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miércoles, 5 de diciembre de 2012

"CABALLO DE OROS", UNA HISTORIA REBOSANTE DE ÉPICA FEROZ


Caballo de Oros
Víctor F. Freixanes
Traducción de Xosé Antonio López Silva y Víctor F. Freixanes
Ediciones Siruela, Madrid, 2012, 292 páginas.

   La prestigiosa colección “Nuevos Tiempos” de Ediciones Siruela publica en español una novela de Víctor Freixanes que hace dos años cosechó un gran éxito entre los lectores gallegos. Con Cabalo de Ouros (título original en gallego) Víctor Freixanes retornaba a la narrativa gallega. Después de diecisiete años y miles de ocupaciones y responsabilidades regresaba este narrador que maneja la lengua con la creatividad de un mago y guarda en su imaginación historias fuertes y repletas de vida, también de épica o de tragedia. Prosigue así con un macrotexto levantado hasta ahora apenas con cuatro títulos (O triángulo inscrito na circunferencia, 1981; O enxoval da noiva, 1998; A cidade dos Césares, 1993). En 2010 se le sumó una cuarta novela, este Caballo de Oros, ahora traducido al español, como he dicho, una fabulación tremenda, cautivadora que confirma la opinión de no pocos lectores, entre ellos los críticos gallegos que premiaron la novela de Freixanes con el Premio de la Asociación de Críticos de España 2011,  de que Víctor Freixanes, a pesar de su escasa productividad literaria, en términos cuantitativos, es uno de los narradores clásicos de la literatura gallega en las últimas décadas. La tramas que conforman su universo mítico, en las que se tejen y amalgaman multitud de hilos narrativos preñados de historias cautivadoras, sus arquitecturas narrativas, ricas y a veces novedosas, aunque no extravían al lector, ritmos narrativos apropiados e implacables que hacen que nos prendamos sin tedio en las historias narradas y la fuerza de una prosa poseedora de un registro lingüístico genuinamente gallego, que no pierde un ápice  en la traducción…todo eso me confirma en mi valoración.
   Esto es precisamente lo que el lector hallará en su última propuesta narrativa de Víctor Freixanes. Son los días del wolframio y de nuevo la acción se sitúa en Vilanova de Alba, vieja ciudad de las Rías, frente a Santiago. Días de atracones y de grandes harturas, de señorío del mineral, pero también de los turbios negocios de la raya, del caciquismo de postguerra, de pleitesías a los capitostes de la capital, de mercenarias del trato, del juego, habladurías, reboticas y sus cotilleos.
   He aquí el campo de batalla en el que tiene lugar una historia horrible, la partida de cartas en la posada de Pasamundos, una locura que trastornó a todos los que jugaban no solo el dinero, los ahorros de toda una vida, las herencias, las ganancias del puterío…, sino también el gobierno de la villa, el progreso y la hartura del mineral. Todo el mundo, la gente normal y la gentuza, esperando el desenlace, que no se sitúa en el juego, sino en los hombres en la mirada intensa, implacable con la que se traba  en el adversario. Y como telón de fondo, la memoria colectiva, los conflictos vividos en la República y las barbaries de la Guerra Civil. Ascuas de odios y miedos.
   Es mérito del autor el hecho de haberse servido en su praxis discursiva del artificio del cantar de ciegos. Porque es el cantar y sus coplas los que revelan lo que se sabe y lo que se deja de cantar. Y a veces, especialmente cuando se cantan las atroces venganzas de la Guerra, el cantar rebota  contra el mundo…ulula como una ciega alimaña, tal como nos hace saber al autor implícito.  Solamente cuando la novela alcanza su epílogo, la música pierde sus ecos y el cantar de ciegos recupera el protagonismo para rememorar, veinte años más tarde, aquellos acontecimientos fatídicos y atar los cabos sueltos. Pero todo eso será en la otra orilla del mar, en tierras venezolanas.
   En muchas y diversas facetas muestra Víctor Freixanes su competencia narrativa. En la orquestación estructural que permite que caminen al mismo tiempo y en harmonía varios hilos narrativos, un torbellino de historias fundidas en la trama principal; en la profunda caracterización psicológica de los personajes y en su evolución a lo largo del relato; en la plasticidad y en aliento que animan a cada una de las muchas caras de este friso narrativo;en la prosa torrencial, a veces clara, otras muy sensual, lúbrica, siempre capaz de seducirnos. Un verdadero aluvión de lengua, en las fronteras de un estilo fuerte, epopéico, para hacernos presente ese cantar pavoroso, a veces sin embargo muy tierno, que nos habla de amor, muerte, miedos, codicias, derrotas, ruindades, de la intemperie de los lobos y del dulce calor de los lechos. Y sobre todo de esa sucesión de caminos y encrucijadas, que convergen o se bifurcan, que es la vida humana.

Francisco Martínez Bouzas





Víctor F. Freixanes

Fragmentos

“Los de la otra parte apostaban. Había plata. Bastante más de la que nunca habían visto. No se amilanaba el capador. La marca del jabalí ardía en medio del rostro. Otros seguramente se entregarían, con el vértigo del riesgo apurado de más para lo que estaban acostumbrados, pero las cosas vienen como vienen, las ocasiones se presentan cuando se presentan, el empuje de los hombres se mide en estos grandes momentos, acordaos de las sentencias de don Evaristo: llegados al extremo al que habían llegado, no había vuelta atrás, no cabía retirada posible después de los compromisos concertados. Se encerraron los administradores de la parte vilanovesa en el cuarto de las camas, por ver de ordenar los pagarés, y vieron que con lo que tenían disponible no era suficiente. Serrano lo llevaba todo en una caja de cartón: los recibos y el dinero, liado en fajos, a la manera de su oficio. ¿Dónde carajo se había metido el licenciado?”

…..

“-Lo cazaron como quien caza conejos.
-Lo cazaron, es verdad -asintió el de Muras-. Toda la suerte euna carta: en aquel siete de copas.
-Contra un caballo de espadas.
Siempre es así. Los tratantes de Cortegada  de Miño y don Ramiro, el de Boullón, volvieron sobre sus pasos, apretujados dentro del Ford, prácticamente sin cruzar palabra. Los tratantes asustados, como quien roza con los dedos la llamarada del cataclismo y se libra de milagro, el dinero en la parte trasera del auto, intacto gracias a las artes del abad, ciertamente admirables. El cura acelerado por dentro, como quien viene de mirar a Dios, igual que el que acaba de ver de frente la luz cegadora del Todopoderoso, tal era su excitación. El jugador siente la carta en la mano como quien aprieta en el puño el corazón de un pájaro…”

(Víctor F. Freixanes, Caballo de Oros, páginas 94-95,  134)

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