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jueves, 1 de agosto de 2019

ATRAPANDO EL ASOMBRO DE UNA FIBRA DE LUZ



Diecisiete alfiles

María Ángeles Pérez López

Abada Editores, Madrid 2019, 84 páginas.



    


   Reconoce María Ángeles Pérez López que para ella el haikús es una forma de atrapar en un instante muy breve algo intenso, una fibra de luz, pero que ella solamente es capaz de escribir sobre aquello que le impulsa por algún motivo especial. Entonces se desata la tormenta íntima y esas fibras de luz nacen espontáneas, raudas, como brotando de la fiebre de la escritora. La autora, profesora titular de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Salamanca, lleva la poesía en sus genes. Seis libros de poemas y dos plaquettes, frutos de elaboradísima escritura y construcción formal. Y también escribe haikus  pero “desobedientes”, como ella confiesa en el epílogo (“Sin tablero ni jaque ni mate”).

   Series de haikus que no se ajustan estrictamente a los presupuestos de las formas japonesas, porque ellos mismos se saben ser partes de otros tiempos y de otros lugares, de realidades y tradiciones distintas. Por esa misma razón diferencial, los haikus que escribe María Ángeles Perez López son haikús,  haikús con tilde y no se sienten reflejo exacto de las instantáneas de la realidad japonesa. Haikús pues que no son orientales ni escindidos; son desobedientes como bien los expresa el “kaikús de los haikús” (páginas 77-78). Tampoco consideran imprescindible -añade la autora, en una oportuna cita de Blyth, conformar una sensación poéticamente percibida.

   Diecisiete alfiles es un libro de haikús, pero escritos al margen, al menos en parte, de la ortodoxia canónica de esta bella poesía japonesa, pero tampoco todos los estudiosos del haikus están de acuerdo en el reparto de sílabas del haikus clásico y moderno. Hoy se aboga porque el rasgo distintivo de la forma del haikus (tres versos sin rima de cinco, siete y cinco sílabas) pueda componerse con un reparto más libre y variado. Sin embargo, las treinta y dos series en las que la autora  agrupa sus haikús recompilados en estos Diecisiete alfiles, mantienen las exigencias métricas, como ya puso de relieve la prologuista, Erika Martínez, y  al mismo tiempo los aires de otra estrofa: la “soleá”, tan lejana de Oriente, pero tan sugerente porque es la que en gran medida pone la música. Del ajuste a las diecisiete sílabas extrae la autora el nombre: diecisiete alfiles.

   Cabe señalar que los mismos japoneses ya no son tan exigentes en la escritura del haikus, y con frecuencia actualizan dicha estrofa. Por eso se puede decir que la poeta se acerca a la ruta poética japonesa desde la superación de actitudes excluyentes del purismo. María Ángeles Pérez López no es que se sienta lejos de la bella traducción oriental, sino del modo en que puede y debe de hacerse personal una forma poética que ya lleva cien o más años practicándose en español.

   En algunos de los   haikús de María Ángeles Pérez López hay kigo, la manifestación de la naturaleza, pero no de la estación en la que el poema se desarrolla. Solamente se circunscribe al asombro ante las realidades naturales. Lo que a la autora le seduce -y esa es a mi entender  la esencia del haikús- es atrapar de forma muy breve algo intenso, algo que nos emociona, una fibra de luz. Ese es el espíritu del haikús: plasmar en palabras escritas el asombro. No podrá ser la fascinación ante el cerezo florido o la azalea bravía, que son estacionales y no abundan entre nosotros. Pero lo más inapreciable es que la autora es capaz de manifestar su estupefacción  ante los hierbajos: “En el baldío / también las amapolas. / Todo el tronío” (página 42). La contención y el asombro, un modo de contemplar el mundo, que se traduce en tres versos y diecisiete sílabas.

   Tampoco en los haikús de María Ángeles Pérez López hallamos una puerta hacia lo sagrado, una constante en mucho  haikus orientales, porque dialoga desde otra lógica y otras ópticas, pero se sirve de la tradición japonesa y la relee desde distintos imaginarios científicos; y otros surgen por el simple hecho de curiosear en lo más cotidiano. Haikús sin justificación, movidos únicamente por la libertad jubilosa de quien solo quiere mostrar el asombro. En la gran variedad temática y semántica de las treinta y dos series recogidas en el libro, hay sin embargo haikús que no excluyen aspectos transcendentales del yo: asuntos ´íntimos, personales e incluso metafísicos como la propia identidad o la soledad en la que con frecuencia se desarrolla nuestra existencia.

   Haikús puramente hispánicos, como se ha dicho, que reflejan un cierto sentido gozoso de la existencia. Cada uno de ellos es autónomo, pero genera, al mismo tiempo, una impresión de unidad con el resto de la serie de la que forma parte.

   Sin duda que hay influencias, quizás intertextualidades, y la autora las reconoce como lazos compartidos entre otros con Eduardo Chirinos, Gloria Fuertes, Robert Frost, Rosario Ferré, José Luis Gómez Toré, Emiliy Dikinson o Montserrat Villar, entre otros.

   Sin concesiones -la brevedad del haikús no lo permite-, prescindiendo frecuentemente del verbo o conjugándolo en presente -, así lo exige la captación del instante-, echando mano de la paradoja, de la singularidad, del suspense, de la tensión elíptica, de lo epifánico y de lo que nos asombra, María Ángeles Pérez López nos ofrece poemas autónomos y al mismo tiempo imbricados, con gran variedad semántica. Las series de haikús de María Ángeles Pérez López son valiosas por su aspecto estético y por el amplio contenido que nos ofrecen y sobre el que nos invitan a reflexionar. Y finalmente, y sobre todo, porque son verdaderos. Como decía  Quitsura: fuera de la verdad no existe haikus. Y no quiero olvidarme de las palabras finales del epílogo escrito por la autora: “En diecisiete alfiles se juega el mundo”



Francisco Martínez Bouzas





María Ángeles Pérez López




SERIES DE HAIKÚS



Haikús de Epicuro




“Frente a los páramos

desnudan los jardines

sus pies de sándalo. 



              ∞



Papiro vivo

que escribe la derrota

de los castigos.



             ∞



Dones cercanos:

hambre y sed acalladas

Fuera, los álamos.



             ∞



Palabras del aire.

Cicatriz que se cierra

Tras los herrajes.



             ∞



Heraldo blanco

que anuncia la alborada.

Sin puertas, campo



               ∞



Ni estatuas ciegas

ni ofrendas de la sangre.

Solo la hiedra.



             ∞



Libar la vida.

Que en su juego se empapen

Omega y sigma”





Haikús de los hierbajos




“La mala hierba.

Su desparpajo verde.

Rala impaciencia



               ∞



Canción de espino

que rasga los estambres

y los pistilos



              ∞



Lenguaje humilde

de los que nada espera

pero resiste.



              ∞



Alambre vivo.

Ramitas que abandonan

Sus escondrijos



               ∞



En el baldío

también las amapolas.

Todo el tronío.”





Haikús de los haikús




“Esqueje de de aire

en que silban deprisa

sus tres alfanjes



              ∞



Tilde insolente.

Ni oriental ni escindido:

Desobediente.



               ∞



Baile y cadencia

de diecisiete dedos:

arpa de ausencia.



               ∞



Medida pobre

de lo que era semilla

a abre sus dones.



               ∞



No hay cinta métrica

que contenga sus números

tanta impaciencia.



                ∞



Lluvia liviana.

silabario pequeño

que todo orvalla.”


(María Ángeles  Pérez López, Diecisiete alfiles, paginas 17, 41, 77

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