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sábado, 17 de agosto de 2013

LA EMERGENTE NARRATIVA IBEROAMERICANA



Emergencias
Doce cuentos iberoamericanos
Varios autores
Edición y prólogo de Jorge Carrión
Epílogo de Juan Villoro
Editorial Candaya, Les Gunyoles-Avinyonet del Penedés, Barcelona, 2013, 239 páginas.


   En el año 1965 el editor gallego argentino Francisco Porrúa tuvo la primera noticia de Gabriel García Márquez por boca del escritor chileno estadounidense Luis Harss, autor del libro Los nuestros, una obra que presentaba relatos de diez narradores que consideraba representativos de la nueva literatura latinoamericana. El contacto con aquel libro le permitió a Francisco Porrúa enterarse de la obra de Gabriel García Márquez y contactar con el escritor colombiano. Dos años más tarde, la Editorial Sudamericana, cuyo director literario era Porrúa, editaba por primera vez Cien años de soledad. Así pues, en el inicio de la trayectoria literaria de García Márquez hubo un cuento.
   Este libro que hoy comento y que reúne doce relatos de otros tantos escritores iberoamericanos, es posible que también le abra la senda o sea el inicio de la trayectoria literaria de algún gran escritor que, a su manera, siga los derroteros de Gabo. Por medio de esta publicación doce escritores comienzan a significar algo para los lectores. Y lo hacen mediante el género que tienen más a mano. En talleres de creación literaria, escuelas de escritura o facultades universitarias han velado sus primeras armas y en esta publicación colectiva recogen los resultados. Emergen, se hacen visibles mediante variadas estrategias narrativas, todas ellas ancladas en el minúsculo arenal que es la brevedad. Relatos variados que tocan múltiples temas y emplean distintas estrategias narrativas, tal como lo hizo la literatura de siempre y lo reitera la de nuestro tiempo. Emergencias es pues un libro plural en todos los aspectos: sus autores proceden de diversos países iberoamericanos y sus temas, estrategias y estilos son igualmente dispares.
   La engañosa brevedad de estos cuentos representa, sin embargo, modos muy personales de crear. Gimnasios naturales, como hacer notar Jorge Carrión, editor y prologuista de Emergencias.  A través de ellos, en efecto, Antonio Galimany (Rosario, Argentina, 1987), Mónica Ojeda (Guayaquil, Ecuador, 1988), Ramón Bueno Tizón (Lima, 1973), Mariana Font (Montevideo, 1977), Carlos Gómez Pérez (Barcelona, 1969), Tomás Sánchez Bellocchio (Buenos Aires, 1981), Jari Malta (Montevideo, 1985), Eduardo  Ruiz Sosa (Culiacán, México, 1983), Carolina Bruck (La Plata, Argentina), Yannick García (Amposta, España, 1979), Wilmar Cabrera (Palmira, Colombia, 1970) y Alex Oliva (Barcelona, 1974) nos ofrecen una muestra de su hacer literario.
   Muestras que  moldean relatos muy narrativos todos ellos, pero narraciones de la cotidianidad.  No narran avatares y sucesos excepcionales, sino el acontecer diario de personajes muy variopintos. Líneas pues de la vida cotidiana con nulos o escasos momentos de suspenses, con excepción del relato que cierra la antología,”Nuestra casa” de Alex Oliva. En él el autor nos permite acompañar a una pareja que con entusiasmos explora su nueva casa. Son los primeros vecinos de una nueva promoción. Pero muy pronto aparecen problemas en la edificación hasta que la situación, entre la soledad y la desolación, la quiebra o el silencio de la promotora, se hace insostenible.
   Tematización pues de historias muy variadas en las que, sin embargo, podemos ver ciertos rasgos comunes, reflejo de un mundo en crisis, con espacios de precariedad e incertidumbres; roturas de pareja y de familias, extrañeza y alejamiento frente a las instituciones tradicionales (familia, matrimonio, estado); presencia agobiante  de seres desamparados. Apertura y variedad de estímulos y referentes, entre ellos la intertextualidad, especialmente con Vila-Matas, con Roberto Bolaño, Ricardo Piglia o incluso con Diderot.
   Un sustancioso epílogo de Juan Villoro sobre los talleres de escritura de los años setenta y, en concreto, sobre su experiencia en el de Augusto Monterroso y sus enseñanzas sobre la elaboración del cuento, recopiladas en un decálogo, pone el ramo y clausura esta muestra plural -y yo apostaría que representativa-  de  la emergente narrativa iberoamericana ofrecida en formato breve.

Francisco Martínez Bouzas


 
Jorge Carrión

Fragmentos

“En la segunda fotografía, María Ozawa nos mira desde la lejanía de sus inmenso poder, el rostro inclinado hacia la derecha. Una mano hunde sus dedos entre su cabello negro, desordenado intencionalmente. La otra mano cae sobre su muslo interior, junto a su bajo vientre, ahí donde el Monte de Venus da María Ozawa se enciende como una mata salvaje y lúbrica. No es el enterizo ajustado de malla que trae puesto lo que perturba y conmueve al espectador. Tampoco la turgencia de sus pechos, medianos y preciosos. Lo que sobrecoge es la naturaleza agreste de su vello pubiano, de una oscuridad arcana, intimidante pero magnética al mismo tiempo. Como una flor carnívora, hermosa y espeluznante. O como una tarántula, posada entre las piernas de una hafu.”
(Ramón Bueno Tizón, “María Ozawa”, páginas 50-51)

…..

“Vuelve andando a su bloque. Pasea por el patio trufado de excrementos de animales. En el antiguo césped comunitario crecen hierbas que le llegan ala rodilla, al lado de zonas en las que la tierra ha quedado al descubierto. La piscina está medio vacía. Dentro solo un metro de residuo oscuro cubierto de hojas muertas entre las que se adivina el cadáver de un ave bastante grande. Se sienta en el suelo. El nudo en la garganta le causa un dolor nada metafórico, atroz, de laringe aplastada. Vuelve a tantear el papel que lleva en el pantalón. Lo saca. Lo desdobla con cuidado. Lo mira por enésima vez: un dibujo a lápiz, a medio hacer y tachado. Lo vuelve a doblar con extrema precaución. Con los ojos cerrados besa ligeramente el papel antes de guardarlo de nuevo en el bolsillo.
Se le ocurre que, si estuviese quieto el tiempo suficiente, las hierbas lo irían rodeando, consumiéndole poco a poco.”
(Alex Oliva, “Nuestra casa”, página 219)

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