Patrick Modiano
Edición de Javier Aparicio Maydeu
Traducción de María Teresa Gallego Urrutia
Ediciones Cátedra, Madrid, 2015, 263 páginas
No me parece mala idea
inaugurar un año bisiesto con un retorno a Patrick Modiano, Premio Nobel en
2014. Y hacerlo retomando la lectura de una de sus obras más conocidas, La hierba de las noches que acaba de
publicar Ediciones Cátedra, en una excelente edición de Javier Aparicio Maydeu,
que nos regala una Introducción a Modiano, y a esta novela en concreto
difícilmente superable. Una edición -confiesa Javier Aparicio Maydeu- que “no
existiría sin la inmediata y generosa complicidad de Jorge Herralde (Anagrama
es la propietaria de los derechos en España) que me regaló para Reyes nada
menos que poder elegir un vrai Modiano
(página 85).Un Modiano anotado de forma profusa y muy aclaratoria y que, con el
estudio introductorio, la actual edición de Cátedra se transforma en una
verdadera guía de lectura para lectores primerizos e incluso avezados. Y como
la traducción es la de María Teresa Gallego Urrutia, en esta edición de
Cátedra, hallará el lector a un Modiano que habla español con la naturalidad y
fluidez del idioma original de la novela. Todo ello en un volumen acrecentado,
como ya señalé, por un buen estudio y un amplio aparato de notas que enriquecen
la grandeza de la narrativa modianesca.
Patrick Modiano está considerado por muchos
lectores como el novelista vivo más importante. Obras como Dora Bruder, El libro de familia,
Calles de las Tiendas Oscuras, Premio Goncourt, Un pedigrí.Una juventud o El
lugar de las estrellas, La ronda nocturna, Los paseos de circunvalación
publicadas en castellano por Anagrama en un solo volumen (Trilogía de la Ocupación) así lo confirman. El género que más
frecuenta Modiano es la novela breve (nouvelle)
y La hierba de las noches no se
aparta de esas coordenadas; ni tampoco se aleja del estilo habitual de su
prosa: escritura sutil, minuciosa y sobre todo poética, que es la marca de toda su escritura. Hay además en la
narrativa de Patrick Modiano varias ideas-eje: la escritura como medio de lucha
contra el olvido, como recuperación del ayer. Contra el olvido de todo:
familiares, personas amigas, las calles del viejo París y, sobre todo, la
barbarie que avasalló el siglo XX. Otra es esa fascinación por penumbras
inquietantes, sus incursiones en pasados turbios. Todo eso configura lo que se
ha llamado “Universo o país Modiano”, centrado en torno al París mítico de los años 60, hoy desaparecido,
poblado por climas nebulosos, brumas, cafés, calles donde el escritor vivió y
creció en su niñez, adolescencia y juventud. Y sobre todo, mucha nostalgia
porque ese París es una ciudad que solamente existe en los libros de Modiano.
En La
hierba de las noches Modiano no desentona de ese clima escritural de sus
anteriores novelas. En ella, el escritor retorna de nuevo a un pasado ya
desaparecido, a una época que solamente cobra vida en los recuerdos que Modiano
llega a confundir con los sueños; evocaciones llenas de elementos huidizos que
el escritor había anotado en una libreta, como confirmación de su existencia y
que, no obstante, llegan a constituir un verdadero enigma. Y como casi todas
sus novelas, también ésta mana de la misma fuente: el tiempo misterioso,
inquietante, frecuentemente peligroso de su adolescencia, habitado por
personajes que acaban de salir de la clandestinidad, como su propio padre de
origen judío, con frecuentes incursiones en el mercado negro.
Jean es el protagonista y voz narradora de
la novela, y seguramente alter ego del propio Modiano. Es escritor dependiente
de esa libreta negra en la que apunta
infinidad de notas. Solitario y perdido en un mundo hostil y a la vez
atrayente, el París de los 60. Gracias a esa libreta, muchos años después,
puede mirar hacia atrás y reconstruir la etapa de su vida que se corresponde
con esos años. Desde el presente se ve obligado a enfrentarse a varios
personajes que conoció en aquellos momentos pretéritos: un antiguo amor, Dannie
dice llamarse, que arrastra un pasado enigmático y misterioso que ella misma no
desvela. Y a su par, una colección de “personas raras”, los golfantes
huéspedes del Unic Hôtel como Ghali
Aghamouri, Langlais, Chastagnier, Duwelz o Gérard Marciano, cuyas verdaderas identidades
se esconden bajo antifaces y que eluden las preguntas de Jean.
El relato se centra en el paseo
recordatorio del protagonista por el
viejo recinto urbano de su vida, tan alterado por el paso del tiempo. En ese
recinto, el protagonista habrá de enfrentarse con lo que fue su desasosiego
sentimental, que tenía lugar a la vez que las revueltas populares de la Francia
poscolonial, o el secuestro de Ben Barka. Y un enigma que el lector no
descubrirá hasta el final de la obra.
Novela erguida con el aire que respira la
memoria, tal como ésta se conserva muchos años después. Recuperando los
recuerdos, el pasado, en una beligerancia contra el olvido, mas con la
particularidad de que La hierba de las noches está escrita
como una novela negra, como un thriller policial. Rescate y elegía del pasado
en el que una investigación policial
viene a ser la última frontera de las geografías pretéritas que, en el
presente, se convierten en tiempo ido, en vejez. No sin razón, La hierba de las noches ha sido considerada
como el culmen de una autoficción poética-policial. Porque el escritor nacido
en Boulogne-Billancourt es capaz de amalgamar una trama de novela negra (un
aire de suspense se incrusta en su esencia), con un texto escrito con finas
suturas poéticas. No porque la prosa de la novela remede la poesía, sino porque
el escritor es capaz de crear, con lengua precisa y mediante numerosas elipsis,
una especie de estado onírico en la mente
del lector, que debe completar lo oculto y velado. En cuanto a su arquitectura
interna, Modiano sitúa esta novela breve en las antípodas del canon compositivo
tradicional. Aquí no hay introducción, nudo y desenlace. Solamente París y
Modiano y esa aura melancólica, y por lo mismo triste, que produce la vivencia,
muchos años después, del tiempo ido que solamente pervive en la memoria.
Francisco
Martínez Bouzas
Patrick Modiano |
Fragmentos
“La
conocí en la cafetería de la Ciudad Universitaria, donde iba yo a menudo a
buscar refugio. Vivía en una habitación del pabellón de Estados Unidos y me
preguntaba por qué, porque no era ni estudiante ni norteamericana. Después de
conocernos no se quedó ya en ese pabellón por mucho tiempo. Alrededor de diez
días apenas. No me decido a poner entero el apellido que anoté en la libreta
negra después de nuestro primer encuentro: Dannie R., pabellón de los Estados
Unidos, bulevar de Jourdain, 15. A lo mejor vuelve a ser el suyo ahora -después
de tantos otros apellidos- y no quiero llamar la atención por si todavía está
viva en algún sitio. Y, sin embargo, si leyera ese apellido en letras de molde,
a lo mejor se acordaba de que lo había llevado en determinada época y me daba
señales de vida. Pero no, no me hago demasiadas ilusiones al respecto.
El
día en que nos conocimos, escribí «Dany» en la libreta. Y corrigió
personalmente, con mi bolígrafo, la ortografía exacta de su nombre: Dannie. Más
adelante me enteré de que ese nombre «Dannie», era el título del poema de un
escritor a quien admiraba yo por aquel entonces y a quien veía a veces, en el
bulevar de Saint- Germain, saliendo del hotel Taranne. A veces se dan curiosas
coincidencias.”
…..
“Ayer
por la noche fui recorriendo con el dedo índice en el mapa el trayecto de París
a Feuilleuse. Era remontar el curso del tiempo. El presente no tenía ya
importancia alguna, con esos días todos iguales con su luz sin brillo, una luz
que debe de ser la de la vejez y en la que nos da la impresión de estar
sobreviviendo. Me decía que volvería a encontrar la hilera de árboles y las
cercas blancas. El perro se me acercaría despacio, recorriendo el paseo. Había
pensado a menudo que, aparte de nosotros, era el único habitante de la casa, e
incluso el dueño. Cada vez que volvíamos a París le decía a Dennie: «Tendríamos
que llevarnos este perro». Se colocaba delante del coche gris para ver cómo nos
íbamos. Y después, cuando ya nos habíamos subido al coche y habíamos cerrado
las puertas, se iba a la cabaña que servía para guardar la leña y donde solía
dormir cuando no estábamos.”
…..
“Íbamos
cruzando el jardín de Les Tuileries. Me pregunto en qué estación estábamos.
Ahora, mientras escribo estas líneas, me parece que estábamos en enero. Veo
manchas de nieve en los jardines de Le Carrousel, e incluso en la acera por la
que andábamos, orillando Les Tuileries. Al frente, una aureola de bruma
envuelve las farolas de debajo de los soportales de la calle Rivoli. Y sin
embargo, tengo una duda: podría ser principios de otoño. Los árboles de Les
Tuileries todavía tienen hojas. No tardarán en caérseles, pero a mí el otoño no
me hace pensar en el final de nada. Creo que el año empieza en el mes de
octubre. Invierno, Otoño. Las estaciones cambian y se confunden en el recuerdo
como si éste, con el paso de los años, viviera su propia vida, una vida
vegetal, y no fuera nunca una imagen fija y muerta. Sí, las estaciones se
mezclan a menudo; la primavera del invierno, el veranillo de San Martín…Cuando
llegamos bajo los soportales estaba lloviendo, una lluvia muy fuerte o, más
bien, uno de esos chaparrones que lo pillan a uno desprevenido en verano.”
(Patrick Modiano, La hierba de las noches, páginas 109,
141-142, 213-214)
Mis mejores desos para este gran desafío 2016 !
ResponderEliminarSaludos
Mark de Zabaleta
Muchas gracias Mark. Feliz 2016 igualmente. Muchas gracias por tu comentarios
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