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sábado, 1 de abril de 2017

"TUYO ES EL MAÑANA". LA TRANSICIÓN DESENMASCARADA DESDE LA FICCIÓN



Tuyo es el mañana
Pablo Martín Sánchez
Acantilado, Barcelona, 2016, 218 páginas.

   Parece incuestionable que a Pablo Martín Sánchez le apetece utilizar ciertos elementos de su propia biografía en la elaboración de sus novelas. Lo hizo en El anarquista que se llamaba como yo (2012), en la que la coincidencia de su nombre con el de un anarquista que tuvo un papel destacado en algún episodio de la historia española, le dio pie para erguir una pieza narrativa considerada por algún medio de comunicación como el mejor debut de 2012. En este libro el autor elige el 18 de marzo de 1977 para situar un collage de historias ambientadas en Barcelona. Esa fecha coincide con la de su propio nacimiento, y en torno a ella construye una historia coral con varias voces y buenas dosis de intriga. Sin embargo, solamente de forma remota se puede considerar Tuyo es el mañana como autoficción. El autor no habla de sí mismo, aunque, tanto en este libro como en el anterior, pone algo de él, oculto en las voces de los seis personajes actantes y narradores  de sus propias historias, un conjunto de personajes concentrados en la misma ciudad, en el mismo día y cuyas vidas terminan cruzándose.
   La novela trancurre en un día de la Transición española, y de ella recrea momentos importantes. A Pablo Martín Sánchez le son suficientes veinticuatro horas para reflejar el espíritu de la época: las tensiones entre una interminable y cruel dictadura que acaba de fenecer aunque no del todo, y una naciente democracia que nada tuvo de idílica, repleta de atentados, asesinatos, renuncias y rencores. Una época sumamente convulsa que sirve de marco contextual a la novela; con problemas generados entonces, sin resolver todavía y que siguen cuestionando el presente.
   El autor estructura la novela al compás de las horas. Seis partes, habitada cada una de ellas por un personaje central y que abarcan todas las horas del día: medianoche, madrugada, mañana, mediodía, tarde y noche. Cada una de esas seis parcelas temporales se subdivide así mismo en otras seis secuencias, narradas y protagonizadas, cada una de ellas, por un personaje distinto: una adolescente, Clara, víctima del acoso escolar, especialmente de los malos tratos que le inflige Pena, uno de los matones del colegio. Mas rehén también de sus propias pesadillas. Por miedo a la prepotencia del compañero abusador, engaña a su madre y no va a una excursión escolar, sino al canódromo. Allí contacta con el personaje canino al que libera. Gerardo, un chileno que recuerda las torturas sufridas durante la dictadura pinochetista, profesor de una universidad barcelonesa, que va de copas, se acuesta con una de sus alumnas, lucha por la amnistía y, para conseguirla, no duda en urdir un torpe secuestro de un empresario catalán. Solitario VI, un viejo galgo con un gran pedigrí, comido por las pulgas y temeroso de que, en su decadencia, lo manden correr a Casablanca. Carlota, la alumna y folla amiga  del profesor chileno que está escribiendo un reportaje sobre bebés robados. José María Raich al que conocemos en Roma acostándose con una señorita italiana, un empresario carente de escrúpulos tanto en el trato con las mujeres como en los negocios. Lola, la madre difunta de Raich que habla desde un retrato: añora la dictadura y critica duramente las costumbres que ha traído consigo la incipiente democracia, se distrae fantaseando con las vidas ajenas y espía desde su cuadro a los vecinos. A estos actantes y voces narrativas habría que añadir la figura de un feto que va a nacer, al que al autor se dirige en segunda persona y que jugará un papel importante en el desenlace.
   Pablo Martín Sánchez le da así vida a una notabilísima novela coral. La polifonía de voces que van evolucionando a medida que avanza el relato, con excepción de la pétrea figura de la difunta que habla desde su retrato, nos muestra las vicisitudes y querencias de cada uno de los protagonistas, pero sobre todo se convierte en un fresco, a la vez cristalino y turbio, de lo que fue la Transición española. En veinticuatro horas el escritor fue capaz de condensar los principales acontecimientos de esos meses o años previos al referéndum: las manifestaciones pidiendo la amnistía general, los insuficientes indultos, el terrorismo, el ambiente estudiantil, las torturas en la comisaría de Vía Layetana -la casa de los horrores-, las cargas de los grises, la efervescencia sexual, las luchas por la liberación de la mujer…
   Y sobre todo, el espíritu de la época y la lucha de contrarios: las fuerzas reaccionarias del tardofranquismo y los todavía frágiles soplos renovadores de una democracia que da sus primeros pasos. Un choque de fuerzas opuestas fielmente representado por las pequeñas historias de violencia a la que están sometidos varios de los personajes de la novela: la adolescente, el galgo, la joven universitaria. Historias violentas que no dolo fueron negras flores de un día. Hoy sigue habiendo acoso escolar, espeluznantes escenas de maltrato animal, tráfico de recién nacidos, frivolidad y chulería de ciertos empresarios.
   Tuyo es el mañana no es una novela ideológica. Es ajena así mismo al maniqueísmo de buenos y malos -el autor ni siquiera enjuicia a la mirona que añora la dictadura-, sin embargo el autor tuvo la suficiente habilidad y un eficiente dominio de las estructuras narrativas para presentarnos, a través de historias atractivas, ese enfrentamiento de fuerzas opuestas, representadas por los distintos personajes. Y hacer que todos ellos confluyan en un final abierto, con el comienzo de un nuevo día y con el encuentro esperanzado de un niño que acaba de nacer: de él es el mañana.
   Es satisfactorio y plausible el punto de vista narrativo que utiliza el autor: el monólogo interior en ambientes y situaciones muy dispares. Así como la capacidad no forzada de hacer que los personajes vayan interaccionando hasta ese final que los congrega a todos en una vivienda barcelonesa. Una prosa precisa, en la que, no obstante, tienen cabida los coloquialismos de la calle, y cargada en ocasiones de humor e ironía, viste este retrato mural de las veinticuatro horas de un día en los que está condensada una Transición política de baja calidad y  mucho más problemática que idílica, como pretenden hacernos creer.

Francisco Martínez Bouzas

Pablo Martín Sánchez


Fragmentos

“Gerardo alarga el brazo y me toca la cicatriz, siento un escalofrío, yo también alargo el brazo y toco la suya, saca la lengua, me chupa los dedos, le cojo la mano y me la pongo en el pecho, me aferra la cintura y me atrae hacia él, noto su polla contra mi vientre, baja la cabeza y me besa, las lenguas se enroscan, le empujo y le obligo a sentarse en la butaca, me pongo a horcajadas y me quito el jersey, empiezo a desabrocharle la camisa mientras me magrea las tetas con manos temblorosas, le estrecho fuerte entre mis brazos y le digo al oído:
-Gerardo, no te acuestas conmigo
-¿Por qué?
-Porque soy muy mala.
-¿Y eso?
-Es que me gusta pegar cuando hago el amor
Le doy una bofetada y se queda parado.
-Pero no me gusta que me peguen, eh. ¿Quieres que te la chupe?
La respuesta es previsible como una cremallera, como la cremallera que ya le estoy bajando para meterme en la boca una polla inflada y ardiente, me vienen arcadas cuando roza la campanilla, escupo en el glande y extiendo la saliva con la punta de la lengua.”

…..

“Pero esto de la democracia ya pasa de castaño oscuro, ¡la gente ha olvidado lo que son los modales! El otro día, sin ir más lejos, José Mari me leyó la noticia de un taxista que se había negado a poner la calefacción a cuatro señoras que iban de La Coruña a El Ferrol. ¿Cómo es posible semejante desfachatez? Pues las señoras, ni cortas ni perezosas, sin que el taxista se diera cuenta, sacaron unas tijeras y vengaron la afrenta cortándole los cinturones de seguridad y los faldones del abrigo. ¿Y qué decir de eso que ahora llaman el destape? ¡Si hasta hay colas en los quioscos para ver mujeres satinadas en porretas! Degenerados, que son unos degenerados. Y, claro, luego pasa lo que pasa, que corrompen a los demás. Como a mi pobre José Mari.”

…..

“La adoro, yo a esta niña la adoro. ¿Por qué no habrá aparecido antes en mi vida? Seguimos caminando hasta desembocar en una plaza. A los pies de una escalera tan alta que parece llevar al cielo, una caniche roe un hueso. Al verme, se pone  a gruñir como una degenerada. Si no fuera por esa mierda que nos dan en la perrera, ahora mismo te callaba la boca, so histérica. Dos chicos pasan zumbando por nuestro lado subidos a unas pequeñas tablas con ruedas. Se detienen junto a un banco, sacan unos botes como los que hay en la cuadra para matar moscas y los disparan contra el muro, dejándolo lleno de colores. La gran ciudad es una maravilla. Acostumbrado a ir de la perrera al canódromo y del canódromo a la perrera, me he perdido tantas cosas. En otro banco de la plaza, una viejita tira pan a las palomas. Las palomas me vuelven loco, me encanta su cabeceo. Las liebres ya no. Tantos años persiguiendo liebres mecánicas me han inmunizado.”

(Pablo Martín Sánchez,  Tuyo es el mañana, páginas 28, 38-39, 157-158)

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