Páginas

jueves, 1 de diciembre de 2011

UN BESTIARIO DE LA SOCIEDAD MEDIEVAL

Medievalario
Fran Zabaleta
Ediciones Redelibros, Vigo, 2011, 318 páginas.


Primera novedad de esta novela: es un experimento, como confiesa su autor Fran Zabaleta. Él efectivamente es el autor en sentido superlativo: autor del texto y “autor” así mismo de la edición. Fran Zabaleta, impulsor de “Redelibros” (A rede social galega do libro), generó además con ayuda de diversos amigos y amigas, un sello editorial Ediciones Redelibros en el que editó su Medievalario, asumiendo el control de todo el proceso. El resultado es este libro cuidadosamente editado y maquetado y excelente aunque escasamente ilustrado por Francisco Pérez Villanueva. El atractivo del trabajo de ilustración es tal que a este lector le hubiera apetecido que las cuatro estampas que inician cada una de las cuatro historias que se recogen en el volumen, se repitiesen a lo largo del libro en versiones diferenciadas y acompasadas a lo narrado.
Dejando ya al margen el paratexto y entrando en la substancia del texto, lo primero que conviene dejar sentado es que este Medievalario no solo está construido al modo de los bestiarios medievales, sino que es en si mismo un bestiario social. En efecto, así como los bestiarios son textos ilustrados que describen a los seres vivos, reales o quiméricos, incluyendo aspectos simbólicos y alegóricos que los convertían en expresión física y moral del mundo, estas cuatro historias que Fran Zabaleta nos regala en este volumen, retrata la sociedad medieval “tanto en su aspecto externo como en la forma de ser y de sentir de los hombres del medioevo: sus miedos, sus creencias, sus obsesiones…” (página 11).
Fran Zabaleta dibuja el mundo medieval a través de cuatro historias; cada una de ellas, al igual que los bestiarios, centrada en un personaje o individuo representativo, retratado en un cuadro sumamente realista y rebosante de expresividad.
“De correctione rusticorum” es el título de un texto escrito por Martiño de Dumio y rotula así mismo la primera historia de este Medievalario. Una historia que refleja el “fanatismo revestido de fuerza, determinación e intransigencia”  de un personaje, Martiño de Braga o de Dumio que impone a sangre y fuego las creencias de la fe cristiana a los pobladores de la Gallaecia que, en los albores de la Edad Media, rendían culto sobre todo a los elementos naturales (fuentes, árboles, ríos), en un sincretismo heredado del paganismo romano.
“El bando perdedor”, el segundo relato, nos traslada al siglo XV en pleno contexto de las revueltas irmandiñas. Un personaje ficticio, Lopo Feixoo de Milmanda, un caballero medieval que sigue auscultando el mundo con el estestoscopio de los principios de la caballería en ese ambiente de levantamientos contra los señores en el que el modelo caballeresco ya estaba agotado, aunque seguía vigente en el imaginario popular.
En el tercer relato “El humo de la tierra”, Fran Zabaleta narra la historia de un niño perteneciente al tercer estamento, el de los campesinos, los únicos de los que no habla la historia, porque en la sociedad estamental, el campesinado carece de ella. Los campesinos, simbolizados en el relato por un niño, son la absoluta indefensión, viven al margen, entre esfuerzos y sudores y sometidos a la arbitrariedad de la autoridad eclesiástica y nobiliaria.
La muerte del último rey de Galicia, García II, encadenado por su hermano Alfonso VI durante dieciséis años en la torre de Luna en León, cierra este bestiario de la sociedad medieval en el relato “Con los fierros”. Este rey encadenado, advierte al autor es el símbolo de una sociedad encorsetada, prisionera de si misma.
Fran Zabaleta
El estilo de la prosa de Fran Zabaleta en esta obra es muy elaborado, con una adecuada recreación de escenarios, épocas y espacios y una plasticidad encomiable en las descripciones y en el perfil de los personajes.
Concluyo con unas mínimas observaciones sobre el estatuto de este libro rotulado como novela histórica. El autor confiesa (página 311) que cuanto narra es solo fruto de su calenturienta imaginación, pero añade acto seguido que no todo es producto de la imaginación. En casi todos los relatos hay, en efecto, personajes históricos, cercenando el carácter puramente ficcional de lo relatado. En este caso, como en muchos otros, hago mías las consideraciones de Álvaro Pombo: tan pronto como se ficcionaliza un contexto histórico, todo él queda sometido a las leyes de la ficción. La ficción, como marcador semántico, trastorna todo lo que toca y por consiguiente, en puridad, no existen novelas históricas. Los elementos novelescos inyectados en los elementos históricos anulan la historia, aunque la puedan ilustrar bellamente, como ocurre en este Medievalario de Fran Zabaleta.

Francisco Martínez Bouzas



Fragmentos

“Se llamaba Urbica. El nombre le rondaba en algún lugar de la memoria como la zarpa de un gato, siempre esquiva y siempre presta para arañar. Más allá de la cueva el mundo se resumía en lluvias incesantes, frío y oscuridad, pero en el interior el fuego templaba el cuerpo y serenaba el espíritu. Sulpicio se hallaba muy débil. Dormitaba la mayor parte del día, luchando contra las fiebres, contra los remordimientos, contra la zozobra que lo dominaba. Se dejaba cuidar. Yacía entre pieles, sin fuerzas ni resolución. No comprendía bien dónde estaba. Por momentos imaginaba que había muerto y que aquello era un recóndito vientre donde nada malo podía sucederle. Otras descubría el rostro de Urbica sobre él y gritaba despavorido como si lo acechara  un espíritu vengador. La mujer tenía una maraña por cabellos y la grasa le tiznaba el rostro, otorgándole un aire de criatura demoníaca”
…..

“Había dedicado su vida entera a la oración, la penitencia y la defensa de la Iglesia del Señor. Carriarico le había nombrado primero abad y obispo e Dumio y después, cuando el reino adoptó formalmente la fe de Roma, arzobispo de Braga. Y aquella ciudad se había convertido desde entonces en el faro que iluminaba las tinieblas de la superstición y la herejía. Porque Latroniano y otros como él eran los tumores que corrompían a las gentes con sus venenos de igualdad y fraternidad, como si el mundo fuera posible sin jerarquías ni señores. ¿Acaso los ignorantes estaban capacitados para entender los misterios divinos? ¿Quiénes defenderían a los débiles de los ejércitos enemigos si no hubiera señores?
Toda una vida dedicada a extirpar la herejía y a guiar humildemente el rebaño de Dios. Él, Martiño, el séptimo de entre sus hermanos, había convocado concilios y aconsejado reyes. Había conseguido éxitos impensables para mayor gloria de Dios.”
…..
“Si el primer recuerdo era el estiércol, el segundo era el hambre. El hambre y las pulgas. El hambre le arañaba las tripas por dentro hasta dolerle y las pulgas hacían que se rascara por fuera hasta sangrar. Por entonces, apenas un cachorro que no levantaba cuatro palmos del suelo, ambas cosas le parecían algo natural, tan inevitable como las heladas o la lluvia. En invierno dormía en un viejo cuévano abandonado o, si hacía mucho frío, hecho un ovillo entre lo perros, y por el día rondaba el horno y la cocina a la caza de un mendrugo o se acercaba hasta el río para escarbar entre las piedras en busca de cangrejos…”

(Fran Zabaleta, Medievalario,  páginas 40, 67-68, 223)







1 comentario:

  1. Gracias, Fran, por esta "degustación" de una novela que intuyo fascinante, ya desde la reseña!
    Felicitaciones!

    Arabella

    ResponderEliminar