Evelyn de Lezcano
Huerga y Fierro Editores, Madrid, 2015, 60 páginas
Aunque editado en Madrid,
recibo desde el “alén mar” de las Islas Canarias, como diríamos en la lengua de
mi tierra, la edición auroral de Vertientes,
la segunda incursión en el género lírico de Evelyn de Lezcano. Y degusto una
sabrosa cosecha de poemas, en su mayoría, de hechura breve, condensada, más
rebosantes de ricas sustancias y apetitosos sabores. Un poemario que llega en
sazón, maduro, abundante en frescor y verdad, capaz no solamente de alterar los
cardiogramas del pecho, sino también de hacernos pensar. Porque, en mi modesta
opinión, la poesía, para merecer ese nombre, debe de ser verdad y hechizo, el
fascinante milagro de transmitirnos de otro modo la verdadera esencia de las
cosas y de nosotros mismos, una operación de verdad, la experiencia de lo
nouménico, transferidos con el tamaño y el peso enorme de la belleza. Creo que
la condición de poeta forma parte de esa capacidad de presentar lo mágico para,
acto seguido, colocarlo en la raíz y alimentarlo para que crezca. Y Evelyn de
Lezcano goza de esa condición, en buena parte innata, de trabajar las palabras
para que pierdan su representación estricta y adquieran otra mucho más profunda,
nimbada por un aura luminosa, capaz de transmitirnos su verdad en una atmósfera
encantada. Y esa operación de verdad no aparece en los mapas ni en las cartas
marítimas.
En Vertientes
el yo poético procura la soledad y en ella se instala, como espacio vital para
destruir y construir: destruye desde ese topos
el tiempo, el espacio, la memoria, requisitos para la reconstrucción de la
verdadera fuerza e impulso vital. La mirada originaria y reveladora del ser
lírico, concentrada ya en el mismo título, para ejercer una proposición sobre
el ser y sobre el tiempo. Se sitúa pues la poeta en el terreno difuso de la
frontera y del límite, en el que solo la memoria es testigo de la temporalidad
y del amor. Y en sus elaborados versos cobran vida la conjunción de
certidumbres y de fantasmas en los que habitamos y nos habitan; el dolor que
florece en el ramo marchito -el dolor busca consuelo en la música del verso-;
la vida herida teñida de sangre; y una decidida voluntad de ir a los cimentos y reconstruir la memoria, o
tan solo “la sombra resucitada / de mí misma”.
Pero, sobre todo, en este territorio lírico
de Evelyn de Lezcano, encontramos mar e Isla. Presencia incesante de ese mar,
del océano raptor que aísla y separa, pero que es a la vez senda acuosa de tantas singladuras.
Un mar que muerde y huye y que quizás no sabemos nadar. Y el horizonte
vivencial de la insularidad: pocas veces se ha descifrado el gozo, la esencia,
la servidumbre y la cárcel del ser Isla, como lo hace la poeta nativa de Las
Palmas de Gran Canaria. Ya que en muchos de sus poemas hallaremos la dialéctica
de esa tierra que es Isla, barrida por los latigazos de la espuma, orlada por
el azul salado de un espejo poblado de peces y estrellas, pero que quiere ser
continente. La Isla, continente inacabado a la que, a la vez, se engendra y de la
que se huye.
Un microtexto lírico pleno de imágenes
sugestivas, orbitado también por personajes de gran relevancia, reales o
mitológicos. Versos cribados de todo exceso barroquizante. Dilatados o muy
breves (“Samall is beautiful”), en los que, con frecuencia, un par de sintagmas
funcionan con eficacia como único cuerpo y corazón del poema. Hay pues una
cierta cercanía al haikus en algunos de estos poemas, herederos de la mejor
tradición de los líricos puros. Versos amatorios y hospitalarios, luminosos y
contundentemente sensuales algunos, escritos desde la vitalidad femenina.
Formas líricas que, con gordura estética, exteriorizan una idea. Liberadas, en
su mayor parte de ataduras y constricciones, mas no carentes de forma, porque
el verso libre solo genera verdaderos poemas si tiene forma, tensión,
musicalidad. Evelyn de Lezcano no renuncia a la forma y por eso sus versos son
poesía, y la poeta se convierte en un valor sólido en el panorama lírico cuya
pista habrá que seguir.
Francisco
Martínez Bouzas
Selección de
poemas
“Y no te
puedo decir Isla,
eres
soliloquio,
buque
nebuloso
donde el
hombre aúlla
al despertar
del salitre
que amortaja
su cuerpo.
Isla,
mis manos se
alargan
intentando
convertirte en continente.”
…..
“Niégate,
isla.
Renuncia a
ser.
Gira en el
péndulo
hasta que
seas médula,
punto
frontero
en el pulmón
de todas las rocas.
Déjame
penetrar en tu osario
y así reunir
las recias cuentas
de mi broquel
de tuétano.
Déjame o
Huye.
Eres el
paraíso
donde los
dioses muertos cavaron sus tumbas.”
…..
“Pero veo, en
el mar, el sueño
y en el sueño
los olvidos
y en los olvidos
las ausencias
y en las ausencias
el pan ácimo semanal,
el tic-tac de
un reloj que me desordena las horas
y el horror a
la campana que tañe
para que los presos
se sumerjan en las celdas
sin un mar que
acaricie sus sueños.”
…..
“Mar revuelto,
agua turbia enemiga
del aire.
Mar herido,
no sabemos nadarte.
Agua turbia, cuna
abisal:
vieja acuarela
enmohecida.”
…..
“Llama temblorosa,
tus pies en el
límite del acantilado
buscan el camino
hacia la lengua azul del continente.”
(Evelyn de Lezcano, Vertientes, páginas 22, 26, 30, 35, 38)
Preciosa reseña, muchas gracias, felicito a la autora Evelyn de Lezcano, que nos muestra su impresionante calidad poética, con estos fragmentos profundos, que llevan amor interior, dolor y una realidad de soledad, artísticamente confeccionada en torno al océano; que siento, es ella misma proyectando sus propias vivencias y fantasmas, sobre el mundo que la rodea me ha dejado embelesada, sin más, logró cautivar mi corazón. Felicidades, un gran abrazo.
ResponderEliminarUna dinámica distinta...con un estilo muy bueno.
ResponderEliminarSaludos
Una acertada crítica al libro de una excelente poeta.
ResponderEliminarFelicidades a los dos. A la autora por tan magnífica obra y al crítico por la reseña. Un saludo
ResponderEliminar