de todas las
edades
Harold Bloom
Traducción de Damián Alou
Editorial Anagrama, Barcelona, 694 páginas
(Libros de fondo)
Bajo un título muy preciso, Relatos y poemas para niños extremadamente
inteligentes de todas las edades, publicó Harold Bloom (Nueva York, 1930),
en el año 2001, uno de sus múltiples aportaciones canónicas, esta vez dentro de
los territorios de la literatura infantil y juvenil. Una nueva contribución a
esa fiebre de listas canónicas que el crítico norteamericano había inaugurado
en el año 1994 con aquella obra tan polémica titulada The Wester Canon. Harold Bloom publicará en años posteriores otras listas
canónicas (el canon del cuento, el del ensayo, el de la poesía en lengua
inglesa, el canon de la poesía religiosa americana). La necesidad de canonizar,
como ya he señalado en otra ocasión, es inherente a la especie humana, desde
sus orígenes hasta su devenir contemporáneo. Lo hizo aquel animal dotado de
sinrazón bajado de los árboles, el hombre de Neanderthal mediante la pintura
parietal o el grabado sobre roca, símbolos más o menos analógicos con
representaciones extremadamente precisas de seres vivos o de criaturas
quiméricas o irreales. Además de su finalidad ritual y mágica, esas imágenes
significaban para sapiens una segunda
existencia que se perpetúa en el tiempo. Las religiones históricas han hecho
algo muy parecido: se canonizas personajes ilustres, “santos”, escritos, libros
de los fundadores para convertirlos en modelos estables e inmutables.
A nivel literario, especialmente en la época
actual, se ha hecho y se hace algo muy similar: la necesidad, acrecentada al
final de etapas históricas o en el cambio de siglos o milenios, de seleccionar
con criterios dispares cánones literarios, fruto de gustos colectivos o
personales, casi siempre ideológicos o defensores de una teoría literaria.
Si El canon occidental fue una obra muy
controvertida, al canon de literatura juvenil e infantil de Harold Bloom le
sobran motivos para que se hayan repetido los debates favorables o
desaprobatorios del año 1994. Harold Bloom tiene el convencimiento,
posiblemente anticuado y romántico, de que los niños son lectores por
naturaleza hasta que su instinto se ve destruido por los medios de
comunicación. Si los niños y niñas no leen, o leen menos de lo que lo hacían en
épocas pasadas, debemos buscar los motivos, según Harold Bloom en los
obstáculos que para la lectura representa la pantalla (el cine, la televisión,
el ordenador…) que cercenaron el encantamiento que representa la aventura de leer.
Por esa razón, el crítico americano les
ofrece a los niños una antología personal, formada por cuarenta relatos y
cuentos y ochenta y cinco poemas, para intentar recrear la imagen de felicidad:
lo que un niño en solitario halla en los libros no es una fantasmagoría
malsana, sino un compañero invisible que le enseña a excitar toda su mente. Mas
en la oferta de sus favoritos anida la polémica, porque Bloom, en su selección,
nos ofrece textos escritos mayoritariamente en el siglo XIX, ya que pretende
mantener una coherencia de tonalidad y de perspectiva en las fantasías,
narraciones, piezas líricas o meditaciones. Harold Bloom considera que el
“modernismo” que surgió tras la Primera Guerra Mundial, acabó con el asombro visionario
que le da armonía a textos como los de
Lewis Carroll, Rudyard Kipling, Mark Twain, Conan Doyle, H. G. Wells, Walt
Whitman, Shakespeare, E. L. Stevenson o Leon Tolstoi.
Es con textos de estos escritores,
prácticamente ignorados dentro de las coordenadas de la literatura infantil,
con los que Harold Bloom arremete contra la cultura literaria que representa,
entre otros, el fenómeno Harry Potter. Un embate sin concesiones porque el
crítico de fama internacional no acepta la categoría ni la etiqueta “literatura
para niños” que tuvo vigencia en épocas pasadas, pero que hoy en día no es más
que una careta para la estupidación que está apisonando la cultura literaria.
Ya hace años que la escritora y académica Ana María Matute llegaba a una conclusión parecida: la
literatura juvenil (la que se escribe para chicos y chicas a partir de los
catorce años) es una necedad, ya que un adolescente de esa edad puede leer
perfectamente de todo. La mayoría de los escritores que en sistemas literarios
como el gallego están comprometidos con la elaboración de una literatura
infantil y juvenil de calidad, huyen de la infantilización del género, y
solucionan el problema desde otra perspectiva: echando mano de la frase de
Joles Snnell (Josep Albanell): la buena literatura juvenil e infantil es
aquella que también pueden leer los niños y niñas.
Francisco
Martínez Bouzas
Harold Bloom |
Fragmentos
EL DIABLO DE LA BOTELLA
Robert Louis Stevenson
“Había
un hombre en la isla de Hawai al que llamaré Keawe; porque la verdad es que aún
vive y que su nombre debe permanecer en secreto; pero su lugar de nacimiento no
estaba lejos de Honeaunau, donde los huesos de Keawe el Grande yacen escondidos
en una cueva. Este hombre era pobre, valiente y activo; leía y escribía tan
bien como un maestro de escuela; además era un marinero de primera clase que
había trabajado durante algún tiempo en los vapores de la isla y pilotado un
ballenero en la costa de Hamakua. Finalmente, a Keawe se le ocurrió que le
gustaría ver el gran mundo y las ciudades extranjeras y se embarcó con rumbo a
San Francisco.
San
Francisco es una hermosa ciudad, con un excelente puerto y muchas personas
adineradas; y, más en concreto, existe en esa ciudad una colina que está
cubierta de palacios. Un día, Keawe se paseaba por esta colina con mucho dinero
en el bolsillo, contemplando con evidente placer las elegantes casas que se
alzaban a ambos lados de la calle. «¡Qué
casas tan buenas!», iba
pensando, «y qué felices
deben de ser las personas que viven en ellas, que no necesitan preocuparse del
mañana!». Seguía aún reflexionando sobre esto cuando llegó a la
altura de una casa más pequeña que alguna de las otras, pero muy bien acabada y
tan bonita como un juguete; los escalones de la entrada brillaban como plata,
los bordes del jardín florecían como guirnaldas y las ventanas resplandecían
como diamantes. Keawe se detuvo, maravillándose de la excelencia de todo…”
…..
LAMENTO DE ECO
POR NARCISO
Ben Jonson
“Deténte,
fresca fuente, no fluyas más veloz que mis lágrimas;
más despacio
aún, aún más; no corráis, amables manantiales;
escuchad la
parte dolorosa de esta música
la pena se
derrama en su melodía cuando canta.
Caen hierbas y
flores;
pródigos se
derraman dolores,
no son nuestros
nuestros dones;
Oh, aún podría,
como la nieve
que se derrite sobre escarpada montaña,
caer, caer,
caer, caer
pues el orgullo
de la naturaleza no es ya sino un narciso marchito”
…..
LOS ZAPATOS
ROJOS
Hans Christian
Andersen
“Érase una muchachita muy linda y
graciosa en extremo, pero tan pobre, que en verano tenía siempre que ir
descalza y en invierno con grandes zuecos, lo que lastimaba horriblemente sus
piececitos y los dejaba enrojecidos.
En medio de la aldea vivía la vieja
zapatera; se sentaba a coser lo mejor que sabía un par de zapatitos de tiras de
un viejo trapo rojo. Eran bastante toscos, pero la zapatera los hacía con el
mejor fin, para dárselos a la muchachita. La muchacha se llamaba Karen.
Tuvo los zapatos rojos y los estrenó
precisamente el día que enterraron a su madre. No era lo que se dice una prenda
de luto, pero no tenía otros. Así que se los puso en los pies desnudos, para
seguir al pobre ataúd de paja.
Acertó en aquel momento a pasar un
enorme y viejo carruaje en el que iba una enorme y vieja señora. Vio a la
muchachita y le dio pena, por lo que dijo al sacerdote:
-Oiga, si me entrega a la niña, me
encargaré de ella.
Y Karen pensó que todo debido a los
zapatos rojos, pero la señora dijo que eran horrorosos y los mandó quemar…”
(Harold
Bloom, Relatos y poemas para niños extremadamente
inteligentes de todas las edades, páginas 105-106, 142, 435)
Muy interesante Francisco y una fantástica reseña. Gracias por la recomendación. Un saludo
ResponderEliminarGracias por tu lectura y comentario. Lo que pasa con Harold Bloom, supongo que ya lo sabes: sus opiniones y selecciones soy muy subjetivas. Y por supuesto demasiado anglófanas. De hecho la inmensa mayoría de los relatos y poemas seleccionados son de autores ingleses o norteamericano. Pero, incluso así, merece la pena.
ResponderEliminarSabes traer cosas interesantes...
ResponderEliminarExcelente reseña Fran gracias por el placer de incitarnos a la buena literatura,en lo particular, también gozo de leer buenos textos infantiles, un abrazo.
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