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miércoles, 29 de marzo de 2017

DOS NOVEDADES DE SEIX BARRAL



 La Editorial Seix Barral, actualmente un sello del Grupo Planeta, sigue ofreciendo en su catálogo colecciones míticas  como “Biblioteca Breve”, “Biblioteca Formentor”, “Biblioteca Abierta”, “Los Tres Mundos, “Biblioteca Furtiva”, “Obra Completa” o “Furtivos”. Dentro del Grupo Planeta del que forma parte desde 1982, es sin duda el sello editorial que publica libros de mayor calidad literaria.
   Fundada en 1911 como empresa de artes gráficas, en 1955 Víctor Seix y Carlos Barral la refundaron como editorial, e inauguraron una colección emblemática, “Biblioteca Breve” que cada año otorga un prestigioso premio de narrativa. La Editorial  barcelonesa participa en el movimiento “bookcrossing” (dejar libros en lugares públicos para que los recojan otros lectores que después harán lo mismo). En el año 2008, para conmemorar el cincuenta aniversario del “Premio Biblioteca Breve”, liberó más de mil libros galardonados en diferentes ediciones del Premio en catorce ciudades españolas así como en Buenos Aires, Córdoba (Argentina), Rosario (Argentina) y México DF.
   En este post, doy noticia simplemente informativa de dos de las novedades de marzo de Seix Barral: A cielo abierto de Antonio Iturbe, Premio Biblioteca Breve 2017 y Las defensas, una notabilísima novela de Gabi Martínez. En los próximos días o semanas publicaré las correspondientes reseñas críticas.

Francisco Martínez Bouzas


A cielo abierto
Antonio Iturbe
Editorial Seix Barral, Colección Biblioteca Bereve, 2017, 622 páginas

El autor:

Nació en Zaragoza, en 1967, y creció en Barcelona. Ha publicado las novelas Rectos torcidos (2005), Días de sal (2008) y La bibliotecaria de Auschwitz (2012), ganadora del Premio Troa «Libros con valores» y publicada en once países. Es autor de la serie de libros infantiles Los casos del Inspector Cito, traducida a seis lenguas y de la serie La Isla de Susú. Como periodista cultural, ha trabajado en El Periódico, en Fantastic Magazine y en Qué Leer, revista de la que fue director durante los últimos siete, y ha colaborado en radio y en publicaciones como Fotogramas o Avui. Actualmente es director de la revista Librújula, colaborador en Cultura/s, El País, Heraldo de Aragón y Mercurio, e imparte clases en la Universitat de Barcelona y en la Universidad Autónoma de Madrid.

Sinopsis  de A cielo abierto:

   “Tres grandes amigos cambiaron la historia de la aviación. Uno de ellos, además, marcó las vidas de millones de lectores al escribir El Principito
   Francia, años veinte. Sólo los mejores pilotos son aceptados en Latécoère. Entre los elegidos están Jean Mermoz, Henri Guillaumet y Antoine de Saint-Exupéry, tres heroicos aviadores que abrirán las primeras líneas de reparto de correo en rutas inexploradas. Ninguna distancia es demasiado extensa para ellos, ninguna montaña demasiado alta: las cartas deben llegar a su destino. Cuando aterrizan, afrontan las turbulencias de la vida en tierra en un siglo partido por las guerras.
   A cielo abierto cuenta las increíbles proezas de tres grandes amigos que marcaron la historia de la aviación, y es, además, un homenaje al autor de El Principito, un escritor inolvidable que supo ver la realidad con ojos de niño.
   Antonio Iturbe ha escrito una novela apasionante gracias al cuidado equilibrio entre la acción trepidante y la sutil emotividad proyectada por la mirada de Saint-Exupéry sobre el mundo, a la perfecta caracterización de los personajes y a la ambientación tanto de los salones parisinos y los círculos literarios neoyorquinos como del universo que rodeó a aquellos legendarios aviadores. Una celebración de la esencia de la literatura en un relato de amistad, de sueños imposibles, de amor y pasión, del placer de volar y descubrir, desde el cielo, un planeta hermoso cargado de misterios.


Las defensas
Gabi Martínez
Seix Barral, Colección Biblioteca Breve, Barcelona 2017, 494 páginas

El autor:

   Gabi Martínez nació en Barcelona en 1971. Su obra narrativa incluye Ático (2004), por el que fue seleccionado por la editorial Palgrave/MacMillan como uno de los cinco autores más representativos de la vanguardia española de los últimos veinte años; Sudd (2007), que fue adaptado al cómic; Los mares de Wang (2008), Mejor Libro de No Ficción del año según Condé Nast Traveller; Sólo para gigantes (2011), galardonado con el Premio Continuará de TVE y seleccionado como Mejor Libro de No Ficción por Qué Leer; En la Barrera (2012), nuevamente elegido como el Mejor Libro de No Ficción por Qué Leer, y Voy (2014).

Sinopsis de la novela:

   “Una novela basada en la increíble historia real de un médico que sufrió la enfermedad que investigaba y movilizó a la comunidad médica para demostrarlo.
    Ante un ataque de locura violenta, un competente neurólogo es ingresado en un psiquiátrico. Sólo él sabe que su diagnóstico es erróneo. Pero aún no es capaz de imaginar que la misma enfermedad autoinmune a la que ha dedicado obsesivamente su vida lo acecha. Su increíble lucha contra la enfermedad y el estrés corre pareja a la de la historia de este país desde la Transición y a la de uno de los pilares de la democracia española, un sistema sanitario herido hoy por la jerarquía y por una corrupción que castiga o expulsa a quien disiente.
   Basada en hechos reales, esta impresionante novela narra una extraordinaria historia de superación, un caso entre tres mil millones, el de un hombre que fue al principio considerado un loco y pasó luego a convertirse en un médico de referencia en su especialidad.”
   Contada en primera persona por un protagonista que ha perdido toda credibilidad, esta excepcional novela revela la indiscutible inteligencia narrativa de Gabi Martínez a la hora de salvar distancias entre géneros y dotar a la realidad del aliento épico de los grandes clásicos.”

domingo, 26 de marzo de 2017

LA ESTÉTICA ESENCIALISTA DE "VIAJERO INMÓVIL"



Viajero inmóvil
Javier Dámaso
Ediciones Enkuadres, Alcira (Valencia), 2017, 94 páginas.

   Cobijado por un título, Viajero inmóvil, que al menos aparentemente tiene mucho de oxímoron, la personalidad poética y más íntima de Javier Dámaso publica en Enkuadres una parte importante de su obra poética inédita (periodo 1992-2001). Como Dámaso Javier Vicente Blanco renuncia a ser un poeta en “contexto y silencio”, y ejerce como profesor de Derecho en la Universidad de Valladolid. Otros tres poemarios reúnen la obra lírica de un escritor intensamente comprometido con la cultura desde los años ochenta.
   Una cita de Fernando Pessoa -“Yo no evoluciono, viajo”- actúa como marco epigráfico de una poesía que nos llega servida en cuatro grandes secciones, todas ellas relativas al viaje en distintas modalidades: viajes por las geografías de la cultura y del tiempo, pero también viajes físicos, armado el poeta con “las sandalias del viento de otras audaces aventuras de la palabra” como reza un fragmento de las palabras del Prólogo de Alfredo Pita.
   Un largo poema, “Extraño equipaje (en la Estación del Norte)” inaugura el viaje, aquellos viajes en tren de la juventud del poeta, partiendo de la Estación del Norte o Campo Grande vallisoletana. Un viaje al mar, al norte, hogar de los que pueblan las viejas fotografías, llenas de sentimientos. Un poema de despedida (tras la ventanilla, la madre, el padre sujetando la mano que parte). Atrás queda la urbe provinciana, el colegio de pago, los curas…todo lo gris. Pero el viaje también es un adiós, un alejarse de la presencia amorosa: “Y aquel adiós desde el tren era el definitivo” El viaje pues como aventura iniciática, como desgarro en la partida y como quiebra del amor y sus errantes promesas.
   Una intensa experiencia amorosa nutre los poemas y versos de la segunda parte, “Tiempo de guerra furtivo”: el sujeto amoroso acaso es la serpiente, la fruta prohibida, pero la voz poética cae rendida ante la serena belleza, ante la mirada azul, ante una boca que es ese láudano que todo lo cura. El amor ejecuta el milagro de transportar al poeta a desiertos oníricos como el Sahel, a visitar célebres caudillos como Tamorlán o a ciudades legendarias como Estambul hacia donde ha partido el sujeto amado, dejando al poeta en un largo otoño de indolencia, enfrentado al inmenso dislate que es su vida (página 38).
   Una amalgama de poemas, en la tercera sección, que evocan seguramente viajes reales a países como Portugal, Rumania, el país oscuro y lejano del Conducator, a territorios balcánicos en guerra, con prófugos solicitantes de visados; a Cuzco, con la visión angustiosa de un muchacho desdentado, y el olor amargo de sus piedras centenarias “que hablan, pero ya / no entiendo su quejido” (página 60).
   Finalmente “Aquí y ahora”, con reflexiones sobre la identidad, recreaciones de una burda manipulación pseudoreligiosa, una confrontación de Diógenes el cínico con Platón, y cuatro poemas con diseños tipográficos y figuras gráficas originales, propias del experimentalismo vanguardista  y de otras corrientes innovadoras que determinan un especial ritmo visual. Y un dilatado poema que recorre las tortuosas y accidentadas vías de Nicaragua, hasta desembocar en el “orden virginal” de la Laguna de Apoyo, “…como un cuenco / como un regazo / de madre” (página 90).
   Poemas  heterogéneos, aunque en su mayoría son fieles a la función pragmático-informativa del indicador fundamental del paratexto, ese título Viajero inmóvil, que hacen referencia a vivencias, a estados anímicos, a actitudes de la afectividad, a viajes soñados y a viajes reales, con distintos topemas. Impregnados de un claro monoteísmo del amor, una inequívoca representación del tiempo atormentado del presente, diálogo del hablante poético con su propia interioridad y con las conmociones y dramas que azotan al mundo de nuestros días.
   Poemas y versos que participan en buena medida de la estética esencialista. Poesía esencial, desnuda, pero fundamentalmente impura, como se ha escrito sobre la obra lírica de Javier Dámaso, porque apuesta por el sentimiento, más que por la razón. Ajena a retóricas, barroquismos y vanos artificios. Erguida con formas desnudas, con el gusto por la palabra exacta, sin acumulación de “estorbos” como moralidades y fines monitorios. Alejada así mismo de un orden formal prefijado, mas con un constante fluir de sugerencias que afectan al plano referencial y al compositivo, y que por eso nos incitan a una lectura meditativa o intuitiva, sugerida por el tiempo y sazón anímicos o la tonalidad de sentimiento de cada poema.

Francisco Martínez Bouzas

                                                 
Javier Dámaso

Selección de poemas

“Promesa errante,
templo y palacio de la
despedida,
albergue del adiós,
siempre el desgarro
en la partida”
(página 27)

…..

“Tu mirada es azul.
Viene de lejos.
Tu mirada es azul
Con resonancias ancestrales.

Sueño tus ojos
y un deseo me invade de explorar
los parajes de luz que conformaron
la inquieta serenidad de tu belleza.

Tu mirada es azul
y no lo sabes,
nadie lo sabe.
Pero es azul,
como la laguna
bajo el inmenso
cielo
en el universo de Ureña”
(página 33)

…..

Las llaves del Perú

“Tengo las llaves
del Perú.
Me las dieron
Al marcharme.

Te ofrecen su amistad,
La inmensa generosidad
--“Vuelve
 cuando quieras”—
y te llevas las llaves
de su casa.
Torres de Limatambo
distrito de San Borja.

No son sólo
las llaves de una casa,
son las llaves, sí,
las llaves del Perú”
(página 62)

…..

Ojos de un icono

A la santa Ana, en su ermita de piedra y adobe
de Pozuelo de la Orden (Valladolid)

“Bajo los ojos
de aquel icono
no había teología
ni escolástica alguna.
Ni Yahveh-Dios
Ni Belcebú.

A lo más,
-si acaso-
el bullir de la
teogonía:
cada estío,
bajo el manto de
una fiesta con
su misa y procesión
danzaba la orgía
en honor a
Dionisos.”
(página 72)

miércoles, 22 de marzo de 2017

VADO, LA AGONÍA DE UNA CIUDAD DESOLADA



Un incendio invisible
Sara Mesa
Editorial Anagrama, Barcelona, 2017, 238 páginas.

   Un incendio invisible, la novela con la que Sara Mesa ganó el Premio Málaga 2011, vuelve a tener una primera vida, porque la primera edición apenas tuvo repercusión. Ahora recupera la novela Anagrama tras leves cambios introducidos por la autora que no alteran, sin embargo, ni la trama, ni su sentido, ni su estructura y personajes. El libro tuvo su importancia en el macrotexto de Sara Mesa, ya que en Un incendio invisible, un título afortunado, préstamo de uno de los 80 sueños de Juan Eduardo Cirlot (“Una ciudad se derrite lentamente como carcomida por un incendio invisible”), aparecen diseminadas las semillas que germinarían y florecerían más tarde en la narrativa de la autora, Cicatriz y Cuatro por cuatro especialmente. Es la misma escritora quien en la “Nota a la nueva edición” da cuenta de algunas de esas semillas: “la ciudad de Cárdenas, la llegada de un foráneo a un mundo desconocido y hermético, la salvación -o pérdida- de un perro, la paternidad -o maternidad- encarnada en un maniquí, los centros comerciales como representación del caos, el amor desigual y perverso, la ambigüedad de las relaciones entre adultos y niños, el poder y sus abusos” (página 11). A ellas habría que añadir el gusto de la autora por los lugares opresivos y claustrofóbicos, por atmósferas densas y asfixiantes.
   La novela ficcionaliza una situación que ha tenido un correlato real en Detroit. El declive de esta ciudad norteamericana es uno de los procesos “no violentos” del abandono más grande de la historia moderna en la segunda mitad del siglo XX y a principios del actual. La gente se va de Detroit, sobre todo del centro de la urbe, dejando atrás casas y edificios porque  se había convertido en una ciudad peligrosa y con altos impuestos. Un incendio invisible narra así mismo los días postreros de Vado, una ciudad agonizante y fantasmal que está siendo abandonada por sus moradores. Mas la novela no explicita las causas de ese éxodo masivo.
   A Vado llega el protagonista del relato, el doctor Tejada, para hacerse cargo de la dirección geriátrica de New Life, una lujosa residencia de ancianos, igualmente mermada tanto en usuarios como en personal médico y cuidadores. En el aislamiento, en la indolencia, apatía y dejadez quiere el protagonista protegerse de un pasado turbio que presentimos en toda la novela, pero que solamente se nos revela en las últimas secuencias. Tejada no podrá evitar, sin embargo, interactuar con algunos de los habitantes de esta ciudad fantasmal. Son relaciones frías, estrambóticas, como las que mantiene con la directora del hotel en el que se hospeda, la mujer de kimono que muy pronto le muestra su lascivia; con la niña que arrastra con esfuerzo una maleta en la que guarda la basura que recoge, que quiere que le llamen Miguel y reinventa a su madre en una muñeca de goma y a la que Tejada busca de forma ambigua, mas como pez falto de agua; o con Rachid Benmoussa, un peculiar investigador de migraciones.
   La novela es una muestra de la predilección de la autora por las urbes abandonadas, fantasmales, paradigma de los espacios asfixiantes, habitados por personajes que no tienen otra escapatoria que enfrentarse consigo mismos y con los otros. Sara Mesa va creando poco a poco esa atmósfera irrespirable en una ciudad castigada por un tórrido e inclemente calor y por una pertinaz sequía. Todo es basura, putrefacción, polvo, apatía; con ancianos abandonados igual que sofás o colchones tirados por las calles. Miles de perros dejados a su suerte, edificios fantasmas… Un arsenal de municiones que le sirve a la autora para crear un escenario posnuclear, una ciudad tras la guerra pero sin guerra. Y en ella, en la agonía de Vado, Tejada se considera el demiurgo incapaz de sustraerse a su destino y obligado a expiar su pasado.
   El mismo sin sentido  de ciertos diálogos irreales entre de los residentes de New Life y la aridez de algunas secuencias contribuyen a sugerir en el lector la imagen de un espacio urbano decrépito, disparatado y hostil.
   Necesariamente concordará el lector con la opinión de la autora: Un incendio invisible no es un libro misericordioso, ni clemente, porque en sus páginas, como en otras novelas de Sara Mesa, se habla de incomunicación, egoísmo, desigualdad, miedo, soledad y encierro. Vado y las relaciones, no humanas sino entre seres humanos, es una elocuente alegoría del aislamiento solipsista al que nos están abocando las irracionales pautas comportamentales de las sociedades contemporáneas. Solamente en ese sentido se puede hablar de literatura distópica, de la historia distópica de Vado, porque el género distópico explora las estructuras sociales y políticas que degradan o esclavizan a los ciudadanos bajo el yugo de un poder absoluto, con el señuelo de un mundo feliz y perfecto. Pero la distopía nada tiene que ver con ciudades en ruinas, abandonadas. Tanto la utopía como la distopía hacen referencia a un conjunto social, no a las circunstancias del mundo que lo rodea que puede ser perfecto y maravilloso. No cabe pues hablar de la historia distópica de Vado. Sí, en cambio, aunque con un significado muy alejado del bíblico, de literatura apocalíptica o quizás postapocalítica. Es preciso “afrontar el apocalipsis” dice el Viejo, uno de los delirantes moradores que agonizan en Vado.
   Sara Mesa, en esta segunda o primera vida de su novela, muestra la honda acuidad de una narradora experta que yergue con buen tino una consistente arquitectura novelesca que, a pesar de la sequedad de su discurso narrativo, retrata a la perfección las sombras fantasmales de un espacio agonizante y opresivo; con personajes bien perfilados, pero en base a lo que dicen o hacen, sin que la escritora incluya demasiadas pausas descriptivas o reflexivas, lo que ayuda a mantener el ritmo de una novela que, en el último, capítulo se acelera de forma imparable como el incendio que consume y derrite a Vado.

Francisco Martínez Bouzas

 
Sara Mesa

Fragmentos

“A unos veinte kilómetros del centro de Vado, una vez enfilada la flamante autopista de Cárdenas, todavía podían verse los últimos barrios periféricos: unas casitas adosadas, urbanizaciones a medio construir, solares roturados y, más allá, los bloques terrosos de Bocamanga y de Pozolán. Mirado desde el coche, el paisaje carecía por completo de vida. Sólo de vez en cuando, entre las nubes deshilachadas, se distinguía una pareja de milanos volando con desgana a media altura. Un par de coches y un camión sin pollos cruzaron por uno de los carriles opuestos. Pudo oírse un graznido, pero no supo de quién.”

…..

“Desde el Madison hasta la estación de tren tuvo que recorrer dos manzanas. La noche anterior estaba demasiado brumosa para poder fijarse en los detalles, pero ahora,  a plena luz del día, veía los edificios semivacíos, la gente solitaria caminando con aire ausente, los coches abandonados en las aceras, algunos con los cristales rotos. Los semáforos cambiaban del rojo al verde y del verde al rojo en un parpadeo innecesario. Como una ciudad tras la guerra pero sin guerra, pensó. La estación, sin apenas trasiego, era una antigua construcción de ladrillo con altos techos rehabilitados. En la puerta un kiosquero se había quedado dormido entre los periódicos. Era peor de lo que le habían dicho y, sin embargo, no le resultaba demasiado preocupante. Apretó los dientes y continuó hasta la taquilla tratando de no pensar en Elena.”

…..

“La residencia ardía.
Dónde estaban los otros. El vello de los brazos y del pecho se le había electrizado. Le inundó la fragancia de la madera chamuscada. El porche se desmoronó. Dónde se habían metido. Dónde. Las llamas devoraban el porche con un hambre de siglos. Vuelta al fuego. Retorno a la ceniza. Las llamas del exterior no llegaban a tocarse con las del interior. Todas se elevaban adelgazándose hacia las estrellas que ya no brillaban. Un fogonazo reveló su sombra vacilante sobre el suelo. A sus espaldas, un nuevo resplandor. La reverberación del tercer foco, atrás, junto a los pequeños olivos de la huerta y la piscina vacía. Ya no hubo más gritos. Un absoluto silencio. Lejano, doloroso.”

(Sara Mesa, Un incendio invisible, páginas 13, 42-43, 232)