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martes, 9 de abril de 2019

RETRATO EXPRESIONISTA DEL NÁPOLES DE POSGUERRA


Un coro de almas
Wanda Marasco
Traducción de Carlos Gumper
Tusquetes Editores, Barcelona, 2018, 253 páginas.

  


   Existe sin duda alguna una tradición consolidada de escritoras napolitanas (Anna María Ortese, Antonella Cilento, Valeria Parella, Maria Orsini. Elena Ferrante…) a las que es preciso añadir Wanda Marasco (1953), cuya novela La compañía delle anime finte (Un coro de almas) en la traducción española fue finalista del Premio Strega 2017. Una novela tan magnífica como dura y desgarradora.
   El libro se abre con una dedicatoria a la poesía a golpe de realidades, una verdadera advertencia al lector porque muy pronto va a descubrir la saga familiar de Vicenzina Umbriello a través de la mirada y las palabras, no siempre benévolas,  de sus hija Rosa Maiorona. En efecto, desde la colina de Capodimonte, Rosa mira Nápoles y le habla al cuerpo de  Vicenzina, su madre recién fallecida. Le habla de reparar el daño que las ha unido más allá de la unión  de la sangre, y ha marcado irremediablemente la vida de ambas. Sumergiéndose “en las vísceras de un purgatorio público y privado”, Rosa revive la historia de su madre, su infancia pobre en una tierra desolada a las puertas de la ciudad, el encuentro tras la destrucción y la miseria de los años posteriores a la Guerra con Rafele, de estirpe noble decadente, que será su futuro padre.
   El resultado es una novela coral de voces femeninas. Rosa, hablándole al cuerpo frío de la madre reconstruye la historia. Y sobre la madre, sobre Vicenzina se vertebra y sustenta una trama tremenda de lucha y de supervivencia en el Nápoles de Posguerra. Rosa asiste a los últimos instantes de la existencia materna, ve la carne agonizante, las huellas del pasado: el pasado de su madre y el suyo propio. Y escribe como reparación de una criatura a otra. Vicenzina se casa con Rafele Maiorana y con esa unió marital quedan definitivamente trazadas las improntas de su vida.
   Surge así una novela sobre Nápoles sobre sus gentes, sobre sus calles. Y sobre todo el relato de la descomunal lucha por la supervivencia en una ciudad que acaba de salir de la Guerra y en la que la ferocidad es la única forma de perdurar. Un Nápoles todavía al margen de la Camorra pero no de la miseria y de la usura. Este Nápoles de la Posguerra es la hermandad entre un ejército extranjero, el nuevo gobierno y el hampa.
   Formando parte sustancial de la trama los amores entre Vicenzina y Rafele, que por amor a ella, pobre y sin cultura, afronta la oposición de la madre, Lisa Campani. Pero la boda proscrita se celebra sin que de la casa de los Maiorana acuda nadie. Pronto vienen los hijos y Vicenzina inyecta en cada uno de ellos el fantasma de un mundo pobre y una visión de la existencia bastante alejada de la moral. Ella misma, con la ayuda de Rosa que en un cuaderno lleva las cuentas, practicará el préstamo con usura.
   Rafele no había seguido las carreras burguesas del padre médico y de los hermanos, quedándose en simple oficinista, condenado a una muerte precoz. Sus hijos habían crecido gracias a los esfuerzos de Vicenzina que recurre a la usura para pagar el costoso tratamiento médico del marido.
   Rosa recuerda a su profesor, a los compañeros y compañeras de infancia, su propia juventud recorriendo las calles pobres de Nápoles, la muerte del padre la vida de prestamista usurera de la madre. Inmortaliza a la madre al mismo tiempo cercana y alejada; fuerte, decidida, dispuesta siempre a enfrentarse con la adversidad.
   Además de las dos grandes protagonistas, Vicenzina y Rosa, por la novela circula una gran nómina de secundarios, Ese es el coro de almas, sin el que la historia de Wanda Marasco no se sostendría. Son ellos los que enriquecen la trama con sus dolores y pequeños disfrutes, con las tragedias que azotan a la familia y al vecindario. La misma protagonista y relatora no sabe si la suya es la verdadera historia de Vicenzina, pero a lo largo de su vida aprendió a construir una que se le semeja.
  

                                               
Wanda Marasco

   En la novela aflora todo el Nápoles violento: el de las furcias, los prestamistas, las comadres, las ogras, miserias, dramas  antiguos y actuales. El Nápoles de las mujeres pobres, de carne humillada, de turbulencias carnales, la ciudad de la usura. El Nápoles donde se manipula la vida del pobre al lado del pobre. El Nápoles de la espiral de semisótanos, del estupro y de la peste del callejón sin fin.
   La autora traza con mano sin ningún temblor el retrato expresionista del Napoles de la Posguerra en una novela escrita con una lenguaje de primera calidad en el que también las formas dialectales napolitanas imponen una impronta literaria.

Francisco Martínez Bouzas

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