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miércoles, 20 de febrero de 2013

"ABSOLUCIÓN": LAS DESVENTURAS DE UN EUNUCO SENTIMENTAL Y EXISTENCIAL

Absolución
Luis Landero
Tusquets Editores, Barcelona, 2012, 318 páginas.


   Críticos y periodistas culturales de distintos medios han elegido esta novela de Luis Landero como una de las tres mejores de la literatura española de 2012. Un elección ni gratuita ni injustificada porque Luis Landero es un de los grandes narradores de la actual literatura española. Y Absolución una novela de alto voltaje cervantino, compleja y difícil de escribir -ahí justamente radica su mérito-, pero con una lectura que tira irremediablemente de aquel que se aventura con ese estilo lleno de precisión, de matices y a la vez de hallazgos formales que encontrará ya en la primera página. Sus comienzos tardíos (Juegos de la edad tardía, 1989) y su obra más bien parca non son un óbice para que Luis Landero deba ser considerado el gran prosista de la actual narrativa española, un prosista epígono de Cervantes, con cuya obra se ha comparado su narrativa, por esa armonización singular de la retórica culta con la naturalidad familiar de la lengua hablada. En esta misma novela por boca de su héroe o antihéroe  homenajea a la lengua: “¡Qué delicia hablar en claro y edificante castellano! Llamar a las cosas por sus exactos nombres, descansar en la gramática del mundo incomprensible, de la vida extenuante. Las palabras, ¿no es ese nuestro mejor y más seguro hogar?” (página 122).
   Admirable la vestimenta  y admirable el contenido de sus tramas: ese microtexto prosaico a primera vista, poblado por protagonistas tan ridículos como entrañables, que sueñan con la felicidad, el amor, la gloria, o algo mucho más modesto: la absolución que le otorgue la definitiva paz a este eunuco sentimental y existencial que protagoniza la novela que hoy comento.
   Narrada desde diversos tiempos, con analépsis que no dificultan sin embargo la lectura, en Absolución nos encontramos con la zozobra de vivir protagonizada por su héroe/antihéroe  que comienza contándonos su historia un jueves de mayo, de camino a una comida familiar para celebrar su matrimonio con Clara, la mujer a la que ama y le hace feliz. En la recapitulación de su pasado, nos enteramos del mal que le aqueja desde la adolescencia: el tedio, la contingencia, palabras hechas a su medida, que reflejan perfectamente los fantasmas que le atormentan: siente el soplo de la contingencia pero “sigue royendo engolosinado el hueso de la intranscendencia de vivir”. Enamora y se desenamora de las mujeres por nimios detalles y tiene la invencible manía de escaparse de los sitios y de eludir compromisos. Como el río de Heráclito, él siente constantemente la necesidad de levantar el vuelo. Y cuando parece definitivamente asentado y  a las puertas de un matrimonio en el que cifra su felicidad, de nuevo el azar, la estúpida contingencia le convertirán en un fugitivo, esta vez de verdad.
   Aparece la culpa y con ella la huida en la que topa con personajes curiosos, estrafalarios o simplemente corrientes, cuyo encuentro garantiza una lectura realmente seductora. La trama finalmente arrastra al lector, necesitado de saber si este ser solitario -pero solitario social- recibirá finalmente el remanso de la absolución.
   Absolución es un verdadero muestrario, una suerte de retablo de Brueghel pero pintado con ilusiones, penas, efímeros momentos de felicidad, de absurdos gobernados por el azar. Con todo ello construye Luis Landero una exquisita novela, sustentada en personajes muy especiales. Una novela para paladares esquistos, esos que no buscan el best seller, sino la buena literatura, en este caso sobre el encaje vital y sobre las dificultades de encontrar nuestro lugar en el mundo. Novela profunda, con un leve toque filosófico, representado por la relevancia de la contingencia, pero a la vez sugestiva, con escenas mágicamente delirantes. Erguida con un diseño arquitectónico que permite una lectura lineal, a pesar de las alternancias temporales y de un derroche imaginativo en la construcción de tipos humanos: tanto los ineptos consumidos por el tedio como los sabios consejeros, propios de una novela de aprendizaje sobre la felicidad, condición que también comparte Absolución.

Francisco Martínez Bouzas



Luis Landero

Fragmentos

“Había una palabra que, al igual que la frase de Pascal, le abrió en un instante un tesoro de conocimiento. Esa palabra era contingencia, y se la oyó por primera vez a su profesor de ética. Fue oírla y entenderla en toda su potencia significativa de un solo golpe de intuición. El profesor llevaba, por cierto, una rebeca de punto de color granate y unos pantalones marrones de género, y con la uña del meñique no hacía más que intentar, cada vez con menos disimulo, sacarse una pizca de algo que tenía entre las muelas. Así de contingente, de casual, de arbitraria es también la memoria.”

…..

“Y según contaba, según las palabras hacían renacer el pasado de su propias cenizas, algo iba naciendo y desbordándose en él, un sentimiento de gratitud y de concordia con el mundo, consigo mismo y con el prójimo, representado por el señor Levin, que seguía escuchando con prontitud e intensidad, y por el momento se imaginó que, igual que Orestes cuando llegó a Atenas tras su penosa travesía de expiación, estaba declarado ante una asamblea que no solo estaba allí para escucharlo sino también para juzgarlo, y condenarlo o absolverlo, por sus errores, sus culpas y sus méritos. Pero había algo en aquella mansa noche de septiembre que invitaba ala benevolencia y  ala levedad. Convertida en palabra, es verdad que su vida adquiría ahora algún sentido, aunque fuese difuso y contingente. La secreta armonía del conjunto, pensó, y el recuerdo de Gálvez lo obligó  a sonreír y a dar, con esa  sonrisa, por concluido su relato.
Siguió un largo silencio. Y Lino se sintió muy bien, allí, feliz, purificado, sin un futuro al que temer y, por una vez, sin necesidad ni ganas de estar en otra parte.”

(Luis Landero, Absolución, páginas 22, 316)

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