Anna Ballbona
Traducción de María Paz Ortuño
Prólogo de Jordi Gracia
Editorial Anagrama, Barcelona, 2016, 197 páginas
Joyce
y las gallinas es el título del debut en la narrativa de Anna Ballbona;
novela finalista del Premio Llibres Anagrama de Novela, publicada ahora en la
colección Narrativas hispánicas de la editorial barcelonesa, en traducción de
María Paz Ortuño. Un prólogo de Jordu Gracia contextualiza el humor, la mirada
furtiva, la parodia como mecanismo de burla de Anna Ballbona, en la mejor
tradición humorística catalana, Y a la vez nos ofrece algunas claves
interpretativas de Joyce y las gallinas:
un acercamiento a la gamberrada inteligente y a “la literatura como modelo
moral de vida”.
Anna Ballbona (Montmeló, Barcelona, 1980)
pretende como escritora alcanzar la utopía de llegar a la verdad de las cosas.
Y esa verdad de la realidad consiste, según ella misma confiesa, en “despedazar
la impostura, la tontería, el quiero y no puedo, la comedia social…”descubrir
historias que en un primer momento parecen migajas”.
La focalización narrativa de Joyce y
las gallinas se concentra en Dora, una periodista que cubre la aburrida
información local de Barcelona. Cada día se desplaza a su trabajo en un tren de
Rodalies (Cercanías). Intenta hacer llevaderos los trayectos con la lectura. En
el inicio de la narración, lo hace con El
oficio de vivir de Cesare Pavese. Pero su lectura del diario de Pavese se
hace imposible porque la conversación de un grupo de pacientes psiquiátricos
secuestra su atención. Ellos han organizado una concentración de energías
singulares hablando de suicidios. La protagonista va registrando y tomando nota
de los múltiples y absurdos disparates y naderías que contempla o de los que es testigo al
cubrirlos como periodista: proyectos municipales, por ejemplo, sacados por el
gobierno de turno como un conejo de la chistera, las peleas familiares en la
comida de un domingo... Hasta que llegó un momento en el que las rutinarias
estupideces de su trabajo, los temas insubstanciales de los que tiene que
escribir, las absurdas reyertas de sus vecinos… le inspiran inventarse un viaje
a Irlanda. Y allí, en Dublín, se empacha de Joyce, del Joyce de consumo y
delirio masivo. Y tras dos horas de lectura de Finnegans Wake sin entender nada, y unas pintas de cerveza en un
pub, un chico bizco le confiesa que se dedica al sublime arte de criar gallina
de todo el mundo como animales de compañía.
Tal revelación gallinácea hace que en el
interior de Dora algo se resquebraje, a
la vez que la transporta a una vida nueva. Regresa e incorpora a su vida una
moto y decide romper con el canon, no volver a cloquear como pidiendo perdón,
decir no al sistema, a lo establecido, no tragar más sapos. Y se pone a correr.
Vendrá de inmediato la explotación de una peculiar vena artística. La palanca
será Banksy, el famoso artista del street
art británico que en medio mundo había dejado sus huellas de crítica
social, la bofetada al sistema, la provocación. Sacudida e hipnotizada por el
“vandalismo” de Banksy, decide ir más allá, convertirse en una coleccionista de
los absurdos sociales que plasma, con garabatos, lemas y plantillas, en las
paredes del barrio periférico de los pijos. Las gallinas, como elemento
simbólico, tendrán una función primordial “en su camino de imitar el sentido de
la justicia, el humor o el comentario social que considera que Banksy imprimía
a sus obras” (página 109). Inspirándose en las ratas de Banksy, las gallinas de
Dora bordearán la crítica afilada, la gamberrada inteligente y provocadora.
Anna Ballbona concluye la catarsis de su
personaje en una tercera parte con una colección de historias de otros, de los ricos y
maniáticos del barrio pijo de Can Besllum. Historias que conoce y en las que
participa con las performances de sus gallinas o cortando brotes de geranios y
lanzando tarjetas de maestros de vudú al interior de los patios. Algunas son
viñetas divertidas que reflejan las vidas -sobre todo las manías- de los ricos
del barrio como la del “difunto marido” que escondía sus ahorros en un libro
que solo tenía cubierta y título: El
capital de Karl Marx. O la del tipo, Alfred, que se masturba en el garaje
viendo los vídeos eróticos de las cópulas con su mujer que grababa, sin que
ella se enterase, con un despertador grabador cuya naturaleza y manajo
solamente él conocía.
La novela es un entretenido artefacto social
-una performance narrativa, cabría
decir- que no solo retrata la transformación catártica de una mujer, sino que
ejecuta inteligentemente una crítica radical desde un imaginario
anticapitalista, por ejemplo a las manías que son la socialización de los
absurdos cada vez más invasores en una sociedad que mira para otro lado para no
abrir la caja de los truenos. O los efectos perniciosos de la crisis. En ese
sentido, las acciones de la protagonista tienen un efecto liberador para ella y
para los sitios donde tienen lugar, incluso para el tipo que se masturba y que
la persigue después de la Performance final.
No cabe duda de que la autora participa en
la novela con elementos de su propia biografía, casi siempre autoirónicos, como
la referencia al “proyecto de escritora” que estuvo en Ledig House, la
residencia de escritores en la que la Anna Ballbona disfrutó de una estancia
para escribir esta novela.
Un estilo de prosa ajeno a academicismos y
preciosismos pretenciosos, pero muy trabajado y con presencia del lenguaje de
la calle, viste el espíritu de
insurrección de esta novela en la que una gallina “se podía alzar como una renovada
creación del pensamiento libre”
Francisco
Martínez Bouzas
Fragmentos
“En
una plantilla recurrente de Banksy aparecían unas ratas diciendo precisamente «Tonight the Street are Ours». Cuando Dora vio el documental enseguida tuvo la
intuición de que las ratas significaban para Banksy lo que para ella eran las
gallinas. Una especie de elemento mágico que actuaba como llave maestra ante
todas las maldades y oscuridades; la coyuntura que desarmaba las hipocresías
del sistema, arrancaba las máscaras y pisoteaba las injusticias.”
…..
“No
estaba dispuesta a aguantar ni una sola lección de esa gente que iba disfrazada
de normales como tú y como yo. Hipsters, pijos, riquillos, progres de salón,
marxistas de salón, lenins de salón, derecha por encima de la Diagonal,
izquierda por encima de la Diagonal, fantasmones de la doble moral…Dora los
llamaba el establishment. Pensamiento petrificado que ni se cantea, era el
hecho y la actitud. Una sociedad puritana, en resumen, que no estaba dispuesta
a tolerar el camino más largo para volver a casa o la salida distinta por la
tienda de regalos. Del establishment, del pensamiento unívoco. Dora tenía una
moto. Huía como gato escaldado que del agua fría huye. Huía y lo atacaría. A su
manera. Le daba igual si, de entrada, no se entendía del todo. Estaba
acostumbrada a que no la entendiesen. ¿La había entendido alguien cuando hacía
la gallina? La moto, las plantillas, las tarjetas vudú eran armas cargadas de
futuro y de poesía.”
…..
“En
principio, este despertador sólo era un juego inofensivo. Se masturbaba en el
garaje del patio viendo la grabación de algún hito erótico con su mujer. Esos
artilugios tenían una apariencia tan normal que era imposible detectar que
estaban grabando. Por tanto, como sólo él conocía el montaje, los coitos que de
costumbre eran desganados y rutinarios, él los exageraba. Insistía en embestir
por detrás a su mujer para verle la cara que nunca le veía. Tanteó con algún
invento sadomasoquista (un látigo, una atadura) y probó una sarta de cremas
pringosas y lluvias doradas que su mujer aceptaba, según el caso, con
extrañeza, angustia o asco.
Precisamente
una de las veces que fue peor, ella retiró la boca de la polla, dando
arcadas, a punto de vomitar. La mujer le
lazó con rabia el látigo y el antifaz y Alfred se quedó con el miembro
ardiente, a la intemperie también, gimoteando ridículamente, sin placer, con
cara de idiota. Cuando volvió a ver las imágenes, la arcada le vino a él, pero de rabia hacia su mujer por
haber roto el hechizo. O por lo que él tenía por hechizo. A partir de aquello,
empezó a urdir un nuevo propósito: conseguir mujeres a su gusto para grabarlas
en la cama de casa.”
(Anna Ballbona, Joyce
y las gallinas, páginas 110, 123, 162)
Muy bueno...
ResponderEliminarMe parece que Ana es una rebelde inteligente y audaz y ha sabido ridiculizar lo que en verdad, a todos nos debería resultar ridiculo. La crítica , me ha parecido genial y da una idea muy clara de los personajes de su obra y del pensamiento y el sentimiento central de la autora. Gracias por compartirlo, Francisco
ResponderEliminarMe parece que Ana es una rebelde inteligente y audaz y ha sabido ridiculizar lo que en verdad, a todos nos debería resultar ridiculo. La crítica , me ha parecido genial y da una idea muy clara de los personajes de su obra y del pensamiento y el sentimiento central de la autora. Gracias por compartirlo, Francisco
ResponderEliminarUna novela que apunta de manera mordaz, a la verdad de los hechos y de tomar medidas eficaces. Me gusta porque es una mujer, (símbolo de mi idiosincrasia, sin ser feminista) la que emerge con un halo de cierta metamorfosis de carácter a través de las gallinas, que son como su despertar a la luz de la verdad. Una novela que parece ser todo un dilema. Noto un léxico muy rico en la lectura y eso me encanta, recibe mis felicitaciones y mi más sincero abrazo. Gracias por el placer de leerte, tu crítica, es siempre un regalo a mi corazón.
ResponderEliminarUna novela que apunta de manera mordaz, a la verdad de los hechos y de tomar medidas eficaces. Me gusta porque es una mujer, (símbolo de mi idiosincrasia, sin ser feminista) la que emerge con un halo de cierta metamorfosis de carácter a través de las gallinas, que son como su despertar a la luz de la verdad. Una novela que parece ser todo un dilema. Noto un léxico muy rico en la lectura y eso me encanta, recibe mis felicitaciones y mi más sincero abrazo. Gracias por el placer de leerte, tu crítica, es siempre un regalo a mi corazón.
ResponderEliminarEsa representación de una realidad carcomida se da acá de una forma rayana a lo surrealista en ocasiones,con maestría y sin abuso de palabras. Muy bueno, amigo. Gracias y un abrazo.
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