María López Sánchez
Traducción de Xosé Antonio López Silva
Mar Maior (sello de Editorial Galaxia), Vigo, 2015, 85
páginas
Leí y vuelvo a leer con placer este debut de
María López Sánchez en el género narrativo. La
forma de las nubes, sin pasar por alto algo que esta escritora, aún muy
joven y doctora en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, escribía en
el año 2007 en un ensayo con el que ganó el Premio Ramón Piñeiro de Ensayo, y
cuyas palabras traduzco al español: “La erotización del paisaje fue fundamental
para la empresa colonial al convertir la geografía en un cuerpo maduro para la
conquista. Existe, pues, un hábito cultural que marca el paisaje como algo
femenino que tiene mucho que ver con el papel dominante de los hombres en la
actividades culturales que conforman nuestra visión del paisaje” (Paisaxe e nación, página 186). Palabras
que deberían ser compartidas en buena medida por quienes sean conscientes de
esa dicotomía naturaleza / cultura, con claras proyecciones y atribuciones
genéricas. Mas por motivos igualmente sólidos creo que se debe rechazar todos
aquellos tópicos que suelen acompañar a las piezas de la literatura intimista,
tal como fue calificada en su día la presente narración por algún miembro del jurado que le otorgó a
la novela de María López Sánchez el Premio de Narrativa Breve Repsol del año
2012: si una mujer escribe una novela intimista, resulta femenina. Si lo hace
en cambio un hombre es profunda.
Profunda y escrita con pluma poderosa es La forma de las nubes, publicada por
Editorial Galaxia en 2012, traducida ahora por Xosé Antonio Silva y editada por
Mar Maior. Novela intimista ciertamente, que ahonda en la personalidad de la
protagonista -solamente sabemos que se llama C-, en las estrategias del yo, en
las repercusiones en su personalidad de lo que sucede fuera y en su evolución,
desde el momento en que, con trece años, emprende un viaje, hasta su edad
adulta. Arrastrando un precoz aprendizaje del desamor, con bloqueo de la
dimensión emocional, concentrándose únicamente en el sexo, hasta que llega el
amor y sus barreras son tan inútiles, a la hora de evitar el enamoramiento,
como fáciles de levantar de nuevo cuando sobreviene la traición.
La escritura de María López Sánchez desnuda
a la protagonista ante el lector, al que le permite escudriñar en las
interioridades de su yo, en sus puntos vulnerables, en las vivencias de una
vida que nace y en los sentimientos cuando la tragedia se asienta en su hogar.
Y lo hace con una pragmática narrativa en la que, entre otros recursos, la
autora combina hábilmente analépsis y prolepsis, que le permiten fundir planos
temporales, mezclando el pasado con el presente, pero intentando construir al
mismo tiempo realidades nuevas. Eses retales
del pasado son las losetas
existenciales de un friso vivencial al que la protagonista pretende dar
sentido, interpretarlo, tal como hace cuando al mirar el cielo, contempla las
formas de las nubes y las convierte en signos o en enigmas.
Obra pues de formato biográfico, aunque sin
olvidar su carácter ficcional, y cuyo referente no es la autora. Discurso
narrativo, en la acepción de Todorov, como corresponde a las acciones en movimiento y a los
distintos avatares de una existencia. Así mismo, discurso narrativo muy alejado
de cualquier seducción de lirismo poético, y, sin embargo, un libro que no
desprecia las palabras y cree en su valor performativo en el sentido que le dio
John L. Austin (Cómo hacer cosas con
palabras).
La forma de las nubes se hizo merecedora,
como ya quedó señalado, del Premio de Narrativa Breve Repsol, 2012. Un premio
otorgado, al menos en este caso, no a las ventas sino a la osadía de la
innovación.
Francisco
Martínez Bouzas
Fragmentos
“Tuvo
que llegar el desamor para hacerme recordar y para que mi estado de ánimo fuera
propicio para escribir. El desamor tiene la capacidad de volverlo todo gris. De
repente, el cuerpo se siente desvalido, como sin duda se sintió en un tiempo
que ya no es capaz de recordar. En el desamor siempre hay viento, un viento que
se lleva los papeles del suelo, y la hierba que cortan los jardineros, y las
pelusas, y la publicidad que se descuelga de los parabrisas, y las hojas de los
árboles, aunque sea por otoño. El desamor lo transforma todo en metáfora. Las
palabras oídas, los fragmentos de conversaciones, todo habla de cosas que se
pierden. Los mismos árboles tiemblan con la tristeza de sus troncos desnudos y
quizá recuerdan que un día fueron osados, que irguieron la cabeza hacia el sol,
hacia la luz, hacia la plenitud.”
…..
“Tengo
un teoría sobre la felicidad y las nubes. Se la he contado a algunos amigos y
la encuentran simpática, les hace gracia, lo que no está mal, habida cuenta de
lo poco dotada que estoy para el humor. La persona feliz, les digo, es capaz de
tumbarse en la hierba a contemplar las nubes y dejar la mente en blanco, dejar
que se deslice el tiempo con el propio discurrir de las nubes. Su mente no
ofrece resistencias, no intenta frenarlas, no busca formas. Si acaso cristaliza
alguna, no pretende detenerla, ni definirla, la deja ir, transformarse hasta
desaparecer. Para la persona feliz el
movimiento de las nubes sirve simplemente como marcador del tiempo, intensifica
su percepción del presente.”
…..
“Si
una analiza los datos estadísticos y observa las sociedades modernas, llega a
la conclusión de que el amor, tal como todos lo soñamos de adolescentes, es una
rareza. Hay estudios científicos que señalan -no me atrevo a decir que demuestran-
que el amor, como exaltación química y hormonal, sigue un patrón temporal que
lleva necesariamente a la tranquilidad y a su decaimiento. La sabiduría popular
habla de la crisis de los siete años, que implica posiblemente superar ya dos
ciclos de tres o cuatro años que la naturaleza precisa para la procreación y el
apoyo paterno durante la fase de mayor inmadurez y dependencia de la cría.
Querríamos un mundo hecho para nosotros, pero el mundo y la vida trabajan para
sí mismos.
Que
hayamos sido capaces de soñar e imaginar algo como el amor romántico es una de
las plasmaciones de la capacidad humana de ensoñar e idealizar. Es una
elaboración artística.”
(María López Sánchez, La forma de las nubes, páginas 11, 19,
54)