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jueves, 22 de junio de 2017

HUIDA HACIA NINGUNA PARTE



Huida en la noche
Emmanuel Bobe
Traducción de Mercedes Noriega Bosch
Editorial Pasos Perdidos, Madrid, 2017, 189 páginas.

   Aunque tardíamente reconocido, Emmanuel Bove (de nacimiento Emmanuel Bobonikoff, París 1898-1945) está considerado en la actualidad como uno de los grandes narradores franceses de la primera mitad del siglo XX. Autor de numerosas y notables novelas, también de títulos populares que firmaba con pseudónimos, y ajenas, según sus mismas palabras, al oficio de escritor, fue descubierto  por Colette lo que le permitió publicar Mes amis  (1924) que cosechó un enorme éxito. No obstante, caerá en el olvido fundamentalmente por ser un escritor ajeno a cualquier causa que no fuese la literatura. Durante la Guerra y la ocupación alemana, tras verse rechazado sus deseos de unirse a la resistencia en Inglaterra, se traslada a Argelia, donde compuso sus últimos textos: La Piege, Départ dans la nuit  y Non-lieu. La traducción de sus obras al alemán por Peter Handke le redescubrirá de nuevo y recibirá años más tarde el aplauso de Sacha Guitry, Rainer María Rilke, Samuel Beckett o Roland Barthes.
   Huida en la noche es su penúltima novela y, como tantas otras de su autoría, nos hace partícipes del tiempo convulso de la Segunda Guerra Mundial, una época de persecuciones, campos de exterminio y pesadillas del nazismo que él, al menos aparentemente, logró esquivar. Así como del convencimiento de la necesidad de sobrevivir a cualquier costa.
   La voz narrativa que lo hace en primera persona, es la de un soldado francés prisionero y deportado a un campo de trabajo alemán. Son días muy duros, agravados por sus problemas físicos, nunca atendidos por el médico del campo y por la aparente afabilidad que, de forma siniestra, muestran a veces los guardianes del campo, así como por los diferentes y contrapuestos intereses de los mismos prisioneros. La seguridad de una muerte que sienten cercana anima a un grupo de ellos a planear una fuga: evadirse del campo y recorrer a pie cuatrocientos kilómetros a través de Alemania, procurando no ser capturados.
   El protagonista prefiere huir solo, mas las dificultades de la evasión le hacen comprender por primera vez lo que significa realmente estar preso. Desde un destacamento de trabajo, elabora un plan para una huida en solitario, más quiere ser solidario a pesar de la mezquindad de sus compañeros que se ríen de su plan, aunque finalmente se fugan. Pero el protagonista es incapaz de olvidar su drama personal: haber tenido que matar a dos guardianes. Caminan de noche y se ocultan de día. La huida es un continuo aflorar de egoísmos, de miedos, del hambre que no cesa de torturar. A pesar de que llega a Bruselas, será una huida a ninguna parte porque sigue el peligro de ser capturado y devuelto al control de los alemanes donde le espera un pelotón de fusilamiento.
   La novela recorre paso a paso la aventura externa de la fuga, pero, sobre todo y con mayor intensidad, las terribles vivencias internas de la que es víctima el protagonista que le convierten en un hipocondriaco, un paranoico que sufre manías persecutorias. Es víctima de su propia imaginación que crea temores absurdos.
   Emmanuel Bove da muestras de una gran maestría a la hora de expresar estos sentimientos del hombre acosado por el miedo porque él mismo los experimentó en carne propia: fue señalado, perseguido y destinado a un campo nazi de concentración y exterminio. Y sus propias pesadillas se hallan transcritas en las páginas de la novela. La misma ambientación del relato (cuevas, canteras, graneros, vagones de carga…) en los que se ocultan los prisioneros y finalmente el protagonista cuando abandona el grupo, da fe de este miedo cerval que atenaza al fugitivo y que Emmanuel Bove transmite en adecuados retratos psicológicos de sus actantes.
   Una novela de estructura lineal, con un relato centrado especialmente en los personajes, aunque quizás demasiado parsimonioso en la exposición de los planes de fuga y en los repetidos intentos del protagonista para convencer a sus compañeros. Un estilo claro y diáfano, alejado de preciosismos y ornamentaciones formales, nos introduce en esta aventura humana laminada por  las angustias y las pesadillas.

Francisco Martínez Bouzas


Emmanuel Bove

Fragmentos

“Aunque hasta el último momento había creído que no me uniría a ellos, de repente, al llegar la medianoche, me levanté. Una vez superado el período de espera, cuando el peligro es inminente, encararlo nos produce un inmenso alivio. En unos instantes sería libre. Ya no podía pensar en otra cosa. La libertad por una parte o la miseria física y moral por otra. En esas circunstancias, ¿cómo dudar del éxito?
Acudía al punto de encuentro detrás de las letrinas. La oscuridad era absoluta. Avanzamos con las manos hacia delante, fingiendo que nos tocábamos por la falta de visibilidad, aunque en realidad lo hacíamos pata infundirnos valor. Cuando llegamos al último barrancón nos detuvimos delante de las alambradas, repentinamente intimidados por la magnitud de la empresa. Por muy avanzada que estuviera la ejecución de nuestro plan, todavía podíamos dar marcha atrás.”

…..

“Antes de partir quise hacer un inventario de los víveres que habíamos traído, porque había reparado en que algunos comían mucho más que otros. Vaciamos nuestros macutos. Cogí una hoja de papel y un lápiz y volví a hacer la lista de lo que cada uno de nosotros habíamos llevado. Según los cálculos que había hecho antes de salir, debíamos tener comida suficiente para catorce días. Pues bien, mi estupor fue mayúsculo al comprobar que no habían pasado ni siquiera veinticuatro horas desde que nos evadimos y ya solo quedaban víveres para un par de días como máximo. Era incomprensible.
Intenté averiguar lo que había ocurrido, pero nadie me lo supo aclarar. Y lo más extraño de todo era que, mientras yo me devanaba los sesos intentando hallar una explicación, mis compañeros, como si ya se creyeran en Francia, no concedían ninguna importancia a un hecho que ponía patas arriba un plan en el que las raciones se habían calculado al milímetro. Como ya en la primera etapa llevábamos un retraso de nueve kilómetros -debo reconocer  que por culpa mía-, aquello prometía.”

…..

“Lo que nos tenía más desesperados era la falta de comida. Algunos hasta se plantearon desenterrar unas hortalizas. A pesar del hambre, me negaba a aceptar esa idea. Me sorprendía enormemente la rapidez con que se resignaban a adoptar las soluciones más extremas. Se lo dije a Roger, que resultó ser de mi opinión. Ambos pensábamos que, por muy difícil que fuese nuestra situación, aún no necesitábamos recurrir a medidas tan radicales. Aún podíamos esperar un poco. Esa manera de dramatizar no auguraba nada bueno. Revelaba nerviosismo.”

(Emanuel Bove, Huida en la noche, páginas 24, 95-96, 112)

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