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sábado, 22 de febrero de 2020

ECRITURA DEL DOLOR EN TIEMPO REAL



Siberia

Un año después

Daniela Alcívar Bellolio

Editorial Candaya, Avinyonet del Penedès (Barcelona), 2019, 157 páginas.



    


   Esta vez me sirvo de las claves sobre el libro Siberia. Un año después que publica Editorial Candaya. Mi valoración de la novela de Daniela Alcívar Bellolio (Guayaquil, 1982) aparecerá en este texto, fruto exclusivo de mi lectura del mismo. Siberia fue publicada en Ecuador y ha sido considerada la mejor novela editada en ese país latinoamericano. Una novela que rinde tributo al dolor personal de una madre que pierde a su hijo recién nacido, en medio del paisaje quiteño. Según las escritores Giovanna Rivero y Magda Baudoin, el talento de la autora no se detiene en la frase retórica a la hora de narrar el duelo absoluto por la muerte del bebé que la autora acaba de parir. Porque además se atreve a escribir una novela autobiográfica en la que las categorías del yo se encuentran, y ese yo se funde en ese magma inconmensurable que es la narrativa de la vida, En  Siberia se constituye una “escritura del dolor en tiempo real” (Karina Marin). El paisaje quiteño y en ocasiones bonaerense, se configuran como un personaje más que aparece y se disipa, intriga e interactúa con la protagonista.

   Siberia  es claramente una novela autobiográfica, provocada por la muerte de un hijo recién nacido, pero es novela, y por consiguiente lo que en ella podemos leer ha pasado por el filtro de la ficción. Por eso es novela y no un libro autobiográfico sobre el duelo de una madre. Pero la ficción se reviste en Siberia de un atuendo literario demoledor que nos viene a decir que para la madre escritora que pare mediante una cesárea y que desea y ama a su hijo, todo es vacío, “hueco veraz”, y que solo se hace perceptible usando un lenguaje siberiano. La autora intenta superar la pérdida que atormenta su ser al margen de los universales literarios, de las caladas escatológicas que circulan por cierta literatura relacionada con lo luctuoso.

   La novela comienza en abril de 2018, al poco tiempo de que Daniela y su marido, prevenientes de Buenos Aires, aterrizaran en Quito. En la capital argentina habían transcurrido sus últimos años y también allí una parte de ellos habían desaparecido para siempre: el bebé recién nacido había muerto nueve meses antes. Y así empieza Siberia, en forma de relatos cortos, de fragmentos, como está hecha Siberia; de pedazos. La autora, madre doliente trata de hallar un poco de calma por la pérdida del bebé, mediante la escritura. Como una forma de apoyo donde agarrarse. Lo intentará en un pueblito ecuatoriano, El Quinche. Pero por mucho que lo intenta confiesa que la escritura fracasa ante la experiencia del dolor.

   Daniela Alcívar ha sido capaz de intentar convertir en literatura la pérdida del hijo fallecido nada más nacer. Sin morbo y teniendo en cuenta que la realidad está tamizada por la ficción, en una historia escrita con una sinceridad que hiela la sangre con pasajes turbadores. Y eso no resulta fácil, porque después de la muerte no se entiende nada. Por eso, con frecuencia, se acaba por recurrir a la literatura. Los libros del duelo, los libros íntimos resultan irreducibles con la calificación de artefactos literarios. Evidentemente un libro donde su autor o autora nos cuenta cómo murió su pequeño, puede ser muy malo. Porque sentir piedad no es sentir la admiración propia de un producto literario valioso. Hay pues diferencias entre unos libros y otro de entre los dedicados a la muerte de los allegados. Y esa diferencia es la capacidad de universalización de la propia desgracia y de expresar cómo de profundo se hunde ese cuchillo de escribir. Entonces hay literatura y no sentimentalismo, y eso es lo que hallo en el libro de Saniela Alcívar, que nos ofrece una experiencia no solo sentida, sino sagazmente interpretada.

   Siberia, reitero, comenzó siendo pequeños fragmentos, con saltos en el tiempo, aparente desorden a la hora de narrar los eventos, pero eso le permitió a la escritora ir reordenando su mundo, rescatarlo del caos. Y es eso lo que percibe el lector. Y máxime teniendo en cuenta de que el yo narrativo es capaz de salir de su propio caos interior y hallar un cierto sosiego en el paisaje en el que halla paz.

En efecto, la autora le concede un cierto poder curativo al paisaje. Por eso abundan las descripciones, sobre todo de Quito donde el sol a veces limpia el panorama, o azota desiertos de arena y piedra. La majestuosidad del Pichincha, tan inmutable como siempre. Asaltada por los recuerdos de las visiones pasadas o por la presencia presente del paisaje, parece que se atenúa el dolor. La extensión lumínica de la noche quiteña que no se parece en nada a la de Buenos Aires, y cubre todo el territorio visible. Formas muy personales de mitigar el dolor..

    


                                            
Daniela Alcívar Bellolio


   Daniela Alcívar ha tenido la acuidad y la capacidad de huir del hecho de convertir la novela en un lamento lacrimoso y plano de una tragedia familiar. Siberia -y ese es su gran mérito-  es un pedazo de vida, por mucho que ese trozo de vida esté roto o desaparecido.

   Los componentes de Siberia son esos fragmentos inconexos que Daniela Alcívar compuso un año después de la muerte del hijo. Y empieza presentándose como una narradora que, entre efluvios alcohólicos, vive una vida, digamos normal, repleta de erotismo y furia amorosa con su pareja. La tragedia no aparece hasta bien avanzado el libro. Y la autora no rehúye dellalles, ni siquiera los físicos del parto mediante una cesárea: …Luego tienes que vivir con la cicatriz, el hueco…y sin el bebé…Sus senos que producen leche para su hijo muerto y se la tienen que sacar con una ventosa, sin un hijo para dársela. Es un dolor no solo psicológico, sino  físico y extremo. El dolor suele ser un catalizador de la escritura y del arte en general. Y eso fue Siberia para la autora: un salvavidas, aunque se sienta como un pasajero abandonado en la proa de un barco, mientras afuera la vida sigue su plácido curso.



Francisco Martínez Bouzas

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