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viernes, 22 de julio de 2011

ROBERTO AMPUERO: UNA NOVELA EMPOTRADA DENTRO DE OTRA NOVELA


La otra mujer
Roberto Ampuero
La otra orilla (Grupo Norma), Barcelona, 2011, 361 páginas.

Opina el escritor chileno Roberto Ampuero que cuando se acaba una dictadura como la chilena, resulta muy fácil contar historias a posteriori y crear héroes que lucharon contra ella. Es quizás la forma más trillada de bucear y recuperar la memoria histórica desde la literatura. Pero una forma no exenta frecuentemente de maniqueísmo y de cierta simplificación. Su manera de recuperar la memoria histórica de los años 70 y 80 chilenos, de acercarse a la tragedia colectiva del país donde nació, es oblícua, indirecta y asentada además en las corrientes narrativas más experimentales y vanguardistas. No se pierde, sin embargo, Roberto Ampuero en artificios experimentales que, con frecuencia dificultan la lectura, ni renuncia a contarnos una trama argumental que atrapa al lector, como cualquier novela de enigma y tonalidad policiaca, aunque  en La otra mujer no existe ningún tipo de detectivismo en sentido riguroso.
Diré, para comenzar, que el tema de la novela no es trivial, pero sí  muy común y frecuente: la pareja moderna con sus amores, desamores, traiciones y celos. El desarrollo argumental, original y sumamente seductor.
La novela da comienzo con el viaje que realiza a Berlín, un profesor chileno, radicado en EE.UU. para impartir una conferencia. Al término de la misma, una mujer desconocida le entrega un manuscrito de una novela inédita e inconclusa, escrita por un desconocido escritor chileno, Benjamín Plá. El manuscrito se hallaba oculto bajo las tablas de un antiguo apartamento berlinés y está precedido de una nota inicial dirigido a una tal C. La novela hallada relata hechos supuestamente ficticios, pero con muchos visos de haber sido reales, acontecidos en la década de los 80 en Santiago de Chile y Valparaiso, en pleno régimen militar, El profesor, reacio al principio, acepta el manuscrito titulado “La otra mujer” e inmediatamente queda seducido por lo que lee: Isabel, una mujer  de clase alta, católica, cuya experiencia como chilena se reducía a ver el país desde la perspectiva de la élite (pagina 80), encuentra a su esposo muerto en la cama, al parecer, victima de una ataque cardíaco. Pero, al poco tiempo empieza a hallar indicios de una impensada infidelidad. Saber quién es esa otra mujer que ha compartido con su esposo en su propio lecho  matrimonial los últimos instantes de su vida, se convierte en una obsesión. Poco a poco, se desencadenan los acontecimientos que le permiten descubrir quién fue la amante, esa otra mujer a la que sigue y vigila con la intención de vengarse.
Es la novela de las pesquisas de Isabel, la novela dentro de la novela, porque paralelamente, el profesor se obsesiona a su vez por conocer si aquella novela es ficción o una realidad concreta, acontecida entre Santiago y Valparaíso, en medio de acontecimientos tenebrosos, responsabilidad de la represión de la dictadura. Un cuarto de siglo después de la historia de Isabel, explora, pues, el ámbito en el que se entreveran ficción y realidad. Para ello viajará a Chile y busca las huellas de la historia y, sobre todo, al misterioso autor de la misma, Benjamín Plá.
Roberto Ampuero
Roberto Ampuero mueve los hilos de su novela mediante una reduplicación especular, entre dos relatos paralelos. El primero, situado en el presente, se centra en el profesor y su interés, tanto académico como personal, en averiguar qué hay de verdad en ese manuscrito inconcluso, perdido durante años, una buena metáfora, según Ampuero, del tema de la memoria en Chile, que a veces es eclipsada y otras resurge con fuerza. Y dentro de este primer relato, la historia de las obsesiones de la mujer víctima de la infidelidad, que no se relacionan únicamente  con el engaño conyugal, sino también con las sombras del terror de los años 80 en Chile. Esta novela dentro de la novela es una clara muestra del nivel metadiegético de que hablaba Genette: un segundo grado de ficción, en mi opinión, con una función accional. Una novela, pues empotrada dentro de otra, una técnica narrativa que cuenta con ilustres precedentes (Juan Marsé, El embrujo de Shangai, Juan Carlos Onetti, La vida breve, Paul Auster, La noche del oráculo, Roberto Bolaño, 2666), entre otro. Recurso que el mismo Ampuero ya había abordado en Los amantes de Estocolmo. En La otra mujer desarrolla esta técnica novelesca de una forma mucho más consciente.
Resulta así mismo original el enfoque con el que Roberto Ampuero se sumerge en la memoria histórica de las décadas del terror en el Chile pinochetista. El escritor es consciente de que la guerra principal en el mundo se libra entre la amnesia y la memoria. A lo largo del desarrollo narrativo, la dictadura va haciendo acto de presencia  paulatinamente  a través de las alusiones al toque de queda y a los disparos en plena noche que escucha Isabel, para ella intranscendentes, porque es una ingenua respecto a lo que de verdad estaba ocurriendo en Chile. Pero, a medida que avanza en su investigación sobre la identidad de esa mujer y,  a pesar de que tratan de convencerla de que el mal y el bien van unidos como la luz y las tinieblas, comprenderá todo el horror de ese  período  obscuro de la reciente historia chilena. Y quedará desquiciada al enterarse de que los dedos de médico de su marido que eran capaces de salvar vidas humanas y hacerla gozar a ella, lo eran también, y al mismo tiempo, de conservar a personas para que pudieran resistir mejor la tortura y delatar a más personas. La gran novedad de la novela, bajo esta óptica, es que Ampuero desemboca en el horror de la dictadura de una forma indirecta y transversal: través de una historia de amores y de infidelidades.


Fragmento

“Hablar con su suegro o sus amigos del alma lo consideraba ahora despilfarrar el tiempo, porque la existencia de ellos transcurría al margen de los temas que la agobiaban. No sólo eso, también habitaban un país diferente, que no sufría del mismo modo el toque de queda ni escuchaba con el mismo miedo las sirenas policiales ni temía el allanamiento intempestivo de sus casas por parte de los agentes, ni se veía obligado a buscar refugio nocturno bajo otros techos. Ella había abandonado para siempre ese país despreocupado, frívolo y próspero, protegido por los muros del poder, la riqueza y los abogados influyentes. Se había librado de él la clara mañana en que se había cortado el pelo como un muchacho y había comprado la indumentaria alternativa en un bazar del barrio del puerto”
(Roberto Ampuero, La otra mujer, paginas 253-254)

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