Claudio Magris |
“Como Ulises, intenta no ser nadie para salvar de las garras del poder
algo propio, tu vida: intranscendente, escondida, marginal, pero tuya”. Así se
expresaba en una entrevista radiofónica de la RAI, en el ya lejano año de 1986,
Claudio Magris (1939), ganador, entre otros muchos galardones del Premio
Príncipe de Asturias de las Letras hace más de diez años. El jurado acordó otorgar
el Premio a Magris, por considerar que encarna en su escritura la mejor
tradición humanista y representa la imagen plural de la literatura europea a
comienzos del siglo XXI. Un repaso a lo que Claudio Magris reflexiona y escribe
es un buen momento para iniciar esta sección en este Cuaderno de crítica
literaria. La reseña que ayer publiqué sobre la novela Verde agua de Marisa Madieri, compañera hasta el final de sus días
de Claudio Magris, me ha puesto en el disparadero de algunos de los
pensamientos del escritor italiano.
Esa imagen plural de la literatura europea a comienzos del presente
siglo, aparece reflejada en la obra de Magris sobre todo por la ruptura de
géneros. En palabras de su editor español, Jorge Herralde, la obra de Magris es
un ejemplo irrepetible de los géneros híbridos, de la prevalencia de la así
llamada “Non fiction” sobre la ficción o narrativa tradicional. Porque Claudio
Magris, dueño de una utópica vitalidad, capaz de convivir con una sabiduría
desencantada, explora en cada una de sus obras todos los espacios: el poético,
el espiritual, el geográfico. Y de una forma muy especial, el espacio de
frontera. Muestras paradigmáticas de este beber en todos los géneros pueden ser
sus libros, El Danubio, Microcosmos, La
exposición, o los más recientes, La
historia no ha terminado, y Alfabetos.
Si nos centramos por ejemplo en La
exposición, percibimos desde el primer contacto que es a la vez cuento,
pieza teatral o libreto de ópera, pero que sobre todo es capaz de poner en escena
de una forma nítida, una escritura que
surge de lo improvisto, de las sombras, del destino minúsculo del ser humano.
Este singularísimo ensayista contemporáneo, germanista, heredero de la
tradición cultural triestina, estudioso
de la literatura mitteleuropea, poeta y narrador, es algo más. Y no me refiero
al desafortunado juicio de Sánchez Dragó que tacha al escritor italiano de
“mediocre, invertebrado y cadavérico”, sino a su condición de resistente.
Claudio Magris es un tenaz y esforzado defensor de los territorios de la
libertad mediante la reflexión crítica. Esa es según Magris, la gran tarea del
verdadero intelectual. Sin caer en las trampas de identificarlo con un
“sacerdote laico”, no debemos olvidar el gran mensaje que nos transmite Claudio
Magris: el intelectual debe reflexionar críticamente sobre su propio trabajo y
ponerlo infatigablemente en relación con el mundo. De hecho la vida y la
obra de Magris son una constante persecución de estas metas. En la actual
Italia, donde aún persisten las huellas berlusconianas y donde, en palabras del
mismo escritor, ya se han superado todas las fronteras de la decencia. Claudio
Magris es uno de los pocos intelectuales que todavía resisten y se muestran
como la conciencia crítica de nuestro tiempo.
Magris es sobre todo un ensayista y, cuando narra, lo que en realidad
hace no es otra cosa que rodear de narraciones un núcleo ensayístico. Asume los
hechos narrados como pretexto para la reflexión filosófica, psicológica,
política.... Así pues, el escritor de Trieste precisa de lectores fuertes, capaces
de escuchar su polifonía lingüística, y al mismo tiempo con la sensibilidad a
flor de piel para poder captar el asombro indefinible de estos versos rescatados
quizás de un poema anónimo escrito por un indígena piaroa de la América guayanesa-amazónica,
garabateado en el idioma sáliba: “La hamaca pequeña / está vacía… en silencio /
También tu canoa se mece en el río / Solamente tú estás inmóvil / debajo de la Gran
Piedra / Y yo que creía que todas las cosas / vivían sólo por ti.”
Francisco Martínez Bouzas
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