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jueves, 28 de agosto de 2014

"EL PASO DE LA HÉLICE": EL PODER TRASFORMADOR DE UN LIBRO



El paso de la hélice
Santiago Pajares
Ediciones Destino, Colección Áncora y Delfín, Barcelona, 2014, 430 páginas.

   El paso de la hélice es una apuesta de Ediciones Destino por una novela que un joven y desconocido autor, Santiago Pajares (Madrid, 1979) comenzó a escribir a los veintitrés años alcanzando un inesperado éxito, con traducciones a varias lenguas, el japonés entre ellas. Santiago Pajares, que cifra como objetivo de su labor como escritor, cuando escribe una novela, no gustar a todo el mundo sino tratar de emocionar a unos pocos, dispone ahora de una plataforma mucho más amplia al ver reeditada su novela en un sello editorial como Destino, grande y prestigioso. Es la breve historia que explica el nacimiento y el recorrido de este libro. Su primera y su segunda vida en este caso.
   El paso de la hélice es un libro de búsquedas. Nos acerca a las peripecias de un hombre que debe buscar a otro, misterioso, oculto tras un pseudónimo, autor de una exitosa saga, La hélice, (algo así como El señor de los Anillos del siglo XXI). Es David Peralta que trabaja en una editora en la que publica sus libros Thomas Maud, el desconocido y exitoso narrador. Al no haber recibido la casa editora el nuevo volumen de la saga, deberá localizar a Thomas Maud y conseguir para su editorial ese original. Pero Thomas Maud oculta su rostro, no quiere ser encontrado y la única pista que de él se posee es que tiene seis dedos en su mano derecha. Y el editor inicia su búsqueda en Bredagós, una perdida aldea del Valle de Arán, un lugar en el que, sin embargo, se mueve una extraña colección de personajes. Mientras David Peralta lleva cabo su frenética y delirante búsqueda de la que depende el éxito de la editorial al borde de la ruina, y pone en juego su matrimonio y felicidad personal, un ejemplar del manuscrito de La hélice corre de mano en mano por Madrid, es leído por numerosas personas a las que transforma hasta el punto de hacerles de nuevo protagonistas de sus propias existencias. Es el poder de un libro sobre el destino de las personas. En el periplo indagatorio del editor, el texto de Santiago Pajares nos permite conocer por ejemplo aun joven drogadicto que lee el original de la novela y su lectura hace que algo reviente en su cabeza y se decida a desengancharse de la droga. El encuentro con éste y otros personajes se convierte en una incursión que le permite al lector bajar al mundo demoledor de la drogadicción y también al arduo camino de la superación. Otros personajes, igualmente problemáticos y con vidas extraviadas, hacen acto de presencia en esta novela porque son igualmente lectores del ansiado y perseguido manuscrito.
   La novela de Santiago Pajares, pese al paso del tiempo de su escritura y primera edición, no ha perdido frescura ni actualidad. El autor relata de una forma sencilla, con diálogos ágiles, con una escritura no pretenciosa pero sí muy plástica que nos permite visualizar no pocas escenas. Estilo pues muy cercano a una filmación cinematográfica. Con un ritmo adecuado que va acompasando la trama en un atrapante “in crescendo”  y un final muy natural que no pretende sorprender pero sí provocar satisfacción en el lector. El relato de la búsqueda del misterioso Thomas Maud en el Valle de Arán se configura como una verdadera “road movie”, con escenas hermosas que a la vez hielan la sangre, como la descripción de los árboles de un bosquecillo con nombres de los habitantes del pueblo escritos en sus troncos, que se convertirán en las maderas de los futuros ataúdes de esas personas.
   La novela no es ajena a la realidad social de nuestros días. La crudeza, por ejemplo, del mundo de la drogadicción aparece retratada sin eufemismos. A pesar de eso, El paso de la hélice es una obra cien por cien optimista, basada en el poder transformador de un libro. Situaciones absurdas, tratadas con buenas dosis de humor, acrecientan esa tonalidad optimista de la novela. Desde la primera página, y especialmente desde el capítulo tercero, el lector descubrirá que ésta es una novela que merece la pena y que disfrutará con su lectura.

Francisco Martínez Bouzas


Santiago Pajares

Fragmentos

“La historia de la literatura estaba llena de escritores que cambiaron su destino gracias a un libro, y los jóvenes aspirantes lo sabían y se esforzaban para que su historia se hiciera realidad. Siempre poniendo lo mejor de sí en cada párrafo, escribiendo docenas de veces algunos de los capítulos que ahora leía David en la cómoda butaca de su despacho. Las esperanzas que depositaban los aspirantes de sus libros, ellos las depositaban en un pequeño cuarto junto al material de oficina.”

…..

“El pequeño riachuelo que vadearon a la ida quedó oculto por la maleza, y sin ese punto de referencia comenzaron a andar a tientas. Tras sortear algunos macizos de rocas llegaron a una explanada donde unas enormes hayas se alzaban delante de ellos en línea recta. Pensaron que sería algún sistema para repoblar el bosque  y que no debían de estar demasiado alejados del pueblo. Flanqueados por los árboles, como si se tratara de un extraño pasillo natural, se dieron cuenta de que en cada una de las cortezas había un nombre y un apellido, como si hubieran bautizado cada árbol para tenerlo identificado (…)
Me gusta cuidar los árboles. Cada uno cuida el suyo.
-Sí, ya nos hemos dado cuenta de que cada uno tiene un nombre. Es muy curioso.
-¿Te importa que ponga el mío en uno? Uno que esté libre, claro.
Esteban no contestó de inmediato, sino que meditó la respuesta. Finalmente dijo:
-Si está libre no es de nadie. Y si lo quieres, adelante.
David sacó su navaja de campo y escribió su nombre cuidando la caligrafía en una superficie sin nudos de un árbol cercano. Detrás de su propio nombre escribió una y, e iba a escribir el de Silvia a continuación, cuando Esteban le detuvo.
-Lo siento, sólo un árbol por persona.
Los dos se miraron sorprendidos, como si hubieran incumplido alguna norma de buena educación.
-Disculpa -dijo Silvia-, ¿es por alguna norma del lugar?
-No. Es que habéis escogido un árbol joven y no va a tener madera para los dos.
-¿Perdón? ¿Madera para los dos?
-¡Desde luego! Ahí no hay madera para dos personas. Ni aunque pasen cuarenta años, confiad en mí.
-¿Madera para qué? – preguntó David
-Para el ataúd por supuesto- dijo Esteban como si fuera algo evidente.
-¿Cómo que el ataúd?
- Cuando un niño nace, sus padres escogen para él un árbol, para que cuando fallezca, se tale y se construya un ataúd. Su ataúd.”

…..

“¡Qué vida de mierda! Fran miraba alrededor y sólo veía a yonquis que iban o  venían de Las Barranquillas, andrajosos, con las costillas marcadas debajo de camisetas llenas de manchas, ojos vidriosos, manos temblorosas y almas tristes. No había sonrisas en esa zona. A un lado vio a una chica arrodillada delante de un tipo con los pantalones bajados. Fran creyó que era una prostituta haciendo un trabajito en plena calle, pero unos pasos más allá se dio cuenta de que le estaba clavando una aguja en el pene. Por eso Fran trataba de picarse siempre a lo largo de la vena, para evitar infecciones. Muchos lo hacían por no dejar marcas visibles, sobre todo los primerizos pero que se te infecten los dos brazos y tengas que inyectarte la droga en el pijo, ya verás qué risa. El hombre tenía los labios apretados y los ojos cerrados, pero su expresión distaba mucho de parecer un orgasmo, al menos hasta que la dosis hiciera efecto.”

(Santiago Pajares, El paso de la hélice,  páginas 38, 160-162, 226)

2 comentarios:

  1. Me parece una narrativa inusual, rica y profunda en contenidos existenciales. Gracias, amigo, por el regalo. Un abrazo.

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