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viernes, 27 de marzo de 2015

"DONDE NO ESTÁS", LOS INCONFESABLES SECRETOS QUE SOLO LOS MUERTOS CONOCEN



Donde no estás
Gustavo Martín Garzo
Ediciones Destino, Colección Áncora y Delfín, Barcelona, 2015, 365 páginas.

   Confiesa Gustavo Martín Garzo que la misión del novelista es dar voz a los que nadie escucha, al que no la tiene, sean seres humanos ausentes, animales, árboles o naturaleza inanimada. Y también contar, ser testigo con las armas de la ficción, de lo que no cuentan los historiadores, especialmente de las huellas invisibles que los hechos producen en el alma de aquellos que los vivieron, de las fabulaciones, mentiras y disparates que generaron. Y de todo ello va su última novela, Donde no estás. Porque, sigue pensando el escritor vallisoletano, en las casas de antes, las grietas que lo invadían todo, se mezclaban con los más íntimos secretos: “Las habitaciones de los muertos se mezclaban con las de las parturientas y las de los recién nacidos. Las de los niños con las del horror y la sexualidad”. En Donde no estás también existe una casa así, llena de cuartos secretos donde pervive la memoria de hechos inconfesables, o una habitación clausurada donde se archivan las desgracias.
   En esas coordenadas de secretos inconfesables o de clausuras queridas o irremediablemente impuestas, explora la novela, y a su principal protagonista le tocará bucear en ese oculto mar de fondo agitado por secretos perturbadores. Ella es Ana, una adolescente que, tras la muerte de su madre, regresa a un pueblo, Villalba de los Alcores, en tierras valisoletanas, enclavada entre los Montes Torozos y Tierra de Campos. Vuelve a la casa familiar para hacer compañía a la abuela, vieja, paralítica, la rica de la comarca, dotada de una fuerte personalidad que la impulsa a actuar como una reina madre. La mansión familiar es un laberinto de secretos que nadie quiere o se atreve a desvelar. Las medias historias que recibe como respuesta, se contradicen con los rumores que circulan por el pueblo y con el relato, muchas veces inconexo de la abuela. Por una mujer del lugar Ana se entera de que su madre era la amiga de la loca. Y entonces Ana quiere saber más, quiere empaparse de la vida que hay en los recuerdos. Pronto se entera de que, a los pocos meses de nacer, la abuela se la quiso comprar a su madre. Seguirá ahondando en el pasado familiar con la Guerra Civil española como espoleta de un conflicto que tiñó de sangre un pueblo, donde las tropas franquistas no hallaron resistencia y sin embargo se cebaron con inocentes a los que los falangistas fusilaban solamente porque no pensaban como ellos.
   Poco a poco, entre mentiras, secretos, sospechas y certezas va conociendo la historia de su madre, recupera el mundo materno desde la niñez de su progenitora hasta su noviazgo, su matrimonio, la ruptura del mismo, con su padre alistado en la División Azul y al poco tiempo con su nombre escrito en una lista de muertos. Un mundo en el que convive la perversidad y el candor. Y donde están muy presentes y vivos los crímenes, los asesinatos de seres inocentes en un tiempo laberíntico. También lo que había sucedido con sus padres hunde sus raíces en la Guerra Civil española: en el pueblo acontecieron cosas horribles de las que nadie quiere hablar. Son cosas que hay que olvidar, tal como le dice una de las sirvientas de la mansión de la abuela.
   Pero el fantasma de una mujer -la Señora empapada de agua- que se le aparece en las noches plácidas y un cuaderno que su madre le había legado, le ayudarán a conocer esos secretos, esas oscuras historias que atestan los rincones más recónditos de la casa. El más importante: los misterios que rodean a su propia familia. El del tío Orestes, con su cuarto secreto, casado con una actriz portuguesa a la que provee de hombres para que no lo abandone y que un día aparecerá ahorcado en la torre. La abuela que no había amado a su marido ni tampoco a sus hijos (No le parecían distintos de los terneros y ovejas que tenía en los establos). La relación de su padre y su madre, con sus glorias, sus miserias y espacios ciegos. La tragedia de Sara, la chica muda amiga de su madre, destruida por su padre y su amigo Lorenzo…todo ello en un país presidido por el miedo, la hipocresía y la doble moral.
   Son secretos que solo conocen los muertos, que tanta importancia tienen en esta historia; presentes en los relatos de los fusilamientos clandestinos en el monte, en las oraciones de la abuela, en las fotografías de la madre, en el cuarto secreto del tío Orestes, en la presencia del fantasma, una forma, revela el autor, de que el mundo de los muertos continúe a nuestro lado, una encarnación de los incumplido. Huellas de los muertos que al desaparecer se convierten en huecos, en zonas oscuras que permanecen misteriosamente activas. Y a eso precisamente alude el título de la novela: a esos agujeros que se abren en la realidad que nos circunda, cuando un ser humano se nos va para siempre. En la sociedad actual no queremos ver esos espacios que dejan los muertos, espacios vivos que necesitamos. Es misión de la literatura dar voz a los que no la tienen, dar voz a los muertos porque los vivos los lloran pero pronto los alejan de su lado para seguir con sus asuntos.
   Donde no estás es una riquísima y poderosa  novela. Una historia que se va ramificando en muchas historias, historias brutales en su mayoría. Una saga familiar, con secuencias de contenido folletinesco; retrato de los años sesenta, pero también memoria histórica. Recuperación acusadora de tantos muertos a los que seguimos sin hacer justicia muchos años después (“hay quien considera, declara el autor, que es un atentado a la normalidad que haya ancianos que quieran recuperar los restos de su familia para enterrarlos dignamente”). Pero una historia de historias donde también están presentes el amor, el deseo, lo prohibido, el sexo. Todo un mundo de odios, pistolas, himnos patrióticos, amores secretos, asesinatos de niños e inocentes, fantasías en un tiempo el que se pecaba con el pensamiento.
   Novela por la que transitan múltiples personajes, la mayoría mujeres. Son ellas, hablando en primera persona, las voces narrativas. En los tiempos que la novela rescata, ellas representaban la intimidad y eran las depositarias de los secretos, porque vivían en lo escondido o en los sueños. Romance pues de naturaleza coral, lo que favorece un enriquecedor perspectivismo, con distintas versiones de un mismo suceso, como ocurre en la vida. Y esa historia de medias verdades, fragmentaria, la reconstruye el autor mediante un idioma empleado con mimo, con latidos de selecta y a la vez simplísima prosa poética. Con ella, usada con mesura y maestría, recrea Martín Garzo rotundos perfiles psicológicos y describe la belleza de un mundo natural y el clima de un tiempo turbio en el que se mueven múltiples personajes basculando entre la inocencia y la más abyecta depravación.

Francisco Martínez Bouzas

                                                      
Gustavo Martín Garzo
Fragmentos

“Al día siguiente estuve hablando de todo eso con Fernanda, que me comentó que lo que había pasado entre papá y mamá tuvo que ver con la guerra de España. En el pueblo sucedieron entonces cosas terribles, aunque nadie quería hablar de ellas. Le pregunté a Fernanda qué cosas y ella me contestó moviendo la cabeza: Cosas, cosas que hay que olvidar. Le tiré de la lengua y me contó que los falangistas iban por los pueblos y se llevaban a los que no pensaban como ellos para matarles en el monte. En Villalba de los Alcores habían desaparecido doce personas. Las casas se llenaron de secretos, de oscuras historias de las que no se podía hablar. Eran como heridas que supuraban en la oscuridad de las noches y que todo lo envenenaban.
No era verdad que fuéramos dueños de nuestras vidas, me dijo Fernanda. Las personas éramos como esas ramas que arrastra la corriente de los ríos sin que pueda saberse adónde las lleva. Mi madre era una de esas ramas y yo la ramita que había nacido de ella. Durante un tiempo habíamos flotado juntas, pero luego esa misma corriente nos había separado llevándonos a cada una por un lado. Siempre era así. Los niños seguían bajando por el río y sus madres se quedaban atrás, en sus orillas, viéndoles alejarse. Y no se volvían a encontrar.”

…..

“Pero llegó la guerra y todo terminó. Tenía razón Barrabás, todos estábamos condenados. Fíjate, aquí no hubo resistencia, pues toda la comarca cayó en la zona de los nacionales. No debió de haber ni un solo muerto, pero los falangistas iban por los pueblos y cogían a los que no pensaban como ellos y los fusilaban en el monte. No tenían que ser culpables de nada. En Villbrágima, se llevaron a una pobre muchacha cuyo único pecado fue haber bordado la bandera que ondeaba en el balcón del ayuntamiento. Ni siquiera sabía lo que era la República. Era muy buena bordando y, cuando ganaron las elecciones los izquierdistas, el alcalde le pidió que bordara la nueva bandera. Eso le costó la vida. Y mientras unos eran asesinados, los demás fingían no enterarse de los que pasaba.”

…..

“No importa que a los viajeros Villalba les parezca un desierto. Allí están las ágiles golondrinas, las pequeñas charcas donde anidan las gallinitas de agua, el croar anhelante de las ranas, las orillas pobladas de fresnos y chopos, la locura del picapinos y los correteos vivaces de la cogujada, con su cresta siempre erecta. Están las noches estrelladas y el oro de las tardes de verano sobre los campos de cereal. En el colegio inglés donde estudiaba, un profesor de literatura nos hizo leer El Paraíso perdido de Milton. Enseguida comprendí que los prados felices de los que se hablaba en aquel poema se confundían en mi alma con aquellos lugares.”

…..

“Un día que había ido de compras a Medina de Rioseco, vi a tu padre entrar en la iglesia y le seguí sin que se diera cuenta. Se arrodilló ante un confesionario y permaneció allí un buen rato musitando sus pecados, pues era extremadamente escrupuloso. Está hablando de mí, pensé llena de orgullo, pues era yo quien le hacía pecar. Esa tarde, cuando fue a buscarme, se lo pregunté. Tu padre enrojeció como un niño al que se pilla en una falta. Me excitaba aquella escena. Tu padre en el confesionario, hablando en susurros al sacerdote de lo que hacíamos en el coche. Entonces me puse a besarle. De vez en cuando me separaba un poco de él y le decía. Anda, dime, ¿qué le has contado? Quería conocer cada una de sus palabras, qué le había dicho, hasta donde había llegado su relato. ¿Le contaste que pusiste tu mano aquí?, le preguntaba llevando su mano bajo mi falda. ¿Y aquí?, volvía a preguntarle poniendo esta vez su mano sobre mi pecho. Y al tiempo que le iba preguntando, le obligaba a contarme de nuevo lo que habíamos hecho, y no te creas que eran cosas fáciles de contar. Te vas a tener que confesar otra vez, le decía gimiendo. Me gustaba saber que me deseaba hasta el punto de perder la cabeza por mí y arriesgarse a ser castigado con las penas del infierno. Me sentía como esos niños que se cuelan en las iglesias cuando nadie los ve y se ponen a jugar con los cálices y los objetos sagrados.”

(Gustavo Martín Garzo, Donde no estás, páginas 23, 191, 270, 344)

lunes, 23 de marzo de 2015

"LA MAESTRA ANNUZZA": EL MATRIMONIO COMO OBLIGADA FORMA DE VIDA



La maestra Annuzza
Una historia siciliana
Elvira Mancuso
Traducción de Francisco de Julio Carrobles
Editorial Periférica, Cáceres, 2014, 219 páginas

    
   Elvira Mancuso (1867-1958) fue una escritora siciliana, autora de una sola novela, Annuzza la maestrina. Vechia storia…inverosimile, editada en 1906 y reeditada en 1990, gracias al empeño de Italo Calvino y Salvatore Silvano Nigro. En esta pieza narrativa, traducida al español y editada hace unos meses por Periférica, la autora muestra una fuerte influencia del verismo, aclimatización italiana del naturalismo francés, cuya preponderancia se dejó sentir durante un largo período del pasado siglo tanto en la literatura  como en el cine con el neorrealismo que acogió a los más grandes directores de la filmografía italiana.
   La acción de la novela transcurre a comienzos del siglo XX en dos pequeñas localidades sicilianas, Petraperzia y Caltanissetta, lugar de nacimiento de Elvira Mancuso, que sin duda proyecta sobre la novela sus  recuerdos y experiencias personales como maestra y mujer que renunció al matrimonio en aras de su profesión. El papel femenino, en esas coordenadas espaciales y temporales, era exclusivamente pasivo: el rol social de la mujer es la reproducción y el desempeño de las tareas domésticas. El personaje que le da el título a la novela, Annuzza, es una chica pobre, hija de una mujer criada en una inclusa, sin padre ni hermanos. Pero ella será el sujeto  de una tentativa de superación cultural y de una historia de amores y pasiones. Porque Annuzza se negará a cumplir con las expectativas hacia la mujer que una sociedad pueblerina y extremadamente conservadora mantiene como intangible pero inevitable dogma de fe para los seres humanos por razón de su sexo.
   Da comienzo la novela con la noticia del noviazgo de Annuzza Milazzo con el rentero Pascuale, el Cansabueyes, un joven rico, simpático y bien parecido por el que suspiran todas las madres y jóvenes casaderas de Pietraperzia. La promesa del matrimonio hace feliz a Pascuale y sobre todo a la madre de Annuzza, la tía Calogera, que no quería entregar a su hija a un joven jornalero. Pero la joven Annuzza, poseedora de mucho amor propio y de una gran inteligencia, no se siente feliz. Aspira a hacerse maestra. Había aceptado el noviazgo solamente para no desilusionar las esperanzas de su madre. Por eso desde las primeras páginas se revelan como incompatibles las formas de pensar de Annuzza y de su prometido. Pascuale es un campesino rico, de buen corazón pero muy ignorante que se  muestra muy enamorado y feliz. Annuzza, por el contrario es una huérfana, rica solamente por su inteligencia. Y es su afán de superación lo que prima en ella hasta el punto de imponerle a su prometido la condición de casarse solamente después de que ella haya obtenido el título de maestra. Será, piensa, la única forma de que los parientes de su esposo la respeten. Pascuale, orgulloso de poder algún día ser el marido de una esposa instruida, acepta y será él quien corra con los gastos del desplazamiento y estancia en Caltanissetta, donde Annuzza inicia sus estudios para convertirse en docente.
   Sin embargo, sin ellos ser conscientes, ese hecho contribuirá a un inexorable alejamiento. Annuzza, en contacto con el mundo de la cultura, se transforma y cambia su modo de ser: la nobleza y la humildad dejan en ella paso al egoísmo pretencioso: rechaza a su madre porque en ella ve el espejo de la pueblerina ignorante, y desprecia a su prometido, al que ya no ve como el hombre de su vida, sobre todo después de haber conocido a un profesor elegante y de porte aristocrático. El desenlace de la novela sigue las pautas de la tragedia griega: Annuzza muere, sin haber traicionado a Pascuale, solo por  haber deseado conquistar su independencia y la libertad de no casarse con el hombre que no amaba.
   La novela de Elvira Mancuso refleja el drama existencial de aquellos personajes que luchan por huir del destino que la sociedad siciliana del Ottocento, incapaz todavía de aceptar la emancipación femenina, imponía como estilo de vida. Una sociedad anclada aún  en un modelo femenino que ve en el matrimonio como forma de sistematizar la propia vida y despejar el futuro. Frente a ese panorama, la novela nos ofrece un contrapunto: un comportamiento femenino que propone para las mujeres un ideal de superación mediante la cultura, a pesar de que la protagonista se manifiesta muy pronto como un ser engreído y rudo, al igual que los personajes secundarios que intervienen en la novela, como si la autora quisiera dejar patente que la moral burguesa no es conciliable con la lucha por un futuro mejor en un ambiente pueblerino e ignorante.
   Lo que la novela puede tener de melodrama folletinesco, espacialmente en el desenlace, se compensa sobradamente con la profundidad de la penetración en la psicología de los personajes, de que hace gala la autora, con las excelentes descripciones y con el retablo colectivo feroz, penetrante y ajeno a cualquier pincelada compasiva, de una sociedad rural en la Sicilia en el cruce de siglos. Todo ello en una arquitectura constructiva lineal, de fácil y amena lectura.

Francisco Martínez Bouzas
                                                    
Elvira Mancuso

Fragmentos

“-¡Un joven como hay pocos!-repetía sin poder sosegarse-. ¡El hijo de mi pobre hermana que en gloria esté…y encima con todos esos bienes…dejarse enredar por ese par de harapientas! ¿Y no sabéis? ¡Ha tenido la cara de venir a rogarme que fuera yo a casa de la tía Calò para la pedida! ¡Vamos, que lo cuentas por ahí y no se lo cree nadie! Yo por mi…pondría la mano en el fuego a que ese par de hechiceras (¡que el Señor me perdone!) lo han embrujado. ¡Pero como hay Dios que esa descarada Annuzza no va a disfrutar de él! ¡Antes de que acabe el año se convencerá de que un mocetón de su categoría no puede andar penando detrás de una viborilla más escurrida que un palo de escoba! ¡Y la tía Calò tendrá que arrepentirse con lágrimas de sangre de la faena que me ha hecho robándome el sobrino!”

…..

“Pascuale comprendía que se estaba volviendo loco, un loco malvado. La agitación y el disgusto de saber que aquella otra estaba tan cerca, se le habían convertido de la noche a la mañana en un imperioso deseo de verla, verla una sola vez, por un solo momento, sin ser visto por ella: así, por curiosidad, para saber si se seguía pareciendo a aquella Annuzza que se le había quedado grabada en los ojos, y que, por desgracia, nada había conseguido todavía borrar. Verla también para asegurarse de que, guapa hasta el punto de hacer pecar a un santo como era él, ya no le inspiraba ningún deseo, y en tal caso poder escupirle en la cara como a la más pérfida de las asesinas, a la más abyecta de las mujeres perdidas.”

(Elvira Manuso, La maestra Annuzza, páginas 8, 209-210)

viernes, 20 de marzo de 2015

"AZUL COBALTO": LA VIDA DE UN PEQUEÑO DIOS



 
Azul cobalto
Historia posible del marqués de Sargadelos
Alfredo Conde
Edhasa, Barcelona, 507 páginas
(LIBROS DE FONDO)

   Azul cobalto. Historia posible del marqués de Sargadelos, representa un paso importante en el proceso constructivo de la novela histórica gallega. Un relato ficcional relacionado con ambientes, hechos y personajes históricos. Mas Azul cobalto en poco se parece a  las obras de Walter Scott, quizás el paradigma autorial del relato histórico, sino a otro tipo de narraciones de características diferentes. Azul cobalto es más bien una biografía novelada, la fabulación, partiendo de ciertos datos, de la vida de un hombre extraordinario en la Galicia del último tercio del siglo XVIII y de los primeros años del XIX, Antonio Raymundo Ybáñez, marqués de Sargadelos.
   Alfredo Conde, en efecto, recrea la historia verídica del marqués de Sargadelos, y adivina fabulosamente aquello que la historia no cuenta. Mas la suya es una invención de hechos y acontecimientos posibles. Por eso mismo resulta muy apropiado el subtítulo del libro: Historia posible del marqués de Sargadelos. No es poco, a pesar de lo que el autor manifiesta, lo que sabemos sobre la vida de este personaje, una de las figuras humanas más interesantes que actuaron en Galicia en las fechas señaladas. No obstante, seguramente es mucho más lo que ignoramos de la figura del marqués de Sargadelos, un corredor de fondo en unos momentos en los que Galicia se halla en la vorágine ciclónica, en ese ombligo plácido alrededor del que giran los vientos y el embravecido mar, y con el que el autor se identifica hasta el punto de maldecir en el desenlace del libro la memoria de cuantos posaron sus manos en el cuerpo estremecido y doliente y de cuentos, en loca carnicería, despedazaron y esparcieron  sus restos por la villa de Ribadeo.
  La novela parte del relato de la primera huelga revolucionaria -contrarrevolucionaria sería un término más apropiado- que afectó a la industria española. Estamos en los primeros días de mayo de 1798. El protagonista huye de los reaccionarios, dejando en el pazo de Sargadelos a su silente esposa, aquella mujer que le había dado diez hijos y a la que amara únicamente  a través del agujero que lucen sus camisones en el lugar apropiado. Solamente lleva consigo el cuadro en que Goya lo había inmortalizado, y no por un banal  capricho, sino porque el autor precisa del retrato en azul cobalto, pintado por el maestro de Fuentedotos, para buscar en él al personaje. O mejor dicho, para que este déspota ilustrado, no al estilo francés sino al gallego, señor de los altos hornos siderúrgicos y de la fábrica de loza, se contemple y se busque a si mismo. La asonada contrarrevolucionaria precipita a este pequeño dios, a este verdadero demiurgo, en manos de la recordación. Y esa evocación consume buena parte de la novela.
   De esta manera, el relato de Alfredo Conde se convierte en la invención de la propia personalidad del protagonista desde sus cuarenta y ocho años, amalgamando intensas retrospecciones con el relato lineal de sus últimos años de vida del marqués. Invención, pues, de una vida desde la niñez, recordando el caldo que hierve en la casa de su primo Josef Lombardero, que hierve en el pote de la lareira desde que el mundo es mundo. Los aprendizajes fundamentales, entre ellos aquel de que siempre existe algo oculto o que cualquier sueño es posible. Rehacer por lo tanto una vida desde la derrota y la melancolía de este ser que era al mismo tiempo muchas cosas: fisiócrata unas veces, de la escuela de Adam Smith otras, afrancesado en ocasiones, católico a muerte, otras empresario eficaz, que vive y trabaja bajo el sino de crear riqueza sea como fuere y bajo cualquier circunstancia.
  
Alfredo Conde
La vida de este pequeño dios, cruel y poderoso, que otea el mundo desde la crisálida de la razón, es una sucesión de amplias madrigueras por las que camina hacia la luz, ya sea de la Ilustración, ya de cualquier otro origen acorde con la condición humana. Y en el medio de tanta invención, Alfredo Conde  dota al personaje de una vida erótico-amatoria paralela a la de su sacramental monotonía con la madre de sus hijos. Surge así la figura de Lucinda, la moza aldeana de cuerpo de almasí fresco, mas también templado, que le ofrece al autor la ocasión para escribir páginas rebosantes de lirismo y de conmoción sensorial.
   Un final trágico pero que se ajusta fielmente a la realidad de los hechos y un desenlace estremecido, mérito de la pluma del  escritor, le ponen enramo a esta hermosa biografía novelada en la que Alfredo Conde reproduce virtudes y defectos de obras anteriores.
                                                  
Estatua moderna de Antonio Raymundo Ybáñez en la actual fábrica de cerámica de Sargadelos

En Azul cobalto se hallan presentes los rasgos generales de la escritura de Alfredo Conde. Una estructura editorial binaria que sirve para diferenciar la recuperación de los recuerdos con relación al relato objetivo de la realidad, y en este caso sin anunciar el cambio de tiempos mediante el empleo de ningún artificio sintáctico, sino por medio del fundido de planos. Una ruptura pues de la cronología sucesiva del relato para retomar y evocar acontecimientos anteriores, que los especialistas encuadraría dentro de las analépsis mixtas homodiegéticas. Largos períodos  excesivamente ramificados, al ladote otros muy breves con los que suelen iniciarse o concluir los capítulos. Un tiempo narrativo muy dilatado; páginas cimentadas en un reseñable rigor documental. Y también en una exuberancia de cavilaciones y en un excesivo detallismo descriptivo, que hacen de esta biografía novela un libro leíble por su hermosura y solidez, pero que nada perdería si el autor hubiera aligerado muchas disquisiciones, genealogías y anécdotas varias de personajes secundarios. En resumen, y no obstante las consideraciones precedentes, una sólida amalgama de realidad y de mundos ficcionales que nos trasmite la singladura vital de este pequeño dios poderoso.

Francisco Martínez Bouzas

martes, 17 de marzo de 2015

"LA PELUCA DE FRANKLIN": NOVELA SOBRE LA PASIVIDAD Y SOBRE EL COMPROMISO



La peluca de Franklin
María José Codes
Menoscuarto Ediciones, Palencia 2014, 300 páginas.

   La peluca de Franklin es la tercera novela de María José Codes, autora así mismo de relatos cortos publicados en varias antologías y de un interesante libro de ensayo sobre la intriga y el suspense. Ha sido finalista del Premio Tusquets y del Nadal en 2014. En La peluca de Franklin, la autora reúne dos historias separadas por muchos años, relatadas en paralelo y aparentemente sin relación entre ellas. No obstante, a medida que avanzan las dos tramas, se irán superponiendo, comunicándose con sutileza, hasta terminar convergiendo entre si,  a pesar de las distintas y muy alejadas cronologías en las que se desarrollan. Un experimento sin duda muy interesante pero muy complejo que constituye, no el único, pero sí uno de los principales méritos de esta novela.
   La primera de las historias acontece en la actualidad y tiene como protagonista a Vilán, un sociópata  precoz que sufre de agorafobia. No sale a la calle; es un autómata sin contactos reales con nadie, pero hay pocas cosas que no pueda conseguir por la red,  a través de la que se comunica con otras personas, especialmente con un personaje misterioso, Malvaré. Está obsesionado con su vecina Floria, a la que espía de forma clandestina con un telescopio que le permite grabar los momentos e imágenes de la intimidad de la mujer. Es tal su adicción al voyeurismo que no acepta ninguna de las repetidas y jugosas ofertas que le hacen por su casa. Resuelve con bastante pragmatismo el problema del sexo: se masturba dos veces al día, estimulado por un cuadro erótico. La primera en la sauna siguiendo el ejemplo de Floria que lo hace con una escultura. Con su telescopio llega a grabar unas escenas en las que la vecina es violada por un desconocido. Su pasividad le impide intervenir, y además piensa que Floria lo preparó todo para que él lo viese  a través del telescopio.
   Vilán consume su tiempo escribiendo la segunda historia: en un viejo baúl ha encontrado unos papeles de un antepasado suyo, Jaime Gardoqui, donde este relata el viaje marítimo que, por encargo del conde de Aranda, embajador de España en Francia, realiza en 1776 a bordo del bergantín Reprisal, para acompañar y controlar los movimientos de Benjamín Franklin que se traslada a Europa para recabar la ayuda de Francia y España a favor de la lucha de independencia norteamericana. Con Franklin viaja Eternity, una joven mujer cuya identidad es un enigma y a la que Gardoqui también espía por el ojo de la cerradura de su cámara, observando cómo se desnuda la joven.
   Las dos historias transcurren en paralelo, mediante una técnica basada en el contrapunteado, mas poco a poco la historia de Gardoqui, Franklin y Eternity irá ocupando mayor espacio y protagonismo en el libro, mientras que la de Vilán y su pasividad claustrofóbica  se convierten en el nexo imprescindible de la del viaje de Reprisal, en la que, hacia el final y después de sortear tormentas y corsarios, Franklin arroja al mar su peluca, un gesto simbólico con el que el político, científico e inventor de Filadelfia está cumpliendo el proyecto de su vida tratando incesantemente de ser un hombre nuevo. Un final bastante truculento, con tintes policíacos y con un alegato contra los cultivos transgénicos, pone fin al relato de la primera historia. El desenlace de la segunda se consuma en un naufragio y con Eternity, mujer audaz y luchadora, ayudando desde Inglaterra y París a Franklin al que transmite información política.
   Ambas historias comparten no pocos puntos en común. Los protagonistas de las dos viven inmersos en la opacidad: ambos son espías voyeuristas; a los dos los ahoga la pasividad. Una pasividad culpable, individualista, que es sin duda el tema de fondo de la novela y que se hace evidente sobre todo en la personalidad del protagonista de la historia actual: un personaje atado a su ordenador, un autómata sin contacto real con nadie que se limita a ver el mundo desde el monitor del computador, sin moverse de su asiento. “Una isla flotante ante mi claraboya virtual”. Frente a esa pasividad masculina, la autora halla valores contrapuestos en el lejanos siglo XVIII: en los predicadores cuáqueros que creían en la igualdad de hombres y mujeres, en figuras de intelectuales femeninas (Suzanne Curchod, más conocida como Madame Necker, Madame du Châtelet, traductora de Newton al francés, o la enigmática figura ficcional, Eternity, que se agiganta a medida que transcurre el relato). Una dualidad pues: pasividad – audacia luchadora y comprometida que origina visones contrapuestas del mundo circundante.
  
Benjamin Franklin
La novela, como ya quedó señalado, amalgama dos historias y no pocas dualidades. En el debe de la misma, debo señalar una cierta oscuridad en el trazado narrativo de la primera parte que puede provocar que el lector no devore las páginas sin darse cuenta. Así mismo, alguna incongruencia narrativa, como la de la lectura de una larguísima carta de Cristina Duham, madre de un hijo de Franklin y dirigida a este, por parte de Jaime Gardoqui que la había sustraído del arcón de uno de los Padres Fundadores, atenazado por el miedo de que este irrumpiera en el camarote.
   Todo ello sin embargo no desmerece el valor de este ejercicio narrativo. A medida que la novela avanza, el relato cobra interés: la aventura se asocia con la intriga, con el espionaje y sobre todo con la defensa de valores e ideales de gran importancia, como la demanda de la igualdad de todos los seres humanos. María José Codes lo hace reivindicando figuras femeninas que, en los inicios de su relato, desempeñan un papel secundario, mas, a medida que este avanza, se convierten en los grandes referentes de la novela.

Francisco Martínez Bouzas

María José Codes

Fragmentos

“En el Reprisal todo el mundo parece ocupado en sus quehaceres. No se oyen bromas entre los marineros, ni siquiera las quejas de costumbre. Hasta los gansos permanecen en silencio dentro de sus jaulas apiladas en cubierta. Se diría que guardasen un secreto vital y que hubiesen olvidado momentáneamente su infausto destino como alimento futuro para la tripulación. Hay un ir y venir diligente entre tipos que apenas se rozan, mientras despliegan los tableros y los bancos en cubierta para la primera colación del día. Aparte el retumbo de tablones solo se escucha la mar, con su parloteo de gárgaras de costumbre, y el casco enérgico del bergantín cortando al bies el oleaje. Lo demás son chirridos de poleas, flameo de vela y el suave céfiro a favor.
Jaime pliega su coy como ha visto hacer a los demás, enrollando su tela con un cilindro bien apretado, antes de subir al castillo para apilarlo junto a los otros, entre las batayolas de proa. Con todas las hamacas apiladas, esas barandillas con red se vuelven un sólido parapeto. Sabe Dios que, en tiempos difíciles, resultan una protección útil en cubierta en caso de ataque inesperado. Además, así se airean y huelen menos por la noche.”

…..

“No pienso marcharme. He vivido desde hace años en esta comunidad donde las mujeres hemos llegado a ganar muchas pequeñas batallas contra hombres sin escrúpulos, contra maridos maltratadores, contra charlatanes aspirantes a la Asamblea, contra ladrones y contra asesinos a sueldo. Algunas de entre nosotras se han visto perseguidas por la ley a causa de sus propios hijos ilegítimos, con el único fin de desposeerlas de sus tierras. Pero, como bien sabes, nunca nos hemos cruzado de brazos y hasta las que decidieron marcharse, como Patience, continúan a su modo con nuestra causa. No olvidamos que gracias a tu ayuda y tus contactos, nuestra querida Patience no ha dejado de enviar dinero y valiosas noticias desde Londres. Supongo que una viuda escultora y con cuatro hijos, despierta pocas suspicacias entre sus ingenuos clientes aristócratas. Los hombres sois así de incautos con nosotras. Estoy segura de que la mayor parte de la información secreta que consigue la obtiene con solo escuchar dócilmente mientras el estado mayor posa para ella.”

(María José Codes, La peluca de Franklin, páginas 88, 240)

viernes, 13 de marzo de 2015

LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL EN LAS CRÓNICAS LONDINENSES DE AUGUSTO ASSÍA



Cuando yunque, yunque
Cuando martillo, martillo
Augusto Assía
Prólogo de Ignacio Peyró
Libros del Asteroide, Barcelona, 2015, 476 páginas

   Libros del Asteroide  reedita en un solo volumen las crónicas de la Segunda Guerra Mundial que el periodista gallego Augusto Assía, pseudónimo de Felipe Fernández Armesto (A Mezquita, Ourense, 1906 – Messía, A Coruña, 2002), escribió desde Londres como corresponsal para el periódico barcelonés La Vanguardia. Sus crónicas de la Guerra, percibida desde Londres, aparecieron como libros en 1946 (Cuando yunque, yunque) y en 1947 (Cuando martillo, martillo). El autor fue uno de los grandes periodistas españoles del siglo XX: el único que desde Londres informaba de la Guerra; el único, así mismo, con Carlos Sentís, que pudo cubrir los juicios de Nuremberg. Augusto Assía está considerado sobre todo como uno de los padres en España de la crónica internacional  Personaje controvertido, aureolado por una gran personalidad, pero también por incógnitas y misterio. Su dimensión escondida ha sido investigada profusamente  en los últimos años: activista en el Berlín de 1930 de la Internacional Socialista, agente del servicio de espionaje británico, miembro del Partido Comunista de España en los años 30 según la historiadora rusa Natalia Kharitonova, defensor “templado” en 1967 de la equiparación de derechos del gallego con el español, lo que le acarreó una multa del ministro de Información y Turismo franquista, Fraga Iribarne, al director del periódico en el que publicó el artículo reivindicativo. Años más tarde, sin embargo, fue demandado por un partido nacionalista gallego y por el sindicato Comisións Labregas a los que había acusado de colaborar con grupos terroristas.
   La obra que acaba de publicar Libros del Asteroide, nos ofrece en un solo volumen una visión global de la percepción de la Guerra por el periodista desde la capital inglesa: desde sus primeras impresiones, tras llegar a Londres, después de haber sido expulsado de la Alemania nazi, censurado por la República española y por la dictadura franquista, hasta el final de la Guerra.
   Cuando yunque, yunque recoge una selección de textos publicados durante la primera parte de la contienda, la “guerra defensiva”, en la que el sur de Inglaterra y la capital británica eran presa de las bombas de la Luftwaffe con el resultado de al menos cuarenta y tres mil víctimas mortales y más del doble de heridos. Son crónicas que se extienden desde el 3 de diciembre de 1939 hasta el 26 de julio de 1943. La segunda parte, Cuando martillo, martillo rescata los textos cablegrafiados  desde julio de 1943 hasta el 8 de mayo de 1945. Un conjunto selecto de crónicas que retratan la segunda fase bélica, la “guerra ofensiva”.
   En su conjunto, más de un centenar de crónicas en las que, como afirma el prologuista, Ignacio Peyró, Augusto Assía no se limita a ofrecer el parte diario de la guerra. Informa de los aspectos bélicos de la contienda (el regreso de las tropas inglesas procedentes de Dunquerque, los terroríficos ataques alemanes sobre Londres, sobre Coventry, el peligro de los submarinos alemanes, el desembarco de Normandía, el salto sobre Italia, o la victoria narrada desde un rascacielos neoyorquino), pero, al mismo tiempo, profundiza en la esencia y en las costumbres de un país muy peculiar, baluarte de las libertades y al mismo tiempo atado como ningún otro a sus tradiciones. Hay igualmente artículos centrados en personajes ingleses: en Churchill sobre todo, en el que Augusto Assía ve la quintaesencia del espíritu británico; en Lord Lovat, un joven aristócrata, figura deslumbrante de los comandos ingleses, en Bernard Shaw en su ochenta y ocho cumpleaños, un texto rebosante de humor.
Londres bombardeada por la Lutfwaffe
   En todas las crónicas, escritas en un tiempo complejo, Augusto Assía, anglófilo convencido y declarado, supo mantener, incluso en los peores momentos para Inglaterra, su propia visión del mundo, y el convencimiento, que manifestó desde los primeros momentos, de que la derrota de los nazis era obvia, que el nazismo tampoco podría contra la fuerza de la libertad, repitiendo la historia de Luís XIV, de Napoleón o del Káiser Guillermo II.
   Cuando el mundo está a pocos meses de conmemorar el septuagésimo aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial, las crónicas de Augusto Assía, escritas en un clásico y refinado estilo literario y perfectamente contextualizadas por un amplio prólogo de Ignacio Peyró, constituyen un material único, una visión lúcida y muy realista del conflicto bélico, de sus causas y atroces consecuencias. Con un balance igualmente muy clarividente: “Hitler se había echado montañas arriba contra el curso de la Historia, contra el poder de la libertad, contra la fuerza de la gravedad”. “Solo un loco pude intentar de nuevo la tarea de dominar Europa.”

Francisco Martínez Bouzas

                                                     
Augusto Assía
Fragmentos

“Tras pasar por vigésima vez el Canal, esta tarde he caído en un Londres de tal modo disimulado y parapetado contra los ataques aéreos, que apenas si le puedo reconocer. Toda mi erudición, como la del personaje dickensiano Sam Weller, peculiar y extensa, la encuentro enterrada entre sacos de arena, escamoteada bajo el camuflaje o huida hacia no se sabe qué paraderos. Tengo la sensación de estar en una ciudad desconocida.
 Del Eros de Piccadilly, lo mismo que de la estatua de San Jorge, no queda más que el sitio. Ambas han desaparecido bajo una pirámide protectora.
 A los obscuros tejados de las grandes fábricas, de los hospitales y las estaciones, les han surgido inesperados colores.
 La taberna de Simpson, en la Colina de los Cereales, donde se refugia la tradición culinaria inglesa desde hace siglos, se halla resguardada por un imponente parapeto.
Envuelta en obscuridad y niebla, la ciudad semeja el fondo de un inmenso océano, y los londinenses, buceando por las calles con sus lámparas eléctricas, parecen peces fosforescentes.
 En medio de este mundo de confusión y pesadilla sigue latiendo sin cesar la circulación y la vida de la gran metrópoli. En la riada del tráfico han aumentado los camiones y disminuido los coches de lujo. Suben y bajan por el Támesis los barcos que cosen el Imperio. Entran y salen los trenes en las veintiocho estaciones. Se elevan y descienden los aviones en los cinco aeródromos.”

…..

“A la misma hora en que la guerra entraba en el quinto año, las tropas anglosajonas han abierto su último acto penetrando en el continente, dispuestas a dar el golpe de gracia a Italia, dejar sin uno de sus puntos de apoyo al Eje y coger del revés las posiciones alemanas sobre el Mediterráneo, los Balcanes y Francia.
 Si alguna sorpresa ha provocado aquí el desembarco sobre Italia, es su tardanza después del victorioso remate de la campaña siciliana. Muchas gentes creen que este retraso se ha debido, empero, no a causas puramente bélicas, sino a otras razones menos tangibles y más ocultas, cuyo producto puede cosecharse ahora de un momento a otro.
 La idea de que las tropas italianas no harán más que una resistencia simbólica, semejante a la que opusieron algunas fuerzas francesas cuando el desembarco del norte de África, está muy extendida aquí, hasta el punto de que a nadie le extrañaría que si las tropas anglosajonas logran consolidar sus cabezas de puente y hacerse firmes en tierra italiana, el segundo acto de la operación consista en la solicitud de condiciones para capitular por parte de Italia. El general Eisenhower –se dice aquí– tiene amplias instrucciones y poderes absolutos, como general en jefe, para resolver cualquier emergencia que pudiera presentarse.
 De tal manera descartan aquí la posibilidad de que Italia pueda intentar siquiera presentar lucha “auténtica”, que las únicas especulaciones que pueden oírse respecto a la oposición con que habrán de encontrarse los anglosajones giran alrededor de las fuerzas alemanas situadas en la península. Estas pueden equivaler a varias divisiones, reforzadas por la considerable cantidad de material y hombres que lograron salvar de Sicilia, y apoyadas por un número de cazas bastante considerable, situados en el centro de Italia. Pero, sin fuerzas de bombardeo aéreo y sin protección marítima, todo lo más que los alemanes podrán conseguir es batirse en retirada. Nadie parece creer aquí que estén en condiciones de establecer una línea sólida, por lo menos hasta el río Po.”

(Augusto Assía, Cuando yunque, yunque. Cuando martillo, martillo, páginas 7-8, 249-250

miércoles, 11 de marzo de 2015

"28 DÍAS": COMO EN MASADA



28 días
David Safier
Tracción de María José Díez Pérez
Editorial Seix Barral, Biblioteca Formentor, Barcelona, 2014, 412 páginas

  Después de haber hecho reír a millones de personas -Maldito karma, su primera novela ha sido un éxito internacional en todo el mundo y solamente en España ha cosechado más de cincuenta reediciones- David Safier, en un giro de 180 grados, introduce a los lectores con esta novela en la mismas entrañas del dolor y del espanto. Para ello y para no quedarse en los aspectos más superficiales de un tema muy frecuentado (el Holocausto, la Shoah, la persecución de los judíos por los nazis), David Safier ofrece al lector algo que trasciende  la propia historia del levantamiento del gueto de Varsovia y se convierte en un interrogante de dimensiones universales: la cuestión existencial referida a nuestra condición como seres humanos: ¿qué clase de persona quiere uno ser?, la pregunta crucial a la que tendrá que responder la joven protagonista de esta novela. Los acontecimientos anteriores y posteriores a la pregunta y las respuestas que deciden la vida y la muerte y que constituyen un conjunto pavoroso de hechos reales, aunque transcritos de forma ficcional, configuran una tremenda historia no solo sobre Mira, la joven judía protagonista, sino sobre toda la humanidad, sobre lo mejor y lo peor que los seres humanos somos capaces de hacer: nuestra grandeza y nuestra cobardía.
   Basada, reitero, en hecho reales, aunque con personajes ficticios, David Safier ambienta su historia, o encadenamiento de historias, en el gueto judío de Varsovia, acotando los acontecimientos narrados a los veintiocho días (del 19 de abril al 16 de mayo de 1943) durante los que unos pocos jóvenes judíos supervivientes de las razias de las deportaciones -unos mil doscientos entre trece y diecinueve años- se sublevaron y fueron capaces de resistir la aplastante brutalidad de las fuerzas alemanas. Pero antes del levantamiento, el autor se pones en la piel de su joven protagonista y narradora, Mira, una joven de dieciséis años, y narra así mismo lo que ocurrió las semanas previas, antes de que su heroína se uniera a la Resistencia y empuñara un arma.
   Es la primavera de 1942. Mira a sus dieciséis años tiene que sacar adelante a su familia, a su hermana pequeña Hannah, mal alimentada. Su madre se encuentra tan hundida que jamás abandona el sórdido agujero en el que viven en el gueto. Su hermano menor es un traidor, integrado en la policía judía que colabora con los nazis. A ella no le queda otra alternativa que vender su cuerpo en la prostitución o jugarse la vida dedicándose al estraperlo. Su única creencia es la supervivencia y, aunque con mucho miedo, se convierte en estraperlista. Lo hace con suerte dispar y corriendo no pocos peligros. Hasta que un decreto de las autoridades alemanas dispone que todos los judíos de Varsovia serán reasentados en el Este. El Este son los campos de concentración y de exterminio, especialmente el de Treblinka, donde la mayoría de los judíos serán gaseados. Y solamente cuando ya habían deportado a 400.000 de los 450.000 judíos del gueto, deciden defenderse. No antes porque los alemanes obraban de forma pérfida y astuta: “siempre dejaban vislumbrar un atisbo de esperanza”.
                                                      
Tropas de las SS conduciendo a judios del gueto a los trenes de la muerte
 Entre los que comprenden que es imposible sobrevivir se halla Mira, la heroína de la novela. Tras ver a su madre y a su hermana asesinadas y en un charco de sangre, se llena de odio, el odio que le permitirá matar para que la muerte de su hermana tenga sentido. No está dispuesta a dejarse llevar al matadero como un animal indefenso. Mil cuatrocientos combatientes judíos inexpertos y mal armados entre los que se encuentra Mira, se enfrentarán durante veintiocho días a los alemanes, ucranianos, letones y polacos con un fuerte sentimiento antisemita, dispuestos a resistir hasta el final como en Masada, la fortaleza en la que todos, defensores, mujeres y niños, en lucha contra los romanos, morirían antes de dejarse coger vivos en los compases finales de la Primera Guerra Judeo-Romana. Sin embargo, algunos de los combatientes del gueto conseguirán sobrevivir después de hacer frente a las SS, al incendio de las casas, a los búnkeres gaseados, al infierno de las cloacas…
   Lo que David Safier relata sobre los que aquellos seres humanos vivieron es demasiado espantoso para ser contado. El mismo autor es consciente de que 28 días es una fascinante historia de la grandeza humana, pero también de la cobardía y de la bajeza más abyectas. La novela reproduce historias reales de gran altruismo. Personas que sacrificaron sus vidas por salvar a otras, como Janusz Korzak, un pedagogo de fama mundial que regenta un orfanato con doscientos huérfanos. Le llueven ofertas para sacarlo del gueto a escondidas o pagando a los nazis, pero decide acompañar a sus niños en la muerte de Treblinka. Una historia que agranda la infamia de muchos miembros de la policía judía que trabajaba para los alemanes con la esperanza de salvar sus vidas. En las fases más duras de las deportaciones los alemanes advirtieron a estos policías judíos que cada uno de ellos debía llevar cada día a los trenes de la muerte a cinco judíos. Hubo policías que, para completar el cupo, condujeron a los trenes a sus propios padres para alargar unos días sus propias vidas. Ya habían vivido lo suficiente, fue su descargo. Hubo así mismo madres que poseían certificados salvadores, pero pelearon para quedarse con sus hijos, sabiendo que eso significaba su propia muerte. Mas también hubo una mujer poseedora  de esas tarjetas para ella pero no para su hijo de pocos meses. No tuvo reparo en entregarlo a la fatal condena y buscó argumentos de su conducta que sonaban a vida y no a muerte. “Siempre se puede tener más hijos. Pero si muero con el niño, no podré traer al mundo otra vida” (página 208). En el gueto hasta el amor sucumbe definitivamente: las hijas de los judíos ricos amañaron matrimonios de conveniencia, y pagando grandes sumas se casaron con policías judíos para no ser deportadas. Lo serían igualmente.
Monumento a los héroes de la Revuelta de Varsovia
   Una lucha desesperada para sobrevivir. Un lucha en la que la locura, la grandeza, el horror y la bajeza parecen inventadas, pero fueron reales. Y así las relata David Safier, acentuando la parte emotiva  -por eso mismo se sirve de personajes de ficción- que mantiene en todo momento al lector en una verdadera explosión de conmociones.
   El estilo de la prosa sencillo, directo, con capítulos breves, con una estructura lineal, con Mira como única narradora, acentúa aún más si cabe el ritornelo que se repite en los momentos más trascendentales y dramáticos. Esa pregunta universal que constituye el tema de fondo de la novela: “¿Qué clase de persona quieres ser?”: ¿salvarías vidas?, ¿morirías con los huérfanos del orfanato?, ¿elegirías los trenes de la muerte para estar con tu hijo? ¿cogerías las armas para luchar por la vida o enviarías a otros a la muerte para seguir viviendo?. Todos esos interrogantes en una novela que no arrancará millones de sonrisas como las anteriores del autor, pese a que en ella también hay escenas cómicas, sino encontrados sentimientos de consternación y de admiración.

Francisco Martínez Bouzas
                                                    
David Safier

Fragmentos

“Enfilé a buen paso las calles del gueto y, como siempre, tuve que aislarme de todo cuanto me rodeaba para poder soportar la vida en ese lugar. Las estrecheces. El ruido. El hedor (…)
Pero lo peor era el olor. A la entrada de varias casas había cadáveres, un espectáculo al que no me acostumbraba. Eran muchos los familiares que no tenían dinero ni fuerzas para dar sepultura a sus seres queridos, de manera que por la noche dejaban sin más a los muertos en la calle, para que al día siguiente se los llevaran de allí como si fuesen basura. Durante la noche, a los cadáveres les robaban la ropa, un pillaje que hasta yo podía entender. Los vivos tenían mayor necesidad de chaquetas, pantalones y zapatos.”

…..

“Registrarán todas las casas, una y otra y otra vez -me confió-. Como no son bastantes los que van voluntariamente a la estación, ni siquiera por la mermelada, nos han amenazado a nosotros, a los policías: deportarán a todo el que no descubra a cinco judíos por día.
Había conseguido captar mi atención:
-¿Entregas a judíos…a tus enemigos?
-¿Qué otra cosa puedo hacer? -respondió Simon, desesperado.
A Daniel le habría gustado morir con sus hermanos del orfanato, y el mío enviaba a otros a la muerte para seguir viviendo.
¿Qué clase de persona quiere uno ser?
-Pero sólo llevo a los trenes a desconocidos -intentó defenderse Simon.
¿Qué quería decir con eso? ¿Qué clase de disculpa por su comportamiento era ésa?
-De lo desesperados que están, otros policías llevan a la estación a sus propios padres…
-¿Qué?
-Esos cerdos dicen que al fin y al cabo los padres ya han vivido su vida –contó mi hermano-. Yo aún tengo que vivir la mía.”

…..

“A mi lado iba una mujer con un niño dormido en brazos. Vi que llevaba al cuello una de las valiosas tarjetas, se salvaría. Pero el niño no. La mujer se percató de que la miraba. Desde luego también había oído al hombre que iba con sus hijos a la cámara de gas. Me dijo en voz baja:
-Siempre se pueden tener más hijos.
Al principio no la entendí.
-Pero si muero con el niño, no podré traer al mundo otra vida.
Estaba dispuesta a separarse de su hijo y se había buscado argumentos. Unos argumentos que le sonaban a vida y no a muerte.
Me mareé.”

…..

“- ¿Cuánto tiempo crees que podremos resistir a los alemanes con las armas de Iwanski y las que ya tenemos?
Amos se puso serio.
-Si todo va bien, unas horas.
No debería haber formulado esa pregunta.
-Hagamos lo que hagamos será inútil –afirmé abatida-
-No lo será –aseguró-. Piensa en lo orgullosos que están los judíos del gueto desde que matamos a los alemanes en enero. Si luchamos contra los alemanes, generaciones enteras de judíos estarán orgullos de nosotros. Igual que los judíos que hace miles de años resistieron en Masada. En ese sentido da lo mismo lo que aguantemos: un día, un mes o unas horas. Lo principal es que no nos dejaremos llevar al matadero sin defendernos.”

(David Safier, 28 días, páginas 34-35, 179-180, 208, 294-295)