Sara Mesa
Editorial
Anagrama, Colección Compactos, Barcelona, 2015, 270 páginas.
No es su primera pieza literaria. Dos novelas, dos libros de relatos y
un poemario en su haber, pero fue Cuatro
por cuatro, finalista en 2012 en un certamen tan prestigioso como el Premio
Herralde de Novela, la obra que proyectó su nombre en el mundo literario; y ha
convertido a Sara Mesa e una de las figuras emergentes de la narrativa en
castellano que se publica en España. Después vendría Cicatriz (2015), la confirmación de su alternativa como gran
narradora. Cuatro por cuatro, pese a
su complejidad narrativa, es una novela sobresaliente en la que Sara Mesa hace
aflorar mundo subterráneos intensamente turbios a los que les sabe extraer un
buen partido literario.
Cuatro por cuatro, editada
este verano en la colección Compactos de Anagrama, es una historia de cloacas
en un colegio de lujo, un internado aislado, incomunicado con el exterior que
acoge, con un número de plazas siempre fijo, a la crème de la crème: hijos
de ministros, grandes empresarios, actores, mafiosos, pero también a los
“especiales”, alumnos y alumnas becados porque sus padres trabajan en el
internado. Un modelo educativo basado en una pretendida formación de excelente
calidad, con segregación por sexos, y unas reglas que alguien estableció, que
no están escritas en ninguna parte y nunca se definen del todo. Y mientras la
oposición a las mismas no se visualice y llame la atención, se tira para
adelante sin problemas, porque lo que cuentan son las apariencias y nada es lo
que parece. Es el Wybrany College, el colich
en la narración, minúsculo pero representativo epicentro de un mundo
jerarquizado, turbio y cargado de soterradas luchas por el poder.
Sara Mesa arma la novela en dos partes asimétricas, estructuralmente muy
distintas entre sí. En la primera, “Nunca más de doscientos”, nos sitúa en el colich y nos presenta a los principales
personajes, así como las interacciones entre ellos. Dan cuenta de ese clima
interior Celia, una alumna becada que no se encuentra a gusto e intenta una
fuga con otras tres compañeras, El Guía y un narrador omnisciente que aclara no
pocas cosas. Una alternancia de voces que nos permite conocer al Director, a la
Culo, al Guía, una especie de orientador y, sobre todo, sus tejemanejes que llegan hasta la humillación. Y a varios de los alumnos y alumnas: sus
juegos, sus servidumbres sin excluir las sexuales.
En la
segunda parte, “Diario de un sustituto”, desaparece la mirada juvenil -solo
estarán presentes los ojos chulescos de los alumnos resabidos-, y un profesor
sustituto que usurpa la identidad de un ex cuñado, en cincuenta y seis entradas
escritas a modo de diario, ofrece al lector su visión del colich y de muchos de sus actores, repleta de interrogantes,
indecisiones y dudas con relación a lo que él percibe de ese microcosmos
sutilmente opresivo. Con un único método educativo basado en la subsistencia,
sin grandes referencias, pero minúsculos descubrimientos, nace en él la
necesidad de conocer lo que pasó con el profesor al que sustituye. La novela
toma entontes el cariz de una investigación que, sin llegar exactamente a ser
un thriller, se convierte en una indagación psicológica, una intriga
existencial, según la autora, que le permite adentrarse en algunos de los
ocultos secretos que el mismo Director le revela: el comercio sexual con niñas
becadas, un cauce subterráneo para que todo discurra con normalidad. Y el
teatro de los horrores: los suicidios de algún alumno y docente, asesinatos
espeluznantes que comienzan a asentarse en el colich. La degeneración sin paliativos que, en un epílogo
metafórico, niega la dignidad humana de esas niñas encerradas en un espacio de
cuatro por cuatro donde son vejadas y humilladas.
Cuatro por cuatro no es una
novela sobre buenos y malos, aunque sí una novela sobre el mal que se despliega
en múltiples formas; entre ellas la negación del ser, que se dispersa a través
de las cloacas que funcionan con el ritmo y las características de su
naturaleza: “…el olor del agua rezuma de vez en cuando, su rumor nos apela;
pero nunca se ven, nunca se habla de ellas, jamás existen” (página 217). Un
mundo subterráneo, turbador e hipócrita, imagen de al sociedad actual
deshumanizada, que a la vez nos cobija y
nos aísla, nos incomunica como el Wybrany College. Sobre ese mundo soterrado la
autora proyecta, con habilidad y eficacia, una mirada quizás perversa, pero muy
realista, en un tejido narrativo construido a base de insinuaciones, un
lenguaje depurado, pero en el que la voz de la narradora se diluye ante una trama
intensamente intrigante; con acuidad radiografía a sus personajes a los que no
describe, los deja actuar, los deja hablar y ello los hace creíbles a pesar de
sus aberraciones. Si en Cicatriz, su
última novela, la sustancia maloliente anida en la mente de un maniático y en la de su pasiva víctima, en Cuatro por cuatro, circula a través de
la ocultas relaciones de los ejercen el poder en una inmensa espiral de
silencios, dominación; en un ambiente laberíntico y claustrofóbico con
apariencias de gran libertad.
Francisco Martínez Bouzas
Fragmentos
“La Culo visita al Director cada tanto
en su despacho, a veces avisando y otras muchas sin avisar.
Vuelve de las vistas con la pigmentación del rostro
alterada; sobre los pómulos se le dibujan unas venillas finas y zigzagueantes,
Suele tener también los ojos muy brillosos, aceitados, y los andares
tambaleantes de mujer borracha.
Lo que sucede dentro del despacho a
nadie más concierne que a ellos dos, pero recorre la rutina del colich como una marea subterránea,
marcando inexorablemente sus vaivenes. Todos los que están en el colich -sean
profesores, sean alumnos- sienten la resonancia de esa relación más o menos
secreta.
Entre esas paredes, la Culo se humilla
mientras el Director permanece impasible o esnifa cocaína. La contempla
repantigado en su sillón, con los brazos cruzados sobre el pecho, y le habla
lentamente. Sus frases son cortas, lacerantes, y no las prodiga demasiado:
-Es tan triste mirarte. Es lamentable,
además de inútil. Estás podrida, ¿sabes? Estás corrupta. Lo que hay en tus
venas es solamente pus. O veneno.
Disfruta del espectáculo, del obstinado
silencio de ella. Un rato -cinco minutos, media hora- o toda la tarde. Ella no
tiene prisa. Él le indica lo que tiene que hacer, cómo debe ponerse. Ella
obedece, se somete sin protesta. Sólo vomita sus reproches después, cuando se
viste sin siquiera haber sido rozada.”
…..
“El sol es tan fuerte que alcanza hasta
allí dentro. El metal de la cisterna destella y los azulejos tienen un brillo
que deja ver las marcas de humedad.
Héctor le da un pescozón y él ya lo sabe
cómplice.
Se baja el pantalón. Ignacio siente la
rigidez del cuello por la prohibición que él mismo se impone de no mirar abajo.
Luego la voz de Héctor, ronca y
apremiante:
-Chúpamela.
Pasan unos segundos, sólo unos segundos,
antes de que Ignacio se agache.
Ahora es su saliva lo que chasquea, pero
también el agua que sigue cayendo en el lavabo, el sonido jugoso del agua, un
canto casi alegre que le marca el ritmo, e Ignacio que se siente protegido por
las puertas de hierro, donde nadie lo ve, donde no suple a nadie, donde de
pronto tiene un papel protagonista, los otros a lo lejos.”
…..
“Vistos los resultados -calma y
silencio-, en la siguiente clase hice lo mismo y en la otra y en la otra, hasta
terminar con los cuatro grupos que tengo encomendados -dos de niños, dos de
niñas.
Me resultó increíble haber sorteado la
mañana sin escollos.
En el fondo, me doy cuenta, ser profesor
es fácil. Uno entra en clase, decide qué hay que hacer y ellos lo hacen.
Los alumnos esperan órdenes con una
resignación propia de ganado, pero de ganado bien criado, satisfecho. Cuando
uno se acerca a la puerta del aula sólo oye un revuelillo, y al entrar la
mirada quizá desconfiada, pero siempre sumisa. Uno habla y ellos escuchan. Uno
ordena y ellos obedecen.”
…..
“La chimenea crepitaba. El Sr. J. (el
Director) añadió un par de leños más y atizó con indolencia.
Creo que fue después cuando me habló de
las niñas.
Me dijo que había niñas a nuestra
disposición, si las necesitábamos.
Tartamudeé. Quise pensar que estaba
hablando en broma.
-¿Niñas? -dije.
Bueno, llamarlas niñas es exagerar un
poco -dijo- Todas son ya mayores de edad, y por supuesto están más que
experimentadas. No estamos estropeando ninguna manzana del cesto. Más bien al
revés, las sacamos antes de que pudran al resto.
Tardé tiempo en saber que estaba
hablando en serio. Pero ¿por qué me hacía esa confidencia? Quizá el
planteamiento era legal, pero sin duda podía ser utilizado para hundir la
reputación de cualquiera, aún más la del director de un centro educativo de
lujo (…)
Ni siquiera argumenté nada en contra.
Sólo alcancé a preguntarle detalles. Él me los dio con naturalidad. No, las
niñas no tenían relación directa con el colich. Alguna, quizá, sí, había sido
alumna en el pasado, pero siempre del grupo de las becadas, aquellas que
llegaban ya maleadas y no eran capaces de adaptarse al excelente ritmo de las
otras. A veces también contaban con varones. La oferta era tan variada como la
oferta, añadió.
Abusos, agresiones, drogadicción,
alcoholismo: gracias al colich ellos podían ser salvados de todo eso. Es sólo
un intercambio, un comercio sano, higiénico, en el que ambas partes salen
beneficiadas; siempre existió; no lleva
a ninguna parte negarlo.
Sonreía. Sus palabras poseían una
textura limpia, razonable.”
(Sara Mesa, Cuatro por cuatro, páginas 39-40, 67,
116, 192-193)
Muy bien presentado....
ResponderEliminarExcelente reseña que nos proyecta el corazón, de esta novela y nos adentra a un mundo psicológico del pensamiento de una juventud reprimida en diferentes ángulos,donde la hipocresía parece ser el plato principal, bueno, no la he leído, pero es lo que alcanzo a vislumbrar. Creo que es un trabajo brillante el que has hecho y te felicito ampliamente por ello.
ResponderEliminarMuchas gracias por los comentarios. Especialmente por las léneas que ha escrito Araceli Gacía que ha sabido captar el tema de fondo de esta buena novela de Sara Mesa. En cuanto a mi trabajo valorativo, es algo secundario. Si algo me propongo con mis reseñas críticas es destacar lo bueno y lo no tan bueno de los textos literarios y ganar lectores para los buenos libros. Leer es ante todo un ejercicio permanente de recapitulación y temblor. También de disfrute y deleite. Eso es lo que pretendo: que los lectores sean capaces de temblar, deleitarse y gozar
ResponderEliminarPor lo que leo, lo que está haciendo esta escritora es nada menos que una denuncia. Efectivamente, no todos los colegios privados pero sí, la mayoría,hacen del alumno un cliente, y por supuesto que los becados no pertenecen a ese ambiente, a esa clase, por lo tanto no lo pasan nada bien, suelen ser discriminados y cuando no, caen en una especie de servicio del resto. Con esa deshumanización que bien saben ejercer algunas clases sociales, son causa de humillación y preocupación, porque les infunden miedo y luego los tachan de cobardes. Ni hablar de las niñas, aunque la novela no deja de ser una ficción, todos sabemos cuántas veces la realidad la supera.
ResponderEliminarLo que provoca todo esto es resentimiento, rebeldía, rencor en algunos y en otros, el servilismo para toda la vida, con las peores conductas obsecuentes capaces de llegar a la crueldad más sutil y a la canallada mejor disimulada, y luego estar en los grupos que conducen un país por ser "los mejor preparados" .
En mi país estamos luchando aún por los comportamientos sociales en la escuela pública, donde se ven otros tipos de abusos, abusos que pagaremos todos cuando esos alumnos terminen el secundario y sigan a los peores líderes, en el trabajo, en la Universidad (si llegan), en un gremio, en una profesión, etc.
También se ha comenzado a ver el "panic attack" tanto en alumnos como en docentes, las peleas, los suicidios, las golpizas, las burlas hacia los que realmente estudian, el alcohol, los químicos. Estos últimos también se ven en las escuelas privadas, pero tanto en unas como en otras es un tema tabú, eso sí se dan charlas sobre el tema, que luego quedan en eso, en una charla. Creo que la autora está presentando un futuro no muy lejano, ya casi lo hemos comenzado en cuanto a las conductas aprendidas y permitidas. En la pública: la falta de respeto, de orden, de consideración entre pares y con sus docentes. En la privada, tapar todo lo que se pueda, y responderle a su docente: "Bueno, a ver si me aprueba de una vez, pues mi padre paga su sueldo"
Habría muchas más similitudes con la obra que describes, y lo que sucede por aquí, Por ejemplo con el penúltimo fragmento, donde te diría que daríamos con algo más viejo que mundo: Las constantes desapariciones de niñas y la trata de personas.
Una crítica que da para seguir con un cafecito compartido.
Tema largo y espinoso. Como siempre muy interesante tu crítica y objetiva.