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sábado, 3 de octubre de 2020

EL DERRUMBAMIENTO DE UNA ÉPOCA

La Cripta de los Capuchinos

Joseph Roth

Traducción de Roberto Bravo de la Varga

Alianza Editorial, Madrid, 2020, 234 páginas.

 

     

 

   Joseph Roth (1894-1939) es junto  con Herman Broch y Robert Musil uno de los grandes escritores de aquel  país “imperial y real”, la “Kakania” de El hombre sin atributos de Musil: el imperio austrohúngaro. Si bien su obra, al menos en las lenguas peninsulares, apenas se ha recuperado. Sin embargo Roth es un escritor imprescindible, especialmente para entender, desde la ficción, el período de entreguerras. Joseph Roth era un judío rural, un “ostjuden” (judíos del Este), que tras su traslado a la ciudad perdió la conciencia de su origen étnico judío, para él algo totalmente accidental. En su madurez se convirtió al catolicismo. Su existencia, desterrado tanto de su lengua como de su tierra, fue un permanente deambular por las capitales de Europa Occidental, haciendo de los hoteles su domicilio y siempre con la botella en la mano y en un constante despedirse de su identidad. A pesar de ellos, Roth fue capaz de escribir excelentes obras de ficción, centradas sobre todo en la Primera Gran Guerra. Entre ellas ,La marcha Radetzky  y su continuación La Cripta de los Capuchinos.

   Esta novela heredó el nombre y su simbología del panteón imperial de Viena. En la novela, Joseph Roth le cede el protagonismo al último vástago de los Von Trotta, la familia que sirve como hilo conductor de La marcha Radetzky.

  La Cripta de los Capuchinos significa el declive de Austria como estado soberano. En ella, el protagonista asiste  a los postreros estertores de los Habsburgo, la familia imperial dislocada por la Primera Guerra Mundial y la posguerra, con los nazis amenazando con anexionarse Austria. Así pues, un relato crepuscular que narra los últimos años del Imperio a través de la figura de Franz Ferdinand von Trotta, un joven frívolo y disoluto que asiste al final de una sociedad que sucumbe.

   Antes de que los nazis entren en Viena, el joven  Trotta baja a la cripta de los capuchinos y allí da cuenta de su fracaso. La novela, como ya se ha señalado, es la continuación  de La marcha Radetzky, y en ella se prosigue con la historia de la familia Trotta, una estirpe humilde ennoblecida por el emperador Francisco José. El protagonista, dicho en una somera sinopsis, describe su vida en la Viena deslumbrante de los inicios de la Primera Guerra Mundial. Son los últimos estertores del imperio de los Habsburgo. Siguen los días trágicos de la guerra y de una nueva posguerra difícil y violenta. Todo ello antes de que los nazis entren en Viena. Es entonces cuando el joven Trotta, símbolo de un mundo en decadencia baja a la cripta, al panteón imperial austriaco.

   La Cripta de los Capuchinos, a pesar de lo limitado de sus páginas, es una novela monumental. Narrada en primera persona, recoge la esencia de esa Europa crisol de pueblos, pero en descomposición. El protagonista asiste al fin de una época, al fin de un tiempo gobernado por diversiones sin fin de la alta sociedad, por costumbres consuetudinarias y rígidas que guiaban incluso las relaciones familiares, sin excluir el amor, un sentimiento que es conveniente evitar mientras se pueda. Lo mismo que la condescendencia hacia los inferiores, el buenismo, las ideas abstractas.

   En la primera parte de la novela, Joseph Roth retrata con maestría la vida de los jóvenes acomodados, su existencia artificial, que se va a romper cuando sean llamados a filas. Es la guerra, y en ella la muerte nos iguala a todos sin distinción. Una muerte que autor repite en una frase que suena a toque de campanas mortuorias: “La muerte cruzada ya sus anos huesudas”. Y en efecto, el protagonista tiene la impresión de que la muerte le acompaña a todas horas, de que le persigue. Trotta contrae apresurado matrimonio con la joven que ama, y con el grado de teniente se incorpora a la guerra junto con dos amigos.

   El conflicto bélico acaba en derrota y los tres amigos, prisioneros de los rusos, son internados en Siberia. Solamente regresará a su patria en 1918. En Viena lo halla todo trastocado y sumido en crisis, incluidas sus relaciones con su joven esposa que quedaron frustradas tras el casamiento. El protagonista da la impresión de estar sumergido, de pertenecer a otra generación nacida de la guerra y destinada así mismo a la guerra y a la destrucción.

    

                                        

                                         Joseph Roth
 

    Roth elige como protagonista a un claro antihéroe. Es un personaje que simplemente se deja estar, aplastado por la corriente histórica. Visita la cripta de los capuchinos en cuyos sarcófagos reposan los restos de los emperadores. Es su destino. ¿A dónde más podría ir un Trotta ligado para siempre  a otra época? Y es entonces cuando se consuma todo y captamos plenamente el sentido último de la novela: una era que se extingue y otra que se vislumbra en el horizonte cercano rebosante de terror.

   La novela es una amalgama de desparpajo y de amargura, de ironía y liviandad, Con frecuencia sus secuencias respiran melancolía por un pasado que no retornará, características que se acrecientan en el desenlace. A los protagonistas, salidos de una guerra perdida, no les queda otra solución que la resignación, y en algún caso, la huida. Tal es lo que sucede con Elisabeth, la esposa del protagonista. Estilo directo, irónico en ocasiones que, sin embargo permite transmitirle al lector lo esencial, ahorrándose las descripciones innecesarias.

 

Francisco Martínez Bouzas

 

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