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viernes, 29 de abril de 2011

QUERIDA CATÁSTROFE, NO A LOS NÚMEROS PRIMOS

Querida Catástrofe
Teresa Moure
Traducción: Eva Carrión
Pulp Books, Cangas do Morrazo ( Pontevedra) 2011, 229 páginas.

   Un nuevo sello editorial, y sobre todo si surge en tiempos de crisis, es indudablemente una novedad reseñable. Y si la nueva marca aparece con el propósito que revelan sus dos primeros títulos así como la programación para los próximos meses, la buena noticia se convierte además en una excelente oportunidad para que los escritores gallegos superen la invisibilidad allende las fronteras idiomáticas que marca nuestra lengua. Con esa intención parece que echa a andar Pulp Books, un sello de Rinoceronte Editora, radicada en Cangas do Morrazo (Pontevedra), que debuta con dos novelas traducidas del gallego al español: Dime algo sucio de Diego Ameixeiras y Querida Catástrofe de Teresa Moure. Dos narradores con reconocidos éxitos dentro de la narrativa gallega más reciente.
   El comentario se centra hoy en la novela de Teresa Moure porque, con sus defectos y bondades, mantiene un cierto aire de familia con la teoría sobre la plasticidad de los sexos de Beatriz Preciado, reseñada en la anterior entrada de este blog. Teresa Moure cita en el frontispicio de su novela a Judith Butler, una de las conceptualizadotas de la teoría queer a la que uno/a de los protagonistas de Querida Catátrofe se refiere en la página 202. Teresa Moure es un/una de los/as autores/as más premiadas y con mayor proyección mediática, desde que el año 2004 el Premio Lueiro Rey la descubrió y proyectó en la palestra literaria gallega. Pero consideraciones paraliterarias al margen, es preciso decir que Querida Catástrofe es una novela buena pero no de fácil lectura. Un buen relato para iniciados en el pensamiento y en las teorías más subversivas sobre identidades sexuales. Y para aquellos lectores que sean capaces de prestarle atención a los detalles que llenan el texto y el paratexto. Un paratexto que excluye, por ejemplo, los números primos en la numeración de los capítulos, porque la vida es un curso escolar, preñado de oportunidades alternativas y no como un número primo indiscernible y solo divisible por si mismo y por la unidad (página 157). La autora se dirige sobre todo a un lector capaz de vivir una vida plena de emociones, que decide emplear su libertad para subvertir los patrones convencionales y explorar los sentimientos. Un relato que sutura  literatura y filosofía y cuya tesis central, expuesta por la voz narradora en las últimas páginas, viene a afirmar que todos tenemos una parte femenina y otra masculina, que las identidades son cambiantes y que, a veces, es suficiente una mínima incidencia para hacer aflorar aquello que se esconde.
   Teresa Moure mantiene esta tesis relatándonos la siguiente trama. En una pareja constituida por Adam (sic) y por Eva, la relación comienza a ir manifiestamente mal a raíz de la visita  del primero a la consulta de un dermatólogo que le diagnostica psoriasis y le aconseja que tome el sol. Un excelente motivo para separarse, ya que ella, Eva, es una enferma de lupus y debe abstenerse de ir  a la playa. Los dos, pues, con enfermedades de piel que suelen somatizar lo que ocurre en el interior de las personas, en este caso, el hielo en el que se estaba convirtiendo su relación. El diagnóstico médico no provoca en ninguno de los dos, y sobre todo en Adam, angustia, sino entusiasmo y deseos de recuperar el tiempo perdido y, en el caso del hombre, su verdadera identidad sexual. El lector puede hallar el punto neurálgico de la novela hacia la mitad del texto, cuando Adam se pone súbitamente a llorar y se ve a si mismo como lo que era desde el principio: “una mujer desnuda y sola” (página 109).
Teresa Moure (Foto: Rafael Estévez)
   Teresa Moure suele escribir textos narrativos de una manera distinta a como se  estila en el sistema literario gallego. Eso motiva que sus libros generen defensores y detractores. Sin pretensiones de una engañosa neutralidad, este comentarista halla en el relato defectos, excesos y no pocas bondades. En el debe de la novela es preciso registrar un verdadero torrente de palabras, sinónimos y expresiones que repiten lo mismo. Así mismo, un desmedido protagonismo de la voz narradora que pretende ser la voz profunda que decide en los momentos cruciales. También, en mi opinión, la excesiva comparación de la conducta de los personajes con el comportamiento de los seres del mundo animal, que aparecen incluso en los sueños, cuando la idea central de la novela es que no somos naturaleza. La actualidad del contenido y la modernidad de la arquitectura que lo convierten en novela, son, desde mi punto de vista, las grandes virtudes de esta novela. Lo más llamativo de este texto reside precisamente en su forma: una estructura fragmentaria que amalgama materiales diversos (trozos de diarios, historias de bichos, cuentos populares…) y puntos de vista variados. Una estructura arborescente, aunque reducida aquí a tres ramas, que nos recuerda la profecía borgiana: los demiurgos y los dioses optarán por lo infinito, infinitas historias, infinitamente ramificadas.

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