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viernes, 27 de septiembre de 2013

ESCLARMONDE, LA ENCLAUSTRADA, UN CANTO A LA DESIDENCIA



El reino de los murmullos

Carole Martínez

Traducción de Javier Albiñana

Tusquets Editores, Colección Andanzas, Barcelona, 2013, 229 páginas.





   Poco menos que abrumada por los premios que cosechó con su primera novela, la actriz y escritora francesa Carole Martinez (1966) repite similar o aún mayor cosecha con su novela Du domaine des murmurs (2011), traducida  recientemente al español por Tusquets Editores. Reconocida, en efecto por críticos y lectores, Carole Martinez le da vida en su escritura a una figura femenina que surge en la remota Edad Media, la convulsa época del feudalismo. Es ella, la joven Esclarmonde, la “virgen de los murmullos”, la sacrificada, la paloma, la carne ofrecida a Dios, acechada por los señores de las tierras vecinas y ofrecida por su padre en matrimonio al benjamín del señor de Montfaucon, el joven Lothaire, que manejaba su verga como la punta de un sable. Sin embargo, Lothaire de Montfaucon, feo por dentro y sobrado de furia y ambición, no logra conseguir el “sí” de Esclarmonde que se niega a ser un púdico recipiente para perpetuar el linaje del paralizado pretendiente.

   La chiquilla de quince años convierte su belleza de estatua el día del frustrado desposorio en una ofrenda de su virginidad a Dios. Porque, en efecto, pidió ser  encerrada para siempre  en un reducto adjunto a la capilla del castillo de Los Murmullos. Pero separarse del mundo le costará más de lo que Esclarmonde había imaginado. Y desde su enclaustramiento perpetuo, y como esposa de Cristo, esposa embarazada no por obra del Espiritu divino, sino víctima de una violación por parte de un borracho, no será ajena a los rumores del mundo, difundidos a través de la red de enclaustradas. Llegará un momento en el que logra imponerse a su padre, al que insta  a redimirse de un pecado inconfesable acudiendo a las cruzadas que Barbarroja, el Emperador del Sacro Imperio, había emprendido para liberar Jerusalén.

   Historia de una rebelde en un tiempo (1187) en el que las mujeres eran sujetos pasivos, carentes de voluntad y de libre albedrío. Heroína por ello de una “trepidante epopeya” como reza el texto de la presentación editorial de la traducción española. Novela que tematiza el emparedamiento, la reclusión femenina, una opción de vida que llegaba a extremos desmesuradamente crueles. Mas con una salvedad en el caso de Esclarmonde. Desde su confinamiento  sigue al tanto de lo que acontece fuera de las paredes de su reducto, influyendo sobre  los hechos y sobre el comportamiento de no pocos personajes. Y sobre todo actuando como vínculo entre el mundo de los vivos y el de los muertos.

   La novela nos sumerge con habilidad en los miedos medievales, en las pesadillas de una época obscura, materializados en monstruos, duendes y demonios; en los poderes de las tinieblas, en las fuerzas sobrenaturales, en las divinidades perversas de las antiguas creencias paganas, hostigadas por el cristianismo que pautaba los días y sobre todo las noches de caballeros e ignorantes campesinos. El relato de Carole Martinez transita pues de lo cotidiano a lo extraordinario y a la fantasía, tránsito que provoca en el lector un sentimiento de irrealidad, no aminorado por el dramatismo de algunos hechos: la protagonista se corta una oreja en el momento de su frustrado desposorio; a su hijo parido en el enclaustramiento el abuelo le taladra las palmas de las manos y posteriormente él mismo se crucifica en el dosel de una cama. Personajes exaltados en una época repleta de misterios.

   Con las herramientas de un estilo preciosita, alejado quizás de los cánones de la narrativa actual, y embriagado de poesía y con una desmesurada inflación de declamaciones y del lenguaje de la época, Carole Martinez amalgama magia y realidad y, sobre todo, nos retrotrae a un lejano pasado plagado  de asuntos muy sórdidos sobre los que sobrevuela la disidencia de esta “prisionera del silencio”.



Francisco Martínez Bouzas






Carole Martinez


Fragmentos



“Aunque en mi cubículo tan solo contaba con un orinal de hierro, una jofaina de loza, un cacillo, una lámpara de aceite, un recia silla de madera y la fosa llena de paja donde dormía, aquella celda resultaba sumamente acogedora comparada con la de algunas recluidas de las ciudades que ni siquiera disponían de espacio para tumbarse en el suelo y se veían obligadas, según mis fuentes,  a permanecer o de pie o sentadas con los pies hundidos en el fango. Los visitantes solían contentarse con oír las oraciones de aquellas santas mujeres cubiertas de parásitos cuyo rostro no alcanzaba el ventanuco, situado a tal altura que la enclaustrada no veía el mundo exterior, sino un mísero cuadrado de cielo. Los burgueses les arrojaban pan al pasar en agradecimiento a su sacrificio. Cuando pensaba en mis hermanas, me avergonzaba que mi celda fuera tan espaciosa, tan limpia, tan caldeada, mi ventana tan amplia y que Ivette, mi rústica servidora, cuidara con tanto esmero de mi.”



…..



“Al caer el crepúsculo la tierra no pertenecía ya ni a Dios ni a los hombres. Por las noches, las pesadillas se materializaban y rondaban en torno a los dormidos. Amuletos, oraciones y antiguos rituales protegían las casas de una multitud de terribles criaturas que se adueñaban de los bosques. Todos rezaban para que no los devoraran los hombres lobo, para que no los atraparan manos invisibles y los arrastraran a grutas subterráneas, para que los monstruos, los duendes, los demonios no se llevasen a los recién nacidos, para que no viniese a aullar la muerte sobre los tejados. Temían los poderes de las tinieblas, cuyas leyendas poblaban la comarca, y se requería valor para aventurarse en solitario, tea en mano, entre los árboles, después del ocaso. Quien osaba hacerlo resultaba de inmediato sospechoso: ¿mantenía alguna afinidad con las fuerzas sobrenaturales que bullían en la oscuridad para atreverse a desafiarlas?”



(Carole Martinez, El reino de los murmullos, páginas 63, 205)

3 comentarios:

  1. Toda una loa a la feminidad...desde otra perspectiva...

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  2. Muchas gracias por esta reseña, =)

    ¿Sabías que "Esclarmonde" procede del occitano ("Esclarmonda" en la famosa "Langue D'Oc") y que quiere decir "La que ilumina el mundo"? Después de leer tu reseña, encuentro un sentido perfecto a la elección de este nombre para la protagonista.
    El tema medieval que tú y yo sabemos va esperar porque tengo entre manos un asunto del siglo XXI que he decidido no mezclar con pasados remotos. Habrá tiempo para escribir sobre todo.
    Cuando lo conozcas, me darás la razón.

    Un gran abrazo, =))))

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