Imre Kertész
Traducción de húngaro de Adamn Kovacsics
Acantilado, Barcelona, 2016, 294 páginas
Este libro es la culminación de la obra de
Imre Kertész. Así lo consideró el Nobel húngaro, fallecido el pasado mes de
marzo. Testamento visceral de una de las últimas memorias vivas del Holocausto.
Un escritor prácticamente desconocido en Occidente, hasta que en el año 2002 la
Academia sueca le otorgó el Nobel de literatura, porque Imre Kertész fue capaz
de confrontar la frágil experiencia del individuo contra la bárbara
arbitrariedad de la Historia. Como Primo Levi, otro superviviente del
exterminio, entendió los campos de concentración como una siniestra señal de
peligro. Y en ambos brotó la necesidad interior de dar testimonio, de hablar a
los “demás” para que supiésemos lo que el hombre fue capaz de hacer con el
hombre.
A pesar del párkinson que martirizó sus
últimos quince años, Imre Kertész se aferró a la vida, no permitió que la desesperanza
anidara en su alma, como tampoco lo había permitido en los infiernos de
Auschwitz-Birkeneau y Buchenvald. Pero también se asió a la literatura,
contenido esencial de su existencia, y cuyo último testimonio íntimo es La última posada, un texto sobre la
senectud, una novela inspirada en los últimos cuadros de William Turner y en
los postreros cuartetos de Beethoven. Escrito en el formato de un diario que
incluye una novela, recogiendo veloces apuntes, con el propósito de “girar el
timón rumbo al último puerto”, el libro se convierte en un veraz ajuste de
cuentas en las proximidades de la muerte presentida. Crónica pues en la
“antesala de la muerte” del autor que tuvo en la escritura la razón de su
existencia.
El libro bascula en torno a la vida y a la
vejez del escritor, con una descarnada reflexión sobre la decadencia física,
los síntomas de la vejez, la enfermedad que cada día galopa de forma más
rápida, la existencia que toca a su fin. Pero también repasa Kertész el curso
de su vida: sus sufrimientos, los achaques, la depresión, la concesión del
Nobel. Y por supuesto, también el Holocausto. Y Auschwitz: “Escribo sobre
Auschwitz y a mí no me llevaron allí para que me dieran el premio Nobel, sino
para matarme. Todo cuanto ha ocurrido más allá de eso es mera anécdota”.
Reflexiona igualmente sobre muchos otros
temas: la función y destino del ser en las actuales sociedades, la liquidación
de la individualidad: “Nuestra época, la del ser humano funcional y
sustituible, la de la sociedad de masas y del Estado moderno, lleva implícita
la posibilidad del totalitarismo y, por tanto, de Auschwitz”. Y transcribe así
mismo sus opiniones sobre muchos otros temas, como el papel de la novela, la
cultura, o escritores como Kafka, Thomas Mann, Paul Celan, W.G. Sebald, Albert
Camus, Jean Améry, Milan Kundera… Sus viajes a España, con estancias en Madrid
y Barcelona. También sale a relucir su vida secreta que siempre fue la
verdadera.
Este libro, híbrido entre la novela y la
biografía, fue escrito con el mismo propósito del resto de la obra del Nobel
húngaro. Además de lo ya señalado, critica el tupido velo que los países
occidentales, por conveniencia o cobardía, dejaron sobre Auschwitz y sobre
Siberia, las topografías del horror vivido por millones de personas. De esa
cobardía ha nacido la Europa de hoy: débil, ineficaz, cicatera, carente de
coherencia cultural, con una cultura que tritura a los seres humanos hasta
convertirlos en amebas, carentes de toda sustancia, una masa obediente
susceptible de ser dirigida por ordenadores y como ordenadores.
¿Alguna razón para la esperanza? Sí, la
construcción de un edificio ético a partir de la experiencia de la ignominia.
Pero más que esperanza, es resistencia. Por eso Imre Kertész no se suicidó, no
optó por la vía rápida, no quiso añadir su nombre a la lista de los
supervivientes que pusieron fin a sus vidas (Primo Levi, Jean Améry, Tadeusz
Borowski). “No quiero que puedan decir que yo mismo ejecuté la sentencia. Por
eso aguantaré hasta el final”. Aunque su deseo es desaparecer, la única forma
de ser libre: “Desaparecer en la nada
por amor a la vida de otro”.
En La
última posada encontramos así mismo secuencias metaliterarias. Imre Kertész
confiesa las dificultades que le supone escribir: las distintas versiones, los
cambios que sus exigencias perfeccionistas le obligan a introducir en los
textos. Sus experiencias como escritor bajo un régimen totalitario. Pero
tampoco se ahorra críticas contra los regímenes que se orgullecen de sus
democracias, y cuyos únicos valores son el dinero y el poder.
Un libro crudo, descarnado y desgarrador,
que nos obliga a reflexionar. Porque está habitado por alguna zona luminosa,
aunque predominan las tinieblas, las zonas oscuras. Quizás no añade nada nuevo,
porque todo ya está contado en las novelas de Kertész. Con no pocas secuencias
poco cuidadas. Sin embargo, en este diario-novela, Imre Kertész deja las
huellas de toda una existencia vivida entre el terror, el dolor y la
resistencia a los dictadores malignos y a las sociedades actuales que liquidan
la individualidad.
Francisco
Martínez Bouzas
Fragmentos
“Puedo
afirmar, sin embargo, que soy el escritor de una forma de vida judía
anacrónica, del galut, de la
forma de vida de los judíos asimilados, portador y representante de esa forma de vida, cronista de su
liquidación, mensajero de su necesaria desaparición. En este sentido, la Endlösung, la Solución Final, desempeña un papel decisivo. Aquel cuya identidad judía
le viene dada única y exclusivamente por el intento de exterminio de los
judíos, por Auschwitz, no puede llamarse judío en cierto sentido. Es el «judío no judío» del que habla Deutscher, su variante
europea sin arraigo; desempeña un papel grande -y quizá también importante- en
la cultura europea (si es que tal cosa existe), pero ninguno en la historia
reciente del judaísmo ni, en general, en la renovación del judaísmo (y una vez
más hay que añadir: si es que la hay o la habrá). El «judío» es sólo una
categoría inequívoca para los antisemitas”
…..
“Profundísima depresión. De paso se me
ocurrió que tengo setenta y cinco años. Increíble. Esto, sin embargo, significa
ya la cercanía de la muerte. Probablemente no tenga ya ningún sentido lo que he
creado. ¿Quién lee en húngaro? Algunos miembros de la policía secreta que
reciben un encargo esepcial. Según un artículo publicado en ÉS, mis traductores
han confesado que pulen las aristas de mis textos para «no ofender el gusto del
lector», como quien dice. No he hecho nada en todo el día. A la depresión se
suma la somnolencia. Me da pena M., me doy pena yo mismo. Mucho me temo que mi
vida creativa ha terminado.
He leído con envidia en el Frankfurter Allgemeine
que el último premio Nobel -Coetzee- no concede entrevistas, no conversa, no
habla sobre literatura, sino solamente sobre rugby. A mí, en cambio, me
esperaba un fax de dos páginas en casa, con toda una serie de repelentes
propuestas a propósito de la publicación en francés de Liquidación. Desgana, profundo cansancio, al anochecer
puse Variaciones Goldberg
interpretadas por András Schiff. Esto más o menos me consoló…”
…..
ÓBITO
Un hombre de buen gusto no vive ya a mi edad.
La historia natural de la destrucción. Escribirla con
frialdad, casi con regocijo por el mal ajeno, como testigo de uno mismo.
¿Recoger los restos de mi existencia espiritual?
¿Conformarme con seguir viviendo? ¡Vaya arrogancia!... ¿Reconocer cómo le
cambia la cara a la gente cuando me mira? ¿Vivir el el destierro? ¿Vivir en la
vergüenza de la existencia? Es más: ¿implorar seguir viviendo?
He conseguido todo aquello a lo que he aspirado en la vida,
y este exitoso cumplimiento demuestra que yo aspiraba a mi propia destrucción.
Siempre he tenido una vida secreta, y siempre ha sido la
verdadera.”
(Imre Kertész, La última posada, páginas 11-12, 155-156,
294)
Muy interesante, amigo. Creo que el húngaro es una lengua rica y difícil. Hubo un húngaro antiguo de antes de nuestra era, después imperó el latín, ahora el idioma actual. Leí algunos autores en Cuba, con la desventaja que se publicaban solo los del socialismo. Recuerdo una novela "Profesión Emigrado", pero no estoy seguro si el autor era húngaro. En la música he escuchado frecuentemente a Bela Bartok. Gracias y abrazos.
ResponderEliminarUna gran obra...
ResponderEliminarSaludos
Este libro me ha cautivado, por toda la crónica que anuncia dentro del holocausto, así mismo veo un hombre cabal en el autor extendiendo su vida hacia la libertad, no sólo del alma que siente la muerte, sino de trascender en sus letras recogiendo cada paraje vivido con mucho esplendor. creo enlaza muy bien el dolor vivido y libera por completo su corazón. Un momento cúlmine, que no todos pueden presumir. Gracias Francisco, por la bella reseña que nos ofreces, me la encantado, yo quiero una copia de este libro y lo voy a conseguir. Gracias. Un abrazo.
ResponderEliminar