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viernes, 13 de septiembre de 2013

LA MALDICIÓN DEL PODER: LA DESTRUCCIÓN DE ANA BOLENA



 

Una reina en el estrado

Hilary Mantel

Traducción de José Manuel Álvarez Flórez

Ediciones Destino, Colección Áncora y Delfín, Barcelona, 2013, 493 páginas.



  

   Hilary Mantel (Glossop, Derbyshire, 1952) es sin ningún género de dudas una de las plumas que mayor éxito están cosechando en el subgénero de la novela histórica. Autora de una decena de libros, algunos de ellos inspirados en su experiencia en un hospital geriátrico, en sus estancias en Botswana y en Arabia Saudí. Sin embargo su gran éxito se lo ha proporcionado su narrativa histórica: Wolf Hall, 2009 (En la corte del lobo,) y Bring Up the Bodies, 2012 (Una reina en el estrado). Con ambas novelas ha logrado lo que solamente antores de la talla del Nobel Coetzee o Peter Carey habían conseguido: ser galardonada con ambas piezas por el prestigioso Man Booker Prize a la mejor novela original en lengua inglesa. Bring Up the Bodies fue además declarada Libro del Año en la ceremonia del National Book Award. Estos galardones y el éxito del público,  -acrecentado quizás por sus críticas a Kate Middleton (“a shop-window mannequin, with no personality”, “un maniquí de escaparete, sin personalidad”)- , con más de 400.000 ejemplares vendidos en Inglaterra, demuestran que se puede construir  una obra de ficción  de gran éxito comercial sin desertar de la calidad literaria.

   El fondo de la historia de esta segunda entrega de la trilogía destinada a reflejar ficcionalmente la historia de Enrique VIII y su tiempo, es de sobra conocido a través de no pocos productos tanto literarios como cinematográficos (la reciente serie televisiva “Los Tudor”, las películas, “La vida privada de Enrique VIII (1933), “Las hermanas Bolena” (2008) o la novela de Maureen Peters, Enrique VIII y sus seis esposas. Hilary Mantel sitúa al lector en la Inglaterra de 1535. El rey Enrique VIII se ha divorciado de la tía del emperador Carlos V, Catalina de Aragón y ha contraído matrimonio con Ana Bolena, una de las damas de compañía de la reina. Tras el consiguiente enfrentamiento con el papado y con el emperador, que intriga para que el pueblo se subleve, el monarca inglés vuelve a sentirse atrapado en una unión matrimonial, incapaz de proporcionarle lo que el rey desea ardientemente: un hijo varón que asegure la continuidad de la dinastía Tudor. Es entonces, en medio de esa situación explosiva, cuando surge la figura del estadista Thomas Cromwell, miembro de la corte y persona de confianza del monarca. Poder y confianza que ha sabido conquistar desde sus orígenes humildes. En efecto, “el hijo del herrero” iniciará un juego de astutas intrigas para que el rey despose a Jane Seymour, sin que se produzca una revuelta interior y no crezca el aislamiento europeo. Pero lo que sobre todo narra la novela es una cadena de episodios aterradores: el final de Ana Bolena, su destrucción, la aniquilación de su reputación y poco más tarde de su vida.

   La novelista ha sabido elegir una perspectiva muy original: encauzar y contarnos la historia desde el punto de vista de Thomas Cromwell, al que convierte en el gran protagonista de su relato. Y del estadista y consejero del rey nos transmite lo bueno y lo malo. Cromwell fue en efecto un personaje avanzado para su tiempo, con ideas plenamente modernas, que creía en la igualdad de oportunidades para la mujer, planteó crear una especie de seguridad social que amparase a los trabajadores con el dinero recaudado a los ricos y los bienes de la Iglesia. Pero también un protector de la imagen del rey y una especie de manager de sus asuntos amorosos. Un juego peligroso que le deparó múltiples enemigos y finalmente un final sangriento.

   Lo novedoso de la escritura de Hilary Mantel y que hace de Una reina en el estrado una buena novela histórica, es la veracidad de la descripción de la corte de Enrique VIII, con matices y detalles. Su planteamiento históricamente realista de la figura de Thomas Cromwell en una situación sumamente sinuosa, un verdadero torbellino político agudizado por la Reforma religiosa. Con una narración en primera persona, la autora disecciona a Cromwell: describe perfectamente al personaje  contextualizado en su época: su mente maquiavélica en una época turbulenta y sumamente procelosa. Muestra así mismo con gran verismo el tiempo y los lugares, la cuestión de la Reforma religiosa a la que el rey se agarra como un clavo ardiendo en su enfrentamiento con el papado. Tampoco está ausente de la novela el reflejo de la política internacional, descrita con exactitud y rigor histórico, sin dejarse llevar por la falsa creencia de que Inglaterra era ya una potencia mundial en los días de Enrique VIII. Tampoco tiene reparos H. Mantel en mostrarnos la terrible miseria en la que vive la mayoría de la población, víctima de la codicia de un grupo de nobles, defensores a ultranza de sus privilegios.

   Y entre los méritos de la novela es preciso mencionar así mismo la labor de reconstrucción que va en contra de creencias asentadas, como el desmonte  de la figura de Thomas Moro, aureolado por la santidad que le otorgó la Iglesia católica y por la imagen que de él proyectó en su día Fred Zinnemann en la película “Un hombre para la eternidad” (“Un hombre de dos reinos” en Latinoamérica), cuando en realidad fue un hombre de estado que aniquilaba con saña a sus adversarios políticos.

   Una buena novela histórica acerca del poder y su influencia y maldición sobre los que lo ejercen, narrada con prosa brillante y referida con una preponderancia de diálogos y la inmediatez de una narración de aquel momento histórico, mas no como hechos del pasado sino como acontecimientos del presente.



Francisco Martínez Bouzas






Hilary Mantel

Fragmentos



“Sus hijas caen del cielo. Él observa desde la silla del caballo, atrás se extienden acres y más acres de Inglaterra; caen, las alas doradas, una mirada llena de sangre cada una. Grace Cromwell revolotea en el aire tenue. Es silenciosa cuando atrapa su presa, y silenciosa cuando se desliza en su puño. Pero los ruidos que hace entonces, el susurrar y el crujir de plumas, el suspiro y el roce del ala, el pequeño cloqueo de la garganta, ésos son sonidos de reconocimiento, íntimos, filiales, casi reprobatorios. Tiene franjas de sangre en el pecho y le cuelga carne de las garras”



…..



“Se pregunta (Ana Bolena) si se dormirá  alguna vez y qué soñará. No está en privado más que en sus sueños. Thomas Moro solía decir que uno debería construir un retiro, una ermita, dentro de su casa. Pero eso era Moro: capaz de cerrar la puerta en la cara de todo el mundo. La verdad es que no puede separarlos, su yo público y su yo privado. Moro creía que podías, pero al final arrastró a hombres a los que él llamaba herejes a su casa de Chelsea para poder perseguirlos allí cómodamente, en el seno de su familia.”



…..



“La reina está sola ya, tan sola como ha estado toda su vida. Dice: Cristo ten piedad, Jesús, ten piedad, Cristo recibe mi alma. Alza un brazo, de nuevo sus dedos van hacia la cofia, y él piensa: baja el brazo por amor de Dios, baja el brazo, y no podría desearlo más si… El verdugo dice con voz aguda:«Dadme la espada». La cabeza con la venda en los ojos gira. El hombre está detrás de Ana, que se equivoca de dirección, no lo siente. Hay un gruñido, un solo sonido de toda la multitud. Luego un silencio y, en ese silencio, un suspiro agudo o un sonido como un silbido a través del ojo de una cerradura: el cuerpo se desangra y su plana y pequeña presencia se convierte en un charco de sangre.”



(Hilary Mantel, Una reina en el estrado, página 19, 343, 477)

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