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lunes, 24 de septiembre de 2012

UN COLOSAL FRISO LITERARIO


Una danza para la música del tiempo: Invierno
Anthony Powell
Traducción de Javier Calzada
Editorial Anagrama, Barcelona, 714 páginas
(LIBROS DE FONDO)

  
   Con la publicación del cuarto volumen -el que corresponde al tiempo de Invierno-, concluye la edición en español de una obra inmensa, una serie torrencial y, a la vez, muy rica y compleja: la melodía épica con la que Anthony Powell (195-2000) interpretó la historia inglesa desde 1914 hasta 1971: Una danza para la música del tiempo, usualmente conocida en Inglaterra como Dance. Su autor es el postrer miembro de una de las generaciones literarias británicas más sólidas y elogiadas que incluía, entre otros a Grahan Greene, Evelyn Waugh, George Orwell, John Betjeman y W. H. Auden.
   Descrito y calificado como un novelista “social comic”, Powell escribe una obra colosal. Cuatro trilogías que llenan el ciclo de las estaciones: Primavera, Verano, Otoño e Invierno. El novelista publicó sus novelas  entre 1951 y 1971, al ritmo con que las escribía, pero con posterioridad un cuadro de Nicolás Poussin, “Una danza para la música del tiempo, le inspiró el título para este magno friso literario, así como la inspiración para su definitiva estructura.
   Echando mano de un protagonista narrador, Nick Jenkins y de sus amigos y amigas burguesas, uno de los más ambiciosos ciclos narrativos avanza lentamente, como la danza de la música del tiempo, en el que las cuatro estaciones se suceden a una cadencia pausada pero inexorable. Se puede afirmar con toda justicia que estamos ante uno de los esfuerzos narrativos más ambiciosos y consistentes de la literatura moderna. Los únicos proyectos equiparables en calidad y magnitud vieron la luz en las primeras décadas del siglo XX en París y Viena, gracias a las plumas de Proust y Musil. Con ambos comparte Powell una clara inquina por el show cultural. Ninguno de los tres fue capaz de escribir solo para complacer y para ellos el éxito comercial se subordinaba siempre a una apasionada seriedad y a una fe sin límites en sus proyectos.
   Pero es sobre todo En busca del tiempo perdido de Marcel Proust la obra con la que Una danza para la música del tiempo comparte la ambición y  el interés memorialísticos, históricos y sociológicos. Como el escritor francés, A. Powell no tiene la intención de contarnos una historia, todo lo que pasó, como pretendía hacer la novela decimonónica, sino representar fragmentos de la vida para que los lectores los enlacen en la perpetua e inagotable factoría de su imaginación.
   Eso es lo que ocurre en las tres novelas que forman el ciclo de Inviern,. publicadas originariamente entre 1971 y 1975. Para los protagonistas de esta Danza ha llegado la madurez del invierno. Todos ellos, a pesar de sus relaciones y valores cambiantes, ya han recogido las definitivas cosechas de sus existencias. Así, en un tiempo mudable, en el que comienzan a asomar caravanas de hippies, se cierra una obra mítica de la literatura inglesa del siglo XX, escrita con prosa lenta, casi narcotizante, por un escritor al que Sir Vidia Naipul calificó como el más ambicioso de la literatura inglesa.

Francisco Martínez Bouzas



Anthony Powell

Fragmento

“Una serie de macizas camareras de mediana edad se afanaban sirviendo en el comedor, intercambiando bruscas instrucciones en su lengua y haciendo ruido al golpear las fuentes. En aquel momento, una de ellas interpuso entre Truscott y yo una gran fuente de pescado, cortando nuestra conexión. Mi vecino ruso aprovechó la oportunidad para darme conversación. Pronto, siguiendo el proceso natural de las cosas, nos encontramos hablando de los autores rusos. Tras los Lérmontov y Pushkin, Gógol y Goncharov, Chéjov y Tolstói, surgió el nombre de Dostoieski. Pernistone -que jamás hubiera permitido que los niveles intelectuales se vieran rebajados por el mero hecho de estar en el ejército y con una guerra en curso, se había quejado de que al hablarle en una ocasión al general Lebedev de la parábola del Gran Inquisidor de Dostoivski, el agregado militar soviético (muy poco convincente como soldado regular) le hubiera recomendado la visión de Nekrasov como más ajustada a la realidad de la vida rusa. En resumen, que siendo imposible ignorar a Dostoievski, e igualmente imposible asimilar en la realidad comunista una figura tan monolítica como embarazosa para sus paisanos, el tema parecía tendencioso para aludir  a él en aquel almuerzo, por muy inequívoca que fuese la tradición política de la novela rusa.”

(Anthony Powell, Una danza para la música del tiempo: Invierno, página 420)

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