Juan Madrid
Alianza Editorial, Madrid, 2017, 431 páginas.
Juan Madrid (Málaga, 1947) es un prolífico
escritor de novela policiaca, periodista y guionista de cine y TV. En su haber
figura una cuarentena de obras, entre las que sobresalen las novelas
protagonizadas por el personaje Toni Romano. Varias de sus novelas como Días contados han sido adaptadas al
cine. Como autor de novela negra es uno de los grandes referentes en España.
Tal fue el dictum de Vázquez
Montalbán: “Los escritores de novela negra en España somos tan pocos que Juan
Madrid es uno de los dos”.
Perros que duermen, una pieza
de largo recorrido, es posiblemente la novela más ambiciosa de Juan Madrid. Una
novela que admite varias lecturas: novela negra, de investigación, de
recuperación de la memoria histórica, homenaje a la dignidad republicana y
contra el falso olvido impuesto en España por la Transición. Perros que duermen nos sumerge de lleno
en los días sombríos de la Guerra Civil española y en la igualmente sangrienta
y tenebrosa Posguerra, cuyos ecos perduran, gritan y chirrían en nuestro
presente. Novela con múltiples saltos en el tiempo, con muchos personajes y dos
grandes protagonistas: el falangista Dimas Prado y el combatiente republicano
Juan Delforo Farrell, padre de Juan Delforo, personaje recurrente en varias
piezas de Juan Madrid, y sin duda alter ego del escritor.
La trama de esta novela de más de
cuatrocientas páginas y que solamente se resuelve al final, se inicia a
comienzos de octubre de 2011. El periodista Juan Delforo, con un pasado de
militancia en la lucha antifascista, es convocado a un chalet de El Viso para
recoger un manuscrito propiedad de Dimas Prado, un personaje conocedor de terribles
secretos del Estado. Dimas Prado se había suicidado recientemente. Un supuesto
hermanastro suyo, Guillermo Borsa, le hace entrega del legado, una narración de
ciertos sucesos que habían acontecido en
Brugos, capital del régimen franquista en 1938; con la petición de que
utilizará el contenido del legado en alguno de sus escritos. Se trataba de un
crimen impune, el asesinato de una joven prostituta por un jerarca del régimen
franquista. Dimas Prado, en aquellos años comisario de la policía, recibe el
encargo de borrar toda huella de ese crimen y eliminar a todos aquellos que
saben algo sobre el mismo. De forma muy eficiente y sin ningún reparo, lo hace,
lo que relanzará su carrera. En las pesquisas conoce a Ana, una viuda que no es
lo que parece.
En uno
de los saltos en el tiempo, la narración se traslada al Madrid del año 1945:
los falangistas sospechan que Franco va a prescindir de ellos y, ante esa
posibilidad, Dimas Prado reconstruye el crimen de 1938 con el propósito de
devolverles la traición a los franquistas. Ese mismo año, Juan Delforo Farrell,
profesor y militante republicano que había participado activamente en la
Defensa de Madrid, es detenido, torturado salvajemente y condenado a muerte. Se
libra del fusilamiento gracias a la intervención de Dimas Prado a cambio de una
información importante para su futura carrera política, y le permite así mismo
un encuentro con su mujer, Carmen Muñoz, con la que todavía no se había casado,
pero a la que lo unen lazos nunca
revelados. Purgará treinta años de trabajos forzados en un destacamento en
Mohedas de la Jara (Toledo) hasta 1949, fecha de la amnistía general promulgada
por Franco.
Hasta aquí la parte más visible de la trama.
Pero lo más importante de Perros que duermen es el relato de los
días de plomo de la Defensa de Madrid y de la “larga noche de piedra” de la
Posguerra. En ese relato, se dan cita tres grandes ejes narrativos que le dan
forma a un triángulo social, engarzado en una narración memorialista. Uno de
ellos, sin duda el más importante y el más épico, es el que, en forma de diario
carcelario iniciado en la prisión del Puerto de Santa María, compuso Juan
Delforo Farrell en el que da cuenta de sus vicisitudes durante la Defensa de
Madrid. Los otros son el de Dimas Prado, el falangista comisario que investiga
el asesinato cometido en Burgos, y el de Antonio, un macarra de la capital
madrileña en los años cuarenta. Su relato nos permite catar la podredumbre de
un régimen que prohibió la prostitución,
pero que toleraba los cabarets de mujeres, muchas de ellas mujeres solas que
tenían a sus maridos en las cárceles, campos de concentración o habían sido
fusilados. La prostitución era su única forma de vida.
El diario de Juan Delforo Farrell nos
permite conocer con detalle las espantosas torturas que tuvieron lugar durante
la dictadura franquista, la situación atroz de los presos en el penal del
Puerto de Santa María y en el campo de trabajo de Mohedas de la Jara. Así como
buena parte de los hechos bélicos, sobre todo los referentes a la Defensa de
Madrid: los actos de heroísmo, la nula disciplina de los milicianos, sus huidas
ante la presencia de los franquistas, los comportamientos bárbaros de estos
últimos sobre todo cuando tomaban una localidad: fusilamientos, violaciones
masivas de mujeres… Delforo sueña una y otra vez durante la lucha encarnizada
por Madrid, sueños que se repiten en el penal del Puerto de Santa María, que
perros hambrientos se mueven en tierra de nadie devorando los cadáveres. Miles
y miles de perros, unas veces con uniformes falangistas y otras sin él,
aparecen en sus duermevelas y uno de ellos sube a su pecho y lo desgarra.
Similar es la narración del estado en el que
fue hallada la joven prostituta asesinada en Burgos, crimen que los franquistas
no quieren que llegue a oídos de los
rojos de ninguna manera. Estaba comida como si unos perros famélicos hubieran
destrozado sus partes sexuales.
La novela es en definitiva una tremendo
fresco de la Guerra y de Posguerra. El oprobio, la humillación y la pavorosa
represión a la que fueron sometidos los vencidos, así como la lucha que
continuaron después de la derrota aquellos milicianos y milicianas que nunca se
dieron por vencidos. Una larga lucha contra el dictador, el monumento ético más
importante del siglo XX europeo en palabras de Juan Delforo hijo. Por ello
mismo Perros que duermen es, desde la
ficción, un ajuste de cuentas con el relato falso y artificial de la
Transición, un pacto entre las élites y no un renacer de la democracia como se
nos ha vendido, confiesa Juan Madrid. Reivindicación de la legalidad
republicana y de la lucha por la democracia real, que poco tiene que ver con esa
democracia formal de baja calidad, que nos pretenden vender los que mandan. Una
novela por consiguiente que huye de las medias tintas y de la equidistancia
ideológica.
Desde el punto de vista técnico, Perros que duermen es una pieza rica y
compleja: un abanico de historias que tienen lugar en distintos momentos y en
diferentes escenarios, con varias analepsis, múltiples actantes, aunque todo
ello está interrelacionado. Excesivo y demasiado minucioso, en mi opinión, el
relato que hace Delforo del día a día de sus participación y de la de los
milicianos y milicianas que dirige en el frente de Madrid. Un estilo de prosa
preñado de fuerza y a la vez seco y cortante, para hacernos llegar algunos de
los asuntos más sombríos de la Guerra Civil y de la Posguerra, en las que
pulularon perros reales y metafóricos, ciertamente hambrientos de sangre, y que
dan la impresión de estar dormidos, pero que están dotados de afilados
colmillos para morder cuando les conviene, como estamos presenciando en estas
fechas.
Juan Mdrid |
Fragmentos
“En
un cuartucho en los sótanos de la comisaría me despojaron de mis pertenencias y
me dejaron completamente desnudo. Uno de los escirros arrojó mis gafas al suelo
y las hizo trizas a pisotones. Luego me esposaron las manos a la espalda y comenzaron a golpearme con varillas de
acero que silbaban antes de clavarse en mi cuerpo. Tres hombres se turnaban
pegándome. Intenté cobijarme acurrucándome en un rincón. Al poco tiempo mi
espalda era una pulpa sanguinolenta. Uno de ellos me agarró del pelo y me dio
una serie de puñetazos en la boca. Me rompió varios dientes, que escupí.
Recuerdo que me dijo:
-No
vas a poder comer turrón en tu puta vida, comunista de mierda.
Perdí
el conocimiento. Después, en algún momento, me cubrieron con un tabardo militar
y me arrastraron descalzo a un despacho. Dejé un reguero de sangre en el suelo.
Al pasar por un pasillo, escuché voces de niños y mujeres que parecían ensayar
villancicos. Entonces comenzaron los verdaderos interrogatorios.”
…..
“Es
curioso, lo que mejor recuerdo de aquel tiempo son los perros.
«Los
perros aparecen otra vez». Recuerdo
esa frase en los partes diarios que enviaba en diciembre del 36 al cuartel
general de la brigada. Los perros vagabundos y hambrientos que estaban por
todas partes en el frente de Madrid. Hurgaban entre los escombros y se
disputaban los pocos desperdicios que aún eran capaces de tirar los madrileños.
Una leyenda añadía que también se alimentaban de los cadáveres sin recoger que
quedaban después de los bombardeos. Los milicianos de mi batallón me habían
comentado que habían visto perros vagar por la zona de nadie entre nuestras fortificaciones
y las del enemigo.”
…..
“Mariano
Moreno me despierta bruscamente. Me incorporo en la cama. Soy consciente de que
estaba gritando. Sudo copiosamente y respiro como si estuviera ahogándome.
-Estás
soñando, Juanito, ¿qué te pasa? Gritaba: «¡los
perros, los perros, han vuelto los perros, están ahí! ¡Disparad, que no se acerquen»!
-Lo
siento, Mariano…, es un sueño que se me repite una y otra vez. Veo a esos perros
hambrientos devorando los cadáveres en la tierra de nadie. Pero en mis sueños nos
atacan a nosotros, son miles y miles… Y parecen soldados fascistas, pero son perros,
perros de uniforme, un ejército de perros que nos atacan.”
(Juan Madrid, Perros
que duermen, páginas 52, 125, 279)
Muy interesante ...
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