Nathaniel Philbrick
Traducción de Jordi Beltrán
Editorial Seix Barral, Barcelona, 2015, 415 páginas
En estas fechas, ha tenido o tendrá lugar el
estreno de la película En el corazón del
mar. En efecto, la superproducción
dirigida por Ron Howard y con Chris Hemsworth y Cilian Murphy en los
papeles principales, se estrenó el
pasado día 3 de diciembre en Argentina y Chile, en España, al día siguiente y
en Estados Unidos lo hará el próximo día 11 de diciembre. Basada en la historia
real que inspiró a Herman Melville para su novela Moby Dick, historia recogida por Nathaniel Philbrick en su novela In te Heart of the Sea (2000) y adaptada
como guión cinematográfico por Charles Leavit.
Tanto la película como las novelas de
Melville y Philbrick recogen la odisea y la tragedia del ballenero Essex, que en el invierno de 1820 partió
de la isla de Nantucket (Estados Unidos) y, después de una larga travesía por
dos océanos, al mando del capitán George Pollard Jr. Y del primer oficial Owen
Chase, fue atacado en medio del Océano Pacífico por un cachalote de dimensiones
gigantescas que hizo naufragar al barco. Los veinte hombres de la tripulación
que se salvaron del naufragio, se distribuyeron en tres botes (balleneras) con
porciones muy limitadas de agua dulce, galletas y alguna tortuga que, en un
severo racionamiento,, confiaban que les llegarían para sesenta días.
Desafiando los elementos, el hambre, el pánico, la desesperación, los supervivientes
se vieron empujados hasta límites racionales y morales y hacer lo impensable
(recurrir al canibalismo en sus versiones más extremas), mientras los vientos
los acercaban a las costas de América del Sur, a la altura de la ciudad chilena
de Valparaíso, en cuyas cercanías serán rescatados por un barco.
Cartel de la película "En el corazón del mar" |
Contrariamente la novela de Nathaniel
Philbrick refleja fielmente el viaje del Essex,
el arponeo de ballenas y cachalotes, el doble ataque del cetáceo, el naufragio
y el dramático viaje hacia las costas continentales sudamericanas, mucho más
lejanas que las islas del Pacífico, opción desechada por miedo a los caníbales.
Y sobre todo, el interminable viaje de más de dos meses, repletos de hambre,
tempestades, muerte, canibalismo, tras un breve descanso en un desértico atolón
coralino (la Isla de Henderson). Philbrick acierta plenamente al describir el
perfil psicológico de los principales personajes y escenas tan dramáticas como
el canibalismo y el sorteo para decidir a quién matarían para comer su cadáver
y así poder sobrevivir.
Una inmensa y trágica celebración de
aventuras marinas que el autor documenta fidedignamente en un apéndice de más
de sesenta páginas. Así, por ejemplo, documenta el canibalismo de supervivencia
en el mar extendido y aceptado en el siglo XIX. Y el primer caso documentado de
echar suertes para ser inmolado en una situación extrema de supervivencia,
publicado en 1641 (página 375).
En el
corazón del mar se ha convertido en un clásico contemporáneo del subgénero
de aventuras, que supera a Moby Dick,
no posiblemente en la calidad de página ni en el profundo simbolismo, pero sí
en la fluidez de una narración que no cae en las contradicciones que obligaron
a Melville a inventar un capítulo final, y en las tediosas descripciones
enciclopédicas cetológicas y de ambientes marinos.
Francisco
Martínez Bouzas
Fragmentos
“Como
una gigantesca ave de rapiña, el barco ballenero remontaba perezosamente la
costa occidental de América del Sur, zigzagueando en un mar de aceite lleno de
vida. Porque eso era el océano Pacífico en 1821: un vasto campo de depósitos de
aceite, depósitos con venas por las que corría sangre caliente, los cachalotes.
Capturar
cachalotes -los cetáceos dentados más grandes del planeta- no era tarea fácil.
Seis hombres salían del barco en un bote ligero, se acercaban remando a su
presa, la arponaban, luego trataban de darle muerte a lanzazos. El animal, que
pesaba unas sesenta toneladas, podía destruir la embarcación de un coletazo,
arrojando a los hombres a las frías aguas del océano, con frecuencia lejos del
barco.
Luego
venía la prodigiosa tarea de transformar el animal muerto en aceite: arrancarle
la grasa, cortarla en pedazos y hervirla para convertirla en aceite de calidad
superior que iluminaba las calles y lubrificaba las máquinas de la era
industrial.”
…..
“Pese
a que el cachalote estaba sólo a un tiro de piedra del Essex, Chase no lo
consideró una amenaza. «Al principio
su aspecto y su actitud no nos alarmaron»,
escribió. Pero de repente el animal empezó a moverse. Su cola, de seis metros
de ancho, tan pronto se alzaba como se sumergía. Primero avanzó lentamente, con
un leve movimiento de lado a lado, pero fue cobrando velocidad hasta que el
agua se encrespó alrededor de su enorme cabeza, que tenía forma de barril y
apuntaba al costado de babor del Essex. En un instante, el cachalote se
encontró a sólo unas brazas de distancia: «Venía apor nosotros -recordó Chase-
con gran celeridad.»
Tratando desesperadamente de evitar un
choque directo, Chase gritó a Nickerson: «¡Todo a estribor!». Otros miembros de
la tripulación también gritaron, tratando de dar la alarma. «Apenas habían
llegado las voces a mis oídos -recordó Nickerson- cuando se oyó un enorme
estrépito.» El cachalote había embestido el barco por un punto que quedaba a
poca distancia de las cadenas de proa.
El Essex se estremeció como si hubiera
chocado con una roca. Todos los que estaban a bordo perdieron el equilibrio.
Las tortugas de las Galápagos resbalaron de un extremo a otro de la cubierta.
«Nos miramos con expresión de asombro total -recordó Chase-, casi sin poder
hablar.”
…..
“El 6 de febrero, los cuatro hombres
del bote de Pollard, que ya habían consumido «el último bocado» de Samuel Reed,
empezaron a mirarse «con pensamientos horribles en la mente -según un
superviviente- pero nos callamos». Entonces el más joven de ellos, Charles
Ramsdell, de dieciséis años, dijo lo indecible. Debían echar a suertes a quién
matarían para que los demás pudieran vivir.
Echar suertes en una situación
semejante era una costumbre que los hombres del mar aceptaban desde hacía mucho
tiempo. El caso más antiguo que se conoce data de la primera mitad del siglo
XVII, cuando seis ingleses que habían zarpado de la isla de San Cristóbal
fueron empujados hasta alta mar por una tormenta. Después de diecisiete días,
uno de ellos sugirió que echasen suertes. Dio la casualidad de que le tocó al
hombre que había hecho la sugerencia y, tras volver a echar a suertes quién se
encargaría de ejecutarlo, lo mataron y se lo comieron (…)
Cortaron un papel y pusieron los
pedazos en un sombrero. Le tocó a Owen Coffin. «¡Muchacho, muchacho! -exclamó Pollard-.
Si no te gusta tu suerte, le pegaré un tiro al primero que te toque». Luego el capitán
se ofreció a sustituirle (…)
Pero Coffin ya se había resignado. «Me gusta
tanto como cualquier otra», dijo en voz baja.
Echaron a suertes quién se encargaría de
matar al muchacho. Le tocó a Charles Ramsdell, amigo de Coffin.
Aunque había sido idea suya, Ramsdell se
negó a seguir adelante. «Durante un buen rato -escribió Nickerson- declaró que no
era capaz de hacerlo, pero finalmente tuvo que someterse». Antes de morir, Coffin
pronunció un mensaje de despedida a su madre que Pollard prometió transmitir si
lograba regresar a Nantucket. Después de tranquilizar a los demás diciéndoles que
«habían echado suertes limpiamente», apoyó la cabeza en la borda de la embarcación.
«Fue despachado pronto -recordaría Pollard más adelante- y no quedó nada de él.”
(Nathaniel Philbrick.
En el corazón del mar, páginas 9, 125-126,
246-149)
Siempre es mejor el libro...
ResponderEliminarMe la apunto, gracias.
ResponderEliminarMe parece interesante, yo leí Moby Dick y realmente el centro de ésta novela es el odio del capitan Achab, aquí veo que se concentra la historia en la ballena, y en lo que llamaría atrás de las cámaras, lo que no narró la novela de Herman Melville. El cine, siempre intentará sacar jugo de los efectos especiales para dar más espectáculo, creo que me gustaría leer esta novela y quedarme con mi personal punto de vista, después veré la película y bueno, casi siempre se quedan cortos en ello. Gracias por tu reseña, me encantó!! abrazos de luz.
ResponderEliminarGracias Araceli por tu comentario. En la novela de Nathaniel Philbrick la acción se concentra efectivamente en el ataque del cachalote, pero sobre todo en la peripecia de andar perdidos en unos botes durante meses por el Pacífico y tener que llegar a extremos impensables, como echar a suertes a quién mataban para poder comérselo y así sobrevivir. Una experiencia dramática pero que ha tenido lugar en más de un naufragio.
Eliminar