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miércoles, 17 de mayo de 2017

" A CIELO ABIERTO": LA AVIACIÓN EN LAS VENAS




A cielo abierto
Antonio Iturbe
Editorial Seix Barral, Barcelona, 2017, 622 páginas.

   El autor de A cielo abierto, Antonio Iturbe (Zaragoza, 1967) está marcado como escritor por el éxito de sus tres novelas publicadas hasta ahora; y de forma muy especial, por la obra La bibliotecaria de Auschwitz (2012), traducida a varias lenguas y publicada en once países. La novela que ahora nos ofrece en Seix Barral, ganadora del Premio Biblioteca Breve 2017, está así mismo moldeada  por la irrupción sin cortapisas de la realidad en la ficción que, en buena medida, está ampliando el concepto de novela, hasta desembocar en lo que se conoce como novela-verdad. Se suma así Antonio Iturbe a la tendencia de la narrativa contemporánea de convertir  a personas reales en personajes de ficción: escritores, mujeres u hombres con intereses intelectuales, o simplemente con un relieve importante en alguna de las facetas de la actividad humana. Philip Roth, J.M Coetzee, Saul Bellow, Elena Poniatowska, Julian Barnes, Raymond Carver, Günther Grass, Emmanuel Carrère, Annie Ernaux o Delphine de Vigan, entre otros muchos, forman parte de esta tendencia de amalgamar realidad y fabulación.
   Y, en efecto, ese “periodista ubicuo” y escritor en sus momentos libres, ha tejido una novela apasionante basada en hechos y con personajes igualmente reales, ya que asume la realidad histórica como materia prima. Al lector le corresponde la tarea de diferenciar la realidad del cemento de la fabulación, puesto que la propuesta narrativa que es A cielo abierto ofrece un ejercicio compositivo que bebe de ambas. “Es obvio, responde el autor en alguna entrevista, que no es una biografía porque he trabajado con los elementos de la ficción, se trata más bien  de una ensoñación… una proyección  imaginativa de hechos reales.”
   El resultado es una novela intensamente épica, exultante y a la vez dolorosamente humana, trágica y quizás excesiva, sobre la pasión de volar, porque volar, como escribió el poeta Rafael Pérez Estrada, es en efecto el resultado de una intensa pasión, jamás de una práctica. Una pasión que arrebató hasta extremos difícilmente imaginables a los tres grandes protagonistas de A cielo abierto: Antoine de Saint-Exupéry, Jean Mermoz y Henri Guillaumet. Un merecido homenaje a la contumacia de tres hombres que, desde los años veinte hasta los cuarenta, se jugaron el pellejo en sus cacharros voladores, preocupados no por la muerte sino por la vida y porque el correo llegase en el menor tiempo posible a las manos de sus destinatarios.
   La novela echa a andar en 1923 con el alférez Tonio (Antoine de Saint-Exupéry), un aristócrata de provincia pobre de solemnidad, arriesgándose en un vuelo sobre París. En el aterrizaje, tras mil piruetas que hace sobre todo para una persona, Louise de Vilmorin (Loulou), que ha secuestrado sus pensamientos, el avión vuelca y su cuerpo resulta malherido. A través de sus hermanos, que lo consideran un condenado a muerte, la prometida le hace llegar  una inexorable disyuntiva: si quiere continuar con su compromiso, debe dejar la manía absurda de volar, de ser aviador, un oficio de descerebrados. Y en la cama del hospital, opta por el amor de Loulou, renunciando a la vocación de surcar los cielos. Será por poco tiempo, porque Loulou rompe el compromiso, sin otras razones que no sean su frivolidad, dejando a Tonio como un sapo entre albaranes y tedio, con un teatro vacío en el estómago.
   En secuencias paralelas y alternas, la narración presenta a los otros dos actantes principales: Jean Mermoz y Henri Guillaumet. La pasión de pilotar les impulsa a hacer el servicio militar en la aviación. Tras dejar el ejército, los tres son aceptados en la aviación comercial, en Latécoère que se transformará con el paso del tiempo  en Aeropostale y más tarde en Air France.
   La novela desgrana con minuciosidad las inimaginables proezas de los tres grandes amigos en España, Siria, África y América del Sur, como carteros del aire. Tres mitos de la aviación civil y un gran escritor, pilotos acostumbrados a aterrizajes forzosos en cualquier lugar, en el desierto o en una minúscula planicie helada entre las cumbres andinas, pilotos que hacen posible la “imposibilidad” de los vuelos nocturnos, los primeros vuelos de correo transoceánico, que no piden honores sino aviones para ir más lejos, que vivieron cada año como si fueran diez, vencieron sus miedos, llegaron a lugares insólitos, se sacrificaron  -la muerte incluida en el caso de Mermoz-, lucharon desde el aire contra el nazismo, también hasta la muerte (Tonio Y Guillaumet). Y llegado el momento de la definitiva partida, Tonio cae suavemente entre las olas del Mediterraneo “como cae la hoja de un árbol” (página, 617).
   
                                         
Antoine de Saint-Exupéry


    Por una vez no le haré caso al borgiano Pierre Menard: censurar y alabar son operaciones que nada tienen que ver con la crítica. Y lo hago dejando constancia de las razones para leer esta novela fascinante, de más de seiscientas páginas:
- Antonio Iturbe caracteriza con gran profundidad psicológica a los personajes principales: Mermoz un hombre dotado de gran magnetismo, un mujeriego, indisciplinado, aunque muy concentrado en sus trabajo y en las olimpiadas sexuales de los fines de semana.  Guillaumet, prudente, pero igualmente obsesionado por llevar siempre el correo a su destino. Antoine de Saint-Exupéry, un idealista lleno de recovecos, que ama al amor, necesita ser amado, pero es incapaz de amar de una forma constante. Son igualmente reseñables los trazos con los que diseña el autor a algunos personajes secundarios: esposas y amantes y especialmente al director de operaciones, Didier Dourat, implacable en sus decisiones, pero profundamente justo.
- El perfecto cosido de realidad y fabulación: un relato de aventuras reales, concentrado en los pioneros del correo aéreo, una narración psicológica, y las historias de amor que formaron parte de la aventura vital de los tres pilotos. Es por ellos, A cielo abierto un libro de amores intensos, farsas, caos espantoso, absurdos raids de infidelidades.
- Libro teñido de un fondo idealismo y de exaltación del deber: la importancia de llevar el correo a todas las partes del mundo. Mas novela igualmente de derrotas, dolorosas derrotas soportadas, por ejemplo, cuando Tonio es aceptado en Air France, pero no como piloto, sino como relaciones públicas.
- La intensidad épica con la que el escritor narra las luchas por la supervivencia, lidiando contra  el calor, el frío y el hambre más allá de lo que el ser humano puede resistir. O la épica también de los mecánicos que pelean, sin apenas tiempo, contra la tuerca que se resiste. Una épica conjugada harmoniosamente con la tonalidad altamente melancólica cuando se nos transmite la grisura afectiva de Tonio o su aburrimiento como contable o vendedor de camiones, después de que la mujer de sus sueños y por la que había renunciado a volar, lo dejara en la estacada.
- La adecuada proporción de metaliteratura que se entreteje en el relato de las experiencias de vuelo y vivencias de Tonio y sus obsesiones en búsqueda de una escritura perfeccionista, especialmente en la composición de su primera novela Correo Sur o El principito.
- La alta tensión narrativa con la que avanza la trama, sin desfallecer, aunque algunos capítulos son prescindibles. Un estilo de prosa elaborado, con hallazgo de metáforas sorprendentes por su originalidad.
- La recreación de ambientes y la captación del espíritu de una época confusa y compleja en el terreno de las ideas y de la política, pero de grandes innovaciones técnicas.
   La ambición y el aliento que insuflan una novela de más de seiscientas páginas,  que nunca decae, solo es posible mediante una orquestación estructural que va más allá del relato lineal, y un trabajo de esmerilado de cada una de las secuencias. Un reto que afrontó de forma exitosa Antonio Iturbe, lo que acrecienta sus credenciales de narrador muy solvente.

Francisco Martínez Bouzas

                                                 
Antonio Iturbe
   

Fragmentos

“Con Berezovsky detrás pilotando y él delante, despegan del suelo. Por fin. Allá abajo quedan el cuartel de Istres y su ejército de barrenderos, el odio sucio de Pelletier, la rutina insoportable… Desde el momento en que se alzan y Mermoz siente las olas del viento romperle en el rostro, sabe que es allí donde quiere estar: más alto, más libre. Le han dicho que es difícil aprobar el examen, que apenas un tercio lo logra, si es que llega con vida. Pero él cree ciegamente que será piloto. El instructor da pocas indicaciones, apenas habla. Hay una que repite a cada poco levantando la voz por encima del ruido ensordecedor de la máquina:
-Escucha el motor.
-¡Ya lo oigo!
-¡No te he dicho que lo oigas, sino que lo escuches!
Mermoz se impacienta y, pese a la diferencia de rango, responde de manera destemplada.
-Pero ¿qué he de escuchar?
Otro superior le habría amonestado por su insolencia. Berezovsky tan sólo alza las cejas con incredulidad.
-¡La música!”

…..


“Todos creen que Daurat jamás vacila. Él cultiva ese mito. Deben creerlo porque los hombres siempre necesitan creer en algo que esté por encima de ellos. Daurat piensa en los pilotos muertos, en los que morirán. Mira su imagen en el vidrio y se pregunta: ¿Vale la pena?
Un Daurat más difuminado no le responde.
No sabe si vale arriesgar la vida de esos chicos para llevar el mensaje de las cartas a todas partes del mundo, pero sabe que el sacrificio, el esfuerzo y la entrega los hace mejores. Piensa en ellos como en la pasta blanda y sin substancia que sale de la amasadora. Sólo cuando se introduce en el horno y sufre su calor abrasador se convierte en pan. La masa pegajosa no sirve de nada, el pan salva a la humanidad entera.”

…..

“Con el rabillo del ojo ve una mancha oscura en el cielo a su izquierda y el corazón se le acelera. La mancha aminora. Lo ha visto. Vira para ponerse a su estela. Viene por él. Es un Messerschmitt alemán.
No tiene donde guarecerse, el avión alemán está demasiado cerca. No puede verlo pero lo sabe, lo siente acercarse por detrás, agigantarse. No hay escapatoria, no puede saltar en paracaídas sobre el mar.
Siente una barra de hielo en la espalda. El miedo lo paraliza. Su primera intención es dar gas a fondo y tratar de dejarlo atrás, aunque sabe que ya no hay margen. Ya no. El avión alemán está demasiado cerca, viene  a mucha velocidad. Podría intentar hacer toneles y dar guiñadas en el aire a la desesperada, pero decide que no. No quiere ser cazado como un ratón que huye despavorido. Si ese ha de ser el final de la función, lo acepta. Si ha de caer el telón, que caiga. (…)
El piloto alemán lo tiene casi a tiro. Coloca el dedo sobre el percutor del cañón MG de veinte milímetros.
En ese momento último, se le aparece la imagen de Loulou. Su pelo rojo, su carne blanca, sus ojos verdes. Y entonces tiene una revelación. ¡Durante toda su vida ha estado equivocado!¡Ahora ve el error! Siempre creyó que lo más importante era ser amado…, pero se da cuenta en ese instante crucial de que lo más importante es amar. El amor que ha sentido por Loulou ha iluminado su vida. ¡Cómo va a odiarla! Nunca la ha odiado por mucho que fingiera hacerlo, la ha adorado y la sigue adorando. Tanto buscar el amor tan afanosamente por todas partes y lo tenía en la palma de la mano, porque el amor que nos salva no es el que pedimos, sino el que damos. El farolero lo sabía: el regalo no es la luz, es encender los faroles.
Tonio oye el motor del caza alemán. Está a tiro de su ametralladora. Lo sabe. Siente el culebreo de la serpiente oscura en su espalda preparada para morderlo con su veneno. Es su destino. Suelta los mandos y sonríe con una paz que no recuerda desde las noches de la niñez en que su madre venía a la cama a arroparlo. Ha llegado el momento de partir.
Un relámpago amarillo.
No gritó.
Cayó suavemente como cae la hoja del árbol
El comandante De Saint-Exupéry no regresó ese mediodía del 31 de julio de 1944 a la base de Bastia, como estaba previsto. Nunca regresó. Su cuerpo nunca ha sido hallado.”

(Antonio Iturbe, A cielo abierto, páginas 44-45, 204, 616-617)

3 comentarios:

  1. Parece muy interesante el contenido de esta novela. Es como un vuelo por el interior de cada personaje, en los que priva su vocación de volar antes que nada, y que en el momento de de la elección equivocada muestra uno de ellos, que siempre se puede volver a empezar cuando se desea lograr el objetivo principal, siempre con el empeño necesario como para que no se agote en el intento la voluntad de conseguirlo.Además por lo visto hay subtemas como para disfrutar junto con los personajes la aventura de vivir.
    Muy clara tu crítica, como siempre.
    Saludos.

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  2. Los tres aviadores, pero especialmente Jean Mermoz (héroe nacional tanto en Francia como en Argentina) desarrollaron una intensa labor a favor del correo aéreo en Argentina. Mermoz, con un avión incapaz de volar por encima de los 4.000 metros sobrevoló los Andes estableciendo la primera ruta Buenos Aires-Santiago de Chile. Desde la capital argentina fue capaz de volar de noche (sin raderes,claro) Guillaumet también cruzó los Andres, le falló el motor y tuvo que aterrizar entre las cumbres heladas. Fue capaz de sobrevivir cinco días sin comida y con una extremada temperatura bajo cero. Saint-Exupéry colaboró en la ruta del correo a través de la Patagonia. Todo esto y mucho más lo relata el autor en esta novela intensamente épica y humana. En el fondo eran seres reales con muchas virtudes y no menos defectos.

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