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viernes, 6 de junio de 2014

ORLANDO FURIOSO EN LA REESCRITURA DE ITALO CALVINO



Orlando furioso narrado en prosa del poema de Ludovico Ariosto

Italo Calvino
Traducción de Aurora Bernárdez y Mario Muchnik
Ediciones Siruela, Madrid, 2014, 170 páginas.

   Han sido muchos los autores que se han dedicado a contar y a reescribir algunas de las grandes obras del pasado, en especial de los clásicos de la literatura. La reelaboración de una obra literaria suele  ser fruto de distintos intereses o imperativos: adaptaciones teatrales o cinematográficas, iniciativas de divulgación radiotelevisiva, o simples lecturas públicas en el ámbito de manifestaciones culturales. El poema de Ludovico Ariosto, Orlando furioso contado por Italo Calvino nació como fruto de una iniciativa de este tipo. En el año 1966 Calvino escribió una introducción a la obra de Ariosto. Al año siguiente y en 1968 el Orlando furioso, reescrito por Italo Calvino, salió a las ondas en una serie de transmisiones radiofónicas de le RAI. Dos años más tarde, en 1970, será recogido en un volumen que ahora Ediciones Siruela publica en español, formando parte de la “Biblioteca Calvino”.
   El tema Rolando, en italiano Orlando, es el arranque de una serie de leyendas que forman parte de la “materia carolingia” que penetró en el Romancero español y en la literatura italiana a través de los “cantari” (cantos populares de naturaleza narrativa). Nace  así el Orlando innamorato  de Matteo Maria Boiardo (1441-1449) y sobre todo su continuación, por obra del poeta de la corte ferraresca Ludovico Ariosto (1474-1533), en el vasto poema Orlando furioso, escrito con actitud burlesca hacia todas las aventuras que inventa para recreo de cortesanos y cortesanas. La voluntad satírica del poeta se manifiesta por encima de ese mundo caballeresco de combates, fantasías, pequeñas pasiones y disparates de sus personajes. Orlando furioso alcanzó una gran difusión, y no solo en Italia. En España, escritores del Barroco como Góngora o Quevedo tejieron sobre el tema no pocos romances e incluso parodias.
   Italo Calvino (1923-1985) le dedicó al Orlando furioso una especial atención en el curso de toda su obra literaria. Algunas de sus novelas como El vizconde demediado, El caballero inexistente o El castillo de los destinos cruzados translucen claramente el interés que Calvino manifestó por la atmósfera fantástica de los romances caballerescos, desde que su encuentro con el poeta Elio Vittorini le estimuló a abandonar la literatura social y adentrase en la senda en la que afloraría sin duda su verdadero talento: la literatura fantástica. Con relación a Ariosto, Italo Calvino declaró que era su poeta. Y una de las pruebas es esta reescritura del Orlando furioso. Enamorado de la poesía límpida, misteriosa e irónica de Ariosto, Calvino viaja en zigzag en el interior del mágico poema ariostesco, seleccionando, comentando y explicando las estrofas más bellas, en alternancia con su propia versión de los acontecimientos, en una narración apasionada y vivaz. Calvino amalgama pues su propia narración con los versos del Orlando furioso, rescatados de la versión española, aprobada por el propio Calvino, que en 1883 publicó Juan de la Pezuela.
   El libro nos permite comprender tanto la poética y el estilo de Ariosto como el interés de Italo Calvino por el mundo fantástico de los poemas caballerescos. Una reescritura pues en la que se mezclan los géneros literarios como en las historias de los paladines de Carlo Magno: la octava rima de Ariosto se reproduce, en sus episodios más notables, al lado de la narración en prosa de Calvino, que funciona como texto de acompañamiento explicativo, como ensayo crítico y como reasunción de altísima calidad de una obra universal de la literatura italiana. La bellísima Angélica, hija del rey de Catay y experta en artes mágicas que enamora a todos los caballeros, tanto cristianos como musulmanes, las batallas y los duelos, los choques de paladines e infieles, el galope de los caballos y sobre todo las intermitencias del corazón humano, mucho más que las doncellas encantadas, las fiestas animadas por ninfas o los encuentros fantásticos, es lo que ciertamente nos introduce en el espíritu de un poema trabajado con minucioso cuidado a través del secreto de la octava ariostesca y en  la desenvoltura de la salida irónica y reescrito de forma magistral por la prosa imaginaria de uno de los grandes narradores del siglo XX.

Francisco Martínez Bouzas



Italo Calvino



Fragmentos

Angélica escudriña entre los arbustos y ve un guerrero enorme, de largos bigotes caídos, perfectamente armado, que yace tendido como ella del otro lado del mata y que, con la mejilla apoyada en una mano, se lamenta y murmura frases sin sentido: la virgencita…la rosa…De rosas habla, este pedazo de soldado: huele una rosa que acaba de abrirse, y dice que sería una lástima cogerla, que una vez separada del tallo pierde todo su valor; desdichado de él, es lo que siempre le pasa; las rosas las cortan siempre los demás; pero ¿será de veras cierto que la rosa cogida pierde su valor? ¿Por qué él entonces no logra olvidarla? (42-44).

…..

“De la India, donde había sido prisionero de Alcina, Astolfo, liberado por Logistilla, regresa a Occidente. Su caballo Rabicano es tan ligero que no deja huellas ni en la arena ni en la nieve, y cuando galopa por un prado no quiebra ni siquiera una brizna de hierba: es un caballo sin peso, nacido del encuentro entre una llama con formas de yegua y un golpe de viento. Bajo sus cascos impalpables discurre un mapa suntuosamente historiado con figuras y pergaminos, en el que las maravillas del viaje de Marco Polo se suman a las profecías de los descubrimientos del siglo XVI, las noticias transmitidas por los autores clásicos a los ecos de las expediciones de Cortés.
Bajo la mirada de Astolfo, Edmundo trata por última vez de desplegar sobre un solo mapa todas las dimensiones de la imaginación humana: cada nombre de lugar evoca espectáculos naturales, monumentos, costumbres de los pueblos, pero también dioses de la mitología clásica y ogros y hadas de las fábulas.”

(Italo Calvino, Olando furioso narrado en prosa del poema de Ludovico Ariosto, páginas 33, 91-92)

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