Páginas

viernes, 4 de septiembre de 2020

EL AMANTE DE CHOLÉN




El amante


Marguerite Duras

Traducción de Ana Maria Moix

Tusquet Editores, Barcelona, 152 páginas.



   Aunque no es ninguna novedad, sino la novela que Marguerite Duras publicó en 1984, el gusto por leer la escritura de la autora francesa en la excelente traducción de Ana Maria Moix, me ha hecho volver a leer sus páginas. El éxito que tuvo la novela traducida a cuarenta y cinco lenguas y ganadora del Premio Goncourt, no obstante ser un libro muy breve, fue algo que rompe las leyes de la lógica de los sistemas literarios. Porque además es preciso señalar que L’Amant, escrita solamente en cuatro meses e inspirada en una serie de fotografías familiares de su adolescencia y juventud, no es la mejor novela de Marguerite Duras. La novela fue considerada como un relato autobiográfico, cuando en realidad es una biografía, si bien la critica yerra al centarse casi exclusivamente en ese carácter autobiográfico. Pero la autora jamás reveló lo que había de verdad y ficción en su obra. Ocultó datos sumamente relevantes en la temática de la pieza: la relación sexual entre una adolescente de catorce años y un joven de veinte y seis, en la Indochina de entre guerras. Hoy sabemos que esa adolescente era la propia Marguerite Duras, y el joven, el hijo de un millonario chino de nombre real Lee Von Kim que localizaría a Marguerite en Francia después de muchos años.

   Así pues, los dos protagonistas de la trama existieron en la realidad. En el año 1984, fecha en que la escritora francesa compuso esta historia, acababa de salir de una cura de desintoxicación alcohólica. Su visión, al escribir sobre aquella niña y sobre aquella historia, no superada de su infancia, es de una pureza total. No es posible imaginar intenciones perversas en un joven millonario que, cada día espera a su amante a la salida del colegio. Y su clase de virginidad escritural se revela ya en la prosa delicada y poética con que está escrita la novela. A pesar del fuerte erotismo que se encierra en sus páginas, este no se basa en la descripción de escenas sexuales, sino en el ambiente opresivo, enfermizo y corrupto en el que se desarrolla la infancia y la adolescencia de la adolescente. El sexo fue para ella una especie de válvula de escape frente a los problemas familiares que tenía que soportar. Apenas conoció a su padre fallecido a causa de una enfermedad: Y su madre era una mujer desnortada, agotada mentalmente y unida al hijo mayor por el complejo de Edipo, que la incapacitaba para negarse a complacerlo, olvidándose del resto de la familia.

   La única salida  de la niña/adolescente era soñar un mundo alejado del ambiente familiar y sumirse en otro ambiente definido por la delicadeza del amante chino, en su paciencia de hombre enamorado, y en el misterio de la espera.

   En la trama de la novela, no hace acto de presencia la protagonista, ni con nombre, ni con apellidos. A pesar de eso, sabemos que ella, Marguerite Duras, es la que nos está sumergiendo e su vida. Solamente podemos conocer que estamos en 1925. Una voz en tercera persona nos hace saber que una chica de apenas quince años, todavía con el pecho de niña, y con la familia en la miseria, está realizando un viaje en el trayecto que atraviesa el delta del Mekong. Regresa de sus vacaciones que había pasado en un hogar de la familia en la provincia de Don Thap. Y viene de vuelta al colegio en Saigón. La madre quiere que haga las oposiciones de matemáticas, pero ella lo que pretende, por encima de todo, es escribir.

   Mientras se halla en el puente de la embarcación, atrae la atención de un joven de veintisiete años, de origen chino, hijo y heredero de un importante hombre de negocios. Inicia la conversación con la adolescente y, al desembarcar, le propone acompañarla en su automóvil. Ella acepta y la lleva a la ciudad, para que ingrese en el colegio.

   A partir de aquel momento, la chica nunca  hará el viaje en el autocar para los indígenas. Siempre tendrá una limusina esperando por ella. Cenará con el joven chino en los locales más elegantes. Ella se da cuenta de que el chico chino se halla a su merced. Es consciente igualmente de que en adelante su madre no debe conocer nada de lo que suceda. Y en la adolescente surge el deseo cuándo él se lo pidió. De este modo, el dolor se transforma en placer. La niña se da cuenta de que lo desea. Harán el amor una y otra vez.

   Así se inicia una relación que la chica pretende creer que es únicamente sexual y de puro interés. Empieza incluso a hacerse pagar como si fuese una prostituta. Así puede llevar dinero a su casa. La madre y el hermano mayor pretenden aprovecharse, hasta que el padre del joven chino se entremete desaprobando la relación.

   Solamente mucho más tarde, la adolescente reconocerá sus propios sentimientos, la profundidad y la sinceridad de su amor hacia aquel joven de ojos esquinados, porque no tenía energía de amar más allá debido miedo, y su padre no le permitió vivir su oportunidad, esa locura de amor por la adolescente blanca, convertida en la mujer que le proporcionaba placer al amante de Cholén.

    
                                        
                                          Marguerite Duras

 
Quizás, a pesar de algún salto temporal sin mucho sentido, lo que provoca una novela un poco dislocada, lo cierto es que Marguerite Duras, escribió un libro único que habla a través de las pausas, a través de pequeños cuadros y secuencias, a través de detalles e imágenes. En el fondo, lo que pretende explicar en esta novela es la necesidad de contar. La obligación de la escritura.

   La autora se encuentra atada a la narración para indagar en sí misma, para otorgarle una nueva visión a su personalidad de personaje que se va formando a través de la senda de la adolescencia. Mucho más que de una historia de amor en la vida de una adolescente, de lo que habla la autora es de otras cosas. En primer lugar, del deseo de dar y recibir amor gracias a un hombre “prohibido” en aquel tiempo por su origen chino, por ser rico, por no ser europeo. Es la voluntad de sentirse dueña de sí misma y, al mismo tiempo, una niña. Y todo el territorio de Indochina, con las planicies de barro y arroz y la fuerza de la corriente del río Mekong que avanza sin pausa hacia el Pacífico… Todo eso y mucho más tiene su huella en esta novela.

Francisco Martínez Bouzas
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario