edición non venal.

   Es sobradamente conocido el episodio de la Torre de Babel, narrado por la fuente J en Génesis 11, 1-9. De sabor mesopotámico por la mención de ladrillos, del betún (asfalto) y su alusión a las torres de pisos (zigurats), le sirve al autor para mostrar que los grandes imperios no pueden alcanzar la divinidad, y explicar la confusión de las lenguas como un castigo divino por esas soberbias pretensiones. Podemos leer, en efecto, que en la Tierra no había entonces más que un solo lenguaje y unos mismos vocablos. Pero, al desplazarse los pueblos hacia oriente, hallaron un valle en tierra de Sinaar donde se establecen y deciden construir, con ladrillos en vez de piedra y betún en vez de argamasa, una ciudad y una torre cuya cima llegaría hasta el cielo para hacer célebre su nombre antes de la dispersión por la faz de la tierra. Yahvé  desciende para ver la ciudad y la torre y, observando que se expresan en el mismo lenguaje, decide confundir su lengua de manera que el uno no entienda al otro, para castigar así la arrogancia humana de ir al encuentro de Dios, un desafío contra la divinidad. Un castigo similar a otros muchos que aparecen en varios capítulos del Génesis en los que se condena lo que no es específicamente yahvista, especialmente lo que procede de la civilización, sobre todo urbana.
   De este modo, lo que debería ser “puerta de los dioses” (es lo que significa Babilonia) se convierte en confusión de los hombres y principio de dispersión. El folklore hebreo halla aquí una respuesta a la cuestión del origen de las lenguas. Un mal, tal como lo entendieron también varios Padres de la Iglesia. Agustín de Hipona, por ejemplo, pensaba que la única lengua que se hablaba en el comienzo de los tiempos era el hebreo. La diversidad de las lenguas impide la buena comunicación. El relato manifiesta una cierta nostalgia por la perdida unidad lingüística, ya que la unidad en la Biblia es un bien que proviene de Dios, mientras que la separación y la dispersión se atribuyen al pecado.
   En la actualidad, los enfoques lingüísticos son otros, aunque quedan ciertos movimientos que anatematizan  la diversidad lingüística, especialmente cuando se trata de lenguas periféricas. Hoy sabemos que el episodio genesíaco, como tantos otros, es preciso interpretarlo como una suerte de relato mítico. El folklore y las leyendas hebreas explicaban, mediante relatos como este, la intervención de Yahvé en el mundo humano.
   Existen en la actualidad aproximadamente seis mil lenguas. Muchas de ellas tienen su origen en la antigua familia de las lenguas indo-europeas. Y la diversidad lingüística es apreciada como uno de los tesoros y posibilidades de incalculable valor para los seres humanos. Son ventanas que nos permiten divisar el mundo, leerlo y crear sentido y belleza.
   Es por ello que A Cabeleira (Fragmentos) de Claudio Rodríguez Fer y su perspectiva multilingüe es ciertamente un homenaje a la poesía y al multilingüismo. Un poema a favor de Babel. El autor, Claudio Rodríguez Fer, es un poeta, narrador y ensayista tanto en lengua gallega como castellana. Catedrático de la Universidad de Santiago de Compostela, dirige además la Cátedra de Poesía y Estética José Ángel Valente, del que elaboró e introdujo la edición de su poesía gallega, Cántigas do Alén.
   A Cabeleira (Fragmentos) apareció publicada por primera vez en la revista Grial (1985). Dos años más tarde, se incluye por primera vez en el libro A boca violeta (1987). En fechas posteriores, fue traducido al ruso (1999) y al bretón (2000). Su primera edición políglota apareció en el número 1 de A Tola Soñando (Santiago de Compostela, 1995), con versión francesa de María Lopo, inglesa de Diana Conchado y española de Olga Novo. En 2015 esta edición se amplió con traducciones a treinta y cinco idiomas. La última ampliación editada es A Cabeleira (Poema en 60 idiomas), publicada el pasado año. Estas sesenta lenguas  en las que se pueden leer A Cabeleira (Fragmentos) se engrosarán en futuras ediciones con otros idiomas  como el alsaciano, lengua al que ya está siendo traducido.
   Leer el poema de Claudio Rodríguez Fer en las sesenta lenguas a las que podemos acceder en la edición en papel o a través de la página web
nos incita a hacernos miembros y acompañar a todas las tribus móviles que se expandieron por la faz de la Tierra, muchas de ellas sin constituirse en estados, pero creando los arcanos patrimonios de las lenguas, todas igualmente valiosas; y que no solo son códigos de comunicación como el binario, el braille, el HTML o el CSS. Son mucho más: moldes que condicionan y enriquecen nuestro pensamiento. Armas pacíficas frente  a un mundo que tiende a construir muros, clausurar ventanas y condenarnos al encierro solipsista en nosotros mismos.

Francisco Martínez Bouzas

                                                 
Claudio Rodríguez Fer

Versiones de A Cabeleira (Fragmentos)

Galego ( Versión original de Claudio Rodríguez Fer)

A Cabeleira
(Fragmentos)

Eu nacín nun país verde fisterra que vagou errante tras manadas de vacas.
Incerto fillo son das tribos móbiles que só se detiveron cando se lles acabou o mundo.
Non teño outras raíces que as da espora nin outra patria habito que a do vento.
Síntome da estirpe daqueles pobos nómades que nunca se constituíron en estado.
O noso espírito coñeceu o abismo e o sentido telúrico do contorno natural.
A nosa historia é a dun pobo que perdeu o norte e se confundiu cos bois.
Pero eu recuperei o norte no medio do naufraxio fluíndo sensualmente da cabeleira da lúa.
E a inmensa cabeleira é labirinto no que soamente falo a quen eu amo.

(Fisterra-París-Courel)

…..

Castellano (Traducción de Olga Novo)

“Yo nací en un país verde finisterre que vagó errante tras manadas de vacas.
Incierto hijo soy de las tribus móviles que sólo se detuvieron cuando se les acabó el mundo.
No tengo otras raíces que las de la espora ni otra patria habito que la del viento.
Me siento de la estirpe de aquellos pueblos nómadas que nunca se constituyeron en estado.
Nuestro espíritu conoció el abismo y el sentido telúrico del entorno natural.
Nuestra historia es la de un pueblo que perdió el norte y se confundió con los bueyes.
Pero yo recuperé el norte en medio del naufragio fluyendo sensualmente de la cabellera de la luna.
Y la inmensa cabellera es laberinto en el que solamente hablo a quien yo amo.”

…..

Occitano  (Traducción de Eric Fraj)

“Ieu nasquèri dins un país verd e finistèrra que vaguèt errant tras manadas de vacas.
Soi filh incèrt de las tribús mobilas que s’arrestèron solament quand se lor acabèt lo monde.
Non ai d’autras raices que las de l’espòra ni abiti d’autra patria que la del vent.
Me senti del linhatge d’aqueles pòbles nomadas que jamai se constituïguèron pas en estat.
Lo nòstre esperit coneguèt l’abisme e lo sens teluric de l’entorn natural.
La nòstra istòria es la d’un pòble que perdèt lo nòrd e se confondèt ambe’ls buòus.
Mas ieu recuperèri lo nòrd al mitan del naufragi rajant sensualament de la cabeladura de la luna.
E l’immensa cabeladura es laberint ont parli pas qu’a qui ieu aimi.”

…..

Inglés (Traducción de Diana Conchado)

“I was born in a green end-of-the-world land that rambled vagrant after herds of cows.
Uncertain son am I of wandering tribes that stopped only when they reached the earth’s end.
I have no roots but those of the spore and no homeland but the wind.
I feel as one with that race of nomads who never formed a state.
Our spirit knew the abyss and the telluric sense of the natural surroundings.
Our history is that of a people who lost its star and vanished among the oxen.
But amidst the wreckage I found the north star flowing from the moon’s hair.
And the moon’s endless tresses are a labyrinth where I speak only to my love.”

…..

Italiano (Traducción de Ana Rosso)

“Sono nato in un paese verde finisterre vagabondo errante tra le mandrie di mucche.
Figlio incerto di mobili tribù, arrestatesi solo alla fine della terra.
Non ho altre radici che quelle delle spore, non abito altra patria che il vento.
Mi sento della stirpe dei popoli nomadi, mai costituiti in stato.
Il nostro spirito conobbe l’abisso e il senso tellurico della natura.
La nostra storia è quella di un popolo che si perse e si confuse con i buoi.
Ma io ho recuperato la via nel naufragio, scivolando sensualmente dalla chioma della luna.
E l’immensa chioma è labirinto, nel quale solo parlo a chi amo.”


…..

Quechua (Traducción de Odi Gonzales)

“Qora ukhupin paqarirani, uywakunaq phakanpi phawaykachaspa
Puriqkunaq churinmi kani, ñanninku tukukuqtin samaqkunaq churiyasqan
Saphiykunapas tuytuy tuytuy q’achu hina, llaqtaypas manan llaqtachu wayraq q’episqan phuyun
Llaqtan llaqtan puriqkunaq uywaqenmi kani, manan allpa hap’ipakuq wawanchu
Ñoqaykuqa kawsaraykun sankhakunaq laqha sonqonpi, chanincharayku teqsimuyuta
Ñoqayku kayku ñankunapi chinkaq puriqkuna, uywakunaq yupinpi takyaqkuna
Ichaqa k’ita puriyniypi ñoqa tarirani hatun ñanta, mama killaq chukchanmanta warkuykamun
T’anpa chukchan kan k’ikllu k’ikllu ñankuna, chayllapin rimapayani yanayta”

sábado, 22 de julio de 2017

"PARECE QUE FUERA ES PRIMAVERA": LA MEDIDA ÁUREA DEL DOLOR




Parece que fuera es primavera
Concita De Gregorio
Traducción de Francisco. J. Ramos Mena
Editorial Anagrama, Barcelona, 2017, 167 páginas.

   En la clave de este libro se yergue una pregunta crucial: ¿es posible superar el terrible dolor por la desaparición de dos hijas y volver un día a ser feliz? Y un punzante rechazo de la pobreza de los idiomas modernos por la carencia de ciertas palabras. Existen palabras como viudo, huérfano, huérfana, uxoricida, parricida, infanticida. Pero hay una palabra que falta. “El progenitor que pierde a un hijo. No que lo mata: que lo pierde. ¿Cómo se llama, cómo se dice, quién es aquel a quien se le ha muerto un hijo? ¿Qué lugar ocupa en la historia? Falta la palabra, falta la palabra. Carencia, ausencia. ¿Quién la ha borrado?, ¿cuándo?, del diccionario italiano, francés, alemán, español, inglés. Y, además, ¿por qué?” (página 161).
   La búsqueda de respuestas a esta pregunta y a este grito desesperado de una madre nutre la trama de Mi sa che fuori è primavera, el primer libro de Concita De Gregorio (Pisa, 1963) traducido al español y basado en hechos reales, porque Irina Lucidi, la protagonista, existe,  y sus dos hijas Alessia y Livia, hechas desaparecer por su padre antes de su suicidio el 3 de febrero de 2011, existen o existieron, aunque jamás se ha vuelto  a saber nada de ellas. Solamente lo que cabe entrever en la nota que el suicida le dejó a su mujer Irina: “Las niñas no han sufrido, jamás volverás  a verlas.”
   A partir de una conversación que se prolongó durante siete días entre la escritora y periodista e Irina Lucidi que acude a la escritora solo para ser escuchada, Concita de Gregorio escribe un  libro basado una vez más en hechos reales. Esa irresistible irrupción de la realidad en la ficción de la narrativa contemporánea que está ampliando el concepto de novela desembocando en la novela-verdad, hasta el punto de que ya abiertamente Delphine de Vigan tituló su última novela precisamente con una apelación a la realidad: Basada en hechos reales. Sin embargo, Parece que fuera es primavera es un relato novelesco, una invención literaria, basada sí en acontecimientos que sucedieron, entresacados  de un encuentro promovido por la madre que no tiene palabras para nombrar la ausencia de sus hijas, pero que abriga la esperanza de poder afrontar su trauma gracias al poder de la literatura, del bálsamo terapéutico de las palabras.
    El libro está construido a base de fragmentos, -casi como un puzle, admite la autora-, porque también de trozos, de piezas suelta está hecha la vida de la protagonista: las cartas con las que la escritora entra en la vida de Irina Lucidi: las cartas a la abuela Karla, en las que le confiesa que hace falta ser feliz para hacer frente al dolor inconcebible, y que su nueva pareja, el granadino Luis, la hace muy feliz, pero que se siente culpable de volver a serlo; a la psicóloga de la pareja que daba la impresión de retener únicamente las razones del marido; a la jueza que ha decidido archivar la causa sin tener la certeza de haber recorrido todos los caminos para esclarecer la verdad de los hechos; más bien la culpa a ella por haberse separado de su esposo Mathias; a la profesora de las niñas solicitando inútilmente los cuadernos y trabajos de sus hijas; a la conservadora del registro civil de Kenosha (Wisconsin) implorando que le facilite un documento que le constate la identidad de la bisabuela a la que también le arrebataron a su hija, la abuela Mayme, y no la volvió a ver jamás. Todo se repite: el diseño y el destino.
   Y en paralelo a las cartas, recuerdos, listas de palabras, pequeños retratos, esbozos de sus hijas, de la niñera Dolores, maternal con Alessia y Livia, en indescifrable sintonía con Mathias, pero alejada de Irina, especialmente en los días de búsqueda. Del padre, autoritario y colérico, pero un buen hombre que, cuando desaparecen las niñas, la sacude y le dice: “tú no te mueras”; de Norma, la suegra, dura y mortífera, mas sin dejar de sonreír.
     
                                                  
Irina Lucidi con los muñecos de sus hijas

   Pero el núcleo central de la novela, lo ocupa Mathias y la común relación con Irina. Ella, abogada de una multinacional del tabaco en la que goza de un gran prestigio; embarazada a los treinta y cinco años, se casa con Mathias, suizo alemán que trabaja en la misma multinacional que ella. Lo hace por no llevarle la contraria, sin estar exactamente enamorada. Pronto es consciente de que nada encaja. Mathias rebosa de prejuicios racistas contra los italianos, es violento con sus silencios, maníaco del orden, con una personalidad psicorrígida: llena la vivienda familiar con instrucciones  escritas en post-its, destinadas a Irina sobre cómo debe realizar las acciones más naturales. Por ejemplo: “abre la nevera, coge la leche y échala encima de los cereales, no al revés.” Manipulador con las niñas tras la separación. Con la suficiente sangre fría y rigidez emocional para suicidarse y hacer desaparecer a sus hijas de seis años a las que ciertamente adoraba, mediante una escenificación fría, aterradora y calculada: aparca el coche en la estación, se tumbó en las vías y dejó que el tren lo arrollara. Irina no volverá a ver  a sus hijas. La nada absoluta. Mathias culpará a Irina de la muerte de las gemelas por la ruptura del matrimonio.
   Mas en un libro tan despiadado como desgarrador que traza realmente la medida áurea del dolor de una madre que ha perdido a sus hijas sin siquiera saber si están muertas, se tematiza igualmente aquellas fuerzas que nos hacen sobrevivir a la ausencia de los seres amados, al dolor amplificado de la pérdida de un hijo. La novela de Concita De Gregorio transmite en ese sentido múltiples mensajes: el dolor por sí solo no mata, no se debe olvidar pero tampoco enloquecer con el recuerdo; es preciso escuchar los sonidos porque el amor por los hijos tiene sonido; detrás de las penumbras siempre luce la luz, tras el invierno llega la primavera.
   Ese dolor que cada día aflige a miles de personas que pierden un hijo, inexpresable en las lenguas modernas, no es en la escritura de Concita De Gregorio el típico recorrido por los trayectos del duelo. Son por supuesto las hijas perdidas las que dan sentido a la narración. Y, a pesar de que frente a la pérdida, posiblemente definitiva, no existen antídotos, la voluntad de superación de la protagonista y el buen hacer narrativo de la autora cuyo estilo, en muchas secuencias poético, no se regodea en el sufrimiento de la madre, hacen que el dolor derive, no en una catarsis, tampoco en el sentimentalismo lacrimógeno, sino en un verdadero viaje de las tinieblas a la claridad. Todo ello discrimina la buena literatura que Concita De Gregorio es capaz de transmitir en este libro de la empatía sentimental que podemos sentir ante una pérdida, pero que sin embargo no puede medir la calidad de una narración.

Francisco Martínez Bouzas


Concita De Gregorio


Fragmentos

“Me he sentido muy culpable de volver a ser feliz, abuela. Era como si todos me dijeran: cómo puedes olvidar, cómo puedes dejar atrás lo que te ha pasado, cómo puedes irte de vacaciones, tomarte una copa de vino, amar a un hombre, hacerte amar en el placer, después dormir. Cómo puedes seguir viva, en suma, y tener ganas de seguir estando en el mundo. ¿Has olvidado  a las niñas? ¿No te da vergüenza? Es como si me dijeran que también yo he muerto, y es un escándalo que me rebele.
Pero yo estoy viva, abuela, el dolor por sí solo no mata y yo estoy viva. Así que tengo que vivir, porque mientras yo esté estará el recuerdo de quien ya no está con nosotros. El recuerdo vivo: el suyo vive en los pensamientos.”

…..

“Los hechos son sencillos, terribles y conocidos. Un domingo de enero de 2011, el último del mes, tu marido Mathias fue a buscar  a las niñas -vuestras hijas gemelas, rubias, distintas, una rechoncha otra delgada, con seis años recién cumplidos, guapísimas- a casa de los vecinos donde las había dejado jugando. Aquel fin de semana estabais separadas, las niñas estaban con él. Más o menos a la una se asomó al jardín de los vecinos donde las había enviado a jugar, las llamó. Ellos, los vecinos, les dijeron rápido, niñas, que papá os llama: vamos, es hora de comer. Alessia y Livia corrieron a su casa. A partir de aquel momento desaparecieron. Él se marchó en coche, hacia las cuatro de aquel mismo día. Con tu coche. ¿Iban ellas con él? ¿No iban? No se sabe. Las sillas del coche las tenía tú. Los peluches sin los que las niñas nunca se acostaban los encontraste en su sitio, en sus camas. Mathias hizo un largo viaje desde Saint-Simon, el pueblo cerca de Lausana donde vivíais, y llegó a través de Francia y luego de Córcega, en barco, hasta Ceriñola, en Apulia. Dejó el coche bien aparcado, se fue a la estación, se tumbó en las vías y esperó el tren. Se dejó arrollar, así se suicidó. En aquellos cinco días de viaje te escribió: «Las niñas no han sufrido, jamás volverás a verlas.» De Alessia y de Livia no se ha encontrado nunca el menor rastro.”

…..

“La palabra que falta.
El progenitor que pierde a un hijo. No que lo mata: que lo pierde. ¿Cómo se llama, cómo se dice, quién es aquel a quien se le ha muerto un hijo? ¿Qué lugar ocupa en la historia? Falta la palabra, falta la palabra. Carencia, ausencia. ¿Quién la ha borrado?, ¿cuándo?, del diccionario italiano, francés, alemán, español, inglés. Y, además, ¿por qué?
En alemán: falta. En francés: falta. En italiano: falta. En español: falta (deshijado indica genéricamente aquel que ha sido privado de los hijos, pero está en desuso). En inglés: bereaved, privado de aquel a quien se ama. Inespecífica. A quién se ama, a quienquiera que se ame.
En hebreo existe. Surge de la Bibiblia. Av shakul, masculino. Em shakula, femenino. Verbo: shakal, perder a un hijo. Génesis 27, 45. Isaías 49,21. Jeremías 18, 21. Antiguo Testamento. Existía, y se ha conservado en la lengua moderna.”

(Concita De Gregorio, Parece que fuera es primavera, páginas 12, 80-81, 161)