Marieta Alonso Mas
Edita Asociación de Escritores de Madrid, Madrid, 2016, 72 páginas
Hace más de veinte años que el
escritor catalán Joles Sennell afirmaba que la literatura infantil y juvenil es
aquella que también pueden leer los niños y las niñas. Lo cual no excluye a los
adultos porque de hecho existen muchos libros, editorialmente destinados para
un público infantil o juvenil, que hacen las delicias de los adultos. Pero no
falta quien cree que escribir narrativa catalogada como infantil o juvenil, es
propio de escritores de segunda fila que, como no saben hacerlo de forma
positiva o al menos decente en la narrativa para adultos, se refugian en el
mundo de los libros para niños o adolescentes. Tales juicios y valoraciones son
un claro ninguneo de los buenos escritores y escritoras, cada vez más
abundantes, capaces de reflejar en sus novelas o relatos, destinados también a
lectores infantiles y juveniles, las influencias formales de autores como Kafka,
Faulkner o Borges.
Todo lo anterior puede entenderse como una
premisa para gozar hincándole el diente, con justicia y provecho, a los quince
relatos que Marieta Alonso recoge y nos ofrece en este su segundo libro en
solitario. La autora, cubana de nacimiento, pero con residencia en Madrid desde
hace muchos años, fue capaz de sorprendernos de forma muy positiva con sus
incursiones en la microficción, en el relato breve, esas pequeñas historias de
la recompensa inmediata, recogidas en el volumen de su autoría ¿Habla usted cubano? Un derroche de
fantasía, pero sobre todo de escritura sedante.
Algo similar puedo afirmar de su segunda
incursión, directamente con un libro, en la narrativa, Y ¿Por qué? A pesar de la
brevedad de la mayoría de los relatos de esta colectánea, no sería
razonable afirmar que es el formato
light el que le da forma y contenido a
las historias que nos regala Marieta Alonso. Seguramente muchas de ellas recogen
historias cotidianas, pero no a ras de
tierra, ni con ausencia de temas de fondo. Y sobre todo, habitadas por una
desbordante fantasía y por la fascinación de una lengua que fluye con
naturalidad, y al mismo tiempo con una tonalidad muy cercana al sentir tanto de
un público adulto como infantil. Es el personal acento de la narrativa de
Marieta Alonso, que le permite superar con creces la prueba del algodón de la
minificción, especialmente porque es capaz de mantener el aliento y fabricar
con acierto pequeñas historias que en su mayoría responden al rótulo del libro.
El ¿por qué?, el origen de las cosas, el sentido de ciertos acontecimientos y comportamientos que forman
parte de la historia del vivir diario o de la magia.
Para abrir la lectura con un agradable sabor
de boca, Marieta Alonso, hija de la cultura española y americana, nos sorprende
con una interesante historia del descubrimiento de América que los padres le
cuentan al hijo. Un relato que, sin faltar a la realidad de los hechos
históricos, humaniza y reviste de cierta capa de ironía la hazaña del
descubridor, de aquel “pirata que robaba seda para que los Reyes se vistieran”
(página 17). Y no solo seda, sino también oro y plata “que sirvió para muchas
cosas, unas buenas y otras no tanto,” (página 23).
La fantasía de la autora se entretiene así
mismo con un mosaico de piezas híbridas: los cantos del río que pueden tomar
vida propia y convertirse en boomerangs; el lugar que van ocupando los pequeños
a medida que van creciendo. Con las historias de la abuela, escuchadas de boca
de la hermana mayor que define la vocación de la protagonista: de mayor será
cuentista. Con el origen chino del helado que Marco Polo descubrió en la corte
del Gran Khan Kubilai. Reconstruye así mismo la invasión napoleónica de España
-cuando Napoleón se veía gordo en el espejo atacaba un país-; la España de
Carlos IV, María Luisa, Manuel Godoy y la derrota de los franceses en Bailén. O
se interna en las dificultades de una adolescente que se siente incomprendida,
para asumir su situación. Uno de los relatos, en mi opinión, más logrados y
atractivos es “Un gato con ínfulas”, en el que la autora humaniza el
comportamiento gatuno, pero el animal se niega a ser esclavo de nadie. Y así
hasta el relato “El origen de la tierra” que clausura esta selección, la versión del origen terráqueo planteada
por los tres genios de la clase que, por
su parte, se encargan de de instruir al maestro sobre el Real Madrid, “porque
un hombre tan culto no podía ser el bufón de sus alumnos por ignorar algo tan
grandioso como dar patadas a un balón” (página 70).
Relatos, en resumen, que derrochan
imaginación, ocurrencias, ingrávidas o agudas, y un aparente candor, preñado,
no obstante, de talento. Con un estilo sencillo, una lengua pulcra, con menor
abundancia de usos locales del español de Cuba que en su anterior libro, Marieta
Alonso, convierte, una vez más en esta antología, la vida diaria, el mundo
animal o algún retablo de la Historia en prosas condensadas, perseguidoras de
sueños. Es ese el hilo conductor y el punto neurálgico de su estrategia
narrativa con la que logra transmitirnos historias mínimas, mas repletas de
vida.
Francisco
Martínez Bouzas
Fragmentos
El
descubrimiento de América
“Pablo
con cuatro años tiene novia. Se llama Lidia. De lunes a viernes al salir de la
guardería se dicen adiós hasta que son dos puntitos en el horizonte.
Un
día la niña le preguntó si conocía a Colón. No. Le preguntó si conocía Cuba.
Tampoco. Él conoce a todos los futbolistas de los equipos madrileños, reconoce
el coche de su abuelo y de su padre pero en su casa nunca han estado Colón, ni
Cuba.
Su
madre le ha comprado una pelota que tiene dibujado un mapamundi, para que
supiera dónde estaba Cuba y se ha pasado toda la tarde dando patadas al balón y
señalando la isla.
A
la hora de acostarse pidió a sus padres que le contaran cosas de Colón. A su
padre casi le da un soponcio y llamó a la madre para que se hiciera cargo de su
erudito hijo. Al final los tres se acomodaron en la cama con un libro de
historia y comenzó el relato.”
…..
Un gato con
ínfulas
“Mi
gato se llama Pelusa y aunque en casa somos muy humildes, el felino, observa mi
mamá, nos ha salido pijo. Yo no sé qué quiere expresar con eso pero por el tono
en que lo dice debe ser algo muy feo.
No
le gustan las sardinas, ni los tejados, ni los ratones y se pasa el día en el
patio recostado sobre su lomo con una pata en la cabeza, tomando el sol.
Nosotros
en casa somos obreros, eso lo proclama mi papá y no podemos comprarle a mi gato
el distintivo que pretende, con su nombre grabado, ni el mejor pienso, ni que
el arenero, como tan fino le llama, sea de plata.
Pelusa
duerme a los pies de mi cama y allí me
senté para dialogar con él. No debía pedir cosas de plata, intenté convencerle
y me contestó con un maullido que él no quería que fuera de plata sino de oro, si
es que no nos enterábamos, el latón le daba alergia, necesitaba que fuera de un
metal precioso para el bien de su salud y de su futuro porque la gata que tenía
en mente vivía en una urbanización de lujo y la primera impresión era muy importante
para conquistarla. Él no estaba para sufrir vicisitudes y mucho menos vivir en la
miseria, me dijo mientras se lamía una pata.”
(Marieta Alonso Más, Y ¿por qué?, páginas 15, 47-48)