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viernes, 7 de octubre de 2022

EN EL AGUJERO DE UN INCESTO

Viaje al este

Christine Angot

Traducción de Encarna Castejón

Editorial Anagrama, Barcelona, 2022, 220 páginas

 

 
 

    Christine Angot, la autora de esta novela, convirtió el incesto en el núcleo de su narrativa. Al menos hasta ahora. Porque ella misma fue víctima  forzada de una relación incestuosa, no consentida, con su padre. Estamos una vez más ante un claro corpus literario de autoficción que se inició en 1999 con El incesto, pero la atención, tanto del público como de la crítica, llegaría con Una semana de vacaciones (2012), con la que arranca una trilogía que tiene como segundo peldaño, Un amor imposible (2017) y se cierra con esta novela, Viaje al este, recientemente traducida por Anagrama.

   En cada una de sus novelas, la autora narra la relación incestuosa a la que se vio forzada desde sus años adolescentes, y lo hace desde ángulos distintos. Todo viene precedido por un contexto que se retrotrae a los años cincuenta. Pierre Angot, el padre, pertenece a la alta burguesía católica, es un hombre exitoso. Su madre, en cambio, Rachel Schwartz, es una mujer soltera, judía y de clase baja. Pierre no le miente a Rachel: jamás se casará con ella, pero está dispuesto a tener un hijo con ella. Y la joven, profundamente enamorada, acepta tales vejatorias condiciones. Muy pronto  de esa relación nace Christine a la que el padre no reconoce hasta que la adolescente alcanza los catorce años. Entonces Pierre, casado con una mujer rica, se acerca a la hija, la reconoce y la invita a pasar fines de semana con él. Y en esos encuentros, la fuerza a mantener una relación sexual incestuosa.

   En Viaje al este, la escritora francesa incide de nuevo en el tema del incesto, mas bajo ángulos distintos. El foco de la narración es la hija. Todo se narra desde su perspectiva, desde su visión como niña, como adolescente y mujer adulta. En esas tres etapas de su vida fue violada por su padre, negándole así su identidad de hija. La autora no explica la perversidad, sino que reproduce las reacciones de la hija, fascinada por el padre que acaba de conocer; y va dibujando el agujero en el que se va hundiendo cada día más, pero con la esperanza de que un día la trate finalmente como hija.

   La novela se inicia con el relato de cómo la hija emocionada a los trece años conoce a su padre. Siente una oleada de orgullo. En la despedida, un beso en la boca que a la adolescente le provoca de inmediato la idea de incesto. A los pocos días Christine escucha de su padre una insinuación sexual y la hija no sabe cómo reaccionar; siente miedo y una neblina de culpabilidad comienza a envolver su mente. Pero siempre entra en la lógica del padre y tiene lugar lo previsible: la primera violación incestuosa que bloquea a Christine y se viene abajo, sintiendo una gran impresión de degradación e impotencia, si bien mantiene la esperanza de llegar a tener con el padre una relación normal.

   La madre lo sabe todo pero no recurre a la justicia, ni la defiende. Christine se casa pero sufre trastornos físicos y psicológicos y múltiples angustias. Se siente como anestesiada y tiene conciencia de que todo tiene su origen en lo que su padre hizo con ella: arrebatarle una parte de su vida.

   En el reencuentro con el padre es víctima de una nueva violación, y Christine lo asume como algo inexorable, su fracaso definitivo.

   Lo más relevante de la novela no es la condena de la conducta del padre, sino la explicación de las consecuencias para la víctima de la sodomidación. La autora, desde el agujero de Christine, refleja la bisagra vital que rompe su vida. La protagonista que nunca denunció judicialmente el incesto por miedo al sobreseimiento, al “no hay lugar”, se siente bloqueada en un hoyo cerrado por completo. La autora nos hace ver que el incesto es una negación de la filiación que pasa por el sometimiento del hijo o de la hija a la satisfacción sexual del progenitor. El incesto pues como destierro.

   

 

                                             

                                            Christine Angot

 

    El comentario no debe concluir sin valorar qué porcentaje de verdad hay en la novela. La escritora admite que no es una novela estrictamente autobiográfica, pero sí autoficción, aunque quizás le falte el aspecto histórico, el orden y la secuencia en las escenas. No basa toda la arquitectura de la novela en la solidez de su punto de vista y en sus recuerdos biográficos, ya que, en ese caso no sería autoficción, que, se diferencia de la autobiografía porque tiene pretensión de subjetividad.

   El estilo de escritura plana, una prosa clara y concisa, sin apenas florituras, dan forma al relato en primera persona por parte de Christine, a esta tercera novela con la que la autora cree haber cerrado la herida.

Francisco Martínez Bouzas

 

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