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lunes, 1 de octubre de 2012

KURAJ, CRÓNICA DE UN DESARRAIGO

Kuraj
Silvia di Natale
Traducción de Mª. Ángeles Cabré
Tusquets Editores, Barcelona, 437 páginas.
(LIBROS DE FONDO)

 
    Nosotros llamábamos kuraj a las matas secas que en primavera el afghanetz levanta y hace rodar por la estepa; son avalanchas de matas secas que se mueven, y la este entonces «camina», mejor dicho,«corre», tanto que asusta a los caballos y a quien mira desde lejos le parece que un pelotón de jinetes se acerca al galope”. En ese paisaje agreste y removiendo los cimientos de las vidas de sus personajes, coloca la socióloga, escultora y etnóloga italiana Silvia di Natale su primera novela, un excelente trabajo de ficción con bases reales que, cuando fue presentado en la Feria del Libro de Frankfurt (año 2001), atrajo inmediatamente el interés de numerosos editores. Obtuvo posteriormente el Premio Bagutta,  fue traducida a los principales idiomas y supuso el inicio de una fulgurante carrera literaria confirmada   con títulos como Il giardino del luppolo (2004),  L’ombra del cerro (2006), Vicolo verde (2008), o La ragazza di Ratisbona (2009).
   Naja, la protagonista y narradora de esta novela sorprendente, nace en el seno de una tribu de pastores nómadas descendientes de los mongoles, los tuncian, en las estepas del Uzbekistán. Los herederos de Gengis Khan conocen todos los arcanos sortilegios de la naturaleza y los caprichos del viento que levanta y arrastra las matas, al que le tributan un respeto sagrado. En 1947, a los nueve años, la pequeña Naja es arrastrada desde los yermos uzbecos y depositada en la Alemania de la posguerra, como si de un viento fatal se tratase. Un viento que arranca a los vivos de sus raices más profundas.
   Las ancianas del clan de los tuncian advertían a las esposas adolescentes, para evitar su abatimiento al dejar su familia, que el destino de las mujeres no es envejecer al lado de la solera donde vieron la primera luz. El padre de Naja deja a su hija al cargo de un oficial alemán  con quien había combatido contra la Rusia de Stalin. Y Naja tendrá que integrarse en esa nueva familia, en un entorno social nuevo y hostil que la forzará a abandonar su religión. Para sobrevivir en el nuevo e incomprensible universo de la posguerra, Naja fondea en la memoria de su pueblo, en el recuerdo de las historias de los antiguos mongoles, en sus gestas legendarias, secretamente orgullosa de sus propios orígenes. Mas su pasado y las gestas de Gengis Khan se trenzan forzosamente con la locura nazi. En este ambiente la niña es capaz de luchar, de cambiar, de crecer para hallar su lugar en el mundo. Pero en un arriesgado golpe de efecto narrativo, la autora confía igualmente  a la voz narrativa de Naja la memorable reconstrucción coral de la derrota alemana en Rusia.
   Kuraj es la crónica viva de un desarraigo y la elegía de aquellas formas de vida condenadas a la extinción. Y al mismo tiempo, un canto a la voluntad de salir adelante y de edificar una identidad mestiza sin renunciar a las propias raíces. La calidad de la escritura de Silvia di Natale brilla en esta novela llena de personajes, de sucesos y de vidas entrelazadas que la autora refleja mediante una narración a la vez simple y elegante, orlando su relato con un lenguaje ajeno a  cualquier artificio banal.

Francisco Martínez Bouzas


Silvia di Natale

Fragmento

“Hay piojos negros, piojos amarillos y piojos rojos. Ul’an se acordó de su tío abuelo Mongotai, que iba a la yurta de Bairqan y llevaba un gorro de piel de cordero que no se quitaba nunca y que al mirarlo de cerca hormigueba de piojos. Mongotai afirmaba que los piojos adoptan el color del alma de quien se nutren al chuparle la sangre, pues hay almas negras, rojas y amarillas o simplemente incoloras, como el insecto que en aquel momento Ul’an tenía agarrado entre el índice y el pulgar. «Quiere decir que mi alma es transparente como éste», pensó U’lan mientras lo aplastaba con la uña. La idea de que los piojos tuvieran relación con el alma de las personas en la cual y de la cual viven, le parecía a Ul’an perfectamente plausible. De hecho había observado varias veces lo que le sucedía con los soldados recién muertos: enseguida, el enjambre de piojos que lo habitaba se ponía en movimiento, abandonaba las costuras, los pliegues, los dobladillos de la ropa donde habían vivido y dejaba el cadáver antes de que estuviera totalmente frío. Al mirar el montoncito que bullía, daba la impresión de que se trataba de la forma tangible del alma que abandonaba al muerto en busca de otro cuerpo del que chupar el calor”

(Silvia di Natale, Kuraj, páginas 248-249)

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