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sábado, 22 de agosto de 2015

"CUATRO POR CUATRO": LAS CLOACAS DEL MAL



Cuatro por cuatro

Sara Mesa

Editorial Anagrama, Colección Compactos, Barcelona, 2015, 270 páginas.



   No es su primera pieza literaria. Dos novelas, dos libros de relatos y un poemario en su haber, pero fue Cuatro por cuatro, finalista en 2012 en un certamen tan prestigioso como el Premio Herralde de Novela, la obra que proyectó su nombre en el mundo literario; y ha convertido a Sara Mesa e una de las figuras emergentes de la narrativa en castellano que se publica en España. Después vendría Cicatriz (2015), la confirmación de su alternativa como gran narradora. Cuatro por cuatro, pese a su complejidad narrativa, es una novela sobresaliente en la que Sara Mesa hace aflorar mundo subterráneos intensamente turbios a los que les sabe extraer un buen partido literario.

   Cuatro por cuatro, editada este verano en la colección Compactos de Anagrama, es una historia de cloacas en un colegio de lujo, un internado aislado, incomunicado con el exterior que acoge, con un número de plazas siempre fijo, a la crème de la crème: hijos de ministros, grandes empresarios, actores, mafiosos, pero también a los “especiales”, alumnos y alumnas becados porque sus padres trabajan en el internado. Un modelo educativo basado en una pretendida formación de excelente calidad, con segregación por sexos, y unas reglas que alguien estableció, que no están escritas en ninguna parte y nunca se definen del todo. Y mientras la oposición a las mismas no se visualice y llame la atención, se tira para adelante sin problemas, porque lo que cuentan son las apariencias y nada es lo que parece. Es el Wybrany College, el colich en la narración, minúsculo pero representativo epicentro de un mundo jerarquizado, turbio y cargado de soterradas luchas por el poder.

   Sara Mesa arma la novela en dos partes asimétricas, estructuralmente muy distintas entre sí. En la primera, “Nunca más de doscientos”, nos sitúa en el colich y nos presenta a los principales personajes, así como las interacciones entre ellos. Dan cuenta de ese clima interior Celia, una alumna becada que no se encuentra a gusto e intenta una fuga con otras tres compañeras, El Guía y un narrador omnisciente que aclara no pocas cosas. Una alternancia de voces que nos permite conocer al Director, a la Culo, al Guía, una especie de orientador y, sobre todo, sus tejemanejes  que llegan hasta la humillación. Y  a varios de los alumnos y alumnas: sus juegos, sus servidumbres sin excluir las sexuales.

   En la segunda parte, “Diario de un sustituto”, desaparece la mirada juvenil -solo estarán presentes los ojos chulescos de los alumnos resabidos-, y un profesor sustituto que usurpa la identidad de un ex cuñado, en cincuenta y seis entradas escritas a modo de diario, ofrece al lector su visión del colich y de muchos de sus actores, repleta de interrogantes, indecisiones y dudas con relación a lo que él percibe de ese microcosmos sutilmente opresivo. Con un único método educativo basado en la subsistencia, sin grandes referencias, pero minúsculos descubrimientos, nace en él la necesidad de conocer lo que pasó con el profesor al que sustituye. La novela toma entontes el cariz de una investigación que, sin llegar exactamente a ser un thriller, se convierte en una indagación psicológica, una intriga existencial, según la autora, que le permite adentrarse en algunos de los ocultos secretos que el mismo Director le revela: el comercio sexual con niñas becadas, un cauce subterráneo para que todo discurra con normalidad. Y el teatro de los horrores: los suicidios de algún alumno y docente, asesinatos espeluznantes que comienzan a asentarse en el colich. La degeneración sin paliativos que, en un epílogo metafórico, niega la dignidad humana de esas niñas encerradas en un espacio de cuatro por cuatro donde son vejadas y humilladas.

   Cuatro por cuatro no es una novela sobre buenos y malos, aunque sí una novela sobre el mal que se despliega en múltiples formas; entre ellas la negación del ser, que se dispersa a través de las cloacas que funcionan con el ritmo y las características de su naturaleza: “…el olor del agua rezuma de vez en cuando, su rumor nos apela; pero nunca se ven, nunca se habla de ellas, jamás existen” (página 217). Un mundo subterráneo, turbador e hipócrita, imagen de al sociedad actual deshumanizada, que  a la vez nos cobija y nos aísla, nos incomunica como el Wybrany College. Sobre ese mundo soterrado la autora proyecta, con habilidad y eficacia, una mirada quizás perversa, pero muy realista, en un tejido narrativo construido a base de insinuaciones, un lenguaje depurado, pero en el que la voz de la narradora se diluye ante una trama intensamente intrigante; con acuidad radiografía a sus personajes a los que no describe, los deja actuar, los deja hablar y ello los hace creíbles a pesar de sus aberraciones. Si en Cicatriz, su última novela, la sustancia maloliente anida en la mente de un maniático y  en la de su pasiva víctima, en Cuatro por cuatro, circula a través de la ocultas relaciones de los ejercen el poder en una inmensa espiral de silencios, dominación; en un ambiente laberíntico y claustrofóbico con apariencias de gran libertad.



Francisco Martínez Bouzas



                                                      
Sara Mesa

Fragmentos



“La Culo visita al Director cada tanto en su despacho, a veces avisando y otras muchas sin avisar.

Vuelve de  las vistas con la pigmentación del rostro alterada; sobre los pómulos se le dibujan unas venillas finas y zigzagueantes, Suele tener también los ojos muy brillosos, aceitados, y los andares tambaleantes de mujer borracha.

Lo que sucede dentro del despacho a nadie más concierne que a ellos dos, pero recorre la  rutina del colich como una marea subterránea, marcando inexorablemente sus vaivenes. Todos los que están en el colich -sean profesores, sean alumnos- sienten la resonancia de esa relación más o menos secreta.

Entre esas paredes, la Culo se humilla mientras el Director permanece impasible o esnifa cocaína. La contempla repantigado en su sillón, con los brazos cruzados sobre el pecho, y le habla lentamente. Sus frases son cortas, lacerantes, y no las prodiga demasiado:

-Es tan triste mirarte. Es lamentable, además de inútil. Estás podrida, ¿sabes? Estás corrupta. Lo que hay en tus venas es solamente pus. O veneno.

Disfruta del espectáculo, del obstinado silencio de ella. Un rato -cinco minutos, media hora- o toda la tarde. Ella no tiene prisa. Él le indica lo que tiene que hacer, cómo debe ponerse. Ella obedece, se somete sin protesta. Sólo vomita sus reproches después, cuando se viste sin siquiera haber sido rozada.”



…..



“El sol es tan fuerte que alcanza hasta allí dentro. El metal de la cisterna destella y los azulejos tienen un brillo que deja ver las marcas de humedad.

Héctor le da un pescozón y él ya lo sabe cómplice.

Se baja el pantalón. Ignacio siente la rigidez del cuello por la prohibición que él mismo se impone de no mirar abajo.

Luego la voz de Héctor, ronca y apremiante:

-Chúpamela.

Pasan unos segundos, sólo unos segundos, antes de que Ignacio se agache.

Ahora es su saliva lo que chasquea, pero también el agua que sigue cayendo en el lavabo, el sonido jugoso del agua, un canto casi alegre que le marca el ritmo, e Ignacio que se siente protegido por las puertas de hierro, donde nadie lo ve, donde no suple a nadie, donde de pronto tiene un papel protagonista, los otros a lo lejos.”



…..



“Vistos los resultados -calma y silencio-, en la siguiente clase hice lo mismo y en la otra y en la otra, hasta terminar con los cuatro grupos que tengo encomendados -dos de niños, dos de niñas.

Me resultó increíble haber sorteado la mañana sin escollos.

En el fondo, me doy cuenta, ser profesor es fácil. Uno entra en clase, decide qué hay que hacer y ellos lo hacen.

Los alumnos esperan órdenes con una resignación propia de ganado, pero de ganado bien criado, satisfecho. Cuando uno se acerca a la puerta del aula sólo oye un revuelillo, y al entrar la mirada quizá desconfiada, pero siempre sumisa. Uno habla y ellos escuchan. Uno ordena y ellos obedecen.”



…..



“La chimenea crepitaba. El Sr. J. (el Director) añadió un par de leños más y atizó con indolencia.

Creo que fue después cuando me habló de las niñas.

Me dijo que había niñas a nuestra disposición, si las necesitábamos.

Tartamudeé. Quise pensar que estaba hablando en broma.

-¿Niñas? -dije.

Bueno, llamarlas niñas es exagerar un poco -dijo- Todas son ya mayores de edad, y por supuesto están más que experimentadas. No estamos estropeando ninguna manzana del cesto. Más bien al revés, las sacamos antes de que pudran al resto.

Tardé tiempo en saber que estaba hablando en serio. Pero ¿por qué me hacía esa confidencia? Quizá el planteamiento era legal, pero sin duda podía ser utilizado para hundir la reputación de cualquiera, aún más la del director de un centro educativo de lujo (…)

Ni siquiera argumenté nada en contra. Sólo alcancé a preguntarle detalles. Él me los dio con naturalidad. No, las niñas no tenían relación directa con el colich. Alguna, quizá, sí, había sido alumna en el pasado, pero siempre del grupo de las becadas, aquellas que llegaban ya maleadas y no eran capaces de adaptarse al excelente ritmo de las otras. A veces también contaban con varones. La oferta era tan variada como la oferta, añadió.

Abusos, agresiones, drogadicción, alcoholismo: gracias al colich ellos podían ser salvados de todo eso. Es sólo un intercambio, un comercio sano, higiénico, en el que ambas partes salen beneficiadas; siempre existió; no lleva  a ninguna parte negarlo.

Sonreía. Sus palabras poseían una textura limpia, razonable.”



(Sara Mesa, Cuatro por cuatro, páginas 39-40, 67, 116, 192-193)

4 comentarios:

  1. Excelente reseña que nos proyecta el corazón, de esta novela y nos adentra a un mundo psicológico del pensamiento de una juventud reprimida en diferentes ángulos,donde la hipocresía parece ser el plato principal, bueno, no la he leído, pero es lo que alcanzo a vislumbrar. Creo que es un trabajo brillante el que has hecho y te felicito ampliamente por ello.

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  2. Muchas gracias por los comentarios. Especialmente por las léneas que ha escrito Araceli Gacía que ha sabido captar el tema de fondo de esta buena novela de Sara Mesa. En cuanto a mi trabajo valorativo, es algo secundario. Si algo me propongo con mis reseñas críticas es destacar lo bueno y lo no tan bueno de los textos literarios y ganar lectores para los buenos libros. Leer es ante todo un ejercicio permanente de recapitulación y temblor. También de disfrute y deleite. Eso es lo que pretendo: que los lectores sean capaces de temblar, deleitarse y gozar

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  3. Por lo que leo, lo que está haciendo esta escritora es nada menos que una denuncia. Efectivamente, no todos los colegios privados pero sí, la mayoría,hacen del alumno un cliente, y por supuesto que los becados no pertenecen a ese ambiente, a esa clase, por lo tanto no lo pasan nada bien, suelen ser discriminados y cuando no, caen en una especie de servicio del resto. Con esa deshumanización que bien saben ejercer algunas clases sociales, son causa de humillación y preocupación, porque les infunden miedo y luego los tachan de cobardes. Ni hablar de las niñas, aunque la novela no deja de ser una ficción, todos sabemos cuántas veces la realidad la supera.
    Lo que provoca todo esto es resentimiento, rebeldía, rencor en algunos y en otros, el servilismo para toda la vida, con las peores conductas obsecuentes capaces de llegar a la crueldad más sutil y a la canallada mejor disimulada, y luego estar en los grupos que conducen un país por ser "los mejor preparados" .
    En mi país estamos luchando aún por los comportamientos sociales en la escuela pública, donde se ven otros tipos de abusos, abusos que pagaremos todos cuando esos alumnos terminen el secundario y sigan a los peores líderes, en el trabajo, en la Universidad (si llegan), en un gremio, en una profesión, etc.
    También se ha comenzado a ver el "panic attack" tanto en alumnos como en docentes, las peleas, los suicidios, las golpizas, las burlas hacia los que realmente estudian, el alcohol, los químicos. Estos últimos también se ven en las escuelas privadas, pero tanto en unas como en otras es un tema tabú, eso sí se dan charlas sobre el tema, que luego quedan en eso, en una charla. Creo que la autora está presentando un futuro no muy lejano, ya casi lo hemos comenzado en cuanto a las conductas aprendidas y permitidas. En la pública: la falta de respeto, de orden, de consideración entre pares y con sus docentes. En la privada, tapar todo lo que se pueda, y responderle a su docente: "Bueno, a ver si me aprueba de una vez, pues mi padre paga su sueldo"
    Habría muchas más similitudes con la obra que describes, y lo que sucede por aquí, Por ejemplo con el penúltimo fragmento, donde te diría que daríamos con algo más viejo que mundo: Las constantes desapariciones de niñas y la trata de personas.
    Una crítica que da para seguir con un cafecito compartido.
    Tema largo y espinoso. Como siempre muy interesante tu crítica y objetiva.

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