Nocturno hindú
Antonio Tabucchi
Tradución de Carmen Artal Rodríguez
Editorial Anagrama, Compactos, Barcelona, 112 páginas.
(Libros de siempre)
A todos, no solo a José Ángel Valente, nos gusta Antonio Tabucchi (Vecchiano, 1943 - Lisboa, 2012), sobre todo en su espléndida narración Sostiene Pereira. Una testimonianza. Antonio Tabucchi, posiblemente el escritor italiano más leído en la segunda mitad del pasado siglo y en los inicios de este, considerado por lectores y no pocos críticos el mejor escritor italiano de su generación: “situado a la cabeza de la literatura europea” (Miguel García Posada), es mucho más que la provocadora claridad del testimonio de Pereira defendiendo la verdad. Es también mucho más que un gran conocedor y un gran solidario con Portugal, -uno de los mejores especialistas y traductores de Pessoa-, cuando en Europa nadie se acordaba del país vecino.
Tabucchi es un mosaico complejo que puede ser leído de forma global, en el que los personajes salen de unas historias para entrar en otras. Es el universo Tabucchi, un universo sombrío, atormentado, nocturno, en la raya de los territorios de la ambigüedad, del envés, del equívoco y, al mismo tiempo, cosmopolita, alentando quizás la atmósfera de la moderna narrativa italiana y los vientos de la cultura portuguesa, en la que Tabucchi se formó y difundió por medio mundo. En cualquier caso Antonio Tabucchi mantiene el convencimiento de que el mundo es el mismo en todas partes: cambian los paisajes, los decorados y sin embargo las historias de los seres humanos varían muy poco, acontezcan en Toscana, en Lisboa o en Bombay.
Antonio Tabucchi
Nocturno hindú, digámoslo ya, es la novela breve de un viaje y de una búsqueda obsesiva a través de varios lugares de la India. La búsqueda de alguien que no tiene voluntad de ser encontrado. En las novelas de viajes, los personajes se desplazan frecuentemente para hallar alguna cosa. En los viajes de Tabucchi, y Nocturno hindú es una confirmación, se viaja sobre todo para buscar, aparentemente para buscar, pero sin encontrar nunca nada. De forma fingida, la trama desemboca en el “insuceso”, pero en la realidad más profunda no es así. Siempre acontece algo, siempre se encuentra algo: la búsqueda, el sentido de la indagación. “Tal vez busca un pasado, una respuesta a algo (…). En cierto modo se anda a la búsqueda de uno mismo (…), es como si al buscarme a mí, se buscase a sí mismo”.
He aquí pues, en la versión moderna de un estilista refinado, la vieja idea del viaje como metáfora de la vida. Viajamos y viajamos sin hallar nunca nada y, mientras tanto, buscamos, buscamos sin descanso. Tal vez eso sea el vivir. Lo demás, sombras, velos de la noche.
Francisco Martínez Bouzas
Brújulas y Espirales
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