Novela
sentimental
Guadalupe Henestrosa
Clarín-Aguilar, Buenos Aires, 238 páginas
(Libros de fondo)
Argentina fue un país inmigratorio desde
mediados del siglo XIX, y lo siguió siendo durante buena parte del siglo XX. Lo
proclama la misma Constitución argentina de 1853: “El Gobierno Federal
fomentará la emigración europea y no podrá restringir, limitar ni gravar con
impuesto alguno la entrada en el territorio argentino de los extranjeros que
traigan por objeto labrar la tierra, mejorar la industria e introducir las
ciencias y las artes”. Desde entonces la temática de la inmigración alimenta un
buen porcentaje de la narrativa argentina, y las novelas “inmigratorias” suelen
obtener éxito en el irónico país donde la “única salida es Ezeiza”.
Las
ingratas de Guadalupe Henestrosa (Buenos Aires, 1958) es deudora de esa
corriente. Su trama desarrolla desde la ficción las vicisitudes que afrontaron
seis mujeres españolas que llegan a Buenos Aires a principios del siglo XX,
movidas por la ilusión de darle cauce a sus sueños: construir una nueva vida.
En la capital porteña regentarán una pensión que llevaba por nombre “Las
Ingratas” que le da título a la novela.
En la escritura de ficción, la inmigración
puede aparecer como fenómeno macro-social o, como acontece en la novela de
Guadalupe Henestrosa, en su versión micro y sentimental. Novela pues la
escritora porteña las emociones y sentimientos de un grupo de mujeres
inmigrantes españolas que llegan a Buenos Aires con lo puesto, en los albores del
pasado siglo, y se adentra ficcionalmente en los amores y desamores de cinco
hermanas, una sobrina y una pensión, en los secretos familiares, en las cuentas
pendientes, en las pequeñas traiciones y actos heroicos cotidianos. Una pensión
pues y cinco hermanas que llegan al
Plata, tejen la trama de Las ingratas,
un homenaje que la autora rinde al valor y a la fuerza de sus abuelas, ambas
inmigrantes españolas llegadas a Argentina en esos años y prácticamente con lo
puesto.
La novela que se hizo merecedora del Premio
Clarín de Novela, uno de los de mayor prestigio en las letras hispanas, pasa
por alto los acontecimientos políticos y sociales que se registraron en
Argentina a comienzos del pasado siglo. Centra toda su atención en los
incidentes y accidentes de cada una de estas mujeres. Será la crónica, sobre
todo sentimental de sus vidas, desde su desembarco en el puerto bonaerense. Y
esa crónica dará lugar a una agradable galería de personajes.
Formalmente Las ingratas, se desenvuelve
a través de una narración clara y contundente, con excelentes
descripciones de espacios y tiempos, y una gran espontaneidad, color y
frescura. Quizás con una estructura de folletín, de novela romántica o
literatura femenina. Podríamos decir, no obstante, que la prosa de la escritora
argentina es ajena a la escritura folletinesca: maneja con soltura la lengua,
cruza géneros y amalgama con habilidad las sobreabundancias del folletín con
una prosa austera, sin ornatos formales innecesarios cuando no los requiere el
desenvolvimiento de la historia. Por eso mismo, en la escritura de Guadalupe
Henestrosa, lo sentimental no es sinónimo de melodrama lacrimógeno, sino
patente de la identidad argentina. No obstante, como folletín Las ingratas está escrita con sus propias
reglas, ajenas al pacto de verosimilitud. Por eso mismo, los personajes de la
novela representan arquetipos clásicos, el prototipo de mujeres inmigrantes,
fuertes, pragmáticas que se lanzan a la aventura transoceánica y deberán salir
adelante como puedan o les es dado, ejerciendo incluso la prostitución, aunque
sin ninguna trauma, como si se ejerciera un arte.
En definitiva, una novela fresca,
entretenida, que roza las fronteras del costumbrismo, con estructura de
folletín que, en este caso, solamente es una etiqueta, no sinónimo de mala
literatura.
Francisco
Martínez Bouzas
Guadalupe Henestrosa |
Fragmentos
“Petra
llegó con una mano atrás, otra adelante, cuatro hermanas y una hija sin padre.
Recién empezaba el siglo y, mirando desde cubierta, el horizonte era todo
cielo, como si el barco todavía siguiera perdido en el mar y no hubieran pasado
esos días de travesía, lentos e inciertos. Pero el viaje había terminado y
ahora el buque descansaba en las orillas de un río ancho y barroso, del otro
lado del Atlántico y al sur del mundo.
Las
seis mujeres pusieron pie en un muelle pegajoso y sucio. Trataron de adivinar
una ciudad detrás de la cortina de niebla de la madrugada, pero sólo lograron
desilusionarse con unos galpones de chapa y una calle borrosa por la que iban
desapareciendo sus compañeros de viaje como sombras furtivas. Otros, más
afortunados, festejaban el encuentro con sus parientes.
Del
río soplaba una ventolina que revolvía el hedor del puerto con el de las
cloacas. Disimulando una sonrisa, Milagros miró a sus hermanas.”
…..
“Encarna
no podía estar sola. Necesitaba la respiración, la presencia, la certeza de que
otro ser humano acompañaba su alma, demasiado tibia para afrontar sola el vacío
de cada hora. Siempre había sido así, desde chiquita. De más grande, cuando se
bañaba, ya fuera en el baño del fondo o en su pieza, de pie dentro de un
fuentón, dejaba la puerta abierta. No era exhibicionismo: la desnudez y el frío
le agudizaban la sensación de soledad y no podía con su corazón entre las
cuatro paredes.
Cuando
por ese entonces Petra la veía en cueros en medio de la sala o desparramada en
un sillón en el patio, con la falda levantada y los calzones brillando al sol,
le venía a la mente la mirada lasciva de
Moncho. Al fin y al cabo, había detectado la índole de Encarna antes que nadie:
era una mujer para amar encarnizadamente.
-Claro,
el muy bestia ni siquiera pidió permiso -barruntaba
Pero
Encarna no se acordaba del ataque de Moncho: los asuntos de la carne nunca la
había asustado”.
…..
“La
verdadera historia, la que nunca nadie conocería a fondo era obviamente bien
diferente de la contada en sus trono del patio. No bien abandonó la pensión esa
nochecita de primavera, Milagros aceptó su destino de puta itinerante con la
tranquilidad de quien tiene una misión en la vida. Su arte era enloquecer a los
hombres, que se había acentuado con la ceguera, fue depurándose en su paso por
los sucesivos pueblos de campaña, cada vez más lejos de la Capital, cada vez
más cerca de la frontera del desierto. Aunque le hubiera bastado tenderse sobre
el colchón para conformar a esa jauría de hombres desesperados y solos,
hastiados del horizonte plano y del viento incansable, con cada uno de ellos
desplegó con perseverancia de artista un sutil juego de seducción, contorsiones
de gata sabia y suaves manos de intuición febril. (…)
Cada
vez más clientes se agolpaban en los hoteles donde ella se alojaba, ansiosos de
quemar la quincena entre sus piernas. Para ella esta respuesta ardorosa y
multitudinaria era la confirmación de que sus poderes seguían allí, sobre su
piel, en la punta de los dedos o de a lengua. Y aunque las razones para haberse
hecho puta no tenían que ver con Pedro, cada noche que su hombre volvía a su
cama con ganas y dispuesto a beberse su aliento significaba un fuerte incentivo
para seguir. Él era un trofeo especial, otras mujeres lo querían, pero él
seguía firme, en celo junto a su rastro, como un lazarillo sexual, dueño de su
cuerpo, sí, pero esclavo de su deseo.”
(Guadalupe Henestrosa, Las ingratas, páginas 9, 47-48, 177-178)
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ResponderEliminarLos puntos de establecimiento favoritos para inmigrar, ya sea por guerra o por problemas económicos son los países del primer mundo, que suponen grandes oportunidades de trabajo y por consecuencia, mejores pronósticos económicos y de seguridad, desgraciadamente son tantos los que inmigran a un país que esas oportunidades se reducen a polvo, a terminar en trabajos esclavizantes y bochornosos donde la moralidad se pierde ante la fuerza de sobrevivir. Es difícil para ellos encontrar la mejor opción, cuando la pobreza sobrepasa el alma, dejando atrás familia y seguridad emocional, a cambio de un futuro que a veces, es peor del que enfrentan. Gracias por tu hermosa e ilustradora reseña que siempre nos da la más brillante luz para la lectura, un abrazo.
ResponderEliminarMuy actual...
ResponderEliminarTal vez no sea la técnica de la escritora la que más me gusta, parece bastante despejada de todo recurso, aunque el tema es conductor de presente y pasado, ya que se sigue dando en la actualidad, en el mundo entero, y sin las esperanzas que albergaban los bolsillos y el alma de cada uno de los que llegaban a América en busca de una vida mejor.Hoy vemos el maltrato y la agonía que sufren aquellos que lo siguen intentando. Como nieta de inmigrantes españoles es éste un asunto que me toca de cerca y me duele cuando todavía escucho que Argentina es un país de raíces europeas por eso hay voces que se levantan en burdas acusaciones, sin tener en cuenta que esa mezcla de razas, de sangre, enriquece el pensamiento y la tierra en que habitamos.
ResponderEliminarUna reseña muy buena la tuya, como siempre clara y concisa.
Un saludo justamente hoy, en que festejamos el Día de las Américas.