Eco
Carlos Frontera
Editorial Candaya, Avinyonet del Penedès (Barcelona) 2020.141 páginas.
Debuta con una pieza de narrativa de formato largo Carlos Frontera. Con anterioridad lo había hecho con un libro de relatos, Andar sin ruido (2017) que yo no tuve la oportunidad de leer, pero la casa editora de este Eco afirma que llama poderosamente la atención. El debut de ahora es una novela breve que lleva por título Eco, “una novela llena de riesgo y de imaginación sobre los mecanismos de defensa”, en palabras del autor o de la editorial Candaya.
Si hay algo que decir, de entrada, sobre Eco es que es una narrativa intimista, autoficción, literatura del yo, de la propia experiencia de la voz narrativa. Un escritura que resulta ser un sumergirse en la propia interioridad del narrador, que lo hace en primera persona, y muestra su estado convaleciente tras haberse desmoronado en plena convalecencia postoperatoria, e intenta rehacerse de la inmovilidad de su lecho, para ansiar poner claridad sobre sí mismo, tras una crisis que lo entierra en el túmulo del desamor; y en sus días de infancia cuya memoria esta deteriorada, y con ella la experiencia del hogar familiar. Eco pues es el intento de mostrarnos la génesis de un hombre, deshecho, roto en lo más íntimo, y que se interroga, una y otra vez sobre la relación con su propio yo. En esta vista atrás hacia el pasado, surge el recuerdo de episodios con el padre, un ser tan contradictorio como hostil.
Esta novela breve recoge y recupera los recuerdos de un protagonista muy próximo al autor, que, en la convalecencia de una operación, transita por escenas de un pasado en el que se halla enterrado un secreto familiar que puede explicar características de su propio yo, transmutaciones de su propia existencia que jamás había sido capaz de comprender.
Con una declaración de intenciones -mejor dicho, de negaciones- (“Este libro no lo tenía que haber escrito nunca. Nunca”), el protagonista y narrador despierta de la anestesia tras una operación que parece que había ido bien. Y lo primero que hace, de forma involuntaria, es llevarse la mano a la polla, y revelar que no cree en Dios. Y en su mente delirante, surge la figura de la Rubia con la que había roto dos años antes. En la convalecencia se siente plenamente solo. Únicamente recibe el sonido del eco. Y así, en un continuado monólogo interior, el protagonista recorre, en una suerte de trance alucinado, momentos desoladores de su infancia: sus siete años “la guadaña de mi miedo” (página 50), con el terror a la reprobación por parte del padre, a su trampa; sus catorce años y una vez más el padre que sigue siendo controlador, y con la zarpa del reproche cayendo sobre alguno de los hermanos; veintiún años y huye de la mirada de papá, de sus “excreciones de araña” (página 53). Y lo mismo ocurre a los veintiséis años. Y tras la ruptura con la Rubia todo se le viene encima, precipitándolo en un derrumbe que no solo era dolor físico, sino conceptual, “una patada en el orgullo” (página 58).
Sin necesidad de olerlo, sabe que hay algo podrido en su infancia infeliz, hecho del que es consciente; y siente un terror infinito ante la sola silueta del padre, al que es incapaz de entender, especialmente su rabia contra sus hijos. Menos afilada y más amable es la relación con la madre. Finalmente le planta cara al padre. Y desde el Himalaya, tan presente en esta novela como eufemismo o abstracción, recorre las secuencias desoladoras de su infancia y descubre un secreto.
Carlos Frontera
Una novela que, en su brevedad esconde una amplia sustancia temática: ante todo el afán de escapar del aislamiento, de las esquinas puntiagudas de la realidad, personificadas, sobre todo en la figura paterna. Novela igualmente sobre derrumbes, pero también sobre el deseo de sobrevivir, de escapar del encierro al que el protagonista le somete el mismo derrumbe, y cuyo eco constituye la quintaesencia de la novela.
Muy presente en el texto la ascensión al Himalaya, cuya idea le surge al protagonista en plena convalecencia. Novela sobre la tristeza, pero hasta para ella hay manuales. También un libro sobre la mentira, o mejor dicho, sobre la automentira, porque el personaje narrador ha aprendido a mentirse a sí mismo. Y evocación de un viaje a la cumbre más alta del Himalaya, con el impacto que deja traslucir el hecho de ser una aventura no terminada. Todo ello escrito a la vez con un humor espinoso, en un estilo de prosa tan torrencial como poética en este libro que se suma con dignidad al catálogo tan selecto de Candaya.
Francisco Martínez Bouzas
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