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viernes, 25 de marzo de 2016

"EL ZARCO", NOVELA DE AUTOLEGITIMACIÓN DE LA CULTURA LIBERAL MEXICANA



El Zarco

Ignacio Manuel Altamirano

Edición de Antonio Sánchez Jiménez

Ediciones Cátedra, Letras Hispánicas, Madrid, 2016, 439 páginas



   A las once y veinte minutos de la noche del seis de abril de 1888, Ignacio Manuel Altamirano (Tixtla, 1843 – San Remo, 1893) concluía el trabajo de escritura de El Zarco: episodios de la vida mexicana en 1861-1863, una de las novelas que contribuyeron a forjar la conciencia nacional de México. Un trabajo compositivo que se extendió a lo largo de dieciocho años. La primera edición de El Zarco es del año 1901, realizada en México por el editor barcelonés Santiago Ballescá, al que le fueron vendidos los derechos de edición por doscientos pesos, según anotó en el manuscrito original el escritor tixtleco. A esta edición princeps siguieron muchas otras, tanto en México como en otros países. Hace apenas unas semanas, Ediciones Cátedra, la recuperó de nuevo en una edición crítica de Antonio Sánchez Jiménez, una edición que viene a acrecentar el monumento editorial con el que el sello editor del Grupo Anaya está fijando, de forma canónica, el texto de las grandes obras de las letras hispanas. En este caso, esa fijación canónica no solo era oportuna, sino también necesaria, ya que el manuscrito original recibió no pocas correcciones introducidas por un empleado de la editorial que modificaron de forma sustancial el lenguaje popular mexicano con el que la escribió el autor tixtleco.

   Ignacio Manuel Altamirano, de origen indígena (como “indio feo” se autodefinía), maestro de escuela y dotado de una amplia cultura, es posiblemente la figura más relevante de la literatura mexicana en la segunda mitad del siglo XIX. El objetivo por el que luchó fue el de crear una narrativa del carácter nacional mexicano. Y a ese objetivo contribuyó no solo con la literatura, sino también con sus afanes y esfuerzos didácticos y políticos, en el contexto convulso de la época del Porfiriato, en la que presidentes como Juárez y Porfirio Díaz echaron mano de medios radicales para acabar con el bandidaje. Altamirano pretende hacerlo desde la literatura, ofreciendo una imagen detestable del bandido mexicano, ensalzado, sin embargo, como un personaje romántico e idealista por la tradición y la literatura extranjera.

   La novela, narrada en tercera persona, si bien con la intervención de los propios personajes que exponen sus puntos de vista, desarrolla su trama en Yautepec (Morelos). En los años 1861-1863, la región fue azotada por un grupo de forajidos llamados “Los plateados” de los que forma parte como uno de sus cabecillas el Zarco, un tipo de buena figura (rubio, con ojos azules), mas con aspecto agresivo, de carácter cruel y sin sentimientos. En Yautepec vive Doña Antonia con su hija Manuela, una joven de gran belleza, y su ahijada Pilar. Manuela es cortejada por Nicolás, al que desprecia por su origen y aspecto indígena y por su humilde profesión de herrero. Además amaba en secreto al Zarco con el que termina por fugarse. Mas, tan pronto como llega al refugio de los bandoleros en Xochimancas, percibe el ambiente degradante de estos y las mujeres que con ellos conviven, y comprende el grave error que la ha llevado a  realizar sus fuga. Sobre todo, al percatarse de que puede ser una de tantas para los caprichos del Zarco que, una vez aburrido, no dudaría en compartirla con sus compañeros. La huida de Manuela ocasiona el fallecimiento de su madre que, previamente había pedido ayuda para rescatar a Manuela a Nicolás y  a las tropas federales que no se la prestan porque su comandante prefiere escoltar a los amigos de Benito Juárez en su marcha hacia la ciudad de México. El amor puro de Nicolás hacia Pilar termina en matrimonio, celebrado el mismo día en que el Zarco es atrapado por Martín Sánchez Chagollán, el héroe indiscutible del relato, que lo mata y cuelga de la rama de un árbol. Manuela, al darse cuenta del amor perdido de Nicolás, decide aceptar su destino al lado del Zarco: presa de celos, muere al pié del árbol del que cuelga este.

   Novela de buenos y malos, no carente de un cierto maniqueísmo, aunque bastante congruente con la realidad social del México de aquellos años, y visibilizado por la insistencia con la que Altamirano describe el carácter opuesto de los principales personajes. Todo lo negativo se halla en el Zarco, capaz de matar para conseguir lo que quiere, bandido en definitiva. También en Manuela, mujer muy atractiva, pero superficial y ambiciosa. Por el contrario, sus antítesis positivas corresponden a Nicolás, trabajador honesto y humilde, y a Pilar, sumisa, callada, quizás un poco pasiva, pero adornada de buenos sentimientos.

   La novela es la condena absoluta del bandidaje. No obstante no conviene engañarse. El bandidaje en el México de aquellos años es en gran medida el resultado de los conflictos políticos y reales que vive el país, que se tradujeron en guerras civiles y en rebeliones incesantes. Como se afirma en la Introducción, “las fronteras que separaban a bandidos y guerrilleros variaban según la fortuna bélica” (página 33). Para el poder establecido, los bandidos son los oponentes estigmatizados por el partido que ha alcanzado el poder. Muchas de las revueltas rurales que no pedían más que justicia, fueron calificadas de bandolerismo. Por esa misma razón, los bandidos, una de las formas de protesta primitiva en los contextos rurales, como afirma F. Engels, son mostrados como las fuerzas demoníacas en la literatura liberal del siglo XIX en México. Y el Zarco es uno de ellos. Por eso mismo, la novela ha sido calificada como “fábula de autolegitimación” de la cultura liberal del México decimonónico. Y de ahí el uso propagandístico de El Zarco, escrito por un intelectual que se dedicaba a la política.

   La novela está escrita en un estilo de prosa clara y sencilla que, a pesar del paso del tiempo, no resulta recargado y permite una lectura fluida. El narrador sutura además de forma equilibrada romanticismo y realismo y hace convivir en perfecta amalgama temas como el bandolerismo, la inseguridad, la corrupción, el desorden, el vicio y una verdadera y “ejemplar” historia de amor.

   La edición de Antonio Sánchez Jiménez supera con creces a otra buena edición crítica de El Zarco. La de Manuel Sol (año 2000). Viene precedida de un profundo y extenso estudio introductorio de cerca de doscientas páginas, que podría ser editado como libro independiente, y en el que se analizan la biografía del autor, el contexto histórico, el bandidaje en México, la estructura narrativa, los personajes, el trasfondo (descripciones paisajísticas, la metáfora botánica, los espacios en los que se desarrolla la acción), la historia del texto y el proceso de su escritura, el estudio textual; se hace relación de una amplísima bibliografía, y un gran número de notas a pie de página amplían información y aclaran dudas. El editor incluye además un apéndice con un aparato de variantes, basadas en el manuscrito autógrafo de Altamirano, en las correcciones realizadas por el propio autor, y en el cotejo con otros testimonios, que constituye un valioso aparato crítico. Un trabajo de investigación filológica cuyo resultado es una inestimable edición crítica de una pieza narrativa clave de la literatura mexicana decimonónica que se inscribe con todos los honores en la colección Letras Hispánicas de Ediciones Cátedra.



Francisco Martínez Bouzas



                                                       
Ignacio Manuel Altamirano

Fragmentos



“El bandido la estrechó entre sus brazos y la devoró a besos, conmovido ante esta explosión de amor, tan apasionada, tan loca, tan sincera que estaba tan cerca del frenesí y que le entregaba enteramente a aquella joven tan bella, tan codiciada, tan soñada en sus horas de pasión y de deseos. Porque el Zarco amaba también a Manuela, solo que él amaba de la única manera que podía amar un hombre encenegado en el crimen, de un hombre a quien era extraña toda noción de bien, en cuya alma tenebrosa y pervertida solo tenían cabida ya los goces de un sensualismo bestial y las infames emociones que pueden producir el robo y la matanza. La amaba porque era linda, fresca, gallarda, porque su hermosura atractiva y voluptuosa, su opulencia de formas, su andar lánguido y provocador, sus ojos ardientes y negros, sus labios de granada, su acento armonioso y blanco, todo ejercía un imperio terrible sobre sus sentidos, excitados día a día por el insomnio y la obsesión constante de aquella visión.”



…..



“Ella creía que el Zarco y sus compañeros eran bandidos ciertamente, es decir hombres que habían hecho del robo una profesión especial. Ni esto le parecía tan extraordinario en aquellos tiempos de revuelta en que varios jefes de los bandos políticos que se hacían la guerra habían apelado muchas veces a ese medio para sostenerse, ni el plagio, que era el recurso que ponían más en práctica los plateados, le parecía tampoco una monstruosidad, puesto que, aunque inusitado antes, y por consiguiente nuevo en nuestro país, había sido introducido precisamente por facciosos políticos y con pretextos políticos.

De manera que a sus ojos, los plateador eran una especie de facciosos en guerra con la sociedad, pero por eso mismo interesantes; feroces pero valientes, desordenados en sus costumbres, pero era natural, puesto que vivían en medio de peligros y necesitaban de violentos desahogos como compensación de sus tremendas aventuras.”



…..



“En efecto, por entre las viejas y derruidas paredes de las casuchas del antiguo real, así como en los portales derrumbados y negruzcos de la casa de la hacienda, Manuela vio asomarse numerosas cabezas patibularias, todas cubiertas con sombreros plateados, pero no pocas con sombreros viejos de palma. Y aquellos hombres, por precaución, tenían todos en la mano un mosquete o una pistola. Algunas voces, al atravesar la comitiva, gritaban malignamente:

-¡Miren al Zarco! ¡Qué maldito! ¡Qué buena garra se trae!

-¿Dónde te has encontrado ese buen trozo, Zarco de tal? -preguntaban otros riendo.

-Esta es para mí no más –contestaba el Zarco en el mismo tono.

-¿Para ti no más…? Por ya veremos…-replicaban aquellos bandidos -¡Adiós güerita, es usted muy chula para un hombre solo!

-Si el Zarco tiene otras, ¿pa que quiere tantas? -gritaba un mulato horroroso que tenía la cara vendada.”



(Ignacio Manuel Altamirano, El Zarco, páginas 231-232, 304-305, 307-208)

2 comentarios:

  1. La leí cuando estaba en la secundaria, si no ando mal, creo que esta obra de Ignacio Manuel Altamirano, está considerada como la primera novela romántica de la era moderna. Está inspirada en hechos reales, con un toque al natural de lo que en esa época se vivía, costumbres, hechos y personajes principales. El Zarco muestra un romanticismo mexicano, rodeado de la historia del México decimonónico revolucionario, donde se retrata al indígena, al bandolero y a los problemas políticos de la época. Es una novela clásica, en donde se muestran los valores morales de una forma de pensar nacionalista de del México autónomo. “Cuando canta el tecolote, no necesariamente sólo es el indio el que muere” Preciosa reseña, gracias por el placer de hacerme recordar una de las grandes obras literarias de mi México querido. Un abrazo.

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