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martes, 27 de noviembre de 2012

YORAM KANIUK, "1948"

1948
Yoram Kaniuk
Prólogo y traducción de Raquel García Lozano
Libros del Asteroide, Barcelona, 2012, 225 páginas.


   En estas fechas en las que los truenos de guerra entre Israel y el pueblo palestino han estado explotando de nuevo y provocando cientos de muertos, es preciso volver leer a Yoram Kaniuk, uno de los grandes escritores israelíes,  sin duda alguna el menos convencional, para comprender una vez más el desatino y las aberraciones de la guerra, de todas las guerras, y de manera muy especial de aquellas en las que la inconsciencia y el patriotismo puede hacer llegar a pensar que morir en plena juventud nos dota de un aura gloriosa. Es lo que refleja la novela autobiográfica, 1948, de Yoram Kaniuk, editada recientemente por Libros del Asteroide.
   Kaniuk es un judío atípico-judío de nacionalidad pero no de religión-, un sabra nacido en 1930 en la Palestina ocupada por los ingleses y descendiente de judíos askenazíes emigrados de Europa. Con diecisiete años formó parte del Pamaj, una fuerza paramilitar de choque con la que participó en la guerra árabe-israelí de 1948.
   Rescatando sus recuerdos con gran autoridad moral (Kaniuk nunca fue un antisemita), escribe esta novela que nos acerca a las memorias de un joven que participó en aquella guerra, mas sin tener nunca claro si, como judíos, necesitaban de un Estado. Él lo que perseguía era dotar de un hogar a los miles de judíos que deambulaban por todo el mundo.
   En la novela-biografía se fusionan memoria, imaginación y el paso del tiempo. El hilo conductor no es otro que el desenvolvimiento de la guerra, las injusticias y crueldades, la cobardía, tanto de árabes como de los mandos judíos, pero sin olvidar la heroicidad de muchos otros y el fanatismo de los judíos ortodoxos. 1948 es pues la permanente paradoja del judío capaz de entender las dos caras de la moneda, que no acepta los mitos fundacionales del Estado israelí, ni los de su religión.
   Kaniuk comprende a los que ocuparon la tierra palestina, supervivientes en su inmensa mayoría del Holocausto, pero no se siente empujado por ningún imperativo categórico inexcusable a conquistar un Estado para acoger a estas víctimas, expulsando para ello a los árabes de sus casas y de sus tierras. El año de 1948 es una fecha execrable, porque en eses días explotó una guerra que aún no terminó y que continúa provocando una buena parte de los conflictos que arrasan el mundo y miles de muertos. Durante ese año -y esta es la línea argumental que está por debajo de la novela del sabra Kaniuk-, se comenzó a aliviar una tragedia, la del pueblo que sufrió el mayor genocidio de la historia, mientras nacía otra, con millones de refugiados e incontables muertos. He  ahí pues lo absurdo de la guerra.

Francisco Martínez Bouzas

(Texto publicado en gallego el día 27 de noviembre de 2012 en el periódico El Correo Gallego de Santiago de Compostela. Para ver el texto original, pinchar aquí)



Yoram Kaniuk

Fragmentos

“Iba caminando por el kibutz. Me encontré con una mujer que dijo en tono burlón que estaba muy orgullosa de que yo hubiese conquistado Cesarea y que a sangre y fuego Judea ha caído, a sangre y fuego se alzará. Le dije que eso era del Etzel y ella dijo: hoy todo es el Etzel y me invitó a su habitación. Sacó un vaso, metió una resistencia eléctrica en el agua, la calentó, sirvió dos vasos de té flojo y se echó a llorar. Le pregunté por qué lloraba. Dijo que se llamaba Tzila y que tenía frío. Dije: te daré mi cazadora. Dijo no era eso lo que la calentaría. Preguntó: ¿sabes que aquí vivió Hannah Senesh? (una integrante de la resistencia judía contra el nazismo durante la segunda guerra mundial). Aquí llorábamos juntas. Es estupendo que hayas sacado de Cesarea a los bosnios nazis. Según los mapas allí hay un acueducto romano y un anfiteatro, y nosotros somos judíos, nosotros haremos algo por eso. Pregunté: ¿contra quién? No respondió, tomé un sorbo de té. Yo no sabía qué hacer, me disculpé y me fui.”

…..

“Yo no conocí al Palmaj en su época dorada, a comienzos de los años cuarenta, cuando sus miembros trabajaban en los kibutz, robaban en los gallineros, cantaban canciones alrededor de las hogueras y orinaban juntos para apagar el fuego. El Palmaj que yo conocí durante la guerra ya no era unas fuerzas  de choque. Eran unos batallones de combatientes. No era agradable. Era un instrumento genial y feroz,  astuto, valiente y airado, que salió sin saberlo,  a fundar un Estado para el pueblo de Israel.”

(Yoram Kaniuk, 1948, páginas 113, 213)

viernes, 23 de noviembre de 2012

PORTNOY ENTRE EL MAL Y EL LAMENTO (UNA VIDA ERÓTICA DESAFORADA Y ATORMENTADA)


El mal de Portnoy
Philip Roth
Traducción de Ramón Buenaventura
Editorial Seix Barral, Barcelona, 306 páginas.

  

   La prensa de todo el mundo se ha hecho eco estos días de que Philip Roth, a sus setenta y nueve años, se retira de la escritura, pero no sin antes concluir algunos proyectos que tiene entre manos. Entre ellos: finalizar una novela corta escrita a cuatro manos y vía e-mail con una niña de 8 años e iniciar la escritura de sus memorias conjuntamente con su biógrafo Blake Bailey, memorias que seguramente ampliaran su novela Los hechos. Autobiografía de un novelista, un recuento de sus orígenes narrativos. Buenas, regulares o malas noticias para los incontables seguidores del último Príncipe de Asturias de las Letras, eterno candidato al Nobel y figura preeminente de la actual narrativa norteamericana. Y una buena ocasión para volver a tomar en las manos una de sus primeras novelas, una de las más emblemáticas, Portnoy’s Complaint (1969) que Seix Barral traduce al español con el título, tan afortunado como discutible, de El mal de Portnoy.
   Una novela sin embargo con la que le llega el éxito y grandes críticas a Philip Roth y que se ajusta a las grandes líneas de su escritura: la exploración de la naturaleza del deseo sexual a través del monólogo interior, grandes dosis de humor, vigor enajenado y una profunda humanidad. Asociadas todas ellas a sus héroes o antihéroes. Sin que falte por supuesto la cuestión judía, casi siempre presente en la narrativa del escritor. Ni tampoco los guiños cómplices, porque ese mal, ese trastorno llamado así por Alexander Portnoy (1933-    )     en el que “los impulsos altruistas y morales se experimentaban con mucha intensidad, pero se hallan en perpetua guerra con el deseo sexual más extremado y, en ocasiones, perverso” (Nota introductoria), no está catalogado como enfermedad, es un artificio, un invento del narrador.
   El mal / lamento que aqueja al protagonista, Alexander Portnoy, se verbaliza en los monólogos que éste mantiene con su psicoanalista al que le confiesa que su vida  ha estado vencida por un mal incurable: la obsesión por el sexo. Tal estado obsesivo y la necesidad de contárselo al psicoanalista dan lugar a un extenso monólogo  -el psicoanalista solamente habla en la última línea de la novela- en el que el protagonista, nacido en el seno de un familia judía en los años treinta, realiza un verdadero ajuste de cuentas con su propia existencia, haciendo emerger de forma errática varios episodios de su vida. Sucesos, peripecias presididas casi todas por la tensión entre sexo y culpabilidad, que hiere profundamente su personalidad. Porque Portnoy que profesionalmente ha alcanzado el éxito, “se mata a pajas” (sic), víctima de desaforado onanismo que además fabrica en su mente un modelo proteico de mujer ideal (o una activista de los derechos civiles o una psicótica con la que mantiene una relación tan protectora como frustrante.)
   El conflicto tiene su génesis en la estricta educación judía que la madre impone al hijo durante su niñez y adolescencia sobre todo lo referente a la sexualidad, precisamente en los momentos del movimiento hippy y de la revolución sexual. Por eso mismo, la novela se inicia con un primer capítulo en el que se aborda la estructura familiar, seguido de otro (“Pajas”, pagina 25) que de forma inmisericorde, enfrenta al personaje con su despertar sexual: un furioso onanismo, masturbaciones de todo tipo, descritas al detalle, seguidas de un aterrador sentimiento de culpa. Una amalgama en definitiva de pulsión y de temor al castigo, similar a la vivida en muchos otros países  por los adolescentes de aquellos años. Vendrán después otros capítulos (“Loco por el coño”, página 87, “El tipo de degradación predominante en la vida erótica”, página 202), en los que se arremolinan anécdotas de sus gatuperios amorosos, con un deseo desenfrenando por las chicas shikses (no judías). Una forma, como se ha escrito, de vengar la condición de clase relegada de su padre. No copula con las anhelados chicas  shikses, sino con sus antecedentes familiares. Las cosas no mejorarán con la llegada de Portnoy a Israel, la tierra prometida. Allí pretende seducir a una mujer judía, duplicado de su madre. Un nuevo y definitivo fracaso.
   La novela se desarrolla como las matrioskas: encastrando anécdotas tras anécdotas, unas dentro de otras. En ese tránsito de muñecas rusas, surge un personaje perfectamente delineado que se debate entre el desenfreno del deseo sexual y sus propias inhibiciones. Así pues, mal y lamento (título que tuvo la novela en otras ediciones españolas: El lamento de Portnoy, que pone el acento en las lamentaciones de Portnoy ante su terapeuta, pero que casa perfectamente con el de esta edición: El mal de Portnoy, que, por el contrario, resalta la dolencia psicológica de la que es víctima el protagonista.
   En el momento de su publicación (1969) la novela fue acusada de obscena y pornográfica y suscitó fuertes críticas en ciertos sectores de la comunidad judía. Como confiesa Roth, en 1969 no solo escribió Portnoy -eso fue fácil- sino que también  se convirtió en el autor de Portnoy’s Complaint  y lo que tuvo que enfrentar en público fue la trivialización de todo.
   Novela ácida y  a la vez sumamente divertida. Roth realiza en esta novela verdaderas exhibiciones de comicidad, de humor corrosivo, sobre todo frente al judaísmo: sus tradiciones, su visión de la vida, las represiones sexuales. Un texto pues que bascula entre la hilaridad y los rescoldos de  la amargura, escrito con un lenguaje “íntimo, detallado y abusivo.”

Francisco Martínez Bouzas



Philip Roth

Fragmentos

“Luego vino la adolescencia: media vida encerrado en el cuarto de baño, aliviando la minga en el inodoro, o en la cesta de la ropa sucia, o ¡plaf! contra el espejo del botiquín, ante el cual me plantaba con los calzones bajados, para poder comprobar qué aspecto tenía aquello al quedar expuesto(…) En mitad de una clase, levantaba la mano pidiendo permiso, me precipitaba por el pasillo en busca del retrete, y me aplicaba diez o quince menos salvajes, ahí mismo, de pie contra el urinario…”

…..

“¿He mencionado ya que cuando tenía quince años me la saqué del pantalón y me la meneé en el autobús 107, volviendo de Nueva York?”

…..

“Y ¿fue mi madre cómplice de todo aquello? ¿Sumó dos tetas y dos piernas y le salió cuatro? A mi me parece que me ha costado dos decenios y medio completar tan arduo cálculo…No, de veras, tengo que estar inventándomelo. Mi padre ¿con una shikse? No puede ser. Era algo fuera de su alcance. Mi padre ¿follaba con shikses? Tendré que admitir, si me obligan, que follaba con mi madre. Pero ¿con shikses? Antes me lo imagino asaltando una gasolinera.”

…..

“Tengo relaciones que duran todo un año, un año y medio, meses y más meses de amor, tierno y voluptuoso, pero al final -tan cierto como vamos a morir- el tiempo pasa y el deseo se reblandece. Y acabo sin poder dar el paso final, es decir, casarme. Pero ¿por qué habría de casarme? ¿Por qué? ¿Hay alguna ley que diga que Alex Portnoy tiene que ser marido y padre de alguien? (…) Puedo pasar semanas y más semanas viviendo aterrorizado por la culpa de la proclividad de esas chicas inclinadas al matrimonio a arrojarse a las vías del metro, pero no puedo, me es sencillamente imposible, no lo haré, eso de obligarme por contrato a dormir con una sola mujer durante el resto de mis días. Figúrese: suponga que voy y me caso con A, con sus dulces tetas, etcétera, ¿qué ocurrirá cuando aparezca B, que las tiene todavía más dulces -o, en todo caso más nuevas? O cuando aparezca C, que menea el culo de un modo especial, nunca por mi experimentado antes; o D, o E o F.”

…..

“Estoy diciéndole, doctor que con estas chicas (las shikses, no judías) no es tanto que les meto la polla a ellas: más bien se la meto a sus antecedentes familiares: como si así, a base de polvos, fuese descubrir América. Conquistar América, digamos con más propiedad. Colón, el capitán Smith, el gobernador Winthrop, el general Washington y, ahora Portnoy. Como si mi destino manifiesto consistiese en seducir a una chica de cada uno de los cuarenta y ocho estados. En lo tocante a las mujeres de Alaska y de Hawai, la verdad es que no despiertan mis sentimientos, ni para bien ni para mal: no tengo cuentas que saldar con ellas, no tengo cupones que canjear con ellas, no tengo sueños que necesiten descanso.”

(Philip Roth, El mal de Portnoy, páginas 25, 87, 95, 114-115, 259)

miércoles, 21 de noviembre de 2012

GALICIA EN CLAVE EXPRESIONISTA


El mejor francés de Barcelona
Bieito Iglesias
Traducción: Equipo Pulp
Pulp Books (sello de Rinoceronte Editora), Cangas do Morrazo, 2012, 220 páginas.


   “Funcionan en el Ensanche santiagués numerosos tapadillos de rameras analfabetas, decoradas con orlas y títulos de licenciatura colgados de las paredes, a los que acuden el viajante orensano, el industrial vigués o el ganadero lucense, persuadidos todos de que montan diplomadas en Filología Románica”. Así leemos  al comienzo de uno de los relatos, “Pistolero, disfrutarás mucho en el pantano”, de  este libro de Bieito Iglesias, El mejor francés de Barcelona, traducido ahora al gallego por el sello editorial Pulp Books. Un título quizás demasiado explícito, pero plenamente coherente con la trayectoria de la narrativa del autor, Bieito Iglesias, uno de los iniciadores de la literatura erótica gallega con aquellos relatos del año 1991, Aventura en Nassau, tejidos con tramas colmadas de grosura diegética. Desde entonces, Bieito Iglesias maduró como escritor. La novela Vento de seda (1992), los relatos de Miss Ourense (1994), varias novelas, entre ellas una escrita directamente en español, Bajo las más bellas estrellas (1999)  y su narrativa breve -Contos da terra da tarde (2011) última aportación en este subgénero- y la cotraducción de la Biblioteca Sherlock Holmes, hacen de él uno de los escritores más importantes y sobre todo singulares del sistema literario gallego.
   Sin embargo no es en territorios eróticos donde debemos situar El mejor francés de Barcelona, sino en un paradigma de literatura que intenta retratar  en clave expresionista a la actual Galicia y al perfil de algunas de las “joyas” que moran en este noroeste español. Diez relatos de desigual extensión, aunque ajenos todos ellos al microcuento, componen este libro. Relatos breves de un “prosador ficcionista”, creador de una literatura en puridad, muy personal y sin parangón con ningún otro escritor gallego. Literatura genuina, sin trampas, con un alto grado de riqueza y de complejidad que forma con sus obras posteriores un gran microtexto, un gran friso, a  la vez carnavalesco y realista de la tierra gallega y sobre todo de sus gentes. La mirada mordaz y  a la vez rebosante de humor sobrevuela en la sombría experiencia vital de decenas de personajes inmersos casi siempre en la marginalidad.
   Como en cualquier otra propuesta fabuladora moderna, Bieito Iglesias en los relatos de El mejor francés de Barcelona refleja la realidad y al mismo tiempo la supera por medio de la recreación carnavalesca de algunas de las líneas y  trazos más significativos en un desfile de personajes singulares. El narrador se limita a observar y a anotar, con exultante e inteligente ironía, sus jornadas y aventuras. La mirada mordaz, cómico-realista se detiene en la obscura experiencia vital de decenas de personajes marginales que, como uno de ellos, Sapo, onanista radical y vate -ex poeta culturalista- viven en la melancolía de los charcos.
   Y como decorado de todo ello, los oropeles y desaguisados paletos de la Galicia profunda, folclórica y cavernícola. En resumen, literatura en conexión con la vida cotidiana, la única real, con más sombras que luces. Diez relatos de mediana extensión y desigual calidad, a veces con temáticas de no fácil definición y con estructuras desintegradas que reflejan mundos en los que la realidad muchas veces supera a la fantasía de cariz más esperpéntico.

Francisco Martínez Bouzas



Bieito Iglesias

Fragmentos

Lleva todo el santo día en cama, sin atender a las reprimendas del padre, que asomó las narices un par de veces para reprocharle la desidia, ni aceptar las comidas que le lleva mamá (apenas tomó unas cucharadas de helado bañado en chocolate). No tiene ánimo para nada y permanece en la oscuridad del cuarto, agarrado a un magnetófono y a la música rezongona que producen las pilas gastadas: «Sapo de la noche, sapo, cancionero que vives soñando junto a tu laguna. Dueño de los charcos, grotesco trovero, estás embrujado de amor por la luna»”

…..

“Ut supra quedó dicho que no cataba las mercancías sustraídas, a no ser las guarradas de los anuncios de relax, pero quiso el diablo que, en la librería Torga, le viera la intención un cliente de insoportable compromiso cívico. Suele ocurrir, en estos negocios progres, que te encuentras con tipos de puritanismo granítico, intolerantes con quien afana géneros. Él ya no solía trabajar aquel antro de moralina, primero por las especialidades que ofertaba, de escasa salida entre la clientela habitual de los cafés bohemios que desprecia toda literatura en gallego o de tema autóctono, cualquier libro, en realidad, que no haya sido reseñado en El País Tentaciones o ilustrado por el cine (preferentemente por Ana Belén con el culo al aire); y segundo porque compraban allí auténticos marats, y esas gentes se avienen mal con los chorizos. Son especies que se matan. Cuando todavía era Bello, Sapo había leído a don Vicente Risco y subrayado con grueso trazo la siguiente reflexión: «Siempre habrá individuos que se nieguen a ser absorbidos por el rebaño; son los revolucionarios, los artistas, los vagabundos y los criminales». Cierto, pero estas categorías guerrean entre sí, con más ardor del que empeñan en la erosión de la sociedad.”

(Bieito Iglesias, El mejor francés de Barcelona, páginas 205, 214)

viernes, 16 de noviembre de 2012

CÓMO ESCRIBIR EN MEDIO DEL ESPANTO

W o el recuerdo de la infancia
Georges Perec
Traducción de Alberto Clavería
El Aleph Editores, Barcelona, 206 páginas.
(LIBROS DE FONDO)


   Al término de la Segunda Guerra Mundial, muchos escritores europeos formularon un interrogante fundamental: ¿cómo escribir sobre los horrores de la guerra después de los campos de concentración, luego de que las atrocidades fantasmagóricas pero muy reales de Auschwitz se cernieran funestamente sobre Europa? Algunos de esos escritores, víctimas directas de los campos, entre ellos Tadeus Borowski, Primo Levi o Paul Celan, los tres suicidas posteriormente, eligieron la escritura como forma y posibilidad de supervivencia. Algo semejante hizo el premio Nobel Imre Kertesz y sobre todo el escritor francés Georges Perec (1936-1982).
   Una buena parte de la obra literaria de este autor, singular e innovador, debe de ser entendida como una parábola ilustrativa acerca de las posibilidades reales de escribir sobre el horror, sobre las deportaciones y sobre los desaparecidos. La habilidad de Perec ya había ilustrado en 1969 el vacío inexplicable de las desapariciones y de los campos de concentración con la novela La desaparición, una verdadera gesta lingüística en la que  el escritor tortura al lenguaje haciendo desaparecer la letra “e”, indispensable en francés para penetrar en los territorios femeninos.
   Pero será sobre todo en W ou le souvenir d’enfance, editada en español por Ediciones Penísula y años más tarde por El Aleph Editores donde el autor muestra su concepción de la literatura como acto de memoria y como camino para otorgarle sentido a la vida. Porque los recuerdos están poblados por ciudades fantasmagóricas, por recorridos sangrientos, por pesadillas imborrables, ya que la mayoría de su familia había desaparecido en la deportación.
   En 1975 publica Perec esta parábola del universo nazi con la que, por medio de signos, de letras, de textos, intenta verbalizar el espanto de las desapariciones. Perec supera la imposibilidad de nombrar el vacío de forma sesgada, por medio de un relato alejado y tajante que se limita a narrar los acontecimientos poco menos que con el formato de una enumeración burocrática. El relato se desdobla en dos que corren paralelos y en secuencias alternas. Por una parte, la fantasía de un niño  que revienta en algo semejante  a una novela de aventuras, localizada en la América Austral, que en la década de los 70 acogía varios campos de deportados por los fascistas de Pinochet, y por otra, los recuerdos de una infancia vivida durante la guerra. De entre los márgenes de ambas historias y de lo que el escritor nunca llegó a decir, emerge poco a poco el espanto del universo de la guerra que fabrica de forma inexorable víctimas y verdugos. Este libro es su testimonio, un hito en la literatura autobiográfica., escrita en “esa bruma desatinada en que se agitan sombras” (Raymond Queneau).

Francisco Martínez Bouzas




Fragmentos


“Las leyes del Deporte son leyes duras, y la vida W las agrava todavía más. A los privilegios otorgados en todos los campos a los vencedores se oponen, casi excesivamente, las vejaciones, las humillaciones, las novatadas impuestas a los vencidos; en ocasiones llegan hasta la sevicia, como aquella costumbre, prohibida en principio pero ante la cual la administración cierra los ojos, pues el público de los estadios la aprecia mucho, consistente en hacer dar al último de una serie una vuelta a la pista a paso de carrera con el calzado puesto al revés, ejercicio que parece benigno a primera vista pero que de hecho es extremadamente doloroso y cuyas consecuencias (magulladuras de los dedos, ampollas, ulceraciones del empeine, del talón de la planta) impiden prácticamente a la víctima la obtención de una clasificación honrosa en las competiciones de los días siguientes.”

…..

“Un jueves por la tarde, en primavera o verano de 1944, fuimos a pasear al bosque llevándonos la merienda, o mas bien lo que nos habían dicho que era la merienda, en mochilas. Llegamos a un calvero donde nos esperaba un grupo de guerrilleros. Les dimos nuestras mochilas. Recuerdo que me enorgullecí mucho al comprender que aquel encuentro no era en modo alguno producto del azar y que el paseo habitual del jueves no había sido esta vez más que el pretexto escogido para reavituallar a los resistentes. Creo que eran una docena; nosotros los niños, debíamos  de ser por lo menos treinta. Para mi, evidentemente eran adultos, pero ahora pienso que no debían de tener mucho más de veinte años”

(Georges Perec, W o el recuerdo de la infancia, páginas 140, 145)

lunes, 12 de noviembre de 2012

UN MÉXICO DISPARATADO DESDE EL CERRO DE LA CHINGADA


   
Si viviéramos en un lugar normal
Juan Pablo Villalobos
Editorial Anagrama, Barcelona, 2012, 188 páginas.


   Experto en investigar temas muy dispares y en escribir novelas contra las convenciones de la literatura, Juan Pablo Villalobos (Guadalajara, México, 1973) completa con Si viviéramos en un lugar normal la segunda entrega de la trilogía Tríptico de los dedos, un título con el que homenajea a Jorge Ibargüengoitia. Título así mismo, el  de esta novela, que le hace justicia a la paródica anormalidad del lugar en el que se desarrolla la acción: un pequeño pueblo del que el protagonista relator dice estas cuatro cosas: “hay más vacas que personas, más charros que caballos, más curas que vacas y  a la gente le gusta creer en la existencia de fantasmas, milagros, naves espaciales, santos y similares” (página 11). Es Lagos de Moreno, un lugar minúsculo situado en el alto del cerro de la Chingada. Alí, en una casa que se asemeja a una caja de zapatos, habita una pareja: él, profesor de preparatoria y profesional de los insultos; ella, una resignada mujer que se pasa el día cocinando quesadillas para alimentar a sus siete hijos, los dos últimos, gemelos de mentira.
   Desde este cerro de la Chingada, el protagonista relator, un adolescente que se está adentrando en la juventud, contempla la curiosa panorámica del México de los ochenta. Es Orestes, Oreo para abreviar, el segundo de los hijos, que nos conduce a través del tono cómico, o mejor dicho trágico-cómico, de este relato y un fino instinto para el análisis social a las interioridades de su propia familia -son pobres, tan pobres material y espiritualmente que cada miembro de la familia emplea toda clase de trucos para hacerse con una quesadilla y sus expectativas vitales están bajo cero- y nos permite diseccionar con su cáustico humor negro el mapa de un México que no es mágico aunque sí algo surrealista, donde el hábito consiste en robar elecciones y es así mismo un país especializado en desabrigar ilusiones y en hacer que los pobres consigan la desigualdad a base de humillaciones.
   Orestes pasa gran parte de su tiempo preguntándose por qué su familia es tan pobre, por qué viven en ese cerro sin esperanzas donde todo  es tan disfuncional y disparatado que, ante la impotencia, solo es posible recurrir a decir que todo está jodido. Ante tanto tedio el treceañero huye de casa y va a la colina para ayudar al hermano mayor en la búsqueda de los dos gemelos de mentira, supuestamente secuestrados por extraterrestres.
   Juan Pablo Villalobos, transitando  por los inciertos canales del surrealismo y de la crueldad humana, nos ofrece la visión de un país disparatado, en los límites de la paranoia. Un México tan esperpéntico como cruel. La intrahistoria de esta familia y su inútil guerra contra el ayuntamiento, los promotores inmobiliarios los dos partidos corruptos -el PRI y los rebeldes, más beatos que los cristeros de los que se consideran herederos-, retratado todo con un humorismo salvaje pero incapaz de salvarnos de la desolación, es aprovechada por el escritor para hacernos ver la hiriente desigualdad de clases - incluso dentro de la pobreza  existe un ranking- lanzar agudos ataques contra la desatinada religiosidad popular, tan fanática como irracional (“El pueblo era tan católico que estaba rodeado de espinas”, página 76), contra la connivencia del clero con las injusticias y contra  una clase política desprestigiada y causa de todos los males.
   Este humor disparatado llega a producir un efecto paródico acumulativo que incluso es capaz de  explicar el horror. La escritura de Juan Pablo Villalobos es pues la pura crueldad humorística ejercida a través de un ejercicio de alta calidad estilística que, a pesar de llevarnos de decepción en decepción y hurtarnos cualquier pizca de romanticismo, nos hace reír de las cosas -de ese pánico del instante del que habla Villalobos- para evitarnos  llorar. Eso sí, la existencia humana no pasa de ser en esta novela una serie de episodios carentes de cualquier hilo de humanidad que los una entre si y que, por consiguiente, no llevan a ninguna parte.

Francisco Martínez Bouzas
 




Juan Pablo Villalobos

Fragmento

“ –Mamá, se puede dejar de ser pobres?
-No somos pobres, Oreo, somos de la clase media- replicaba mi madre, como si los niveles socioeconómicos fueran un estado mental.
   Pero eso de la clase media se parecía a las quesadillas normales, algo que sólo podía existir en un país normal, en un país donde no estuvieran permanentemente tratando de chingarte la vida. Todas las cosas normales eran cabroncísimas de lograr. En el colegio se especializaban en organizar genocidios de extravagantes para convertirnos en personas normales, eso nos reclamaban todos los profesores y los curas, que por qué chingados no podíamos comportarnos como gente normal. El problema era que si les hubiéramos hecho caso, si hubiéramos seguido al pie de la letra las interpretaciones de sus enseñanzas, habríamos acabado haciendo lo contrario, puras pinche pendejadas loquisimas. Hacíamos lo que podíamos, lo que nos exigían nuestros cuerpos calenturientos y siempre pedíamos perdón de a mentiras, porque nos obligaban a confesarnos cada primer viernes del mes.
Para evitar confesar el número de puñetas que me estaba haciendo cada día, yo intentaba distraer al cura que me confesaba.
-Padre, pido perdón por ser pobre.
-Se pobre no es pecado hijo.
-Ah, no?
-No
-Pero es que no quiero ser pobre, entonces seguro que voy a acabar robando o matando a alguien para salir de pobre.
-Hay que ser digno de la pobreza, hijo, hay que aprender a vivir en la pobreza dignamente. Jesucristo nuestro Señor era pobre.
-Ah, ¿y ustedes son pobres?
-Los tiempos han cambiado.”

(Juan Pablo Villalobos, Si viviéramos en un lugar normal, páginas 37-38)

jueves, 8 de noviembre de 2012

"EL JARDÍN COLGANTE", ORIGINAL, PROVOCATIVA Y DESMITIFICADORA


El jardín colgante
Javier Calvo
Editorial Seix Barral, Barcelona, 2012, 363 páginas.

  

   Con este título, El jardín colgante, obtuvo el joven escritor barcelonés Javier Calvo el Premio Biblioteca Breve correspondiente a este año, 2012. El jurado de este prestigioso y ya histórico premio eligió una obra transgresora y seguramente provocativa, que rompe con los cánones de lo literariamente correcto, y que revisa nuestros años de Transición con una mirada distinta, la que capta que en la España de la segunda mitad de los años 70 nada es lo que parece y todo sobrenada en la ambigüedad de las aguas turbias de un mar de fondo, el de aquellos años en los que la mayoría de los españoles tratábamos de erguir un país renovado, que dejara atrás casi medio siglo de existencia. Todo pues es reinventado, ha desaparecido la verdad unívoca de los largos años de la dictadura y, como afirma el autor de esta novela, “no hay diferencia entre el bien y el mal”. De ello da idea la confesión de Javier Calvo de que su novela fue escrita a partir de una docena de canciones de grupos punk, todas ellas sobre la mentira y la falsedad.
   El jardín colgante es la segunda entrega de “La trilogía de la muerte”, el tríptico con el que el autor pretende retratar  Barcelona en clave negra. La primera, Corona de flores, se desarrolla en el ya lejano 1877, en el nacimiento de la Barcelona moderna. Cien años más tarde se sitúa la acción de El jardín colgante, en la Barcelona de la Transición. En dos de esos años, entrecruzados por duplicidades, alarmas y sobresaltos, 1977 y 1978, se despliega la trama de El jardín colgante, que Javier Calvo estructura en dos partes: “Meteorito” e “Islote”.
   En Sallent, a las afueras de Barcelona, ha caído un meteorito que entre el calor y la lluvia hace de Barcelona una ciudad polvorienta, pegadiza e irrespirable y con una conciencia aletargada de lo que estaba realmente pasado: las manifestaciones pro amnistía, restauración de la Generalitat, Tarradellas de regreso. Y algo más: los antiguos servicios secretos del franquismo se han puesto al día y dirigen sus fuerzas no a perseguir la disidencia política,  sino formaciones o grupúsculos terroristas de extrema izquierda. Uno de ellos es el TOD (Tropa de Acción Directa). En ese ambiente, el agente Arístides Lao, alias Sirio, es elegido para lidiar contra esa organización terrorista. Cuenta para ello con Melitón Muria, un agente tan peculiar que con Lao forman una pareja de espías tan decadente como esperpéntica. Deberán contactar con Teo Barbosa, un topo, un infiltrado en el grupo terrorista y al que deberán rescatar. Un plan descabellado y una misión imposible porque entre las ideas y su ejecución hay un abismo.
   Javier Calvo escribe una novela del género negro, basada en las convenciones  canónicas de dicho género: la conspiración, la falsedad, la traición, la investigación… Sin embargo su novela es una verdadera amalgama: una sutura de literatura policial con una visión carnavalesca de España en aquellos años de la Transición. En la historia, si hay algo que flota, es la ambigüedad. Una trama, cuyos protagonistas son agentes dobles, de agentes que no se sabe muy bien de que parte están, significa una verdadera desmitificación del género, una deconstrucción de la novela policiaca. Sensación que se acrecienta si atendemos a las semblanzas de sus héroes / antihéroes, a los que describe con calificativos que van del esperpento al lenguaje canalla (Arístides Lao, carita de gastrópodo  sin concha; Melitón Muria, tupé grasiento y asimétrico, convencido además de su estulticia; los terroristas en vez de guerrilleros maoístas parecen bandoleros de cuentos de hadas).
   Sin embargo el estilo de Javier Calvo es eficaz. Relativamente sobrio, sin dejar por ello de ser ameno. El mismo talante de una escritura provocativa, irreverente y sumamente audaz contribuye a hacer de El jardín colgante una lectura entretenida y sobre todo muy original.

Francisco Martínez Bouzas



Javier Calvo



Fragmentos

“Ya es de día cuando Teo Barbosa se despierta junto al cuerpo desnudo de Sara Arta, en el sobreático diminuto de la calle Escudillers al que ella lo llevó al final de la noche. El polvo del meteorito que cubre los cristales le da un matiz plomizo a la luz ya de por si fría de la mañana. Barbosa se frota los ojos. Como suele pasar con casi todas las camas, la de Sara es demasiado corta para él y provoca que los pies le cuelguen del borde. Sobre las sábanas rojas, la piel muy blanca de ella tiene una cualidad casi pictórica. Barbosa se permite un solo momento para admirar el cuerpo dormido que tiene al lado, delgado pero de proporciones exquisitas, a diferencia del de él, que es exageradamente alto y huesudo y tiene unas rodillas y unos codos enormes y un pene que se ve inevitablemente pequeño entre sus muslos interminables. Por fin comprueba que la joven sigue dormida y se incorpora lentamente, sin hacer ruido.
   Afuera se oyen las gaviotas. Barbosa va directamente al recibidor donde recuerda que la noche anterior Sara Arta dejó su chaqueta de cuero. Saca la cartera del bolsillo de la chaqueta y examina rápidamente toda la documentación, memorizando la información relevante. Por fin devuelve todo a su sitio, echando vistazos de vez en cuando por encima del hombro. A continuación se dispone a abrir cajones y a registrar sus contenidos.
Cinco minutos más tarde, vuelve a entrar en el dormitorio y se inclina para besar el cuello de la dueña de la cama.
-Me voy antes de que llegue tu marido- dice Barbosa, poniéndose los calcetines y recogiendo del suelo el resto de la ropa.
Ella gira lentamente la cabeza sobre la cama deshecha y se lo queda mirando con los ojos inflados.
-¿Dónde están los hombres que hacen café antes de abandonar ala mujer que han deshonrado?
-Son rémoras del patriarcado,-Barbosa se pone los calzoncillos-. Sucumbirán bajo las ruedas de la Historia.”

…..

“Aquí solamente hablaremos de España. Todo lo demás no nos incumbe. A efectos prácticos, no existe nada que no sea España. Les recomiendo un ejercicio. Cierren los ojos. Piensen en todas las cosas de las que han oído hablar que no son España. Ahora abran los ojos. Todo lo que han pensado era un sueño y ahora se están despertando a la realidad de España. No busquen nada más. Imaginen que están en una isla desierta. Los demás lugares son sueños. Aunque llegados a este punto conviene aclarar que España no es ninguna isla desierta. España es una isla desierta para alguien que ha nacido en esa isla desierta. Y perdonen la aporía. España es una lamprea. Es un trilobito. Es un comedor de mierda del fondo marino que lleva millones de años existiendo, siempre igual, comiendo la mierda que cae de los peces, sin ver nunca nada y sin que nadie lo haya visto nunca. Sin que nadie sepa que existe. España es el mundo para una lamprea. Es el mundo para un bicho que no tiene ni ojos ni oídos: inexistente, sin coordenadas, sin estímulos, y por eso mismo absolutamente perfecto y total. La imagen de la totalidad más perfecta que pueda existir.”

(Javier Calvo, El jardín colgante, páginas 47-48, 354-355)

martes, 6 de noviembre de 2012

CARLOS CASARES, LA NARRACIÓN

Narrativa breve completa
Carlos Casares
Traducción de Carlos Casares y Xesús Rábade Paredes
Editorial Libros del Silencio, Barcelona, 2012, 309 páginas.

  
  
   Carlos Casares (1941-2002) es uno de los grandes narradores del sistema literario gallego en la segunda mitad del siglo XX. Su estilo,  a la hora de contar, de amasar pausadamente los elementos narrativos y de buscar las incontables arrugas y dobleces de las vivencias y complejidades de las mil historias de la vida, sin perder por ello un ápice en la claridad del relato, son las señales de identidad de la escritura de Carlos Casares, un verdadero paradigma del acto de narrar. Libros del Silencio que ha demostrado en más de una ocasión su querencia y empatía con la literatura gallega -la penúltima, la edición bilingüe de la obra completa de Lois Pereiro- publica ahora  un volumen con la traducción al español de la mayoría de las piezas más representativas de la narrativa breve de Casares.. El libro estructura su material narrativo en tres secciones: “El juego de la guerra y otros cuentos” que es la traducción realizada por el propio escritor de la pieza literaria con la que debutó en la narrativa gallega, Vento ferido (1967), con variaciones en algunos títulos y el añadido de otros cinco textos, reelaboraciones algunos de su novelas, entre ellas Xoguetes para un tempo prohibido (1975).
   “Los oscuros sueños de Clío” vierte al español la colección de relatos que con un título gallego similar, Casares publicó en 1979. Finalmente la sección “Relatos dispares” recoge relatos publicados y traducidos muchos de ellos por el propio autor en revistas periódicos y antologías.
   Carlos Casares fue un gran contador de historias y lo hizo de forma brillante tanto oralmente como por escrito. Fue así mismo uno de los miembros del movimiento renovador de la literatura gallega conocido como “Nova Narrativa Galega”, una ruptura con las estrategias narrativas tradicionales, sobre todo con el ruralismo, modernizando la narrativa gallega con las técnicas de autores extranjeros, sobre todo franceses (“Nouveau Roman” y del ámbito anglófono (Faulkner, Dos Passos, Joyce). En esa orientación renovadora se inscriben los relatos de Vento ferido (El juego de la guerra y otros cuentos). Sin embargo Carlos Casares huye de los excesos crípticos que se observan en obras de algunos de los representantes del movimiento renovador. Más que beber en Faulkner, Joyce, Kafka o en el “Nouveau Roman”, Casares lo hace en Camus y Pavese y sus relatos persiguen una comunicación diáfana con el lector.
   Se trata de relatos que sitúan sus historias no en lugares extraños ni en la pura diegesis, tampoco en el onirismo o en el simbolismo. Sus motivos están tomados de la realidad, refieren acontecimientos concretos situados en Galicia y sus personajes están extraídos de la cotidianeidad, de mundos cercanos y familiares, especialmente de la Galicia rural o de una Galicia urbana abrumada por circunstancias vitales negativas. Se observa sin embargo en ellos constantes que comparten los miembros del grupo: situaciones de violencia absurda, simbolizadas frecuentemente por la presencia agobiante del calor y de las moscas; animalización, cosificación de los seres humanos, no reñida, con todo, con el aflorar de los sentimientos humanos y con el espíritu solidario de los marginados. Y una técnica narrativa que focaliza la mirada narrativa en la fatalidad que actúa sobre los personajes, en la  objetivación del punto de vista, en el uso del monólogo interior que fusiona un narrador impersonal con los protagonistas.
   Otros son los vientos que soplan en los doce relatos de “Los oscuros sueños de Clío”, henchidos de esa magia brumosa gallega y con historias apócrifas, alineados entre la ficción y la realidad, incluido el “Índice onomástico”, y en los que Casares supo beber, aunque de forma muy personal de las fantásticas imposturas de Cunqueiro y de la mano de Borges.
   Un estilo muy personal que evoluciona desde las complejidades técnicas de sus primeras narraciones hacia una prosa depurada, pero cimentada en la simplicidad de una sintaxis clara y diáfana, ornamenta la forma de estas historias tanto cuando nos remiten a climas tensos, violentos y enrarecidos como cuando nos hacen soñar con la magia de una historiografía falaz.

Francisco Martínez Bouzas




Carlos Casares

Fragmentos


El juego de la guerra

“Ahora estoy en este colegio desde hace un año. Es primavera y no puedo salir. A lo mejor me dejan marchar en julio, pero todavía no lo sé. Ayer me llevaron a la sala de castigos. Dicen que en el recreo no puede andar uno solo paseando por el patio, que hay que jugar. Tampoco se puede andar de dos en dos. ¡La puta que los parió a todos!. Yo quiero andar solo. A mi no me gusta jugar al fútbol ni al frontón ni al baloncesto. Me gusta jugar en el lavabo. Tampoco se puede, porque está también prohibido. Pero por las noches, cuando todos duermen, me levanto y voy a los lavabos y juego a la guerra. Durante el día cojo moscas, les arranco las alas y las guardo en una caja de cerillas. Por la noche meto las moscas en la pileta y abro el grifo, poquito a poco, muy despacito. Las moscas suben, huyen por la pileta arriba, pero yo las empujo para abajo con una pajita y se ahogan. Es la guerra. Se ahogan poco a poco. Un día me cazaron y me llevaron a la sala de castigos. Me llamaron marrano por andar tocando las moscas. ¿Y qué? Si no fuese por la guerra, me pudría de asco. Durante el invierno, como no había moscas, jugaba con trocitos de papel, pero no es tan bonito.
En julio dicen que salgo. El Rata, a lo mejor, piensa que me olvidé. Seguro que piensa que seguimos siendo amigos. Entonces le voy a decir: «¿Vienes al río?»Él viene, que le gusta mucho. Y después le pregunto: «¿Jugamos a los submarinos?». Él juega, que le gusta mucho jugar a los submarinos. Primero paso yo. Paso dos o tres veces. Después que pase él. Abro bien las piernas y el pasa por el medio, debajo del agua. Y así dos o tres veces. Y entonces, hala, cuando pase, cierro las piernas y queda  enganchado por el pescuezo. Poco a poco, despacito, como las moscas de la pileta.”

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Luis de Morgade, curador de dos Carlos II el Hechizado

“Como es sabido, el fraile asturiano había fracasado en el meritorio propósito de liberar al rey del hechizo. En conversación nocturna habida en su celda, le había dicho el Maligno que la causa del mal de don Carlos estaba en un chocolate suministrado cuando contaba catorce años, y el en el cual la reina madre, doña Mariana de Austria, ordenó disolver los sesos de un difunto. Como el inquisidor requiera detalles, entonces, por boca de fray Antonio, el Demonio respondió que se desconocía el nombre del difunto, pero que había dejado viuda, una tal Casilda Pérez, vecina de la calle Herreros, en la villa y corte. Por más que la policía buscase y rebuscase, la mencionada calle no apareció por ningún sitio, ni tampoco se supo si anteriormente había existido, si el demonio la había borrado para desorientar o bien si había engañado simplemente a fray Antonio con la intención de impedir la curación del rey. El caso es que dicho incidente supuso la eliminación del fraile de Cangas de Narcea como intermediario entre el lado de allá y la Inquisición.”

(Carlos Casares, Narrativa breve completa, páginas 21-22, 104)

sábado, 3 de noviembre de 2012

TRÍPTICO SOBRE LA BARBARIE

Amor, ira y locura
Marie Vieux-Chauvet
Traducción de José Ramón Monreal
Acantilado, Barcelona, 2012, 461 páginas.


   La pervivencia en nuestro presente y el hecho de que hoy podamos leer estas tres novelas breves de Marie Vieux-Chauvet que en España edita Acantilado, no hacen más que confirmar la validez del título gallego, Os libros arden mal con el que el escritor Manuel Rivas rotuló en 2006 su río de historias sobre víctimas y victimarios de la Guerra Civil española. Porque Amor, ira y locura, la más vigorosa denuncia literaria contra el régimen  de terror que Papa Doc (François Duvalier) impuso en Haití, sobrevivió a cualquier intento de quema o destrucción. Marie Vieux-Chauvet escribió estas tres novelas a  los cuatro años de que Duvalier se proclamara presidente vitalicio del país. Simone de Beauvoir, a quien la autora había enviado el manuscrito, hizo posible su edición por Gallimard en 1968. La lectura del libro puso furioso a Papa Doc que con anterioridad había asesinado o hecho desaparecer a varios familiares de la escritora. Por eso mismo y presionada por su marido, la autora solicitó de Gallimard la retirada de la publicación. El marido de la escritora va más allá y ordena la destrucción de todos los ejemplares distribuidos en la Isla. Sin embargo, como los libros no solo arden mal sino que pueden circular por  cauces distintos a los de la distribución editorial -Fahrenheit 451 es un buen ejemplo-, el libro de Marie Vieux-Chauvet circuló por la isla y por EE.UU en forma de samizdats (copias clandestinas y ediciones piratas) hasta su reedición  en Francia el año 2005.
   La historia paraliteraria y epopéyica de Amor, ira y locura es un indicio de la tragedia del pueblo de Haití, atenazado por la barbarie, el terror y la superstición que la feroz dictadura de Papa Doc, disimulado a veces por la escritora bajo otros nombres, y su brutal fuerza de choche, los “tonton macoutes” impusieron en la isla durante largas décadas.
   Desde el punto de vista editorial Amor, ira y locura es un volumen que recoge tres novelas distintas, no eslabones de una saga narrativa. Sus personajes, así como sus tragedias no se prolongan de la primera a la segunda y tercera novelas. Las tres partes, están, no obstante, suturadas por la misma amalgama: la atmósfera de brutal barbarie y el tono lírico con el que la escritora relata sus tres historias.
   En “Amor” habla la mayor de las hermanas Clamont, Claire. Mulata. Su tez obscura a diferencia de sus hermanas de piel clara, la ha convertido en una solterona, condición que asume conscientemente, pero aguardando su presa entre bastidores, manejando la escena, reprimiendo pulsiones sexuales o jugando con ellas y atesorando en su habitación novelas de amor y postales pornográficas. Y sobre todo, corroída por una tentación: el marido francés de su hermana Félicia. Sabedora de que no puede conseguirlo, intentará lanzarlo en los brazos de su hermana menor, mientras ella consume sus noches fantaseando con su cuñado e incluso con un personaje monstruoso, el violador Calédu, alter ego de Duvalier, que alimenta con sus obscenas brutalidades el hilo narrativo de la novela.
   En “Ira”, la segunda pieza de la trilogía, Marie Vieux-Chauvet non introduce en las historias de expolios de tierras que un grupo de hombres uniformados de negro -los “tonton macoutes”- realiza en la propiedad de una familia de Puerto Príncipe, que por la fuerza se verá obligada a renunciar a ellas y a su identidad social. Incapaces de oponer resistencia ante la encarnación terrena del mal, el “Gorila”, otro fantasma de Duvalier, se consuelan con la santa ira de la venganza divina.
   Finalmente, “Locura”, el relato que transforma hombres en seres demoniacos. Tal  es la metamorfosis del hijo de una pobre mujer negra que ha podido estudiar y convertirse en poeta. Poeta en secreto como los que se reunían clandestinamente bajo el apelativo de “Las arañas del crepúsculo”, mientras en la calle señorean los “diables”. La rabia por la muerte de un amigo le enajena de tal modo que los ataca de forma rudimentaria y condenada al fracaso.
   Quizás el mayor mérito de la escritura de Marie Vieux-Chauvet es el de haber sido capaz de captar y plasmar en su narrativa la atmósfera de opresión, miedo, superstición y barbarie que agrandan la tragedia de un pueblo, así como su perenne fatalidad que suscita frenéticos interrogantes sobre el origen del mal entre los personajes de las novelas. Tres historias trágicas que reflejan, a veces con encubrimientos, los años negros de la dictadura haitiana y se inscriben, por consiguiente, en el subgénero de la novela de dictadores. La dictadura que evoca la escritura de Marie Vieux-Chauvet, gracias en buena medida al empleo de recursos metafóricos y épicos, aunque sin alejarse de la realidad, es un espectáculo aterrador, ataviado con toda la brutalidad del terror sanguinario en una sociedad atenazada y expoliada sistemáticamente desde su independencia.

Francisco Martínez Bouzas



Marie Vieux-Chauvet

Fragmentos

“La miseria, la injusticia social, todas las injusticias del mundo, y éstas son innumerables, no desaparecerán más que con la raza humana. Se alivia centenares resufrimientos para ver aparecer millones de otros. Esfuerzo inútil. Y además está el hambre del cuerpo y la del alma; la de la inteligencia y la de los sentidos. Todos los sufrimientos son equiparables. El hombre, para defenderse ha cultivado su maldad. ¿Gracias a qué milagro este pobre pueblo ha podido durante tanto tiempo seguir siendo bueno, inofensivo, acogedor y alegre a pesar de su miseria,  a pesar de las injusticias y de los prejuicios sociales, a pesar de nuestras múltiples guerras civiles? Nos ejercitamos en cortarnos el cuello mutuamente desde la Independencia. Las garras del pueblo han empezado a crecer y se han afilado. Ha nacido el odio entre nosotros. Éste ha engendrado torturadores. Torturan antes de degollar. Es una herencia colonial a la que nos aferramos, como al francés. Descollamos en lo primero y somos aún mediocres en lo segundo. Oigo a menudo los aullidos de los prisioneros. La cárcel no está lejos de mi casa. La veo desde mi ventana. Ensombrece el paisaje por el color grisáceo de sus muros. La policía se ha vuelto vigilante. Vigila nuestros movimientos. Su representante es el comandante Calédu, un negro feroz que nos aterroriza desde hace unos ocho años. Tiene derecho de vida y de muerte sobre nosotros y abusa de él.”

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“Es uno de los espías del comandante Calédu. Éste tiene fama de sádico. Le encanta azotar a las mujeres y las hace detener, porque sí, por simple gusto, una o dos veces, de vez en cuando.
He visto con mis propios ojos salir de la cárcel a Dora Soubiran, mi amiga de la infancia y vecina nuestra de la derecha, acusada de rebelión. Es una beata absolutamente inofensiva, pero que se empeña -malicia o no- en repetir que ella no tiene más jefe supremo que Dios. A Calédu le gusta que le teman y que se lo demuestren. Sobre todo cuando se es una Dora Soubiran (…) Dora Soubiran le trata con desdén. Se niega a comprender la marcha de la Historia, el giro que ha experimentado. Una tarde vino a buscarla él mismo. Ella le siguió, desgranando su rosario a lo largo de la Calle Mayor, donde la gente se había escondido en la obscuridad de detrás de su persianas entreabiertas. Regresó al cabo de dos días, despavorida, desconocida, perseguida por las carcajadas burlonas de los mendigos que se partían de risa viéndola caminar con las piernas abiertas, como una lisiada. La oímos sollozar por la noche. Nadie se atreve a socorrerla. Es una sospechosa. Una de las que han sido marcadas por Calédu, representante de la policía, elegido ex profeso para domar a esta pequeña ciudad famosa por su arrogancia y sus prejuicios.”

(Marie Vieux-Chauvet, Amor, ira y locura, páginas 16-17, 25-26)