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lunes, 10 de febrero de 2014

LAS FUGACES VISITAS DEL ÁNGEL LITERARIO


El ángel literario

Eduardo Halfon

Editorial Anagrama, Barcelona, 135 páginas

(LIBROS DE FONDO)


   Las raíces del proceso creativo, los porqués del arranque literario de muchos escritores son un enigma  por lo general muy difícil de descifrar. El escritor portugués, Lobo Antunes hablaba en el año 2004 de la fuerza creadora, un don que no es propiedad del escritor y que lo empuja a escribir. La inspiración de las musas se le llamaba en otras épocas. Cuando se experimenta, la mano se vuelve inteligente y escribe sola.

   Lo curiosa es que la búsqueda de este enigmático don puede tener mucho más calado y llegar a convertirse en el motivo central de una novela. Tal es el caso del escritor guatemalteco Eduardo  Halfon que en el verano de 2004 publicaba El ángel literario, que fuera finalista del Premio Herralde de Novela el año anterior. Fue el segundo título del escritor centroamericano incluido en el prestigioso catálogo de Anagrama.

   Este ingeniero industrial, que desertó de su profesión y se instaló, si bien como extranjero advenedizo en la literatura, retoma el hilo de sus obras anteriores (Esto no es una pipa, Saturno o De cabo roto) y nos vuelve a brindar una muestra exquisita de metaliteratura, que, en un género híbrido, escudriña los momentos y motivos que empujan a alguien a escribir. Empezar a escribir un día es tan misterioso como dejar la pluma al día siguiente. Porque existe el momento específico de la primera inspiración literaria, el primer impacto.

   En su pesquisa, Eduardo Halfon escarba en la vida fangosa de cinco escritores: Herman Hesse, Raymond Carver, Ernest Hemingway, Ricardo Piglia y Vladimir Nabokov. Un narrador pues que teje  materias híbridas (relato, diario autobiográfico, secuencias de influencias literarias) e intenta situar ese instante fugaz pero específico en el que el ángel literario se sitúa encima de alguien y mueve sus alas provocando que reciba  el soplo del arte literario. Puede haber un dato biográfico concreto en la vida del escritor que lo impulsa a escribir. Otras veces ese momento es el fin de la primera escritura, otras la hora exacta y decisiva en la que el escritor pule su artesanía como escritor. Sin embargo nada es definitivo. Lo único que Halfon descubre es que los detonantes literarios son tan variados como la misma gente. El ángel literario, ángel caído, luciferino quizás, no tiene horarios fijos ni momentos planificados.

   Por eso es preciso estar atentos para escuchar las alas del ángel literario que  a veces se disfraza de demonio. Sus alas duelen. El proceso creativo es muchas veces y en buena medida una maldición. El ángel pasa  callado, te señala y luego huye. Pero su sombra siempre queda y el escritor se mantiene alimentándose de esa sombra que hace que la obra literaria quede.

   ¿Y el enigma de la propia iniciación en la escritura? ¿Qué razones le llevaron a él mismo a escribir? El retratista se convierte ante este interrogante en su propio modelo, pero admite frustrado que desconoce la respuesta y que seguramente nunca la sabrá. Lo único que al final queda claro es que las personas entran y salen de la literatura. Y quizás el solo hecho de preguntárselo significa acercarse demasiado al sol y quedar ciego. Sin pedir permiso ni perdón, el ángel literario pasa y se evade. Pero, reitera Eduardo Halfón, su sombra, su silueta siempre queda ahí y el escritor se mantiene  viviendo en esa sombra, ya que las obras literarias de todos los tiempos perduran más allá de esas fugaces visitas. Interesantes reflexiones en esta novela, diario, autobiografía, ensayo o especie de enciclopedia de influencias literarias


Francisco Martínez Bouzas



 


Eduardo Halfón

Fragmento


“Por qué alguien empieza a escribir. Vaya pregunta. Llevo no sé cuantas páginas en esto y cada vez tengo menos claro por qué alguien empieza a escribir, o lo que es casi igual: por qué alguien escribe. Centenares de palabras después y creo no haber avanzado ni un ápice, mis dudas iniciales sieguen siendo mis dudas y temo que siempre lo serán. Busqué tanto, demasiado, que al final ya no podía dormir, estaba sufriendo de algún tipo de fiebres y de un constante malestar comparable a la melancolía. Estaba desilusionado, trepanado, escribí alguna noche de insomnio. Por momentos, creía entender a los bartlebys de este mundo, a todos los escritores que prefieren no hacerlo. Se me ocurre ahora que empezar a escribir un día es tan misterioso como dejar de escribir otro, tanto así que tal vez son reacciones distintas de la misma insatisfacción. Emanan del mismo manantial, por así decirlo.”


(Eduardo Halfón, El ángel literario, páginas 130-131)

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