Santiago
Casanova
Autoedición,
Charleston, 2015, 107 páginas
Santiago Casanova es un gallego nacido en Madrid, mas con indisimulables
raíces gallegas a flor de piel, a pesar
de que escribe en castellano. En su momento se inició en la escritura en uno de
esos talleres que en teoría forman escritores. Debuta en el oficio/pasión de
publicar, recurriendo como tantos otros y otras a la autoedición. De su
imaginación y de su pluma han salido ya varias colecciones de relatos: Cuentos de amores y pistolas, Perros
hambrientos, Después de la primavera y estos veinticuatro relatos que
llenan de contenido su libro Cuentos del
Valle de Lemos. Leo con placer los relatos de este último volumen, preñados
todos ellos de substancias diegéticas que saben a Galicia. Relatos de mediana extensión,
alimentados muchos de ellos en las leyendas, en la oralidad y en una fértil
capacidad imaginativa creadora. Historias reales o inventadas que muestran una
imagen muy verosímil de la Galicia rural o semi urbana en la primera mitad del
pasado siglo. Santiago Casanova recrea con acuidad las formas de vivir, el
espíritu del tiempo, con una notable capacidad para acercarnos y hacer tangibles los ambientes,
sobre todo las miserias del medio rural, terreno propicio para la actuación de
los caciques y para distraer el hambre con el cine de las tardes de los
domingos.
Relatos de tonalidad costumbrista que recuperan la vida en el Valle -así
se titula una de las prosas de esta colactánea-, y en los que la imaginación y
la realidad van una vez más de la mano. Con abundancia de actantes, la mayoría
del entorno familiar del relator. Que amalgaman aventuras andariegas, onirismo
erótico y el despótico asesinato que impunemente comete el señor para que nadie
le levante una hembra. El retrato de Caracha, un arquetípico caique
decimonónico: gana terrenos en las partidas de cartas y llega a jugar la honra
de las mujeres o de las hijas, deudas que jamás dejaba de cobrar. Los cuerpos
de los Chavaga despeñados en las espesuras del Courel, convertidos en la Santa
Compaña de las tierras de Lemos. Los remojos y nubarradas que se suceden al compás de la tormenta interior
de la adolescente que ya se siente mujer, al ver que no es correspondida por el
galán de sus sueños. O impactantes imágenes del ahorcado bamboleándose entre las nieblas del alba para penar su
desgracia amorosa. El sí quiero sacramental del abuelo en mitad de la
madrugada. También la presencia de la Guerra Civil, con la casa de las putas
monfortinas sirviendo de refugio al miliciano republicano. Otros relatos que,
sin incidir abiertamente en los tópicos de brujas y meigas, resaltan la
capacidad intuitiva de la abuela para adivinar el sexo en las preñeces. Acierta
el autor al incluir en este fresco, a la
vez realista e imaginario, los cuentos de curas y abades, figuras que en la
Galicia de otros tiempos revestían características ciertamente imperecederas:
estómagos insaciables que comen y comen para alejarse, aunque no siempre, de
los demonios de la carne. O los mal, o buen decires, populares sobre los amores
de los curas con sus amas o mucamas.
Relatos que a veces penetran y traspasan los límites de lo extravagante
o le hacen guiños al humor y a la picardía: la miel de la flor de Camariñas que
le permite al tío Roque disfrutar y satisfacer a muchas hembras distintas. O el
relato cimentado en la abundancia de parvos en tierras monfortinas. Parvos que
solo saben insultar o que están más salidos que los hombres normales.
Relatos en definitiva que se leen de forma placentera, ajenos a
enmarañados artificios formales o
compositivos, pero con un acertado empleo de un estilo de prosa sencillo, mas
correcto, limpio y aséptico, y en el que no sobran los frecuentes galleguismos
(cachelos, concello, millo, carballos, rexouba, muller…), ya que acercan la
cuentística de Santiago Casanova al
espacio que tematiza. Una cuestística en la que espero que crea el mismo autor
y los editores y que, pese a estar tan ligada a las leyendas y posiblemente a
la oralidad, demuestran un buen ejercicio imaginativo y creador, como también
se puede apreciar en su volumen Después
de la primavera, una colección de relatos que nada tiene que ver con el
ruralismo popular ni con el alma gallega, marchamos por excelencia de los
cuentos de este volumen.
Francisco Martínez Bouzas
Fragmentos
“Su afición por las partidas de cartas
le hizo aumentar el número de terruños que poseía. Se jugaba las pequeñas
parcelas contra desgraciados a los cuales esquilmaba haciendo toda suerte de
trampas. Sobre la mesa de juego se ponían las escrituras de posesión de la
tierra, que pasaban a poder del tatarabuelo Caracha en un par de manos bien
jugadas. De vez e cuando, se dejaba ganar y perdía algún terreno al que no
tenía mucho aprecio, para que se corriera la voz y nadie pensara que sólo
ganaba por amañar las partidas. Llegó a perfeccionar tanto su habilidad para
hacer trampas que, cuando ya no le satisfacía mover tierras, decidió jugar con
la honra de las mujeres. Apostaba el derecho de pernada sobre la esposa del que
perdiera la partida o la primera sangre de las hijas casaderas más apetecibles.
Acompañado por sus dos gregarios y los perros, llegaba a las casas de los
desgraciados que habían perdido la honra de la esposa, presto y dispuesto a
cobrarse la deuda.
-No te lo tomes así, hombre, que sólo va
a ser un ratito -le palmeaba la espalda al deudor.
-En el juego hay que saber ganar y saber
perder -le estrechaba la mano con fuerza al derrotado.”
…..
“Esta miel da el poder que todos los hombres quieren
-me dijo una vez como transmitiendo un secreto ancestral-. Gracias a esta miel,
preferí permanecer soltero y disfrutar de muchas hembras distintas. Las
camariñas son la flor del amor puro. Ahora ya soy viejo, pero aún puedo
satisfacer plenamente a todas las mujeres que compartan conmigo el paladeo de
este néctar que encabrita la libido y fecunda ansias incontrolables. Hasta las
más jóvenes doncellas, que podrían ser mis nietas, me piden que las embadurne
el cuerpo de esta miel, que les dé caramelillos con el néctar de las camariñas
y que me pierda con ellas en el bosque. Recuerda que el sabio refranero nos
dice que a quien abejas tiene, nunca le falta un buen postre en la mesa.”
…..
“Le dio entonces por perseguir a una
rapaza que vivía cerca de la estación de ferrocarril y que se llamaba Sabela.
Era una moza deslumbrante que vestía a la moda de Coruña como una señorita
bien. Una soleada mañana de un domingo de mayo, en el típico paseo por la rúa
del Cardenal, en un instante en que Sabela se despistó mirando zapatos en un
escaparate, el primo Xaco se le puso al lado y le alzó la falda, dejando a la
vista de todos los que por allí pasaban unas bragas rojas de encaje. Ella soltó
un grito y el bofetón a Xaco se lo dio Camilo, un joven que cortejaba a Sabela
y que se vio obligado a hacerlo por quedar como un caballero, aunque le daba
pena hacer daño al parvo. La visión de las bragas rojas de Sabela turbó más la
cabeza del primo Xaco, tanto que se fue al monte y estuvo allí perdido cuatro
días machacándosela sin parar. La tía Regina pidió ayuda al tío Manoliño y este
con otros dos vecinos de Caneda, organizó una batida por los alrededores, con
los perros de caza olfateando cada palmo del bosque, sin encontrar ni una pista
del chaval. Cuando ya le daban por perdido, regresó a casa, desaliñado, hambriento
y con los pantalones salpicados de resecos manchurrones cristalinos en los aledaños
de la bragueta. A consecuencia del exceso de esos días, el pellejo del pito lo tenía
en carne viva. Por su cuenta y riesgo decidió untarse miel para que las costras
se le suavizaran y dejara de picarle. De ahí le vino la idea de dársela a probar
los gatos para que lamieran la miel con su lengua rugosa y darse él un gustirrinín.
Cuando la tía Regina le sorprendió en un rincón oscuro de la cuadra, rodeado de
gatos y con los pantalones por los tobillos, primero se quedó muda, asustada, llorando
en silencio, hasta que consiguió gritar:
-¡Si tu padre viviera no te atreverías a
hacer estas guarradas!
Entonces Xaco se giró y, aparatando a un
gato de una patada, respondió a su madre con mirada desafiante.
-Mi padre murió como lo que era, como un
cerdo.”
(Santiago Casanova, Cuentos del Valle de Lemos, páginas 7, 75,79)
Realmente bueno....
ResponderEliminarMe parece muy interesante este paseo sobre los relatos que el autor ha dado vida con su imaginación, me gusta su estilo sencillo, fácil de leer. Mis felicitaciones a él y a ti por adentrarnos siempre un mundos maravillosos. Un abrazo de luz, con cariño y admiración.
ResponderEliminarApoteósico, me parece, amigo. Un gran aporte de literatura de calidad y novedad. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias por los comentarios, Mark de Zbaleta, Araceli García y Pastor Aguir
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