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domingo, 14 de junio de 2015

UN CLÁSICO DE LA LITERATURA TURCA





El castillo blanco

Orhan Pamuk

Traducción de Rafael Carpintero

Mondadori, Barcelona, 2007, 182 páginas

(LIBROS DE FONDO)



   El castillo blanco (Beyaz Kale, título original en la lengua turca) no es una novedad editorial, sino una novela que Orhan Pamuk publicó en 1979. Es la tercera novela de Pamuk, que se ha convertido en un clásico de la literatura turca y para el escritor significó el inicio de su éxito mundial como narrador que le llevaría a ganar el Premio Nobel de literatura en el año 2006. Por todo ello Orhan Pamuk es el narrador más internacional de la actual literatura turca. Pamuk nació en Estambul en 1952 en el seno de una familia acomodada. Inició estudios de arquitectura que pronto abandonaría para dedicarse enteramente a la literatura. En su momento tomó partido polos derechos de las minorías kurda y armenia, hecho por el que sería sometido a  juicio y que le obligó a exiliarse en el año 2005. En diciembre de ese mismo año escritores de la talla de García Márquez, Günter Grass, José Saramago, Humberto Ecco, John Updike o Salman Rushdie firmaron una declaración de apoyo a Pamuk. En aquellos momentos Orhan Pamuk ya estaba avalado por una exitosa carrera literaria, iniciada a finales de la década de los 70.

   Su proyección internacional arrancó precisamente con Beyaz Kale traducida al español en 1994 con el título El astrólogo y el sultán que en las ediciones posteriores se cambiará por el actual El castillo blanco. La consagración definitiva de Pamuk le llega en 1998 con Me llamo Rojo y en 2001 con Nieve. Pamuk está considerado como el gran renovador de la narrativa en Turquía, a la que impregnó de proyección universal, sin perder por eso su preocupación por el destino y origen del ser humano, el papel de la religión en una sociedad laica o el conflicto con sus raíces culturales. Pamuk es así mismo uno de los grandes símbolos de la defensa de la libertad y de las luchas contra la intolerancia y contra el fanatismo.

   El castillo blanco está ambientada en el siglo XVII, y relata las peripecias de un joven humanista veneciano convertido en esclavo por los piratas turcos. Después de un cierto tiempo bajo el poder del sultán, acaba siendo regalado como esclavo a un sabio turco que, deseoso de conocer los avances de la ciencia europea, termina muy pronto seducido por los conocimientos de su adquisición. En el relato se dan cita, por lo tanto dos protagonistas que se debaten entre la admiración y el desprecio, generándose así una verdadera relación sadomasoquista que Orhan Pamuk no tiene reparos en confesar que está basada en la relación competitiva que mantuvo con un hermano.

   La trama literaria pone de manifiesto la obsesión que caracteriza toda la creación literaria de Pamuk: los encuentros entre Occidente y el Islam. El esclavo italiano representa la modernidad occidental. Su amo, el Maestro turco, se mueve más por la fe que por la lógica, pero está deseoso de conocer los avances de la otra parte del mundo. Y de este modo, y casi sin darse cuenta, viven en compañía veinticinco años en Estambul, en un diálogo intercultural que produce buenos resultados: fabrican espectaculares fuegos artificiales, controlan la peste bubónica e interpretan los sueños del sultán.

   Sin embargo llegará un momento en el que esta prolongada convivencia pasa su factura. Ambos comienzan a confundir sus identidades hasta el punto de que al final del libro cada uno toma el rumbo del otro y ni siquiera tenemos la certeza de quién de los dos cuenta la historia en primera persona. Esta es sin duda la idea principal, el hilo conductor de la novela: el motivo del doble, del intercambio de roles, tema muy reiterado en la literatura universal. Un juego de identidades que en el relato acontece a nivel individual, pero que se muestra como una metáfora de lo que puede ocurrir a nivel de las culturas.

   El nobel turco emplea en su relato una estructura narrativa muy cercana a la de la novela occidental, pero también los colores, los sonidos y los sentimientos que encierra y se expresan en su propia lengua. El ambiente mágico, rebosante de leyendas con las que está hilvanada la obra, nos acercan a esa “alma melancólica de su ciudad natal”, como en su día señaló la Academia sueca. Todo esto se completa con una prosa eficaz, muy natural, sin lirismos innecesario, capaz de acompañar la evolución psicológica de dos personajes que se desenvuelven adaptando cada uno de ellos la perspectiva del otro, viendo a través de su mirada.



Francisco Martínez Bouzas



                                                   
Orhan Pamuk

Fragmentos



Me estaba diciendo que tomaría una decisión… Entonces me rendí pensando que lo que se acercaba no sería distinto al sueño y esperé… Fue entonces cuando el bajá me dijo que me había regalado al Maestro. Al principio le miré sin entenderle y entonces el bajá me explicó: Ahora yo era el esclavo del Maestro, y ahora mi manumisión estaba en sus manos, o lo que quisiera hacer conmigo. Luego el bajá desapareció saliendo de la sala…”



…..



“Me irritó ver cómo crecía su confianza en sí mismo porque me consideraba un cobarde. Quise que se desprendiera de aquel orgullo vacuo que le otorgaba la temeridad… No supe si creía o no en lo que había dicho hasta el día en que nos perdimos mutuamente… Le dije inocentemente que su falta de miedo provenía de que era consciente de la proximidad de la muerte… Le expliqué que podíamos evitarla, pero que para esto la gente debía reducir al mínimo los contactos… Esto último le dio una idea aún más horrible que la peste. A la tarde siguiente extendió los brazos hacia mí diciendo que había tocado a todos los niños, uno por uno; al ver que me daba miedo y que no quería que me tocara, se me acercó y me abrazó. El maestro me decía con una ironía que sólo pude descubrir mucho más tarde que me enseñaría a ser valiente… La peste se extendía con rapidez peor yo seguía siendo incapaz de asimilar aquello que el maestro llamaba ser valiente…”



…..





“Una vez en Gebze nos instalamos en una casa distinta para poder olvidar al Sultán. Quizás fuere entonces cuando mejor llegué a conocer el país en que había vivido desde niño: antes de predecirles el futuro a los tullidos, a los desesperados, a los enfermos, a los desahuciados… Fue por aquellos años cuando conocí a aquel anciano. Se llamaba Evliya y en cuanto vi la tristeza de su rostro decidí que le consumía la soledad, pero no eso lo que me dijo: había consagrado su vida entera a viajar y a escribir un libro de viajes que estaba a punto de terminar… Esa noche, cuando todos se retiraron a  dormir y cayó sobre la casa el silencio que ambos estábamos esperando, regresamos  a mi habitación. ¡Fue entonces cuando soñé por primera vez esta historia que estáis acabando!…. No me cabe duda de que Evlija estaba pensando en su propia vida. Yo también estaba pensando en mi vida, en Él… Era como si a medianoche, junto con mi relato, hubiera aparecido en la habitación la sombra de un atrayente fantasma que a la vez que despertaba nuestra curiosidad nos inquietaba… ¡Un lapsus que revelaba la simetría de la vida!. ¡Eso es lo que más echo de menos ahora!… Por eso he vuelto al libro de mi sombra, que supongo que algún curioso leerá años o quizás siglos después de Su muerte soñando más con su propia vida que con nosotros…”



( Orhan Pamuk, El castillo blanco)

1 comentario:

  1. Interesantísimo, amigo. Mi ignorancia se pone a prueba cada vez que descubro un nuevo autor, y éste es uno de ellos, para colmo premio Nobel, ni más ni menos. Gracias por el regalo, amigo. Un abrazo.

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