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miércoles, 28 de mayo de 2014

"MOTERMAN", UNA LEGENDARIA NOVELA DISTÓPICA, GROTESCA Y SATÍRICA



Motorman
David Ohle
Traducción de Juan Sebastián Cárdenas
Editorial Periférica, Cáceres 2013, 157 páginas.

   Motorman fue publicada en 1972 por la prestigiosa editorial Alfred A. Knopf. La novela de David Ohle pronto se agotó en las librerías. Sin embargo pervivió y siguió suscitando elogios gracias a las fotocopias. Se había convertido en un libro de culto al que es necesario prestarle atención. Una novela mítica, cuya historia dio comienzo con la publicación de algunos de sus fragmentos en un número de la revista Esquire. En el mismo número vio la luz un relato firmado por un tal Gabriel García Márquez, en aquella época totalmente desconocido para el público norteamericano. Detrás de todo ello estaba la mano del así mismo editor de Raymod Carver, Gordon Lish. El pasado año, después de que Motorman fuese reeditado en 2004 y 2008, Editorial Periférica la publicó en español, ofreciéndonos así la oportunidad de dejarnos seducir o amilanar por la poética cruel del mundo distópico que narra David Ohle.
   Porque Motorman es una áspera y abrasiva distopía, una ficción especulativa, con tintes apocalípticos, configurada no obstante como un texto de aventuras. Y para muchos lectores, una parábola lírica sobre la Guerra de Vietnam (La Guerra de Pega), a la que, sin embargo, no se hace directamente ninguna alusión. Porque David Ohle escribe más allá de los cánones de la narrativa e incluso del pensamiento lógico, y la historia que nos traslada, se convierte en alguno de sus tramos en una poética enigmática que, no obstante, sigue tirando del lector. Novela pues ambigua, paradójica, con altas dosis de delirio o paroxismo que, con frecuencia, recuerda las paranoias del maestro del autor, William S. Burroughs.
   Más de un lector ha opinado acertadamente que Motormam, en el contexto de la narrativa apocalíptica, es la reescritura profética para un mundo posbíblico del Arca de Noé. El Noé bíblico será en esta novela Moldenke, el principal protagonista, un hombre vulnerable al que vigilan  constantemente, le racionan la comida y la luz y poco a poco se las van suprimiendo. Vive en un mundo artificial -el mismo clima, la luna y los planetas lo son-, bajo el imperio de ignotos seres poderosos que ansían controlarlo todo. Y en un lugar insano, impredecible, ateorizable, en el que incluso resulta imposible moverse. Además en ese mundo trastornado que le rodea, todo es mentira,  todo es de pega (La Guerra de Pega, por ejemplo, clara referencia a la Guerra de Vietnam). Todo es falso (casas de goma, hombres con cabezas de gelatina, azúcar de pega…).
   Atrapado en ese esquizofrénico mundo, Moldenke solo piensa en escapar. Y lo hace, huye de la casa en la que está recluido, en Texaco City y camina, en un constante peregrinar, hacia el sur, en búsqueda de su mentor el doctor Burhnheart. En su periplo hacia el Big Sur nos irá revelando ciertos asuntos de su vida pasada, sus amores con Cock Roberta, sus estrambóticos trabajos, sus apodos, su participación en la Guerra de Vietnam que jamás deja de ser la Guerra de Pega y que, como su nombre indica, aparece retratada como una gran farsa en la que los soldados pueden elegir la condición de heridos e incluso escoger la gravedad de sus heridas. Por eso mismo y aunque jamás aparece una mención explícita a la guerra vietnamita, Motorman ha sido considerada como la mejor novela sobre el conflicto vietnamita. Y también sobre la espiral belicista en la que se embarcó Estados Unidos en las décadas de los sesenta y setenta.
   En su viaje-huida para liberarse de ese Gran Hermano que todo lo ve y controla, el protagonista habrá de enfrentarse a los más disparados obstáculos y trabas: el apagón de las lunas gubernamentales que convierten las noches en intransitables o los mismos ofrecimientos de heridas voluntarias que los ciudadanos han de hacer para la Guerra de Pega.
   Un relato pues de aventuras y búsqueda en un mundo excéntrico, alejado de la lógica en la que solo hay una meta: la soledad a la que el protagonista considera la madre de todas las virtudes. Por eso al final descubrimos que el inacabable peregrinar de Moldenke funciona realmente como una búsqueda espiritual en un mundo poblado por el azar.
   Novela además fuertemente satírica, repleta de divertidos disparates que convierten a Motorman en un relato original que se presta al disfrute, si al lector le agrada el lenguaje anguloso con el que el autor trata de contestar el orden imperante y romper su capacidad para controlar al individuo. De ahí la rebelde deserción de esta escritura de los postulados de la lógica clásica y su tránsito por sendas surrealistas. Relato pues opresivo, distópico, grotesco y satírico, con un final abierto que deja un cierto resquicio para la esperanza. Para sobrevivir, como dice el protagonista.

Francisco Martínez Bouzas


David Ohle


Fragmentos

“Una vez que la Guerra de Pega pareció llegar a su fin, el ejército dejó marchar a Moldenke. Encontró   empleo como dependiente de plasma en una fábrica de gasas en las afueras de Texaco City, a un klick o dos de los límites de los Ángeles. Empezó desde abajo y permaneció allí, convencido de que la seguridad acarreaba la felicidad, encima de un colchón de sombras. Sabía que escalar posiciones implicaba exponerse demasiado, y que aspirar era ser aspirado. Consideraba la soledad como la madre de todas las virtudes y se sentaba en su regazo cada vez que podía. Practicaba la existencia lineal y el movimiento lateral, prefería la tortuga a la grulla, el plato a la lámpara. Le gustaba bajar escaleras y le irritaba subirlas. Todo ello  a pesar de lo que su madre le había dicho, un círculo de carmín en cada mejilla, los ojos como dos respiraderos de un sótano: «Hijo, quiero que tengas siempre un trabajo, no importa lo que hagas o dónde lo hagas, o lo que implique. Lo que importa es si te permite o no ascender.”

…..

“106] En los viejos tiempos Moldenke escuchaba al hombre del tiempo, con la radio encendida a lo largo de las cortas noches, el rostro del aparato emitiendo un brillo verde. Las predicciones optimistas, la arrogancia de las estimaciones.
Si el hombre del tiempo decía calor, Moldenke abría las ventanas. Al día siguiente encontraba carámbanos en los grifos. Cuando el hombre del tiempo decía frío se subía el cuello del abrigo y cerraba las ventanas.
En los viejos tiempos, había un único sol, una única luna, suficiente luz de las estrellas y un solo corazón.”

(David Ohle, Motorman páginas 17, 143-144)

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