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viernes, 20 de abril de 2012

"COMPOSICIÓN Nº.1", UN ARTEFACTO HIPERTEXTUAL


Composición nº 1
Marc Saporta
Traducción de Jules Alqzr
Presentación de Migel Ángel Ramos
Capitán Swing Libros, Madrid, 2012, 344 cuartillas sin paginar.


En el prefacio de Composición nº 1, señala su autor Marc Saporta: “Se ruega al lector que mezcle las páginas como una baraja de cartas. Que las corte si lo desea con la mano izquierda igual que una echadora de cartas. El orden en el que salgan las hojas después de hacerlo orientará el destino de X (…) Del encadenamiento de las circunstancias depende que la historia acabe bien o mal. Una vida se compone de elementos múltiples. Pero el número de composiciones posibles es infinito” La pregunta que de inmediato surge en la mente lectora,  no puede ser otra: ¿De qué se trata? ¿De una nueva o vieja audacia experimental, un intervención artística, una performance libresca opaca, clausurada en si misma, pero incapaz e transmitir nada, como no sea la novedosa fiebre experimentadora?
Sin duda que la caja, excelentemente diseñada en la que Capitán Swing nos presenta estas más de trescientas páginas sueltas, sin numeración, encierra algo más que una simple fiebre vanguardista que Marc Saporta concibió en el año 1962. El autor de este libro caja o artefacto hipertextual es uno de los precursores más conspicuos de los textos no lineales, de los discursos fragmentados que hoy son el gran paradigma de la literatura hipertextual en la que cada lector crea su propio libro. Marc Saporta y ahora Capital Swing Libros lo que nos ofrecen es el azar, un juego estocástico que rompe la estructura de la novela decimonónica (inicio, desarrollo, desenlace), puesta en entredicho por los escritores de Nouveau Roman -Marc Saporta es un miembro de esta corriente-  y nos introduce de lleno en el paradigma de la hipertextualidad al que nos han acostumbrado las nuevas tecnologías (un único clic sobre un enlace hace que un texto nos lleve a otro).
Otros rasgos de este libro caja puesta en manos del lector no son tan novedosos como pudiera parecer. Me refiero a su estructura fragmentaria, ensayada igualmente por el Colectivo Oulipo (Raymond Quenau, Cien Trillones de Poemas, sobre todo) por  Rayuela de Cortazar, Por Max Aub (Juego de Cartas), Italo Calvino (El Castillo de Destinos Cruzados) o el mismo Julian Ríos (Larva). A algo muy semejante remite cierta línea de cultivo filosófico: la pluralidad de conexiones que desarrollan Deleuze y Guattari, la interacción de opiniones simultáneas de las que habla Michel Foucault en El orden de las cosas, o la metodología de la descomposición (fragmentos que remiten a otros) desarrollada de Derrida.
Los cierto es que el lector tiene en sus manos no un texto lineal, sino una “baraja literaria”, cuya mezcla de páginas dará lugar a que los personajes de esta composición tengan uno u otro destino, dependiendo de esa “ars combinatoria” de la que nos habla el prologuista, Miguel Ángel Ramos.
La escritura tradicional mayoritaria nos brinda un molde que nada tiene de laberinto, ya que todos conocemos la salida: el desenlace o la última página. Marc Saporta, contrariamente, nos encierra en un sinuoso laberinto en el que hallamos historias  de Marianne, de Helga, de Dagmar, de Mamá o de Robert…, episodios escuetos que no ocupan más de una cuartilla. Acto seguido las desordenó y publicó como páginas sin encuadernar y sin numerar, dispuestas de forma azarosa.
Le compete al lector activo ordenar el libro trastornando las cartas de esta baraja literaria, siendo así la contingencia la que decide lo que el libro va a resultar al final.
De este modo, como en la cartomancia, nuestro corte y barajado de cuartillas representa un conjunto de acontecimientos. La azarosidad pues y no el orden canónico como conductor de los juegos literarios. Y hablo de juegos literarios porque las cuartillas de Marc Saporta no están habitadas por la nada, sino por una narrativa excelente en forma de breves relatos, rebosantes de agudos matices psicológicos, estampas en las que se deja sentir una inequívoca voluntad de contar, con una clara inclinación hacia el poema en prosa. Lo que diferencia la escritura de Marc Saporta lo recapitula la forma lúcidamente clarificadora el prologuista: “El libro de Saporta propone una liberación de lo encuadernado hacia el sorteo, creando una suerte de contrainte oulipina, una nueva regla de juego que al desestabilizar el tablero non obliga a reconsiderar, revisar lo que posee un exceso de naturalidad previsible. Poner entre comillas cualquier continuidad, poner en cuestión cualquier regla inherente al juego desde el juego mismo”

Francisco Martínez Bouzas



Marc Saporta


Fragmentos

“MARIANNE, una joven casada, enervada bajo sus velos, vuelve del altar entre la doble fila de amigos y parientes. Tropieza y durante un instante apoya todo su peso sobre el brazo que la sujeta. Después se endereza, con la mirada perdida en la puerta que debe alcanzar y avanza con pasos rígidos, como un soldado mecánico en el desfile de juguetes del trágico cuento de Andersen.
Su mirada surge de sus ojos negros como un trazo. La bajada de la iglesia es interminable. Deseaba ese matrimonio con avidez, pero el resultado no parece haber satisfecho esa especie de ferocidad de la que se ha valido para conseguir sus objetivos. Tal vez piensa ya en las consecuencias de una unión conseguida mediante amenazas mezcladas con un intento de suicidio como chantaje (…)
A su paso, los invitados se esfuerzan por sonreír, pero la alegría se paraliza, y los comentarios cesan al ver a esa joven afeada por la tensión. No queda ya nada ni de la elegancia natural, ni del paso ligero que constituyen el encanto habitual de Marianne.
Suiza se extiende ante el pórtico abierto de par en par. El sol rebota sobre el porche blanco y salta al rostro. Los fotógrafos hacen su trabajo. Marianne fija un rictus que le frunce los morros como si fuera a tener que pelearse por una presa; pero, al parecer, ya sabe que la presa se le va a escapar, que otros se la arrancarán”.

…..

“DAGMAR avanza con su abrigo de piel leonado, y su soberana elegancia, en medio del frío. El viento la escolta. Delante de ella, torbellinos de hojas secas le abren camino, como los motoristas al paso de una princesa. Despliegan a su paso una alfombra roja en las alamedas. El rostro rubio está helado. Con una risa perlada, en la que brillan los dientes, Dagmar toma posesión del invierno.
Cubierta con el vestido verde y ajustado que dibuja maravillosamente su cuerpo, Dagmar recorre la alameda con toda la primavera. Sus brazos brotan como agua viva del vestido sin mangas. Lo senos hinchan la blusa. Cuando se detiene ante la estatua, sus pies calzados con zapatillas de bailarina se sitúan instintivamente en la 3ª posición de las bailarinas (…)
Dagmar es el deseo. Su cuerpo huele al verano y sus frutos Parece caída al pie de la Alhambra, cuando las granadas maduras hacen estallar su corteza endurecida, en los jardines del Generalife. Y su boca rosa tiene el sabor fresco de los granos que se roban a la sombra de los granados andaluces. Dice:
-¿Para qué sirve ser mujer…?”

…..

“HELGA se debate entre las manos como un bengalí prisionero. Intenta en vano estirarse. Los puños la sujetan con fuerza contra la cama con ambos brazos abiertos hacia atrás. Se produce un momento de calma en el que todo es aún posible. Aplastada contra el diván, apretujada sobre sí misma con todo su peso, la joven parece intentar abrir bajo su espalda una vía de escape. Espera sin decir nada, y sus grandes ojos rehúyen la mirada como los de un pájaro (…)
Los miembros frágiles están al borde de la ruptura. El antebrazo, sujetado hacia atrás contra la cama, ofrece su blancura indefensa a los labios que lo recorren, y que, a lo largo de su recorrido, suscitan un estremecimiento. La carne es elástica y se hunde bajo la boca. Una brizna de piel se queda pillada entre los dietes que dibujan una huella apenas roja, que rápidamente se borra.
Con un movimiento de cadera, Helga intenta escaparse sin convicción. La marejada evoca ya los movimientos del placer. Presionado es fácil inmovilizar el vientre de la joven, que cede, se resiste y, finalmente, responde al abrazo.
La suerte está echada. El seno late muy fuerte bajo la mano. La mano liberada de Helga acaba de abatirse sin fuerza por encima de esa otra mano que engulle el joven pecho”

(Marc Saporta, Composición nº 1, sin paginación)

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