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miércoles, 5 de junio de 2013

UNA NOVELA CATÓLICA: LA ANGUSTIA Y EL SILENCIO DE DIOS



Quédate con nosotros, Señor, porque atardece

Álvaro Pombo

Ediciones Destino, Barcelona, 2013, 255 páginas.





   Si Moïra es seguramente la gran novela cristiana del siglo XX (Julien Green la publicó en 1950), la gran novela del pecado, de la gracia y del aparente abandono y silencio de Dios, Quédate con nosotros, Señor, porque atardece es en buena medida su equivalente, trasplantada al actual siglo, en la narrativa en español. Con ella Álvaro Pombo nos demuestra que la literatura puede ser y de hecho es un territorio privilegiado donde plantear las grandes preguntas que agobian al ser humano, entre ellas, el sentido de la religiosidad y del silencio de Dios que permanece callado allí donde más debería  resonar su voz: a la sombra de la muerte en el interior de un convento trapense.

   Ambos escritores, pero también Dostoyesvski, Graham Greene, Bernanos y muchos otros nos demuestran que no es demasiado arriesgado ni precipitado realizar el tránsito de la creación literaria al campo de la espiritualidad. A fuerza de escarbar en las arenas psicológicas -y eso lo hace Álvaro Pombo con insistencia y maestría-, el novelista acaba por alumbrar un sorprendente manantial: la vida profunda de los seres humanos o del alma para los creyentes.

   Pombo, en efecto, profundiza en la experiencia religiosa, trasladando al lector al interior de un convento trapense que sitúa en el lugar cortijano  de La Gorgoracha (Granada). Y allí  Pombo, filósofo empedernido, teólogo casi en esta novela, zambulle a lector en las interioridades de la vida comunitaria, pero también en las laceraciones de la angustia y del abandono de Dios, que experimenta alguno de los monjes y que terminará llevándole al suicidio. Allí, en efecto, la angustia que está siempre al acecho como diría Heidegger, se ceba con uno de los fundadores de la pequeña Trapa, el padre Abel que, a fuerza de rechazar el yo, de perseguirse a si mismo por la falta de sustancia en su elección, acaba ahorcándose en la cuadra del convento. Precipitándose, pues, en esa absoluta insubstancialidad, llana, clara, férrea. A pesar de que ha sido un suicidio, el prior del convento se empeña en hacerlo pasar por una muerte natural o accdental..

   El impacto brutal que el ahorcamiento provoca en el resto de los frailes, trascenderá fuera de los muros del convento y un periodista granadino se empecina en descubrir la verdadera naturaleza de esa muerte y publicar un manuscrito o diario del fraile en el que seguramente se proyectará alguna luz sobre el suceso.

   Pero en mi lectura, toda esa insospechada trama criminal pierde valor ante la profunda indagación espiritual y filosófica (sobre todo existencial), perfectamente  conjugada con ciertas dosis de humor, marca, como siempre, de la casa. Un texto profundamente introspectivo. Álvaro Pombo “mastica” una y otra vez la interioridad, el pensamiento de sus personajes, en este caso esa “frailada líquida” (un guiñol congénito en la escritura del autor). Esa “frailada líquida” esta compuesta por ascetas silenciosos, llenos no de dudas de fe, sino de angustias que se generan en el interior del yo individual y concreto. Pombo tiene la capacidad de engarzar en un texto ficcional cuestiones fundamentales de la filosofía y de la teología católica como el tema de la gracia gratis data, la meditación sobre el hecho de ser cristiano en medio de una desolación sin esperanzas. O las dificultades de la vida monacal que provoca que algunos monjes se vean a si mismo “como solteros, rentistas de la Iglesia…sin mujeres, sin hijos, sin hipotecas”. Eso sí, consumidos por la doble angustia de no poder escapar a cada destino particular ni a la dura inevitabilidad de la muerte en un universo incomprensible. Y otras más profanas como la esencia de la vocación literaria.

   La temática de la novela empuja al escritor a continuas referencias filosóficas y teológicas: Kant, Hegel, Husserl, Sartre, Kierkegaard. Ortega. Zubiri, Tomás de  Aquino, Henri de Lubac, Lévinas… conviven en perfecta armonía con citas de Clint Eastwood y con un humor más o menos soterrado. Todo ello y las frecuentes citas en latín litúrgico y bíblico forman parte de la manera de narrar de Álvaro Pombo: creación de estruturas narrativas, penetradas de cultura, combinando sabiamente narración, reflexión, diálogos, acertadas descripciones  que casan a la perfección con el drama de la trama. Así por ejemplo, el convento de La Gorgoracha es un desierto, un sitio salvaje, áspero, tedioso, repleto de piedras (página 220), tan psíquicamente involutivo, hisurto y terco como sus moradores.

   Añádase a todo esto el ya característico estilo pombiano. Una lengua prodigiosa, mezcla de barroquismo, espontaneidad, gusto por el hipérbaton, por el infinitivo, por las redundancias, por originales neologismo (por derivación y acronimia sobre todo), descripciones chocarreras y sutilmente irónicas, el uso  de varios registros y cierta pedantería, también típicamente pombiana. Todo ello contribuye a vestir esta novela, un gran relato sobre la falta de sustancia, tan cara al escritor cántabro, tejida con los hilos estilísticos de ese gran fascinador verbal, uno de los grandes creadores contemporáneo en lengua española, también cuando aborda la experiencia religiosa, la noche del alma, la angustia, el mal de existir y ese asfixiante y enigmático calabozo de un Dios que se calla y no les habla tampoco  a aquellos que tienen fe, que no deja de ser una sombra del lado de acá de la muerte.



Francisco Martínez Bouzas







Álvaro Pombo



Fragmentos



“Fue entre Vísperas y Completas. Se supo con estupor durante la cena. El hermano Abel  era de la quinta del hermano Raimundo, entrado en los sesenta. Lo contó el señor Miguel, el pastor, que a esa hora ordeñaba las ovejas. Sus vigorosas manos, sarmentosas, sacaban la leche como a presión de las ubres de las ovejas. Sonaba el chorro contra el cubo metálico. El pastor se sentaba en un taburete entre las ovejas (…) Le vio colgado de la viga. Reconoció la soga lo primero. Era una soga fuerte, del propio señor Miguel, que la tenía enrollada en una división de los corralillos. Teleras. Había echado la soga subiéndose, posiblemente, en una telera contra la pared.”



…..



“El médico  de Vélez certificó que se trataba de muerte accidental, un fulminante ataque cerebral. Pero la ocurrencia de que no había habido accidentalidad ninguna  cundió en silencio entre todos ellos como una gripe. El esfuerzo por negar la sospecha de suicidio producía un raro estrépito carcelario en las ritualizadas maneras de la comunidad. Una cosa es obedecer y aceptar que lo ocurrido ocurrió como lo contó el prior y otra creérselo. Evidencias víricas de que había ocurrido justo lo contrario infectaron a todos -eso al menos le parecía evidente a Ignacio.”



…..



“Entre las tres y las cuatro de la mañana es la hora de las cisternas, de los canales subterráneos, de los pozos profundos. Las calles subacuáticas son túneles transparentes por donde transitan, resbaladizas, figuraciones híbridas y figuras duales, galopan los centauros, y aún no trinan los pájaros. Se enfrían los rescoldos en las chimeneas de las casas de campo, aún no han encendido con maderitas cortadas el fogón de la cocina, las placas frías de las cocinas de hierro despiden un aliento obseso. Los viejos consumidores de anfetas cruzan varias veces el mismo paso de peatones. El estrépito de un automóvil desalado que se estampa contra una farola, enmudece hasta ser sola la onda circular de una piedrecilla arrojada al estanque japonés. Parpadea el ámbar de un semáforo queriendo decir: el alma en franquía. Desorientado también y embebido en la tersa nocturnidad que precede al alba, Raimundo se despierta una vez más, ahora le duele todo el cuerpo y se le agranda el brazo incautado por el flujo pulsátil de la sonda.”



(Álvaro Pombo, Quédate con nosotros, Señor, porque atardece, páginas 32, 40, 195)

2 comentarios:

  1. Mi más sinceras felicitaciones por estos excelentes resúmenes, breves pinceladas, que acercan las obras y despiertan nuestro interés.

    Gracias
    Mark de Zabaleta

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  2. Una vez más, muchas gracias Mark por tu lectura inteligente y generoso comentario.

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