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domingo, 6 de diciembre de 2015

"EN EL CORAZÓN DEL MAR": EL LIBRO, LA JOYA DE LA CORONA



En el corazón del mar

Nathaniel Philbrick

Traducción de Jordi Beltrán

Editorial Seix Barral, Barcelona, 2015, 415 páginas



   En estas fechas, ha tenido o tendrá lugar el estreno de la película En el corazón del mar. En efecto, la superproducción  dirigida por Ron Howard y con Chris Hemsworth y Cilian Murphy en los papeles principales, se estrenó  el pasado día 3 de diciembre en Argentina y Chile, en España, al día siguiente y en Estados Unidos lo hará el próximo día 11 de diciembre. Basada en la historia real que inspiró a Herman Melville para su novela Moby Dick, historia recogida por Nathaniel Philbrick en su novela In te Heart of the Sea (2000) y adaptada como guión cinematográfico por Charles Leavit.

   Tanto la película como las novelas de Melville y Philbrick recogen la odisea y la tragedia del ballenero Essex, que en el invierno de 1820 partió de la isla de Nantucket (Estados Unidos) y, después de una larga travesía por dos océanos, al mando del capitán George Pollard Jr. Y del primer oficial Owen Chase, fue atacado en medio del Océano Pacífico por un cachalote de dimensiones gigantescas que hizo naufragar al barco. Los veinte hombres de la tripulación que se salvaron del naufragio, se distribuyeron en tres botes (balleneras) con porciones muy limitadas de agua dulce, galletas y alguna tortuga que, en un severo racionamiento,, confiaban que les llegarían para sesenta días. Desafiando los elementos, el hambre, el pánico, la desesperación, los supervivientes se vieron empujados hasta límites racionales y morales y hacer lo impensable (recurrir al canibalismo en sus versiones más extremas), mientras los vientos los acercaban a las costas de América del Sur, a la altura de la ciudad chilena de Valparaíso, en cuyas cercanías serán rescatados por un barco.

  
Cartel de la película "En el corazón del mar"
    En febrero de este mismo año, Seix Barral puso a disposición de los lectores una primera edición de la novela de Nathaniel Philbrick, edición que ahora repite al rebufo del plus promocional del estreno de la película. Pero, sin ninguna duda, considero que la novela de Philbrick es en esta caso la joya de la corona. No negaré que la versión cinematográfica constituye en sí un gran espectáculo visual, sirviéndose de los efectos creados mediante el ordenador, y explotando así mismo la belleza de los escenarios naturales donde se rodó (Gomera y Lanzarote en las Islas Canarias). Pero el film apenas es poco más que eso: dosis apabullantes de espectáculo visual, carentes de corazón. Todo se nos presenta como demasiado superficial, sin la emoción y el dramatismo de los terribles acontecimientos. Son los límites de un guión que no supo sacarle partido especialmente al factor humano.

   Contrariamente la novela de Nathaniel Philbrick refleja fielmente el viaje del Essex, el arponeo de ballenas y cachalotes, el doble ataque del cetáceo, el naufragio y el dramático viaje hacia las costas continentales sudamericanas, mucho más lejanas que las islas del Pacífico, opción desechada por miedo a los caníbales. Y sobre todo, el interminable viaje de más de dos meses, repletos de hambre, tempestades, muerte, canibalismo, tras un breve descanso en un desértico atolón coralino (la Isla de Henderson). Philbrick acierta plenamente al describir el perfil psicológico de los principales personajes y escenas tan dramáticas como el canibalismo y el sorteo para decidir a quién matarían para comer su cadáver y así poder sobrevivir.

   Una inmensa y trágica celebración de aventuras marinas que el autor documenta fidedignamente en un apéndice de más de sesenta páginas. Así, por ejemplo, documenta el canibalismo de supervivencia en el mar extendido y aceptado en el siglo XIX. Y el primer caso documentado de echar suertes para ser inmolado en una situación extrema de supervivencia, publicado en 1641 (página 375).

   En el corazón del mar se ha convertido en un clásico contemporáneo del subgénero de aventuras, que supera a Moby Dick, no posiblemente en la calidad de página ni en el profundo simbolismo, pero sí en la fluidez de una narración que no cae en las contradicciones que obligaron a Melville a inventar un capítulo final, y en las tediosas descripciones enciclopédicas cetológicas y de ambientes marinos.



Francisco Martínez Bouzas



                                                      
Nathaniel Philbrick

Fragmentos



“Como una gigantesca ave de rapiña, el barco ballenero remontaba perezosamente la costa occidental de América del Sur, zigzagueando en un mar de aceite lleno de vida. Porque eso era el océano Pacífico en 1821: un vasto campo de depósitos de aceite, depósitos con venas por las que corría sangre caliente, los cachalotes.

Capturar cachalotes -los cetáceos dentados más grandes del planeta- no era tarea fácil. Seis hombres salían del barco en un bote ligero, se acercaban remando a su presa, la arponaban, luego trataban de darle muerte a lanzazos. El animal, que pesaba unas sesenta toneladas, podía destruir la embarcación de un coletazo, arrojando a los hombres a las frías aguas del océano, con frecuencia lejos del barco.

Luego venía la prodigiosa tarea de transformar el animal muerto en aceite: arrancarle la grasa, cortarla en pedazos y hervirla para convertirla en aceite de calidad superior que iluminaba las calles y lubrificaba las máquinas de la era industrial.”



…..



“Pese a que el cachalote estaba sólo a un tiro de piedra del Essex, Chase no lo consideró una amenaza. «Al principio su aspecto y su actitud no nos alarmaron», escribió. Pero de repente el animal empezó a moverse. Su cola, de seis metros de ancho, tan pronto se alzaba como se sumergía. Primero avanzó lentamente, con un leve movimiento de lado a lado, pero fue cobrando velocidad hasta que el agua se encrespó alrededor de su enorme cabeza, que tenía forma de barril y apuntaba al costado de babor del Essex. En un instante, el cachalote se encontró a sólo unas brazas de distancia: «Venía apor nosotros -recordó Chase- con gran celeridad.»

Tratando desesperadamente de evitar un choque directo, Chase gritó a Nickerson: «¡Todo a estribor!». Otros miembros de la tripulación también gritaron, tratando de dar la alarma. «Apenas habían llegado las voces a mis oídos -recordó Nickerson- cuando se oyó un enorme estrépito.» El cachalote había embestido el barco por un punto que quedaba a poca distancia de las cadenas de proa.

El Essex se estremeció como si hubiera chocado con una roca. Todos los que estaban a bordo perdieron el equilibrio. Las tortugas de las Galápagos resbalaron de un extremo a otro de la cubierta. «Nos miramos con expresión de asombro total -recordó Chase-, casi sin poder hablar.”



…..



“El 6 de febrero, los cuatro hombres del bote de Pollard, que ya habían consumido «el último bocado» de Samuel Reed, empezaron a mirarse «con pensamientos horribles en la mente -según un superviviente- pero nos callamos». Entonces el más joven de ellos, Charles Ramsdell, de dieciséis años, dijo lo indecible. Debían echar a suertes a quién matarían para que los demás pudieran vivir.

Echar suertes en una situación semejante era una costumbre que los hombres del mar aceptaban desde hacía mucho tiempo. El caso más antiguo que se conoce data de la primera mitad del siglo XVII, cuando seis ingleses que habían zarpado de la isla de San Cristóbal fueron empujados hasta alta mar por una tormenta. Después de diecisiete días, uno de ellos sugirió que echasen suertes. Dio la casualidad de que le tocó al hombre que había hecho la sugerencia y, tras volver a echar a suertes quién se encargaría de ejecutarlo, lo mataron y se lo comieron (…)

Cortaron un papel y pusieron los pedazos en un sombrero. Le tocó a Owen Coffin. «¡Muchacho, muchacho! -exclamó Pollard-. Si no te gusta tu suerte, le pegaré un tiro al primero que te toque». Luego el capitán se ofreció a sustituirle (…)

Pero Coffin ya se había resignado. «Me gusta tanto como cualquier otra», dijo en voz baja.

Echaron a suertes quién se encargaría de matar al muchacho. Le tocó a Charles Ramsdell, amigo de Coffin.

Aunque había sido idea suya, Ramsdell se negó a seguir adelante. «Durante un buen rato -escribió Nickerson- declaró que no era capaz de hacerlo, pero finalmente tuvo que someterse». Antes de morir, Coffin pronunció un mensaje de despedida a su madre que Pollard prometió transmitir si lograba regresar a Nantucket. Después de tranquilizar a los demás diciéndoles que «habían echado suertes limpiamente», apoyó la cabeza en la borda de la embarcación. «Fue despachado pronto -recordaría Pollard más adelante- y no quedó nada de él.”



(Nathaniel Philbrick. En el corazón del mar, páginas 9, 125-126, 246-149)

4 comentarios:

  1. Me parece interesante, yo leí Moby Dick y realmente el centro de ésta novela es el odio del capitan Achab, aquí veo que se concentra la historia en la ballena, y en lo que llamaría atrás de las cámaras, lo que no narró la novela de Herman Melville. El cine, siempre intentará sacar jugo de los efectos especiales para dar más espectáculo, creo que me gustaría leer esta novela y quedarme con mi personal punto de vista, después veré la película y bueno, casi siempre se quedan cortos en ello. Gracias por tu reseña, me encantó!! abrazos de luz.

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    1. Gracias Araceli por tu comentario. En la novela de Nathaniel Philbrick la acción se concentra efectivamente en el ataque del cachalote, pero sobre todo en la peripecia de andar perdidos en unos botes durante meses por el Pacífico y tener que llegar a extremos impensables, como echar a suertes a quién mataban para poder comérselo y así sobrevivir. Una experiencia dramática pero que ha tenido lugar en más de un naufragio.

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