Rafael Chirbes (Tavernes de la Valldigna,
Valencia, 1949) ha obtenido hoy el Premio Nacional de Narrativa que concede
anualmente el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. El Premio -de larga trayectoria,
fue concedido por primavera vez en 1924 aunque con otro nombre- premia la mejor
publicación en narrativa publicada el año precedente en cualquiera de las
cuatro lenguas propias del estado español. Su cuantía es de 20.000 euros. Un
jurado presidido por María Teresa Lizarazu y del que formaron parte Carmen
Riera, José Luis Vicente Ferri, Julia Otxoa, Carmen del Riego, Ángel Basanta,
Javier Rodríguez Marcos y Javier Merino, ganador de la pasada edición, optó por
En la orilla como ganadora del Premio
que ya había obtenido el Francisco Umbral y el Premio Nacional de la Crítica.
Debido a la actualidad de la concesión del Premio
y a la calidad de una pieza narrativa que ficcionaliza la sucia voracidad de la actual crisis,
reproduzco hoy el comentario-reseña publicado en este blog el 21 de mayo de
2013.
En la orilla
Rafael Chirbes
Editorial Anagrama, Barcelona, 2013, 437 páginas
Después de Crematorio (2007), considerada por
varios críticos una de las mejores piezas del escritor valenciano y también una
de las grandes novelas de lo que va de siglo, Rafael Chirbes (1949) publica en
Anagrama En la orilla, otra novela
que marca tanto fronteras como cumbres, pues está siendo valorada por lectores
y críticos como la novela definitiva sobre la crisis. No obstante, la novela,
editada hace apenas dos meses, no debe de ser considerada como un salto en el
camino en el que el narrador literaturiza un fenómeno aislado e independiente,
consecuencia de la crisis actual, que sin duda dará lugar a no pocas obras
narrativas, porque la literatura, no lo olvidemos, lo aprovecha todo. Sucede
justamente todo lo contrario: En la
orilla puede y debe de ser leída como un nuevo escalón de esa gran pirámide
narrativa que está construyendo Rafael Chirbes, sus episodios nacionales de un
país en buena parte del siglo XX y del actual.
El escritor valenciano ha sido catalogado
como un hábil practicante de la literatura intimista, esa escritura
introspectiva que fija su atención de manera privilegiada en las interioridades
de los personajes, en sus conflictos, en sus estados de conciencia o de
inconsciencia, escudriñando en las ondulaciones psicológicas de sus héroes o
antihéroes. Chirbes además reniega de la literatura en abstracto y, por eso
mismo, “pega” sus historias al tiempo de los acontecimientos narrados. Por todo
ello, Rafael Chirbes es calificado a la vez como escritor balzaquiano (avala la
tesis de que la novela debe de relatar la vida privada de las naciones) y
galdosiano (crea novelas imaginándolas
en torno a unos personajes que, a su vez, están concebidos en profunda relación
con los acontecimientos de su momento histórico, tendiendo igualmente a
sustituir el personaje individual por el
personaje múltiple.
De ambos apadrinamientos es una muestra
paradigmática En la orilla. La novela
inicia su recorrido (el tiempo de la historia), en diciembre de 2010 y con la
palabra “carroña” en el frontispicio de la narración. En Crematorio la misma palabra cerraba el relato. Además en la novela
hay un pantano (el de Olva), que cumple una importante función tanto teórica
como real). Es el lugar al que durante años ha ido a parar
precisamente toda esa carroña: los residuos y escombros de las obras y de la
putrefacción de animales y hombres. Es por ello que En la orilla puede ser leída como el envés de Crematorio: la dura e hiriente resaca derivada de la burbuja inmobiliaria y fangosa
especulación, tematizadas en Crematorio.
La acción novelesca transcurre en Olba, una pequeña localidad del Levante
español, y se inicia con el hallazgo de un cadáver en el hediondo pantano del
mismo nombre. Las páginas del relato nos irán mostrando a diferentes personas
-la narración tiene mucho de coral- y especialmente una tupida telaraña de intereses y enconos. Y
sobre todo ello emerge la figura de Esteban, un hombre de setenta años, sin
atributos ni sustancia, que se autodefine como un esclavo en busca de amo. La
crisis, la actual crisis, le ha obligado a cerrar la carpintería que poseía,
así como algún otro negocio inmobiliario, dejando en el paro a los que con él
trabajaban. Ahora, mientras cuida a su anciano padre, enfermo en fase terminal,
reflexiona e indaga en y sobre los motivos de la crisis, de la sucia voracidad
de la actual ruina en la que él ha jugado tanto el papel de verdugo como el de
víctima.
Aunque la novela está compuesta sobre todo
por las cavilaciones de este personaje central derrotado, sus recuerdos, la
historia familiar y social, los fantasmas que pueblan sus existencia, en
contraste con las perspectivas de familiares y allegados, es mucho más, es la
historia de un país, de España en su triste e indecente caminar en los inicios
del presente siglo y en el momento actual, rebosante de degeneración y
podredumbre, de indecencia, de incontables explotaciones del ser humano por
parte de los poderosos., de esa carroña que llena el lodazal del nauseabundo
pantano, que Chirbes coloca como telón de fondo y donde se inicia y concluye la
historia. La segunda parte pues de un espantoso díptico sobre la España de
nuestros días.
Y Chirbes narra lo que ve y tal como lo ve,
con mirada realista, incluso materialista. El matrimonio entre La Celestina y Lucrecio (De rerum natura) sigue estando presente
en esta novela, como lo estaba también en Crematorio.
Y Lucrecio, recordémoslo, es el padre de todos los materialistas.
En su visión corrosiva y pesimista del
momento presente recibe, sin embargo múltiples influencias, tanto de la
literatura universal como de la específica tradición literaria española. Jorge
Manrique, por ejemplo y su “ubi sunt” en un recitado con palabras tomadas de la
actual crisis (“escasea la cocaina”, “está de moda ser pobre”, “no hay tanto
traqueteo carnal” desaparecieron los coches de gran cilindrada…) se deja
escuchar en el desenlace de la narración. También Calderón y su concepción de
la existencia como representación teatral.
Una buena, muy buena novela pues que da
testimonio de las posibilidades estéticas del realismo con flecos
expresionistas y un provechoso empleo del simbolismo. Lenguaje directo, tono
obsesivo, un carrusel de voces narrativas, amplia gama de recursos, en la que
si algo sobra, son algunas reiteraciones que quizás no le hacen ningún
beneficio al personaje central, aunque
contribuyen a crear esa tonalidad obsesiva. Escrita con buen ritmo,
logrado mediante el dominio y ciertos ajustes que el autor hace con la lengua.
Radiografía pues de los que hay, viaje a lo
más obscuro de la noche que se suma a esa gran mural de “la historia como pura
carnicería” que está en el centro de la concepción ideológica y estética del
escritor valenciano. Muy recomendable, por consiguiente, para todos aquellos
que deseen percibir mediante la literatura la imagen de la voracidad y ruina
instalada en la actual España, y gozar además con una espléndida narración.
Francisco
Martínez Bouzas
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Rafael Chirbes (Foto de Marcos Creo) |
Fragmentos
“En
la soleada mañana de hoy, todo aparece tranquilo y solitario, ni una grúa rompe
la línea del horizonte, ningún ruido metálico quiebra el aire, ningún zumbido,
ningún martillo agreden el oído. El primer día que fueron juntos en el coche
tras quedarse Ahmed en el paro, su amigo Rachid se rió de él cuando le dijo que
lo acompañaba hasta el restaurante porque iba a buscar trabajo en las obras de
La Marina. ¿Trabajo? Como no sea de enterrador de suicidas, se burló Rachid. Ma keinch al
jadima. Oualó. No hay trabajo, nada. Ni
una sola obra en marcha en La Marina, ni media. En los buenos tiempos, muchos
peones cobraban la semanada y no volvían a presentarse en el tajo porque
encontraban sitios donde les ofrecían mejores condiciones. Ahora, en los
balcones cuelgan carteles disuasorio. Alguien que solicita trabajo se ha
convertido en animal molesto. TENEMOS CUBIERTA LA PLANTILLA DE JARDINERÍA Y
MANTENIMIENTO. NO SE NECESITA PERSONAL. ABSTENERSE, dice el cartel expuesto en
los apartamentos que se levantan junto al restaurante.”
…..
“Hay
un par de chicas (dos niñas, no creo que hayan cumplido los dieciocho) a la
entrada del camino por el que me desvío desde la nacional para llegar al
pantano, un paraje donde los carrizales alcanzan el límite de la carretera.
Están charlando de pie, obstruyen la entrada del camino, y han remoloneado cortándome
el paso, sin duda convencidas de que soy un cliente. Me detengo un momento
delante de ellas para no atropellarlas. Mueven la lengua, llevándola de
una a otra comisura de la boca, se ríen,
se pasan la mano por la entrepierna, donde una de ellas me deja ver un mechón
rubio bien recortado, mientras le da con el codo a la otra y se ríe señalándome
con el dedo, tal vez advirtiéndola de que el conductor es un viejo. Un viejo
mirón. Un asqueroso viejo caliente. Al menos, a mi se me ha pasado ese
desagradable pensamiento por la cabeza, he dado un claxonazo y he apretado el
acelerador.”
…..
“A
Álvaro le cayó el despido por sorpresa, también a mi me ha caído por sorpresa
lo que me ha venido encima, ¿o no?, él se creía que la empresa era algo tan
inevitable como la piel que te cubre, nunca se interesó por los albaranes,
libros de contabilidad ni balances, y miraba burlón cuando yo me quejaba de los
problemas o de las dificultades, cuando me veía enredado en los números de los presupuestos y tenía que hacer malabarismos
para dar los pagos de modo que no coincidieran con los cobros y me dejaran al
descubierto. Calcular bien o equivocarme, ganar dinero o perderlo. Ya me he
equivocado demasiadas veces haciendo presupuestos para los clientes desde que
mi padre dejó esa tarea…”
…..
“Así
pasó el tiempo que te fue concedido en la tierra, amigo promotor. Así lo pasé
también yo. Ahora nos toca vivir la vida que llega después de la vida.
Los
nuevos tiempos son menos nerviosos, la gente ya no corre de acá para allá en
coches de gran cilindrada, en camiones cargados de mercancía, en furgonetas que
llegan tarde a una entrega urgente, hay otra tranquilidad, más reposo, son
tiempos menos físicos (no hay tanto tranqueteo carnal, las habitaciones del
Ladies están vacías, nadie se tiende sobre las sábanas rosa, nadie hace cola en
los pasillos de las notarías para firmar escrituras de compraventa: es el
efecto mariposa) y, por supuesto, se trata de tiempos mucho menos químicos,
escasea la cocaína y la que circula es de pésima calidad y no la compra casi
nadie. ¡Para gastar en coca estamos! Obviamente vivimos menos emputecidos,
vivimos desengolfados, o con resaca de golfeo. En el ambiente se palpan nuevos
valores, virtudes franciscanas: se aprecia de nuevo la lentitud, el paso
tranquilo del atardecer, que es cardiosaludable, incluso se mira con otros ojos
el pobreterío: me atrevería a decir que está de moda ser pobre y que te
embarguen la casa y el coche (si yo te contara, amigo promotor. Imagino que
estarás poco más o menos como yo). Te sacan en la tele como protagonista de
reportajes si te desahucian o te echan
de la empresa, te conviertes en héroe; y han dejado de ser cool los
acelerones…”
(Rafael Chirbes, En la orilla, páginas 14, 45, 230-231, 435)