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viernes, 14 de octubre de 2011

RELATOS DE KOLIMÁ: LA RESURRECCIÓN DEL ALERCE

Relatos de Kolimá
Volumen IV. La resurreccióndel alerce
Tradución: Ricardo San Vicente
Editorial Minúscula, Barcelona, 2011, 357 paginas.

Editorial Minúscula prosigue con la publicación de los Relatos de Kolimá de Verlam Shalámov (1907-1982), posiblemente el escritor que mejor ilumina la oscura ignominia de la época estalinista. El presente volumen, el cuarto de la serie, reúne treinta relatos surgidos de manera dispersa y sin tener en cuenta el orden cronológico. En su conjunto representan una de las grandes epopeyas del siglo XX, la epopeya de la supervivencia bajo los hielos perpetuos. Verlam Shalámov fue detenido en Moscú el año 1929 y condenado  a tres años en un campo de trabajo en la región de los Urales por difundir el testamento de Lenin, crítico con las brutalidades del estalinismo. De regreso a Moscú, escribe poemas y relatos y en 1937 fue condenado de nuevo a cinco años de trabajo en la  región siberiana de Kolimá. Acusado de nuevo de propaganda antisoviética en 1943 fue enviado otra vez a Siberia donde permanecerá diez años. Logró sobrevivir gracias a su trabajo como enfermero en el gulag.
Además de su magna obra, Relatos de Kolimá, Shalámov escribió ensayo y poesía. Escribir poesía en las pavorosas condiciones de Kolimá -un pedazo de papel podía suponer una nueva condena- da fe del temple moral de un hombre que, junto con Aleksandr Solzhenistsyn, Boris Parternak y Nadezhda Mandelstam, ilustra el coraje de vivir y el espíritu de resistencia a pesar del horror de los trabajos forzados en uno de los lugares más inhóspitos del planeta..
Los Relatos de Kolimá fueron publicados en Occidente a partir de 1966, con consentimiento del autor, según los editoresoccidentales. Sin embargo, en 1972, Shalámov, presuntamente por presiones del régimen soviético, escribió una carta retractándose de los mismos y renunciando a su publicación en el extranjero.
Varlam Shalámov
Los Relatos de Kolimá constituyen un ambicioso proyecto narrativo que se convierte en testimonio de una vergonzosa realidad: la de la existencia de los campos de concentración y la vida en los mismos en condiciones extremas. Los treinta relatos de este cuarto volumen son variaciones inagotables que, basándose únicamente en la fuerza de la narración y huyendo de cualquier concesión a lo sentimental y panfletario, constituyen un testimonio esencial de la tragedia. Para los lectores de hoy en día, una recuperación de la memoria histórica, alegato contra un período nefando, construido como una radical expresión literaria de un creador que da fe de lo que vivió. Historias protagonizadas por seres humanos, pero también por animales o dedicadas a los elementos climáticos o incluso a libros -el cuarto tomo de Guermantes de Proust- y delineadas con una prosa sencilla, lacónica, contundente, emotiva en alguna ocasión, pero sin caer nunca en lo lacrimógeno. A través de ellas es posible aproximarse al dolor humano, un dolor exponencial, y captar la inapelable denuncia, tal como el mismo Shalámov escribía en 1971: “Cada uno de mis relatos es una bofetada al estalinismo y, como toda bofetada, se rige por leyes de carácter simplemente musculoso. Así se escribieron mis mejores relatos. En ellos no hay composturas y en cambio hay determinación. Cada uno de ellos es una veracidad absoluta, es la veracidad del documento”
                                           

Fragmentos

“Uno de los principales sentimientos que se experimenta en el campo es el de comprobar lo ilimitado de la humillación, el de consolarte con el hecho de que, en cualquier situación, sean las que sean las circunstancias, siempre hay alguien que está peor que tú. Esta gradación es muy variada. Este consuelo es salvador, y quizás en él se esconda el mayor secreto del hombre. Este sentimiento…Este sentimiento es salvador, como una bandera blanca, y al mismo tiempo representa la conciliación ante lo inconciliable”
…..

“El alerce es el árbol de Kolimá, el árbol de los campos de concentración.
En Kolimá los pájaros no cantan. Las flores de Kolimá -brillantes, presurosas, burdas- no tienen olor. Un corto verano -como un aire frío, sin vida-, un calor seco y el frío de la noche.
En Kolimá solo huele la uva espina, el escaramujo de la montaña, con sus flores de rubíes. No huelen ni el rosado y rudo muguete, ni las enormes violetas, ni el fibroso enebro, ni el eternamente verde stlánik.
Sólo el alerce invade los bosques con su vago olor a trementina. Al principio se diría que se trata de un olor a descomposición, de un olor muerto. Pero si uno presta atención, si inspira hondamente este olor, comprenderá que es el olor de la vida, el olor de la resistencia al Norte, el olor de la victoria.
Por lo demás, en Kolimá los difuntos no huelen: están demasiado consumidos, desangrados, y además se conservan congelados entre los hielos perpetuos.
No, el alerce no es un árbol bueno para las romanzas, sobre esta rama no hay modo de cantar, de componer una romanza. Aquí las palabras tienen otra hondura, calan en otras profundidades de los sentimientos humanos”

(Varlam Shalámov, Relatos de Kolimá, Vol. IV. La resurrección del alerce, páginas 87 y  355-356)

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