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viernes, 18 de octubre de 2013

"EL METRO DEL MUNDO": LA IGUALDAD DE LOS HOMBRES ANTE LAS MEDIDAS



El metro del mundo

Denis Guedj

Traducción de Consuelo Serra

Editorial Anagrama, Barcelona, 336 páginas

(LIBROS DE FONDO)



   La publicación de la novela del escritor francés Denis Guedj, Le Mètre du Monde (París, 2000) consolida la fijación de un nuevo subgénero literario: la novela pedagógica. No quiere esto decir que antes de esa fecha no existiesen novelas pedagógicas. Siempre las hubo y de hecho en la antigüedad se pretendió que todas las obras literarias fuesen en cierta manera pedagógicas. “Docere et delectare” era el lema.  Sin embargo las novelas antiguas nunca llegaron a satisfacer del todo ambos propósitos. O solamente intentaron entretener -es el caso de Luciano, Apuleyo o Petronio- y por lo tanto no eran pedagógicas, o, por el contrario, únicamente se proponían enseñar, como el texto de Filóstrato sobre Apolonio de Tiana, y entonces dejaban de ser novelas.

   Otro caso de la literatura con intención docente es el de las novelas épicas. Perseguían todas ellas enseñar un modelo de conducta por medio de la narración de hechos dispares de un héroe modélico (Roland, Lancelot, Amadís o Tirant) digno de ser aprendido por mimesis. Fue Cervantes el que clausuró esta modalidad estética al convertir a su héroe en un antihéroe, en una persona normal, llena de defectos, un personaje normal o alienado.

   Mas la verdadera eficacia de la novela (enseñar algún área del saber y a la vez entretener) empieza con El mundo de Sofía de Jostein Gardner. En su misma línea innovadora se encaminan las novelas de Denis Guedj (1940-2010). Este matemático, profesor de historia de la ciencia, responsable de Matemáticas en la Enciclopedia Larousse, cineasta y autor teatral, se dio a conocer como novelista con La Mesure du Monde: Le Méridienne y de forma muy especial con las dos novelas que Anagrama tradujo al español: El teorema del loro y El metro del mundo. Posteriormente en el año 2005 publicaría Zéro, una explicación de la invención del “cero· a través de cinco encarnaciones de una mujer.

   El teorema del loro nos enseña la historia de las matemáticas y permite, al mismo tiempo, que no deleitemos como lectores, al presentar Denis Guedj en el montaje de la trama una verdadera trama policial en el que se esconde un misterio que solamente se podrá resolver hallando una clave encubierta que tendrá que ser desentrañada con la lectura comprensiva de una lujosa biblioteca de Matemáticas.

   A su vez, El metro del mundo es la recuperación de una aventura intelectual y humana de gran transcendencia para la humanidad: la instauración del sistema métrico decimal en los albores de la Revolución Francesa. El pueblo francés llevaba siglos reclamando la uniformidad de las medidas, un proyecto que estaba sin resolver desde Carlomagno, el gran unificador. El desplome de su imperio marcó el triunfo del feudalismo y proporcionó a los señores el dominio sobre pesos y medidas. Embates unificadores recorren la historia, tentativas para reducir las medidas a una sola forma. Pero no es  hasta los Estados Generales de 1789, convocados por Luis XVI, cuando una de las peticiones de los miles de cuadernos de agravios (“Que no existe en el territorio dos pesos y dos medidas diferentes”) hizo que la maquinaria unificadora se pusiese en marcha. La soberana Asamblea Nacional abroga los privilegios e instituciones que perjudicaban la libertad y la igualdad. Y el yugo milenario, el poder metrológico de los señores acaba resquebrajado. Comenzó entonces la aventura de hacer real la igualdad de los hombres ante las medidas.

   El metro del mundo narra esta epopeya histórica que exigió  la medición del meridiano terrestre desde Dunkerque hasta Barcelona, requisito para lograr la instauración de un metro como unidad usual de medida. Un logro científico conseguido en nombre de una utopía: la igualdad.



Francisco Martínez Bouzas








 
Denis Guedj



Fragmentos



“Martes 4 de agosto. La máquina está en marcha. La nobleza y el clero renuncian, se dice que con entusiasmo, a los privilegios que les han convertido en lo que son. En el curso de una sesión que se podría calificar de sacrílega, los representantes de las dos clases, en soberbia dramaturgia, arrojan a las llamas lo que constituyó su poder, su riqueza y su identidad. Los privilegios, todos los privilegios son abolidos. La Asamblea Nacional, va, según sus propias palabras,  a «abolir irrevocablemente las instituciones que perjudicaban la libertad e igualdad». El día 11 vota los diferentes artículos que precisan los términos de esa abolición. Entre ellos el 17 dice: «Los derechos de patrón de pesas y medidas se suprimen sin compensación alguna» Y dice el 18:«Los municipios proveerán gratuitamente de patrón y de verificación de peso y medidas”

El yugo milenario acaba de romperse. Se ha acabado el poder metrológico de los señores. La destrucción del feudalismo era una condición necesaria para el triunfo de cualquier tentativa de uniformización de los pesos y medidas.”



…..





“El 1 de enero de 1840 se decreta el sistema métrico. Por fin el sueño de los reyes de Francia se ha hecho realidad. Y, al final, es un rey, Luis-Felipe, quien habrá realizado definitivamente la uniformización de pesos  y medidas. Ya hace pues 160 años que Francia es métrica.

Aunque no es la primera en serlo de forma continua. La han precedido Bélgica, Holanda y Luxemburgo que han adoptado el sistema métrico desde 1836.

Unos decenios más tarde, en 1867, una Conferencia Geodésica Internacional reunida en Berlín declara: «El sistema métrico es perfectamente válido para ser adaptado universalmente en razón a los principios científicos sobre los que se ha establecido, la homogeneidad que reina en todas partes, la simplicidad y facilidad de sus aplicaciones en las ciencias, artes, industria y comercio.» Los creadores del metro pueden sentirse satisfechos, su «visión» es reconocida.”



/Denis Guedj, El metro del mundo, páginas 19-20, 291-292)

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